Lo que no cabe en una foto (II)

Pregunta del millón: ¿se hubiera podido evitar esta avalancha? Respuesta: Afirmativo. ¿Por qué? Porque no se han combatido dos elementos fundamentales de esta invasión: la lucha contra las mafias de tráfico de personas en primer lugar. No es un problema nacional, sino internacional; y en el que lo primero que salta a la vista es la inoperancia de la ONU, que se dedica a tronar desde Nueva York y cuando nadie la ve hace caja con las desgracias de todos. Cómo será cuando Robin Wright, una estrella del cine y de la televisión, puede llegar a decir Fuck you! a esos culos gordos…

Y en segundo lugar, la cobardía de Occidente —especialmente de Europa— a la hora de tomar decisiones difíciles e impopulares. En el caso de Europa, por desgracia, definen en qué se ha convertido: en un Inmenso mercado donde algunos sacan pingües beneficios del sus negocios. Eso sí, si ustedes preguntan: «Oigan, ¿y no deberíamos mandar soldados allí para acabar de una vez por todas con el problema?», deben saber que la respuesta invariablemente será algo como esto: «¿Nosotros? ¿Soldados? Ni hablar. Somos comerciantes y amantes de la paz. Que se maten entre ellos». Mandar soldados es muy caro y en las guerras muere gente. Nadie lo soportaría. «¡No a la guerra!». El incidente del yihadista en el tren francés habla suficientemente claro en este sentido.

Por si algo faltara, las cosas ya no son como antes. Los USA se han hartado de hacer de gendarme del mundo (la última vez, en Sarajevo). Primero, porque Europa, a la que hasta ahora habían sacado las castañas, no deja de llamarlos «chulos imperialistas». Y segundo, porque dirigidos por un socialista europeo como es Obama, ya tienen bastantes problemas internos como para ocuparse de los demás. Rota esa relación transatlántica que funcionó tan bien durante 70 años, Europa es más débil y menos segura. Y tanto «No a la guerra» ha impedido que Europa cree un ejército digno de tal nombre, que se ocupe de lo que se ocupan todos los ejércitos: de defender sus fronteras (toda vez que fronteras interiores no hay) y de ayudar a mantener la paz y la seguridad en el mundo.

Los movimientos de izquierda añaden a la cuestión su granito de arena y su pacifismo selectivo. Los mismos que son capaces de aplaudir con las orejas que una adversaria política reciba una paliza propinada por tres energúmenos son igualmente capaces de llamarle a uno «racista» y «xenófobo» por negarse a acoger sin más a esa gente, intentando poner un poco de cabeza. Suenan como esas beatas parroquiales que daban limosna a condición de que uno no saliese de pobre, para poder así acallar su conciencia de esposas de clase alta.

No menos lamentables son sus críticas a Alemania, que finalmente ha tenido que coger el toro del liderazgo por los cuernos y asumirlo en solitario, al no tener a nadie con quien compartirlo. Francia hubiera sido una buena opción si el Palais de Matignon no lo ocupara un señor (de izquierdas) más preocupado por sus líos de faldas que por los graves problemas que aquejan a Europa. Y los otros países, muy valientemente le han dicho a Merkel: «Ve tú delante, que lo haces mejor». A veces dan ganas de coger a esta izquierda cateta y troglodita y desterrarla a Morolandia una buena porción de años, los justos para que nos recuperemos de tanto relativismo, feminismo, tanto animalismo y tanto pacifismo selectivo que son su marca de la casa y tras los que esconden su odio y resentimiento a todo el mundo en general y a los que tienen más que ellos en particular.

Lo que no cabe en una foto

Permítanme ustedes que tome prestada parte del título de uno de los Editoriales del ABC de hoy para iniciar mi entrada.

Titula el rotativo y digital: «La tragedia siria no cabe en una foto». Desde luego que no. Los miles de destinos truncados en el país de origen corren como gallinas sin cabeza —pero con instinto de supervivencia— hacia Europa y no caben en la foto. La foto del niño muerto, Aylan, ha dado la vuelta al mundo. Tiempo suficiente para que los biempensantes se escandalicen y digan: «¡¡Oooooohhh!! ¡¡Qué horror!!». Acabada la vuelta al mundo, como diría Mahler,

Die Predigt hat g’fallen
Sie bleiben wie alle.

