He tardado muchos días en escribir una entrada sobre los resultados electorales del 26 de mayo porque, al parecer, el proceso incluye tanto los resultados del 28 de abril como los del pasado 26 de mayo. La cosa ha estado bastante enrevesada porque, al margen de periodistas comentando las encuestas como si fuera un episodio de aquellos famosos dibujos animados de Los autos locos, han ocurrido cosas que le hacen a uno pensar: «¿Y eso cómo se come?».
A una semana vista de los últimos supercomicios (municipales, autonómicos, europeos), digamos que para aquellos que les gusta pasar el tiempo conectados a un micrófono la cosa está la mar de entretenida. Que a los demás no nos hace ni pizca de gracia, pero al parecer a ellos les pagan bien; y no pudiendo decir lo que no se puede decir, pues…
Empecemos por los batacazos. El primero y más importante quizá haya sido el del PP. No a nivel municipal y europeo, sino autonómico. Como ya les comenté, en el PP hay una panda de fulanos que están segando la hierba bajo los pies a Casado y que no les importa en absoluto que el partido quede hecho una ruina temblorosa, siempre y cuando manden ellos en las ruinas. La desaparición de lo que antes pudo haberse llamado la sección heroica del PP, producida en un contexto de vulgaridad, ramplonería e inanidad, simplemente da pena. Sin embargo, Alfonso Alonso, que ha quedado en pie dominando las ruinas del PP vasco, dice ahora que es «foralista». O «fuerista», que para el caso casi viene siendo lo mismo. El hecho es que, sabiendo que no le admitirían jamás en el PNV, parece que quiere crear una especie de tertia via, de «nacionalismo sui generis». «¡Ahora ya soy más vasco que Sabino Arana!», es su grito de guerra, mientras en Sabin Etxea ni se inmutan.
En Galicia, por su parte, Feijóo ya pone sus barbas a remojar. Lo único que le queda a este partido en Galicia es el control de las redes caciquiles. Ni espíritu, ni proyecto ni nada de nada. Es visible en toda España, pero sobre todo allí donde una formación política ha dominado durante años el panorama, que es el caso del PP gallego. La semilla plantada por Fraga, despechado porque lo echaran sin contemplaciones de Madrid, ha dado un esplendoroso fruto separatista con el tema de la lengua. Lo mismo después de una posible debacle nos sale con alguna gilipollez del estilo de los feitos diferenciais respecto del «Estado español». Que pregunte por tierras catalanas, que de fets diferencials usados como chantaje para sacar más dinero y más competencias se sabe mucho en el Palau de la Generalitat.
De cualquier modo, el que más pena da de todo el conjunto es el ex-PP José María Lassalle, compendio de las nuevas degeneraciones en que cayó el PP con Mariano. que ha pedido la baja en su partido y se despacha a gusto contra los «fascistas» de VOX. Ya tuvo su momento brillante cuando enfiló a María San Gil, que si hubiera quedado algo de vergüenza en ese partido a Lassalle le hubieran dado entonces una patada en el culo y no hubiera llegado jamás a Secretario de Estado de Cultura en tándem con el ex-ministro Wert. Pero es sabido a estas alturas que a Mariano y a su eficaz Soraya los pusieron en lo alto del tótem para cargarse el tótem. Y a decir, verdad, casi lo consiguen. En cuanto al pobre Lassalle, supongo que no querrá seguir en política. No tendría acomodo en ningún sitio; y menos que en ninguno, en la pesoe en el que su ex-mujer es una de las reinas del cotarro. Claro que sus hermanos ya le encontrarán un acomodo por los servicios prestados.
Lo de Podemos es más explicable en términos breves. Primero, lo de jugar al «comunismo democrático» ya lo hace la pesoe, gracias. Que en España, por si queda alguien que no lo sepa, el comunismo se escindió de la pesoe en 1911, pero manteniendo el mismo espíritu de «con la ley cuando nos convenga; contra ella cuando no». Segundo, la imagen tan poco proletaria de los barones de Villatinaja ha dado al traste con la imagen revolucionaria de los primeros tiempos. De «asaltar el cielo» han pasado a «saltar del cielo» y a pegarse un hostión de reglamento. Y la puntilla, aunque no lo quieran reconocer, ha sido el desprecio a los millones de Amancio Ortega, que han servido para comprar unos aparatos que servirán en la lucha contra el cáncer de lagente (sí, incluso de ellos, a pesar de su rechazo). Pero el comunismo es esto, señores, por si quedaba alguno sin enterarse. El pueblo ha valorado debidamente el gesto de D. Amancio y ha aplicado un severísimo ─y merecido─ correctivo a estos cantamañanas pijoprogres de manual que han creado un partido en un laboratorio.