Bipartidismo


Sí, señores. En esto se ha convertido nuestra «democracia»: en un sistema en el cual existe la coexistencia pacífica entre dos grandes partidos. Debajo de ellos hay un segundo nivel, que son los nacionalistas, que no pocas veces están ahí sólo porque los mayores les den prebendas con las que asegurar su propio poder regional. Y debajo de éstos, aún hay un tercer nivel, que es el de los «partidos pequeños», los cuales son como aquel compañerito del colegio a quien todos dejan para el final cuando se trata de hacer el equipo de fútbol.

Éste es el sistema planetario de nuestra galaxia política. No hay espacio para más si no se quiere romper el equilibrio. Allá arriba, lo que mantiene al sistema unido es la ley de la gravedad. Aquí abajo, contrarywise, diríase que es la gravedad de la ley que les caería a todos encima si alguien tirase de la manta. Las leyes que lo rigen son casi inmutables, como las de Kepler. Y fiados en ello, los grandes partidos parten y reparten, quedándose la mejor parte. Y procurando que no crezcan de un lado o de otro opciones que o quieran más pastel o empiecen a decir que el reparto es una impudicia y un fraude a la sociedad.

Lo habrán podido leer ustedes en este blog más de una vez: estamos ante una representación del teatrillo que se montó en 1875. Bipartidismo à l’anglaise, pero naturalmente sin jugar con las cosas del comer, que nos quedamos todos sin postre. Aun así don Antonio (Cánovas) y don Práxedes (Sagasta), con ser los artífices del contubernium, mostraron cierta altura y durante la primera etapa del turno de partidos vieron la luz las leyes que forman el esqueleto de nuestro sistema jurídico: el Código civil, el mercantil, las leyes procesales civil (sustituida en 2000 por la actual) y penal (nadie se atreve con ella, no sea que todos acaben en la cárcel)…

Aquí solamente voy a insistir en una idea: la del voto del miedo. Tanto los hunos (PSOE) como los hotros (PP) están atizándolo, cada uno a su manera: «¡Si no votas, vendrá la derechona!», «¿Acaso quieres cuatro años más de pesoe?». Con esto demuestran sobradamente que creen dirigirse a niños de teta. Y como tienen hooligans dispuestos a machacar el mensaje cuantas veces haga falta, ésa es la propaganda que más se ve, acallando así otras propuestas distintas, acaso mejores, pero distintas. Los grandes partidos han llegado al acuerdo tácito (o no tan tácito) que con dos opciones formales (poco importa que escarbando un poco los programas se parezcan como dos gotas de agua), los españolitos ya tenemos donde elegir y no hace falta más.

Y lo mismo a nivel regional. Poco importa que la opción verdadera se llame en Cataluña PUC (Partit Únic Catalanista, al decir del maestro Francesc de Carreras), o PPSOE en otras regiones. El caso es que siempre se podrá encontrar a las personas (testaferros, en realidad) un factor común. Ese factor común que tiene diputados en todas las opciones y que por tanto puede influir para que se aprueben leyes que le favorezcan y que fracasen leyes que no le favorezcan o perjudiquen.

Pero así es como se pudrió el sistema de la primera Restauración. Y el año que viene celebraremos el centenario del segundo magnicidio que soportó el sistema en la persona de D. José Canalejas (el primero fue precisamente el asesinato de Cánovas a manos del anarquista Mateo Morral). Por el camino de la desmemoria histórica, progresaremos hasta 1931. Que supongo es lo que desea ese tío peligroso, ese gremlin que tenemos en Moncloa. Y necesitamos a alguien que acometa los problemas, no que mantenga el statu quo. Alguien que no tema meterse en harina, no que «no quiera problemas». No sea que a alguien le dé la tentación de repetir esa historia. Y mientras los problemas existan, éstos nos perseguirán hasta que no haya más remedio que afrontarlos. Pero necesitamos a alguien así. A poder ser, que no se resigne a la mediocridad.

Gotas que me vais dejando...

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