Y a otra cosa. Eso sí: a diferencia de otras veces, no he visto salir a la calle gente con pancartas del estilo «Todos somos Aylan» (se conoce que la cosa se agotó con los charlies y los excaliburs). Por supuesto, se ha incorporado otra expresión al vocabulario políticamente correcto: crisis migratoria. Nos reíamos de la censura franquista cuando llamaba a las huelgas conflictos colectivos y ahora nos enfrentamos a la misma censura, travestida de neolengua. Pero si hay algo que a los medios no les está permitido y sobre todo en casos como éste, es seguir las enseñanzas de Juan de Mairena:

—Señor Pérez, salga usted a la pizarra y escriba: «Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa».

El alumno escribe lo que se le dicta.

—Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético.

El alumno, después de meditar, escribe: «Lo que pasa en la calle».

Mairena. —No está mal

Pero quiá. El periodismo está en crisis (¿?) y hay que vender (razón de ser de cualquier empresa). Para ello mismo vale la foto de ese niño como la de los cadáveres descuartizados de una guerra como las imágenes de hambruna en el África subsahariana. Todo ello a la hora de comer, siempre eficaz. Es sabido que la repetición machacona de semejante colección de imágenes acaba embotando la sensibilidad y/o provocando rechazo y cambio de canal. Pero a los medios les da igual, porque parece que con eso ya cumplen su deber moral.

Volviendo a la expresión «crisis migratoria», no es que sea mentira. Pero no nos cuenta toda la verdad, sino que la oculta a varios niveles. Primero, porque es mucho más que una crisis migratoria. Esas personas que aporrean la puerta de Europa vienen huyendo de una guerra. Guerra entre Bashar Al-Assad y el autodenominado Estado Islámico. Pero junto con esas personas también va camuflada otra clase de gente: según parece, yihadistas con pasaportes sirios robados, que son la primera preocupación de Europa, lo que hace que tampoco podamos hablar de «crisis migratoria» sensu stricto… sino de invasión.

Concurso nacional 3

Eso ya suena más a la historia del Lazarillo y el ciego. O al hecho, no menos españolísimo, de que la corrupción pequeña tape bocas y justifique la grande. ¿Responsabilidad? De todos, a mi entender. De los griegos, por acostumbrarse (enormes tragaderas, oigan). De la casta política encabezada por los Papandreou (pero no sólo por ellos) que instituyó el sistema y vio en la UE la posibilidad de que todos los europeos les financiáramos la tramoya. De la UE por dejarse engañar tantas veces. Muy sospechoso, oigan, que la UE se dejara tomar el pelo tantas veces, cuando con otros países ha actuado como un perro de presa. Desconozco la telaraña de intereses que hace que se tomen unas decisiones y no otras en Bruselas; pero me suena a sorprendente. No menos curioso es que hayan sido las repúblicas bálticas las que hayan hecho el trabajo sucio de Alemania. Y lo es porque Alemania es el mayor acreedor de los griegos y sin embargo ha rebajado el tono.

Como les decía, se empiezan a ver cosas muy raras en este asunto. Máxime cuando resulta que las culpas son repartidas. No hay mucha gente que se acuerde que Alemania y Francia vendieran armas a Grecia en tiempo de Samaras. Desconozco para qué querría armas Grecia, porque las relaciones con su enemigo secular más cercano, Turquía, están en situación estable y respecto de los Balcanes, que ha sido la guerra más cercana en el tiempo y el espacio, poco tienen que hacer hoy.

Finalmente, ¿dónde nos deja todo esto? Para mí es algo evidente. Pone de manifiesto la debilidad de las estructuras europeas. No sólo porque ha habido intentos de dar la espalda a la tradición cristiana, elemento fundamental en la formación de ese espíritu europeo, sino porque se ha pretendido convertir a la Unión Europea en un corral con muchas gallinas y dos gallos a lo sumo. Nadie quiere dejar de ser francés, lituano, alemán o inglés para convertirse en europeo. A diferencia de nuestros enemigos, que los tenemos y poderosos, y para quienes todos los europeos somos una sola cosa: infieles. Lo demás ya lo saben ustedes… y si no, se lo explico en un próximo post.

