¿Qué querías ser de mayor?

Mis recuerdos de querer ser algo se remontan a bien pronto. Recuerdo que de muy pequeño quería ser nada menos que astronauta. No sé por qué tenía esa ambición de llegar lejos, de conocer otros mundos, extraños y lejanos. No coincidía para nada con aquellos niños que de pequeños sueñan con algo más asequible: médico, o abogado, o agente de la propiedad inmobiliaria, como su papá. Mi papá era militar y yo sentía una cierta admiración por ese mundo, aunque nunca me sentí lo bastante capacitado como para marcar el paso y recibir órdenes. El caso es que mientras quise ser «astronauta», era fiel y devoto seguidor de «Espacio 1999» o «Star Trek» y no hace falta decir que devoraba toda la información disponible en el momento sobre nuestro sistema solar. Crecí un poco más y decidí que el camino a la NASA era muy largo y que, sobre todo, había que aprender inglés y hacerse americano. Y yo, que soy más español que la siesta y la tortilla de patatas juntos, pues como que no.

Mi entusiasmo se desplazó entonces hacia la medicina, aunque esa etapa duró menos. Se cortó de tajo aproximandamente a los 12 años cuando en el colegio nos pasaron una película sobre una operación a corazón abierto. Todavía recuerdo la imagen del cirujano sosteniendo en su mano izquierda un corazón palpitante. Eso fue lo que definitivamente me dijo que por ahí no iban los tiros.

Poco después descubrí la astrología. Por entonces no sabía gran cosa, pero la astrología sí me permitió «llegar a las estrellas». No era lo mismo que llegar en cohete, pero se llegaba de todos modos. También quedó como un sueño; pero éste, a diferencia de los otros, no lo enterré, o tal vez se puede decir que lo enterré a medias. Nunca dejó de hacer ruido alli donde lo escondí.

Mi padre, viendo que yo «alucinaba pepinillos» (o como dicen aquí, «veía moros con tranchetes»), tomó las riendas del asunto y me convenció para que yo estudiara algo que mi familia pudiera pagar y que diera dinero. Así fue como entré en la Facultad de Derecho. Fueron muchos años, muchas lágrimas y un título universitario que en el fondo sabía que iba a guardar en bolitas de alcanfort.

Ahora estoy viviendo mi sueño de adolescencia, extrañamente. No es para tirar cohetes, pero hago lo que me gusta hacer y me siento bien cuando la gente sale de mis consultas más tranquila y más consolada. La vida tiene unos caminos bien extraños, pero creo que es cierta la frase de Paulo Coelho: cuando deseas algo fervientemente, el Universo entero conspira para que lo consigas. Y así es como parece que se dieron las cosas…

Hasta el gorro

Situación: Exterior día. 12 del mediodía. Cola de un establecimiento público cualquiera.

Empleada 1 (hablando por el móvil): ¿Ah, sí? ¿Entonces Pepita le arreó un sartenazo en la cabeza cuando él le confesó que le había puesto los cuernos? No me digas… Ah, pero yo sé que ella también le puso los cuernos, porque el otro día me encontré con una amiga de muchos años y me comentó que Carmencita andaba con un señor que le pagaba el piso y las vacaciones y que ya le estaba diciendo que si se venía ella con los niños y dejaba al capullo de su marido y…

Cola: ¡Vengaaaaaaaaaa, que es pa’ hoy! ¡Que no tenemos todo el día! ¡Será posible! ¿Es usted socia de honor de la timofónica o qué?
Empleada 1 (protestando): Pues es que mi cuñada me está contando un caso muy escabroso. ¿Pueden esperar un poco, por favor?

(Se oyen resoplidos de resignación)

Empleada 1: Sí, es que tengo cola aquí esperando, pero tú cuenta, cuenta, que ellos se esperan también. (Sigue la conversación telefónica). Ajá… Sí, claro, varios puntos de sutura. ¿Y luego se reconciliaron? (Con mucho aspaviento). ¿¿¿Se lo dijo??? ¡Qué horror, Mari, qué horror! Pero se reconciliaron, que es lo que cuenta. ¿Qué me dices? ¿Ahora van a un consejero matrimonial? Pues no sé yo, ¿eh?, no sé yo… Porque la vecina del cuarto me dijo que fue a un consejero de ésos y no creas que le fue tan bien. Ah, ¿pero les pone deberes? Bueno, me lo cuentas más tarde que aquí tengo a mi supervisor y tiene cara de enfadado.

