Para centrar la cuestión, permítanme iniciar esta entrada con estas palabras:
Ha llegado el momento de decir, con voz sosegada pero clara, que el Partido Popular es liberal, informado ideológicamente por el feminismo radical y la ideología de género, e «infectado», como el resto de los partidos políticos y sindicatos mayoritarios, por el lobby LGBTQ; siervos todos, a su vez, de instituciones internacionales (públicas y privadas) para la promoción de la llamada «gobernanza global» al servicio del imperialismo transnacional neocapitalista, que ha presionado fuerte para que España no sea ejemplo para Iberoamérica y para Europa de lo que ellos consideran un «retroceso» inadmisible en materia abortista.
Estas palabras no son mías, sino de un obispo, (sabido es que los obispos saben latín): concretamente, de Mons. Reig Pla, que se atrevió a levantar la voz ante el camino de degradación moral y putrefacción que en aquellos tiempos estaba siguiendo la política española. Y que, por ello mismo, le costó una campaña de acoso de tal calibre que no hemos vuelto a saber prácticamente nada de él… y de paso, de la Iglesia, que, según la frase consagrada, ni está ni se la espera.
Sentado esto, podemos ya empezar con lo que reza el título de la entrada. Y empezando por el final, resulta que hace pocas fechas nos enteramos de que fulminan a Cayetana Álvarez de Toledo como «portavoza» del PP en el Congreso. La ocasión fue, como casi siempre en estos casos, una trivialidad: la propuesta de la portavoz de un «gobierno de concentración nacional entre el PP y el PSOE». A nadie se le escapa que ésta era una idea de bombero, con tres matices:
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No sabemos si hubiera funcionado con Felipe y Aznar, las vacas sagradas de los dos respectivos partidos (probablemente no).
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Desde luego, no funcionaría con Sánchez y Casado (y menos con un comunista interpuesto entre ambos).
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De hecho, PP y PSOE se alternan en el poder como Cánovas y Sagasta (gran maestre masón, por cierto), en el contexto de lo que probablemente fuera uno de los verdaderos pactos de la Transición.
Al margen, pues, de esta propuesta, ¿qué es lo que hay detrás de todo esto? Que, al parecer, Cayetana era un estorbo para lo que Joan Fuster denominaría «merdeta política vigent»: gracias a sus discursos y su actuación ha acabado molestando a todos: a los hunos, porque dada la enanidad intelectual y moral de éstos, cualquier persona de estatura normal podía darles un revolcón; y a los hotros porque, debido precisamente a esos revolcones, estaban acollonados de que les acusaran de «crispar» (acusación terrible y de la cual era merecedora siempre «la derecha», sea cual sea lo que esa expresión signifique).
Sea como fuere, Cayetana era un cuerpo extraño en el PP. De lo que se conoce, teníamos a alguien que no estaba nada dispuesta a pactar con la izquierda y cuyo discurso guerrero encendía a las bases y aburría/inquietaba a partes iguales a las cúpulas. Porque ésa es otra: el PP, a partir de Mariano, es un partido divorciado de su militancia. Quizá sus bases formen «el PP»; pero la cúpula directiva, que al parecer es la mano que mece la cuna de Pablo Cansado, va de otra cosa. Se me figura que esa cúpula, tan proclive a pactar con la izquierda siempre en perjuicio de España y los españoles, se parece, más que al PP, al Partido Campesino Polaco, ése que ayudaba a Gomulka a «ganar las elecciones» amañadas en Polonia durante la etapa comunista.
Quizá también pesó en el ánimo del Presidente del PP —a pesar de que Cayetana era una «apuesta personal»— las críticas que le llegaron de la bancada roja, por decir unas cuantas verdades y poner en evidencia/ridículo a los diversos que intentaron taparle la boca. Tanto fue así que incluso Pelofrito Batet, a la sazón Presidenta del Congreso, indicó que las palabras de Cayetana dirigidas al Vicepresidente segundo, hoy El Moños, se borrarían del Diario de Sesiones… a pesar de ser absolutamente verdad. Cosa inaudita; pues si no se borraron aquellas famosas del otro Pablo Iglesias siendo una amenaza directa («[…] antes que S. S. suba al Poder, debemos llegar hasta el atentado personal»), menos aún deben borrarse las de Cayetana, siendo simplemente la verdad. A no ser, claro, que uno haya sido pasado por el túrmix de la educación actual y haya acabado creyendo que el FRAP era una ONG de carácter cultural. Quizá hubo mensajes al Presidente actual del PP, viniéndole a decir: «Como no me quites de delante a ésa, que siempre me hace quedar mal, olvídate del reparto de los sillones en el CGPJ y de otros pactos y prebendas que podéis recibir». «Ay no, ay no, ay no» podría haber sido la respuesta quejumbrosa desde Génova, 13.
El hecho es que el PP, sin Cayetana, vuelve otra vez al «centro», que en España fue siempre la nada. Vuelve a la tibieza de Ap 3,15-16 y se acabaron totalmente los discursos «vibrantes» y de «la España de los balcones». Y, sobre todo, está allí donde el PSOE vendido, mundialista, masónico, informado por la ideología de género e infectado por el lobby LGTBIQ, quiere al PP: en su papel ancilar, que dicen los pedantes. Y sin moverse ni un milímetro de ese papel, faltaría más. Al servicio no hay que pasarle ni una. Atrás quedaron ya las bofetadas marianescas al sector conservador católico de su partido; que si alguna vez estuvimos con Génova, 13, unos nos hemos ido a casa y los otros se han mudado a VOX.
Si el tan denostado «régimen del 78» era sencillamente una Restauración 2.0… bueno, para este viaje no hacían falta alforjas. Y recemos para que a Felipe VI, que es lo único «bueno» que queda en pie de todo el armatoste, no le obliguen a hacer las maletas.
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