Concurso nacional 2

Investigando un poco más, cada vez me queda la impresión de que todo es una riña familiar entre clases altas europeas cuyo pagano es, naturalmente, el hoy desventurado pueblo griego. Porque, bien analizado, die Oberschicht von Syriza está llena de niños bien, muy estudiados todos en el extranjero. Proletarios, as usual, más bien pocos. Igualito que en España: en Podemos hubo uno y lo echaron por zafio y por no mantener las formas al quedarse con la parte que es de todos de lo que le venía de Venezuela. La suerte que tienen es que Montoro los protege porque a Mariano le interesa. Si no, ya le hubieran crujido como a todos los españolitos de a pie.
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Concurso nacional

Tal vez no sea ésta la última vez que me lean algo sobre Grecia. El control de agenda manda sobre todas las cosas y nos dice de qué podemos hablar. Así que ahora, en la «agenda» no parece haber más que dos temas: «GreciaGreciaGrecia», luego los propios del verano (los «incendios», las «olas de calor» y de cómo los indígenas las solucionan), las famosas «serpientes del verano» y al final, algún personaje nacional o foráneo que es noticia del momento por lo que ha hecho o dicho (hace dos años, el camará Sánchez Gordillo; este año, Casillas). Todo relleno, oigan.
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La movida griega contada para torpes en economía

En estos momentos, Grecia debe 1.000 euros a cada español, si quitamos los españoles que no pagan impuestos. A mi familia le debe 5.000 euros. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?… Lean.
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Sopakonondas (y III)

Reacciones


Por supuesto, los peperos apocalípticos se han lanzado al ataque en las redes sociales. «Ya veréis… Tsipras va a llevar al desastre a Grecia… uuuuuuuhhh qué miedo… Hay que votar al PP si no queremos ir al desastre». Partiendo de la base de que Syriza y Pablemos no son en principio comparables, me apena que ese miedo haya hecho mella en el ánimo de personas básicamente sensatas.

Ítem más, Génova se ha lanzado también al ataque institucional. Más allá del vídeo que han puesto en circulación comparando a Mariano con «la señora del Avon» (si me ocurriese a mí no le abriría la puerta), más sustanciosas son presuntamente las facilidades que pretende dar Montoro a la economía, el caballo de batalla del PP (que hoy, mirado a ras de suelo, parece más bien mula renca). El truco de esas medidas es que se proponen hoy… pero tendrán eficacia el año que viene. Que es lo que vienen prometiendo desde 2013.

Pero la reacción más curiosa a ese respecto ha sido la de Ferraz. Por boca de una representante de la vieja guardia zapaterista, la Trujillita, se esfuerzan y se desgañitan en afirmar que «ellos no son el PASOK español». Si no fuéramos malpensados, diríamos que eso no tiene que ver con el descalabro electoral del otrora poderoso partido de los Papandreou, ni que por eso mismo niegan toda proximidad ideológica con éste. Y que tampoco tiene que ver, suponemos, con las magras expectativas electorales del PSOE a nivel nacional, empujados por un partido como el de Pablemos.

En cualquier caso, como hemos dicho siempre, no se dejen ustedes llevar ni por el voto del miedo, ni por el del cabreo. Optar por uno o por otro es optar porque les den pan (o medio pan, o nada de pan) y además les llamen tontos. A diferencia de lo que ocurre en Grecia, hay más opciones y no deben ser remisos en revisar programas y ver cuál es el que les convence más, más allá de los partidos del consexo.

De no ser así, sí que puede ser que nos den sopas con ondas a todos.

Sopakonondas (I)

Por fin han ocurrido las elecciones griegas. La casta política europea y las subcastas nacionales estaban pendientes de ella, por interés propio, y el tema corría el peligro de convertirse en el tema del mes. Vamos a ir por partes, como siempre.

Lo primero, la previsible victoria de Syriza, a cuyo frente está el comunista confeso Alexis Tsipras. Dicho partido ha arrasado con todo lo que había anteriormente, incluso con el bienintencionado Samaras. Esto ha puesto de los nervios a muchos, que auguraban una catarata de desgracias y penalidades sin cuento durante la campaña electoral a quienes votaran a Tsipras. Como dice D. Luis del Pino, rebasado cierto punto el argumento del miedo no tiene ninguna eficacia. Después de haber soportado a una casta ladrona durante treinta años (empezando por los Papandreou, padre e hijo), los griegos querían algo diferente porque pensaron que no podían estar peor y que en adelante sólo podían mejorar.

