CAC… isición


Saltó ayer la noticia. Por lo visto, al llamado Consell Audiovisual de Catalunya se le ha ocurrido defender el «honor» y el «buen nombre» de la nació catalana, propiciando nuevas tardes de gloria a la caspa catalana con pedigrí.

Sepan ustedes que los miembros y miembras del CAC, por indicación o excitación especial del Govern a través del ínclito Quico Homs, martillo de herejes anticatalanistas, ha decidido sancionar a determinados periodistas y medios de comunicación. O, lo que es lo mismo, sacrificarlos en el altar de la pàtria catalana. Uno de ellos, Carlos Herrera, que hoy escribe una columna en el ABC sobre el tema. Pero en lo que me importa, sepan que el nuevo Torquemada catalán ha considerado que C’s incita al odio a Cataluña. Bueno, es normal. Concretamente, la diputada Inés Arrimadas, específicamente señalada como incitadora, saca las vergüenzas de este (des)Govern todos los días, al igual que sus compañeros en el Parlament y le insta a que gobierne de una vez. Ejerce su legítimo derecho a la crítica, protegido por el amenazado art. 20 CE. Evidentemente, el CAC (y por supuesto el Govern) no lo ven así.

Y a pesar de que los ejemplos acostumbrados caen habitualmente del lado del nacionalsocialismo alemán y su entartete Kunst, no está de más recordar que en la vieja URSS (y luego en su órbita de países conquistados liberados) también había listas de autores que no debían ser leídos. Y censura, por supuesto. Viene a cuento la cita por algo de lo que «se me ha quedado la copla»: la sovietización del Règim Catalanista, denunciada por Javier Montilla en su libro Los muros de Cataluña.

Pero vamos a ver: ¿«odio a Cataluña»? ¿Cómo puede odiar a Cataluña alguien que, como Inés Arrimadas, se siente catalana hasta las trancas pese a su origen xarnego? Les voy a decir quiénes odian a Cataluña. Odian a Cataluña quienes creen que Cataluña es su cortijo particular, en el que sólo ellos pueden robar y sólo ellos pueden quedar impunes. Odian a Cataluña quienes se tragan y repiten acríticamente las consignas expedidas desde la Generalitat. Odian a Cataluña quienes desde los medios de comunicación públicos (aquí ya no quedan medios privados, es decir, no dependientes de subvención alguna) azuzan el odio contra el resto de España. Odian a Cataluña quienes implantan en el cerebro de los más pequeños las consignas y esa mitología llena de mentiras que algunos quieren hacer pasar por «historia».

¿Y Mariano? Se conoce que eshtá lloviendo mucho. Está de perfil, paraguas abierto. No se le mueve un pelo de la barba. Tampoco a Sánchez-Camacho, aunque ésta por un doble motivo: primero, porque hace lo que hace su jefe, siempre, después de mirar con el rabillo del ojo; y segundo, porque tienen a uno de los suyos colocado allí, calladito y cobrandito, Daniel Sirera, que ni siquiera ha emitido un voto discrepante o nada que se le parezca contra este ataque frontal a la libertad de expresión.

Van enseñando los dientes y nos van mostrando cómo va a ser la vida cotidiana en una hipotética Cataluña «independent». La última muestra, el ataque a la sede barcelonesa de UPyD por unos brètols, que fueron identificados por los Mossos pero no detenidos. Todo porque querían colgar en dicha sede una pancarta. ¿Y saben lo que me temo? Que acabemos como en la Alemania inmediatamente anterior a 1933. Todos los partidos de cierto tamaño tenían sus paramilitares, camorristas de todos los tamaños y pelajes acostumbrados a la pelea callejera, entre los cuales se alzaba la policía apenas como árbitro (es decir, imposibilitada de ejercer un mayor papel represivo). Con el consiguiente aumento de la inseguridad ciudadana. Allí aquello provocó 12 años de terror y una guerra mundial. Aquí, una guerra civil y 40 años sin democracia. Y volvemos a ir camino de ello.

Gotas que me vais dejando...

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