Rectificaciones


Pues he aquí que estábamos equivocados y es justo reconocerlo. Resulta que Génova, 13 no era la House of Blue Leaves ni iba a sonar la música de Hotei Tomoyasu. La pelea a cara de perro —aunque públicamente «están abiertos al diálogo»— tendrá lugar entre Soraya, la chica de los recados del Bilderberg, y Pablo, el Renovaó. Cospedal, contrariamente a lo que creíamos, se ha quedado para vestir al santo (o santa, en su caso): con los votos de sus compromisarios puede, al parecer, inclinar la balanza. Quizá por eso Soraya —pues no me imagino que pudiera ser otra persona, con la cantidad de información que manejaba y maneja—, habiéndole salido bien la jugada con Cifuentes (y con Floridablanca, aunque eso no se mencione), intentara otro ataque preventivo contra quien preveía iba a ser su futuro rival, Pablo Casado. Sólo que esta vez no parece haberle salido tan bien.

Dejando de lado el interés real del asunto (inversamente proporcional al interés mediático que despierta), lo cierto es que el PP es un partido muerto, por más que traten de vestirlo para la ocasión. La prueba de ello es que la presunta renovación tras el incendio marianista la quieren dirigir gentes que deberían estar en una Unidad de Quemados. Soraya es la principal culpable —junto con el capitán Pescanova, ya huido hacia Santa Pola— de una política que ningún votante medio del PP aceptaría: la del fracaso catalán, que llegó hasta el punto de no ayudar a Inés Arrimadas a ser presidenta de Cataluña por el peligro que eso suponía para SSS en Madrid. Lo de C’s merece una entrada aparte.

Volviendo a Génova, 13, la verdad es que no me interesa personalmente ninguno de los candidatos. Ni Soraya, por ser la candidata del establishment (que además controla en una gran parte porque a muchos de sus miembros los ha nombrado ella o partidarios de ella), ni los otros dos, que han demostrado pensar en términos de poder y no de España, por mucho que se desgañiten. Como están en campaña (¡de primarias!), no parecen estar obligados a nada y prometen la Luna y lo que haga falta para llegar donde quieren llegar. Luego, al modo del viejo profesor, tiempo habrá de desdecirse de las promesas que se hicieron al calor de los mítines. Son guerritas internas de partido, de consumo interno, como su propio nombre indica. A los demás, que nunca pinchamos ni cortamos nada (ni nos dejaron hacerlo), nos importan poco.

Lo peor para el PP ahora mismo son dos cosas: que el respetable se ha enterado de que es un partido ful de Estambul (que diría el Jonan de Baraka), pues de «800.000 militantes» nada de nada: 60.000 y gracias, que son los que estaban realmente al corriente de pago. Pareciera que la primera de las cifras está gafada desde que la usó Felipe González para prometer los puestos de trabajo que iba a crear si le votaban en 1982.

Y lo segundo es que los muertos pretenden liderar la renovación de los todavía vivos. No es de extrañar que, cuando empezó a sonar el nombre de Feijóo como posible delfín de Rajoy, el hombre bajó a los Madriles cachazudamente… vio brevemente el panorama… habló un ratito en castellano para que le entendieran… y se volvió corriendo a Santiago de Compostela, mucho más fresquito. Puedo imaginar lo que pensaba Feijóo de vuelta a Galicia (y mira que es difícil saber qué piensa un gallego en ejercicio como él es): «Os mortos falan polos vivos! Mesmo parescía a Santa Compaña!»

Gotas que me vais dejando...

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