Supervisor: La cola se alarga hasta el final del establecimiento. Queda usted despedida, señorita. (Se oye una tempestad de aplausos).

¿Alguna vez han pasado una situación parecida?

La más que probable página 1…

… del libro de poemas que estoy tratando de «definir» desde hace como unos tres años. Ahí va esa muestra:

Urna

Atrapado en círculos infinitos de agua
Cada segundo es sólo una vuelta más.

Mis manos son mi límite
Y tocan la dura superficie
De un cristal invisible.

Veo el mundo,
Abigarrado, multicolor, multiforme
A través de ese cristal.
Mis ojos son enormes ventanas
Por donde el mundo entra y se desvanece
Cuando intento tocarlo.

Me sé prisionero.
Golpeo furiosamente el cristal,
Pero no se rompe.
Está hecho de años, de muchos años,
De muchos círculos de agua
Y resiste.

Pero hay que romperlo.

Bloguitis

Parece que a los socialistas se les ha despertado la vena tecnológica. Hasta tienen televisión propia, donde además de cantarse a sí mismos y a sus fieles las bondades, loas y alabanzas del «socialismo bien entendido» y se dedican, cómo no, a atacar al PP. Pero le dernier cri (que diría Segolène Royal) entre los socialistas de postín es «retratarse» en un blog. Particularmente, Pepiño Blanco; y hoy me entero de que Jordi Sevilla estrena blog también, aunque en el caso del señor Sevilla llama más la atención por su condición de ministro, es decir, de administrador de poder (que ya sabemos que está en manos de Polanco: ¿para qué nos vamos a engañar?).

¿A qué obedece esta repentina bloguitis que ha atacado a los jerarcas socialistas? Se me ocurren dos razones muy poderosas y relacionadas entre sí: visibilidad y cercanía (virtuales, por supuesto). Está comprobado que la televisión sufre un rechazo cada vez mayor entre la población. No sólo porque se convierte en caja de resonancia del consumismo reinante (los cortes publicitarios impiden a estas alturas seguir con atención una película), sino también porque la televisión permite un control y una manipulación mayúsculos.

Así que poco a poco se ha ido produciendo una especie de fenómeno migratorio hacia la Red. La Red es hoy una gran plaza pública donde cualquiera, siguiendo unas mínimas normas de respeto, puede verter las opiniones que mejor le parezcan sobre los asuntos que mejor considere, igual que un servidor hace escribiendo estas líneas.

Ahora bien: el aspecto que interesa destacar aquí es que a través de la blogosfera el pensamiento más o menos conservador que fue barrido de la televisión y casi de la radio y de los periódicos ha cobrado nueva fuerza. En la blogosfera se debaten los temas, pueden circular libremente la información y la verdad; lo que sirve para fortalecer a los participantes. La blogosfera, en fin, permite que cada uno pueda pensar por uno mismo, algo que desde luego impide la televisión.

Ello redunda en que quienes no comulgamos con la ortodoxia izquierdista oficial no nos doblegamos ni nos convencemos ante las ruedas de molino con que el poder nos trata de hacer comulgar y seguimos manteniendo una postura bien crítica en vez de convertirnos en fieles borregos. Y la coherencia, finalmente, crea y fomenta el seguimiento. Y también la capacidad de hacer recapacitar a otras personas. Quizá sienten que están perdiendo cuota de control, incluso entre sus propios. Entre paréntesis: resulta curioso que los socialistas, tan aficionados a criticar y burlarse cuando están en la oposición, no toleren las críticas y las burlas cuando están mandando.

Pero a lo que vamos, que no nos vamos a desviar. Esta ofensiva bloguera se parece bastante a lo del desembarco de Normandía. Hay que romper la resistencia ideológica de la derecha. Hay que intoxicar la blogosfera para que ni en ella tenga la derecha paz, tranquilidad y descanso. No importa que lo que se diga pueda ofender e insultar a la derecha (hay «libertad», ¿no?). La derecha es el enemigo a batir y todo vale con tal de batirlo, al igual que ocurre en prensa, radio y televisión. Hay que ahogar el discurso de la derecha, no tanto porque sea la derecha, sino porque los contraopinantes, por su sola condición de contraopinantes, ofenden y hay que eliminarlos también, aunque sea sólo virtualmente. El único punto bueno de esa cercanía y esa visibilidad es que al menos, uno puede dirigirse a ellos y preguntarles directamente. Aunque no tenga la esperanza de que le contesten.

