Escribo esta entrada con una mezcla de sentimientos contrapuestos. Por un lado, mi respeto y admiración hacia la Benemérita por el trabajo que hace y por el elevado tributo que ha pagado en sangre por protegernos. Por otro, mi propia experiencia personal con algún elemento de ellos, menos gratificante y que algún día les contaré.
Por de pronto, el asunto que nos ocupa es lo suficientemente grave como para merecer un comentario. No se trata de «patriotismo», ni mucho menos. Se trata, simplemente, de que la Benemérita no puede hacer su trabajo con los medios de que dispone en Ceuta y Melilla. Se sospecha, casi con seguridad, que nada menos que treinta mil inmigrantes se esconden en un bosque cercano a Ceuta, esperando el momento propicio para saltar.
En éstas, el día 6 de febrero ocurrió un incidente: en el intento de traspasar la valla murieron 15 inmigrantes. Y se lió, como era de esperar, la de San Quintín: la culpa recayó naturalmente en la Benemérita, pues es la encargada de guardar nuestras fronteras. Hemos visto a la izquierda patria toda acusar a la Benemérita de intentar repeler la invasión disparando pelotas de goma, que es el único armamento del que pueden disponer… de acuerdo con la normativa socialista de 2006, que no se ha modificado y por tanto sigue vigente. Igual que la normativa sobre defensa pasiva de las vallas, vulgo concertinas, a cuya colocación se procedió también… en 2006.
El recorrido de la demagogia, pues, es lamentablemente corto. Puede alargarse un poco si, como ha sido el caso, no se ha gestionado la crisis correctamente desde el punto de vista informativo. Las terminales progres, bien posicionadas en San Google (me pregunto cuánto dinero destinarán a que sus resultados sean los primeros que se encuentren en el superbuscador), han repicado ochocientos millones de veces las consignas de «brutalidad de la Guardia Civil» y de correlativa «ineptitud del Gobierno de la derecha». Recuerdan ustedes a la demagoga histérica de la Soraya mala poco menos que exigiendo «las cinco horas de grabación» del incidente, respondiendo a la provocación de la Benemérita al filtrar un vídeo en que se ve con bastante claridad lo que ocurrió.
Y a partir de ahí, ¡venga, más demagogia! La manipulación del pobre inmigrante ha cabalgado mucho: que «pobrecillos», que «vienen con lo puesto», que «hay que ayudarles»… Pero sepan ustedes que eso de que «hay que ayudarles» tiene truco. De entrada, los progres se cargan la legislación de extranjería y la obligación de la Guardia Civil de impedir entradas en territorio nacional que no sean las autorizadas por esa legislación. En segundo lugar, sí, «hay que ayudarles»… con cargo a los bolsillos de todos. Los progres nos invitan a la fiesta, pero pagando todos la cuenta, faltaría más. Y se ofenden ante la sola sugerencia de «si te parecen tan pobrecitos, los tienes en tu casa a pan y cuchillo», que lo del CETI ya parece lo del Dúo Sacapuntas…
–¿Cuánta perzona había en er CETI?
–Por lo meno docienta perzona.
–¡Má, má!
–Ea, pue, zeizienta perzona.
–¡Má, má!
–¡Mil trecienta perzona!
–¡Má, má!
–¡Qué má ni qué má, si en er CETI no caben má que cuatrocienta perzona!
–Que zí, que lo dicen lo papele.
–¿Y cómo etaba er CETI?
–Er CETI etaba… ¡ABARROTAO!
(…)
–Oshe, Purga, ¿y tú zabe cuánto guardia civile hay pa defendé la valla?
-Zí que lo zé, Lintenna: veintidó, veintidó-veintidó-veintidó…
Bueno, son algunos más de 22. Pero frente a las avalanchas que se prevén los efectivos convocados son claramente insuficientes. Eso sí, dado el buenismo idiota que a la izquierda azota, éste es el armamento con el que la Benemérita puede repeler la invasión, propuesto por la izquierda y aprobado por el PP para que no los llamen fascistas y xenófobos, cosa que hace retemblar al gran jefe…
Por si faltara algo Marruecos, que es el otro país afectado, mira hacia otro lado. Mira hacia otro lado en el tema de los inmigrantes. No los detiene. Les dice: «Por aquí no pasáis. Pero si rodeáis el espigón de Bezú los tontos del culo de los españoles os van a recibir con los brazos abiertos». Y hace la vista gorda (aunque oficialmente dicen que no) frente a las mafias. No está de más recordar que el tráfico de esclavos (trata de personas) entre Estados musulmanes es una realidad con fuerza de costumbre. No sé si el Corán la prohíbe o calla; pero desde luego ocurre, a diferencia de los países civilizados, en donde es por lo general un delito y en algunos ni siquiera prescribe. Mafias que, cuando son tales, tienen tentáculos en todas partes.
¿Y qué creen? ¿Que se ha quedado aquí la cosa, desfechas las calumnias que la izquierda patria, cateta y troglodita, ha lanzado contra la Guardia Civil? Ni mucho menos. Han tirado del hilo europeo. Y han sido dos comisarias las que se han permitido criticar la actuación de la Benemérita. Primero, Viviane Reding, que lo más cerca que ha estado de Ceuta ha sido en Barcelona y que, como luxemburguesa que es, sabe poco de fronteras exteriores y menos con países africanos. Y ahora se ha apuntado al bombardeo una comisaria sueca, Cecilia Mälström, azuzada por una indocumentada que atiende por Anna Terrón (renuncio a los chistes fáciles porque el asunto no tiene ni pizca de gracia). A la Guardia Civil se le ha terminado la paciencia y se ha querellado contra esta segunda señora, que naturalmente se habrá hecho el sueco, a pesar del mälström que sus declaraciones han causado.
Como siempre, el problema fundamental es de culos gordos. Culos gordos atornillados a los escaños o sillones, donde corresponda. Culos a los que les es muy fácil decir que la frontera exterior de la UE es competencia exclusiva del Estado miembro que la tenga y luego escandalizarse por la aplicación de la normativa dictada en función de esa competencia únicamente con los recursos del Estado miembro. Que en España, dicho en román paladino, significa «hacemos lo que podemos cuando podemos con lo que tenemos». Poco, casi nunca, poco. Sería interesante que esos progres de salón, eurócratas y demás fauna, que hablan de los «derechos de los inmigrantes» pero siempre a distancia –no fueran a contagiarse, puags– se dieran una vuelta por allí o les invitaran a presenciar cómo la Benemérita se emplea para repeler las invasiones.
La solución última del problema es sencillamente un desiderátum: evitar que esas personas tengan que abandonar su país con lo puesto y vendida su alma al tratante de turno, con ayuda de algún mariconazo. Lograr eso sería conseguir que cayese la telaraña hilada entre multinacionales, antiguas metrópolis y gobernantes corruptos puestos a dedo por las anteriores. Pero mientras eso no se consiga (y no nos corresponde a nosotros salvar al mundo, lamentablemente), las fronteras deben existir y debe controlarse que su acceso sea conforme a la legislación española. El resto no es más que demagogia barata. Eso lo saben hasta los que la practican.
Sea como sea y a pesar de cómo las están pasando, ¡viva la Guardia Civil!