Dewáteres


La extraña pareja

Perdonen ustedes el exabrupto, pero es la primera palabra que se me ocurre al recordar los dos sainetes que han pretendido presentarnos como «debates» entre los distintos candidatos a las europeas. Por si faltara algo, han dividido la cuestión entre la «primera división» y la «segunda división». En la primera, «los dos grandes». En la segunda, «el resto». Lo voy a sentir mucho por los de la chapa.

Del primer debate, todo lo malo que se quiera decir es poco. Pero lo más fuerte que se puede decir es que no fue un verdadero debate. Un debate donde hasta la luz indirecta o el enfoque de una cámara están medidos al milímetro no es un debate. Un debate en que, por miedo a que los candidatos se vayan por los cerros de Úbeda, se compartimenta en bloques, no es un verdadero debate. Un debate, en fin, en que el moderador es apenas «introductor» de cada bloque, no es un verdadero debate.

En segundo lugar, ustedes sólo pudieron escoger entre la «naturalidad impostada» de Valenciano y la ausencia total de «naturalidad» de Cañete. Ese falso debate ha sido la prueba palmaria y notoria de que lo que no se puede hacer es dar carta blanca a los mal llamados «asesores de imagen». Esos asesores no permitieron a Cañete ser Cañete. Fue al debate como un «morlaco afeitao», y supongo que por eso no convenció a nadie, aparte de los propios hooligans, los de «con razón o sin ella».

En cuanto al «debate en sí», pareció la peripecia de la Armada Invencible. A Cañete los asesores lo atiborraron de información y papeles cuando, como decimos, debían haberle dejado ser él mismo. Cañete parecía un galeón, sólido y fuertemente armado… pero pesado y falto de movilidad. A Valenciano, en cambio, le bastó encastillarse en el discurso de las mentiras y medias verdades repetidas por la pesoe siempre que tiene ocasión (sonada la de «Felipe González nos metió en la UE», obviando que entramos de rodillas y con los pantalones bajados) para forzar unas tablas. Que aparte de eso, si Cañete le hubiera entrado como era su obligación, no sólo la hubiera dejado sin argumentos. La hubiera dejado en paños menores.

La pregunta del millón: Wo Europa? ¿Dónde estuvo Europa? En ninguna parte. Nirgends Europa. Los candidatos se enzarzaron en echarse los trastos a la cabeza por aguas pasadas, en vez de debatir temas estrictamente europeos. La razón puede ser sencilla: saben que al electorado potencial los temas estrictamente europeos les pillan lejos y que la única forma de interesarlos –y de que puedan opinar, de paso– es plantear una lectura de los comicios en clave nacional. También podrían haber hablado acerca de la vigilancia de las fronteras exteriores de la UE y de sus propuestas en ese tema; o de Gibraltar… pero quiá… eso era demasiado espinoso. Era conveniente evitarlo.

La puntilla de ese primer debate ha sido una frasecita de Cañete: que pretendió pasar por «perdonavidas» y Ferraz le dio la vuelta, de tal manera que ahora lo más bonito que le dicen al candidato del PP desde las filas del presunto rival es «cerdo machista». Para contestar a la pregunta de por qué le hizo semejante regalo Cañete a Valenciano hemos de acudir a dos explicaciones, ambas igualmente malvadas. La primera apuntaría al consejo de Arriola: «Pobrecilla, no la machaques mucho, está fatal en las encuestas. Y Además como mujer te podría acusar de machismo». Había que ganar, pero por poquito: lo importante es no cabrear a nadie, que es el sello de Arriola. La segunda, más elaborada, apuntaría a otro argumento: si Cañete machacaba a Valenciano, como debería y podía haber hecho, eso se hubiera podido interpretar como un fracaso de Rubalcaba; y Mariano necesita a Rubalcaba para que a él mismo no lo muevan de la silla (prueba también de que en Génova, 13, se producen movimientos telúricos aunque no trasciendan). Algo así como una muestra de cariño. Cría cuervos.

Los seis biónicos

En cuanto al segundo debate, siento decirlo, pero ni me molesté en verlo. Para empezar, porque faltaban los dos candidatos nuevos: Nart por un lado y Vidal-Quadras por el otro. Desconozco si fue porque decidieron no ir (raro) o porque no les invitaron (antidemocrático). El caso es que a ese debate fueron los que en Europa ya tienen representación (probable excusa oficial). Y en segundo lugar, porque de «los dos grandes partidos» fueron espadas de segunda fila, como González Pons y Jáuregui.

Lo suyo hubiera sido un solo debate, en el que todos los primeros espadas hubieran podido tener su oportunidad. Pero a algún lumbreras no le pareció conveniente. Y claro, si volvían a salir Cañete y Valenciano los otros hubieran podido protestar y decir que era demasiada exposición. Peligro conjurado, en el caso de Cañete, por el hecho de que ha rechazado que le entreviste Federico Jiménez Losantos y porque hoy ha aparecido su foto subido a un tractor en camisa blanca y pantalón de mudar. Sólo ha faltado que el tractor hubiera sido amarillo. Justo castigo a su imperdonable metedura de pata.

Por fin, la última pregunta: ¿quién «ganará» las elecciones? Desengáñense: no las ganarán ni Cañete, ni mucho menos Rajoy. Las ganará el Partido Popular Europeo (remarco, porque es importante el matiz), grupo en el que se integrará VOX caso de conseguir representación (C’s se integrará con los Liberales). Estaría bien que las ganáramos los ciudadanos europeos. Pero teniendo en cuenta que Europa es lo que es, a saber, el paraíso de los mercachifles, los ciudadanos quedamos muy lejos de los eurócratas. Hasta que llegue el monstruoso cuervo negro del que avisaba Lewis Carroll

Tweedledum and Tweedledee
Agreed to have a battle;
For Tweedledum said Tweedledee
Had spoiled his nice new rattle.

Just then flew down a monstrous crow,
As black as a tar-barrel;
Which frightened both the heroes so,
They quite forgot their quarrel.

2 comentarios en “Dewáteres

Gotas que me vais dejando...

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