A estas alturas, supongo que Carmen Rigalt no se atreverá a criticarlos como hizo en su infame artículo aparecido en El Mundo del día 1 de febrero de 2005. Vivir para ver…

Regreso

Siempre creí que eso de volar con frecuencia en avión era para niños bien, ejecutivos agresivos e intrépidos exploradores. Nunca creí formar parte de ninguna de esas tres categorías. Pero ya veo que eso empieza a cambiar. El avión se me está haciendo un medio de transporte tan habitual como el camión. Y pasarme quince horas en un cascarón atravesando el Atlántico casi que ya no tiene novedad alguna. Más bien al contrario: fastidia cuando se convierte en costumbre. Pareciera como que uno tiene un pie en cada continente y eso es precisamente lo que impide a-sentarse.
Así que ahora las cosas están en el punto del regreso. Vuelvo a casa; pero a diferencia de la vez anterior, establezco ya un lazo que espero duradero con México, el país que me ha visto verdaderamente «tratar de nacer».
No sabría decir si desde que estoy fuera de mi país lo amo más. Es un tópico. Pero sí es cierto que las malas noticias, como la quema del bosque gallego, duelen más y uno siente la impotencia de que lejos de casa menos se puede hacer. Siempre nos queda Internet, es cierto; el derecho al pataleo, incluso en un blog humilde como éste, está más que ganado a pulso. Y es cierto también que las buenas noticias me hacen sacar pecho como español, aunque se trate del último trofeo que ganó Rafa Nadal como tenista o Fernando Alonso como corredor de Fórmula 1.
Y ahora volveré a escribir la historia en primera persona, como español dentro de España y una ventana al mundo que dejo abierta para que aquellas personas que en el momento presente ocupan mi corazón puedan seguir asomándose a la realidad que vivo y que yo mismo soy.
Saludos a todos.

Abajo el telón

Finalmente, terminaron la obra y la incertidumbre, la zozobra y el escándalo. Por fin México tiene un presidente electo (que no proclamado) en la persona de Felipe Calderón Hinojosa. Viéndolo con cierta distancia, lo que a mí me resulta claro es que Calderón ganó muchos puntos presentándose como un hombre de orden, el mismo que apenas ayer hablaba de «concordia», «pacto» y «acuerdo».

Por el contrario, Andrés Manuel López Obrador jugó la carta populista y perdíó. Sobre todo para los vecinos y comerciantes del Paseo de la Reforma, AMLO no es ahora sino un chiquillo caprichoso que no se salió con la suya. Quedan ahora muy lejos las irregularidades del proceso electoral. Irregularidades que, por lo demás, parece ahora que no fueron suficientemente relevantes o manifiestas como para anular el proceso electoral.

Así las cosas, Felipe Calderón Hinojosa avanza pasito a pasito, esperando que «las instituciones» (permeadas todas ellas por el PAN, desde luego), den un veredicto favorable a sus intereses. En cambio AMLO, como todo izquierdista que se respete, sale a la conquista de la calle, creyendo que el poder de la calle puede inclinar la balanza en su favor. Y AMLO, por desgracia para él, se equivoca. No sólo no consigue lo que pretende, sino que además, a los ojos de la República entera, pierde «talla» como estadista y político, degradándose al nivel de un vulgar agitador de masas. Y lo peor de todo es que parece que pudo haber tenido razón en denunciar las irregularidades del proceso.

No hace mucho pasé por delante del changarro del PRD en la Plaza de la Catedral aquí en Morelia. Se me pusieron los pelos de punta al leer una «resolución» de AMLO en la cual prácticamente se «invitaba» a la secesión, a la división del país, por no aceptarse el resultado electoral ni la designación de Felipe Calderón como presidente. Para mí eso es señal de una persona que, aun pudiendo habido tener razón, en el momento presente ha perdido el norte. Y las personas comunes, los mexicanos de la calle, si es cierto que no quieren más pobreza, menos aún quieren soflamas acerca de la revolución mexicana (qué cerca suena eso de la «revolución bolivariana»).

Los mexicanos corrientes quieren, a mi entender, lo siguiente: unas condiciones laborales decentes y estables, una buena educación para sus hijos, una vivienda digna de tal nombre, un sistema de salud que no los deje tirados en la calle cuando están enfermos porque no pueden pagar y que a cualquier hora del día o de la noche que transiten no corran el riesgo de ser atracados, apuñalados o secuestrados. Cualquier Gobierno que cumpla esas condiciones, en México o fuera de México, está destinado a durar muchos años, no importa si es democrático o no.

