Masteritis (y II)


Les sigo contando que la masteritis, como se ha señalado por algún medio de comunicación, significa que no eres nadie en la vida si no tienes un máster. Es decir, un currículum en el que únicamente consta una carrera universitaria es una filfa de currículum. Por tanto, son obligados los adornos y los perifollos.

Todo esto viene de los tiempos de mi generación (los 80, que en frase de Ana Diosdado, «eran nuestros»), en que se generalizó el acceso a la Universidad. De la poca economía que yo aprendí en mis tiempos es que «lo que abunda en exceso pierde rápidamente su valor». Llegó un momento en que se dijo que en Barcelona había tantos abogados como en toda Francia. Ahí fue donde empezaron a florecer los másteres: de esto, de lo otro y de lo de más allá. Mejor cuanto más exótico fuera el título. Y ahí fue, también, donde algunas universidades empezaron a hacer caja.

Pero la cuestión ya no es la podrida situación de la Universidad (entre todos la han podrido y ella sola se gangrenó). Para una exposición más ampliada les remito a este blog, que lo explicará mejor que yo. Para un servidor la cuestión se reduce a estas cuestiones:

  1. ¿Va a suponer el embrollo de la tesis de Sànches que éste dimita?
  2. ¿Va a arreglarse el pifostio universitario?

La respuesta a ambas es no. Vamos, que no es no. Sànches no es más que un payaso ambicioso de ambición cumplida, pues él sólo quería llegar a ser Presidente del Gobierno («Dejadme ser Presi y a cambio yo os dejaré hacer lo que os dé la gana»)… o tal vez eso sólo lo quería la enchufada de su mujer. Está claro que no vale para el cargo; pero tal vez por eso le han elegido los separatas, los comunistas y los de la Logia y no le van a dejar caer, a menos que la inepcia del interfecto empiece a salpicarles. La indigencia intelectual de los ministros que han puesto al lado de Sànches (dudo hasta de que los haya elegido él) es tan notoria en algunos casos que tendría gracia que al investigarlos nos encontráramos con esto…


Por cierto, aviso para Casado, a quien a partir de ahora habría que llamar Pablo Cansado: el hecho de que la Fiscalía le echara un cable exculpatorio no significa que no siga teniendo problemas. Quizá el mayor ahora mismo sea de imagen, pero no tanto por lo del máster, como sugieren algunos, sino por el hecho de que los discursos «vibrantes y que electrizan a la concurrencia» se han terminado al llegar a la presidencia del partido. Desde entonces se ha debatido entre vegetar e ir a remolque de los acontecimientos. Sin olvidar un detalle: Soraya le ha dejado un campo de minas sorayas y una buena cantidad de emboscados, empezando por la actual presidenta del Congreso, que debería plantearse su ingreso en el PSOE, y acabando por Maroto, el de la moto. A todo esto, ¿nos puede explicar Casado qué puñetas hace como presidente de la Comisión de Educación en el Congreso (antesala del nombramiento como Ministro de un político de la oposición cuando ésta forma Gobierno) el mismo tío al que no se le caía de la boca la palabra «normalidad» hablando de la situación educativa en Cataluña cuando era Ministro de la cosa, y que prácticamente siguió dejando hacer de las suyas a los golpistas en ese área?

Casado ya debería saber que los ciudadanos —que son menos tontos de lo que cree la casta de mandarines a la que él ya pertenece—, cambian de canal de televisión cuando lo que ven no les gusta —de hecho, muchos empiezan a cerrarla y a volver a los libros— y de partido cuando la letra no concuerda con la música, cuando se dan cuenta de que es un playback o cuando, directamente, no les gustan ni la letra ni la música. Debería tomar nota de ello.

Gotas que me vais dejando...

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