En segundo lugar, se ponen de manifiesto las «diez mil leguas de mal camino» que hay entre teoría y práctica, o entre mítin de campaña electoral y el diario oficial correspondiente. Tsipras prometió que «no iban a pagar la deuda», y poco menos parecía que iban a salirse del euro, «lo cual iba a ser una desgracia no sólo para Grecia, sino también para la UE». Así que nada más ganar las elecciones, Bruselas se pone en contacto con el nuevo Primer Ministro griego y le dice: «Serás todo lo comunista que quieras; pero a tu país le prestamos un dinero y vas a tener que devolverlo. Nos da igual que tus antecesores lo malgastaran a espuertas. Ahora estás tú y te lo exigimos a ti. Los compromisos se han de cumplir». Respuesta curiosa de Tsipras, en dos tiempos. Primer tiempo: «No vamos a negociar con la troika (traducción: con unos funcionarios de tres al cuarto y de nivel insuficiente para un Primer Ministro de una nación soberana)… pero estamos dispuestos a hablar». Segundo tiempo: «Reconocemos el compromiso (la deuda), pero dennos tiempo para empezar a estructurar un plan de pagos».

En tercer lugar, Tsipras se ha apartado de la ortodoxia comunista al pactar nada menos que con unos nacionalistas de extrema derecha (Griegos Independientes) para poder formar gobierno. Lo suyo hubiera sido haber pactado con el PASOK, que es de la misma familia… pero es un pacto que ningún griego le hubiera perdonado jamás.

De manera que, por ahora (remarco lo de «por ahora»), lo único reprochable a Tsipras son dos cosas: la primera, que no jurara su cargo en forma religiosa. Cosa con la que podemos estar de acuerdo o no, pero que es lógica en un señor que se dice comunista, por más que haya intentado camelarse al patriarca de Atenas prometiéndole poco menos que leche y miel en las relaciones Iglesia-Estado. Y lo segundo, que no haya ninguna mujer en su nuevo Gobierno (¡pecado de leso feminazismo!). Pero da la casualidad de que fuera de Grecia están más preocupados que dentro. Y curiosamente, las de la «paridad» están muy calladitas, en línea con ese «silencio selectivo», que sólo se desactiva «cuando toca».

Posiblemente y aunque ya hay quien no le concede los cien días de gracia, Tsipras sea más griego que comunista. Y ésa, tal vez, sea su mayor ventaja.

Je ne suis pas Charlie Hébdo (y V)

¿Qué hacer?

No vamos a caer en el populismo de proponer soluciones sencillas a problemas complicados, como ese parroquiano de bar —también de red social— que abunda mucho y muestra mucha adrenalina y pocas luces. Alguien que afirma enfáticamente «Yo esto lo arreglo en cuatro patadas». Añádase un juramento y/o un puñetazo en la barra, según los casos.

Sin pretensiones, pues, de «arreglarlo todo en cuatro patadas», intentaremos responder a la cuestión implícita en las entradas anteriores: «Sí, mucho criticar, ¿pero qué propone usted?». Ahí va mi propuesta.

De puertas adentro

En primer lugar, Europa debe recordar quién es y por qué existe. No se trata de remontarnos a los años del pacto entre Adenauer y Schuman, sino bastante más atrás. Se debería recordar —también en las escuelas— que Europa, como entidad, se formó contra el Islam. En sus fronteras occidentales, porque en España el rey asturiano Pelayo decidió que no quería vivir bajo el yugo ni las costumbres musulmanas y porque Carlos Martel frenó en seco en Poitiers el avance musulmán hacia el centro de Europa. Gracias a él los alemanes no han sabido qué es convivir al lado del Islam hasta que en fechas relativamente recientes han llegado los turcos. Y en sus fronteras orientales, griegos, húngaros, búlgaros y rumanos se las tuvieron muy tiesas con el imperio otomano. Ahí está el rumano Vlad Dracul, llamado el Empalador porque empalaba turcos como churros. Y no precisamente como deporte, sino como defensa ante las continuas incursiones otomanas.

En suma, abogamos por un rearme moral de Europa: no tanto por «recordar quienes fuimos» (agua pasada no mueve molino) sino para que no nos obliguen a dejar de ser quienes somos. Sería interesante que esa «Unión Europea de mercachifles» y de principios vendibles al mejor postor recuperara un poco de la dignidad pasada que predica a sus ciudadanos al mismo tiempo que la conculca en sus trastiendas (la más significativa, África). No me vale esa casta política europea que ha convertido el ¿gobierno? de 350 millones de personas en una continua querelle des buffons por ver quién va al frente del desfile, cuando no entona el qué hay de lo mío.