Debo reconocer que cuando oía hablar a Calderón ayer en una entrevista de un medio de comunicación, torcí el gesto. Bonitas palabras ésas de «pacto», «conciliación», «acuerdo». Pero Calderón, quien todavía no ha respondido por su mala gestión en asuntos turbios de su pasado, no debería olvidar que el «pacto», la «conciliación» y el «acuerdo» son con el pueblo, no con las grandes empresas que han apoyado y pagado su campaña. Parafraseando al gran Antonio Machado…

Mexicanito que vienes al mundo,
te guarde Dios;
uno de los dos candidatos
ha de helarte el corazón.

Los otros niños cantores de Morelia

Estos niños no cantan en ningún auditorio. No van bien vestiditos, bien peinaditos. Ni siquiera son güeritos y de ojos azules. Tampoco tienen acompañamiento orquestal, puesto que su único instrumento es una botella estriada, que van raspando para darse ritmo. Sus voces, aunque desafinadas, suenan potentes para su corta edad. Y bueno, no son una bola de veinte niños, sino que más bien son dos: uno que lleva la «voz desafinada número 1» y el más pequeño, que lleva los «coros desafinados», que para qué contar. «Si gusta cooperar…». Pues claro. Uno hace lo que puede como Dios le da a entender para ganarse el pan de cada día.

Ahora bien, voy a plantear una pregunta aquí en mala onda: el que estos chamacos estén en la calle cuando por edad deberían estar en la escuela, ¿no es acaso un fracaso de la política social del estado de Michoacán? ¿Dónde están los programas sociales de AMLO aplicados en el estado de Michoacán? Recordemos que aquí gobierna el PRD, «supuestamente de izquierdas» y su eslógan en campaña: «primero, los más pobres». Que la derecha panista decepcione a los más pobres es normal, habitual y casi que ni siquiera es noticia. Pero sí es muy significativo que sea el PRD quien les dé la espalda. Decididamente, el gobierno del Estado de Michoacán es un gobierno indiferente.

Plutón, "planeta enano"

Vaya cosa han dicho los astrónomos: que Plutón no es un planeta atendiendo a su tamaño y a una órbita completamente excéntrica. Desde luego, ellos tendrán su criterio y sus razones, muy atinadas desde el punto de vista astronómico. Quizá tienen miedo de que aceptando a Plutón como planeta, ahora que saben que su tamaño es además seis veces más pequeño que la Tierra, tengan que aceptar a cuanto otro «objeto» acierte a cruzar las órbitas de nuestro sistema solar. De hecho, eso ya ocurre con otro «planetoide», que ha recibido el nombre más o menos aceptado de Quirón y que se descubrió allá por 1977.
Desde el punto de vista astrológico, no obstante, el hecho de que Plutón haya sido «degradado» no influye para nada en la veracidad de su influencia sobre las personas y las cosas. Plutón tiene una relación astrológica y mitológica con el infierno. Es el Señor del Gran Lugar de Abajo; y allá donde está él, nos enfrentamos solos a nuestros peores demonios. También, como en el caso de Urano o Neptuno, presenta sincronicidades históricas. Recordemos brevemente: en el momento de descubrirse Urano (1781), comienza en Europa un proceso revolucionario (palabra clave para Urano), en el cual se iguala en derechos a todos los ciudadanos, así como se descubre el funcionamiento de la electricidad. En el momento de descubrirse Neptuno (1846), se descubre la iluminación por gas y faltan sólo dos años para la primera gran revolución socialista.
Pues bien, cuando se descubre Plutón (1930), existe una conexión muy grande con lo que podemos llamar «instintos básicos» en la sociedad: la aparición del nazismo en su aspecto más amenazador, la guerra que estaba por llegar y que sobre todo transformó para siempre las estructuras y relaciones familiares, el concepto de patria y el sentimiento de pertenencia a un determinado grupo, ya sea nacional, racial, espiritual o de otro tipo (en ese momento estaba en Cáncer y justo cuando empieza la guerra entra en Leo).
Y así podríamos seguir, desde las grandes comprobaciones de la historia a las pequeñas comprobaciones en cada uno de nosotros y en nuestra vida. Plutón nos arrebata mucho, pero nos da muchísimo más si cooperamos con su energía. Allá los astrónomos con su limitado criterio…

"Predator"

Parece el título de una película de terror, ¿verdad? Al oír o leer ese título, uno se imaginaría una fiera corrupia, babeante y deseosa de sangre. Uno se imagina a la aterrorizada población tratando de ponerse fuera del alcance de sus grandes fauces. El predador domina a sus víctimas por el miedo, qué duda cabe. Así nos lo han pintado en el cine: el último fue Steven Spielberg, con resultados nefastos para los tiburones de verdad, por cierto.

