Hace algo más de un año les comentaba yo a ustedes acerca de lo que me parecía iba a ser la estrategia de Rajoy de cara a dar el salto a la Moncloa. Un año es mucho tiempo para ver cuál es la dirección que lleva con esa estrategia. Y de momento lo que veo es algo que apuntó Luis del Pino en su blog: que la pervivencia del sistema como lo conocemos depende del partido de ámbito nacional que llegue a Moncloa no lo haga con mayoría absoluta y que se fuerce el pacto con alguna fuerza nacionalista, para tener la fiesta en paz.
Esto podría explicar la incomprensible inactividad de Mariano, cuando, teniéndolo todo de cara, podría haber presionado y presionado hasta haber conseguido anticipar las elecciones. Pero claro, Mariano tiene un problema: se va por las patas abajo de pensar que podrían acusarle de «crispar» (cuando lo que verdaderamente crispa al respetable son las genialidades, agresiones dialécticas y no tan dialécticas, mentiras y prohibiciones del Gobierno). Está preso en la telaraña de la corrección política y no puede hacer nada sin dejar de pensar qué dirán de él (empezando por Arriola y terminando por la bancada socialista del Congreso).
Pero hay otro factor más: la comodidad. ¿Para qué tendría que mojarse él, o Hamlet das Rías Baixas, si hay otra gente dispuesta a hacer el trabajo? Mientras él mira por la ventana en dirección a Pontevedra, acariciándose las barbas y pensando: «Sher o no sher… Éshta esh la cueshtión…» otros aguantarán la pancarta, otros presentarán las querellas, otros escribirán en los diarios, otros meterán ruido… Otros, en fin, harán el trabajo sucio. No él. ¿Para qué iba él a hacer ese trabajo sucio? Bueno, ni él ni su cuadrilla. De hecho, ni siquiera algunos/as funcionarios/as del partido que creen que por el mero hecho de serlo ya se desplazan dos metros por encima de las personas normales como ustedes o yo.
De esta manera, nos encontramos con que en medio de la batalla política (más cercana al género chico que a la alta comedia o también considerada como querelle des buffons), quienes intentamos razonar y ver los pros y los contras del candidato (sobre todo porque no debemos pleitesía a ningún partido), nos encontramos apostrofados de la siguiente manera, al decir de José Joaquín de Mora en fecha tan lejana como 1853…
Si no eres de Voltaire, eres de Ignacio.
Incrédulo has de ser o jesuita:
Entre los dos extremos no hay espacio.
Hombre sensato que el exceso evita
y usa de la razón el puro idioma
de ambas facciones el enojo excita.
En todo caso, que no se las prometan muy felices en el PP. Les puede ocurrir que si abandonan a su suerte a los españoles, éstos encontrarán una solución por sí mismos (dado que no se puede confiar en que quienes hemos elegido lo hagan); resultando así que después no les necesiten para nada y no les puedan domesticar como hasta ahora. Y no: que ZP sea (junto con Fernando VII) el peor gobernante de nuestra historia como nación no hace automáticamente bueno a Rajoy. No esperen que les hagamos siempre el trabajo sucio.