Y, sintiéndolo mucho pero así es mi opinión, ese rearme moral sólo es posible recristianizando Europa. A la religión-sistema sociopolítico islámico sólo puede enfrentársele el cristianismo en el plano de las creencias. Vean ustedes que cuando la Alemania nacionalsocialista invadió la URSS en 1941, Stalin tuvo que dejar a un lado el «proletarios de todo el mundo» y el ateísmo comunista rampante. Tuvo que apelar a la eterna «madre Rusia», que no era otra que la de la religión (ortodoxa) y tuvo él mismo que convertirse en un icono por el cual matar y dejarse matar (lo que después se denunció como «culto a la personalidad» y que no es más que otra forma de idolatría contradictoria con el ateísmo oficial). El hedonismo-nihilismo actual nos lleva hacia la nada y nos deja inermes frente a un enemigo moralmente superior debido simplemente a que tiene un por qué, tal y como dijo Nietzsche.

De puertas afuera

De puertas afuera es otro cantar. Que la UE es la «Europa de los mercachifles» tiene su prueba palmaria en el principio no escrito de first is business. Hacemos negocios con países musulmanes a los que los derechos humanos les traen al pairo e hipócritamente decimos: «No es personal, son los negocios. Lo que hagan ellos en su casa es asunto suyo». Es decir: en Francia «somos todos Charlie», pero en Arabia Saudi no somos Raïf Badawi, ni siquiera en nombre de la tan cacareada liberté d’expression.

Compramos su petróleo y dejamos que poco a poco se vayan apoderando de nuestros iconos, deportivos o de otra clase, Por si faltara algo, nuestra prensa, presuntamente independiente, es descaradamente favorable a los intereses árabes en perjuicio de los israelíes. En nuestra demediada televisión pública el tratamiento que reciben las noticias de «Oriente Medio» es vergonzoso. Bien es verdad que el conflicto ha llegado a un punto en que es difícil saber quién es víctima y quién no (yo diría que lo son los que en ambos bandos sólo desean vivir en paz y ver crecer a sus hijos libres de misilazos y de terroristas suicidas). La última genialidad de la UE ha sido eliminar, a través del TJUE, a Hamás de la lista de organizaciones terroristas. ¿En qué estarán pensando?

Para mí, pues, un asunto fundamental sería dejar de depender energéticamente de ellos. Ya sé que es ciencia ficción; pero hay posibilidades. Otra cosa es que el entramado de intereses alrededor del oro negro haga imposible este camino. Camino sembrado de patentes compradas por las grandes petroleras, por ejemplo, de automóviles que funcionan a base de electricidad u otra clase de combustible no petrolífero. Se deberían potenciar esas vías de investigación que nos libren del chantaje a que se nos somete por parte tanto de esos países como de esas empresas.

En segundo lugar, atender al criterio de reciprocidad religiosa y cultural. Ellos castigan prácticamente con la muerte lo que ellos llaman «proselitismo» y la «apostasía» y, en consecuencia, no permiten que se construyan centros de culto en su territorio. Nosotros deberíamos hacer lo mismo, pero siguiendo la máxima de John Locke: «Hay que ser tolerantes con los tolerantes e intolerantes con los intolerantes». Der Multi-kulturalismus ist tot.

Quizá podríamos seguir. Pero ya la plancha va demasiado grande y con las sugerencias que se dejan ya podrán hacerse una idea. De momento nos va el bolsillo. En un futuro no muy lejano nos puede ir la vida.

Je ne suis pas Charlie Hébdo (IV)

Hipocresía

Como les decía en la anterior entrada, para mí es un hecho que los gobernantes europeos corrieron a París al grito de Paris vaut bien une messe! Hasta Mariano, que nunca parece tener prisa para nada, se puso las pilas. Pusieron todos cara de palo y «todos eran Charlie». No les faltó más que pedir serenidad y firmeza, como aquí, cuando ETA «no estaba derrotada», mataba todo lo que quería y a los muertos se los enterraba de noche y a escondidas. Por cierto, eran los tiempos del mal llamado santuario francés, que ahora no hay que recordar «para no ofender». También hay portadas ofensivas de Charlie Hébdo sobre ese particular que nadie se molestó en denunciar entonces porque, como ahora, se dijo que aquello estaba «cubierto por la libertad de expresión».
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Pensamientos al vuelo

Ideas, intuiciones y otras cosas que se me pasan por la cabeza

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Las cuatro esquinas del mundo

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Pensamientos diversos a vista de pájaro

Cuatro amiguetes y unas jarras

Ya que no podemos arreglar el mundo, hablaremos de lo que nos interesa: la política y los políticos, el fútbol, el cine, y todo lo que nos molesta, acompañados por unas jarras de cerveza. Bien fresquitas, por supuesto

General Dávila

Nada hay como el soldado español y mi única aspiración siempre ha sido estar a su altura

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