La «depredación» de la que hoy me apetece hablar es de otro tipo. Su víctima es la población, desde luego, aunque no directamente. La víctima directa es el erario público. De otros Estados no puedo hablar; pero hace un tiempo La Voz de Michoacán, que es el diario que leo habitualmente en Morelia, saltaba con la noticia: el conjunto de los cargos públicos del Estado se lleva el 65% del presupuesto, mientras que para obras públicas y demás menesteres del Estado del Bienestar queda apenas un 35%. Ahí está el presidente municipal de Pátzcuaro, con sus 90,000 pesos mensuales.

Pero como dice el poeta, no termina ahí la cabronada: no sólo se llevan ese 65% del presupuesto estatal. Además, los ciudadanos tenemos que enterarnos del dato por la investigación de un diario, que naturalmente tiene «sus fuentes cualificadas» y puede acceder con mayor facilidad a esa información. Claro que esto no sería así si las autoridades cumpliesen la Ley. Una ley que obliga a todos los organismos públicos a publicar (valga la redundancia) los sueldos de los señorías que ocupan cargos públicos. Claro está que no lo hacen. No hemos avanzado mucho desde la conquista: todo eso suena mucho al se acata, pero no se cumple.

Y aún hay más: nosotros, ciudadanos, no tenemos acceso a esa información precisamente por una corruptela de la democracia. Igual que a un cristiano, en tiempos pasados se le identificaba «por ir a misa», parece que a una democracia se la identifica hoy en día «porque hay elecciones», porque los ciudadanos tenemos el derecho de ir a votar con una determinada periodicidad. Entre votación y votación, a los cargos electos se les entrega literalmente un cheque en blanco. Y ahí se acabó la «democracia».

Y así usted, ciudadano Juan Lanas, no tiene derecho a pedir cuentas de lo que se hace con ese cheque en blanco. No tiene usted derecho a pedir cuentas de lo que se hace con el dinero de usted, como usted lo haría con cualquier otro particular al cual entregara una suma de dinero. Eso es lo que se supone que debería ocurrir en una democracia bien fundamentada. Pero no sólo eso: si a usted, ciudadano Juan Lanas, se le ocurriera pedir cuentas y encontrara culpables entre sus supuestos representantes, no habría una sola autoridad judicial que respaldara su proceso ante los Tribunales.

Cada vez más, la política se va pareciendo al saqueo despiadado, ordenado y metódico de las arcas públicas. Nos representan unas personas cuyo único interés es salir de la política más ricos de lo que entraron. Y como dijo Quevedo, Príncipe de los Ingenios, «ésta es la justicia que mandan hacer». Otro día, si nos dejan, hablaremos del Gobierno.

"Defender la democracia"

Con estas palabras se descuelga el ya casi emérito presidente Fox protestando por las movilizaciones de AMLO. Ni qué decir tiene que las palabras de Fox suenan a queja de vejete cascarrabias; algo así como: «Deja de hacer ruido de una vez, que me van a cambiar de asilo y estás amargando el último chocolate».
Pero, como siempre, vamos por partes, que diría Jack el Destripador. ¿Qué es eso de «defender la democracia»? Con independencia de que el mal gobernante siempre se escuda en las grandes palabras para tratar de ocultar su mala gestión, la democracia no se defiende desde arriba. Se defiende en los pequeños y grandes hechos de cada día. Se defiende con el buen funcionamiento de las instituciones democráticas, en las que los representantes son verdaderamente representantes del pueblo y no de los intereses de ciertas y determinadas grandes empresas. No se defiende cuando se es complaciente con la corrupción porque favorece los intereses partidistas de una u otra facción política, en cualquier territorio de la República.
Cuando las premisas fallan y a pesar de vivir en una democracia, ésta crea mayores desigualdades sociales, se está sembrando para que andando el tiempo, el pueblo prefiera vivir bajo una dictadura que les dé de comer y les permita «vivir», aunque sea con limitaciones. Sólo los irresponsables no se dan cuenta de ello. Y sólo los sinvergüenzas creen que podrán sobrevivir en cualquier momento.
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El Patito se vió reflejado en el agua, y la imagen que ésta le devolvía le cautivó por su hermosura: era un magnífico Cisne

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