Comencemos por la faena. Menudo está el patio, señores. ¡En qué berenjenal ha metido el todavía (incomprensiblemente) Duque empalmado a su familia política, no sólo a su mujer! El circo ha crecido de tal manera que hoy es un totum revolutum en el que todo el mundo se cree con derecho a decir lo que crea conveniente: desde personas que intentan poner un poco de orden y sensatez en el asunto, hasta los «revolucionarios de horca y cuchillo» (eso sí, en la barra del bar), que pretenden que la real fauna acabe como la familia del zar Nicolás II, con diversas tonalidades de gris. Eso sí: entre las segundas, todas creyendo que «la República es la panacea de todos los males de España».
El caso es que el circo ha llegado a nivel de ridiculez estomagante. Ahora mismo están enzarzados en la discusión de si la Infanta «debe bajar o no la cuesta» que la ha de llevar al correspondiente Juzgado. Juzgado en el que dice querer declarar para que, parafraseando a Ortega Spottorno, «se acabe este suplicio». Razón por la cual la Infanta habría adelantado un mes la declaración, no sólo por las chuscas coincidencias de la fecha que le habría señalado el juez Castro. Que sepan ustedes que el día 8 de marzo no sólo se celebra el Día de la Mujer Trabajadora (primera burla) sino también el del pobrecito Estatuto de los Trabajadores (segunda burla), al que le han puesto tantos parches que parece una ley Frankenstein. Total, que la Infanta ha decidido (o le han aconsejado, lo más probable) declarar en otra fecha menos llamativa. Tal vez incluso haya recibido consejo astrológico; quién sabe.
Lo que en todo este circo no es de recibo es lo siguiente:
a) Que no haya declarado todavía la Infanta, independientemente del papel de la Audiencia Provincial como órgano escoba respecto de los autos de imputación del juez Castro.
b) Que, extrañamente, la Fiscalía y la AEAT funcionen de facto como testigos de la defensa de la Infanta. De la Fiscalía se espera, como se deduce del art. 124 de la CE, la defensa de la legalidad, no de una de las partes implicadas en el proceso. Y de la AEAT… bueno, ¿qué les voy a contar? Nada profesional el intento de cargar la culpa de sus malas acciones sobre los Notarios y los Registradores. Su actuación recuerda a Mt 23, 24. Que sí, que ya sé que el Evangelio no está de moda, pero no por eso lo vamos a dejar de citar.
c) Que llevemos casi 2 años y medio con este circo. Es cierto que el delito del que se le acusa no puede cometerlo cualquiera; pero si ustedes o un servidor cometieran ese delito, el auto de imputación no tendría más allá de dos folios, en vez de 227, como el que implica a la Infanta. El proceso no parece sino un trasunto de la tela de Penélope, tejida y destejida más o menos a intervalos iguales, que vaya tela también.
Y a partir de aquí, también pareciera que se deletrea una frase de Nietzsche, la que dice Nichts ist wahr, alles ist verlaubt. Y da pena ver que a personas habitualmente sensatas les da igual ocho que ochenta en este tema. Hablan de «la República» como podría hablar de ella un entusiasta en 1930: es decir, sin saber que la República que tan sólo un año después se iba a constituir (consumada la traición de los monárquicos y tras unas elecciones municipales, no generales) iba a abrir la caja de los truenos. Después, por desgracia, ya no sirvió el mea culpa que entonaron Ortega y Gasset y otros intelectuales, entusiastas de la primera hora.
Quizá me tachen ustedes de «exagerado», o de «Casandra agorera». Me da igual. Lo que me asusta de todo esto es que se está creando un caldo de cultivo: entre los que aprovechan para robar porque el invento constitucional se va a la mierda (impunidad añadida) y los que aprovechan el resentimiento popular para sacar tajada política, unido al dontancredismo de quien debiera mostrar más firmeza porque cada vez le queda menos espacio para rehuirla, entre todos, como digo, nos van a llevar al huerto.
Y el que haya personas que, a falta de paseo (sí, esos paseos que inventó y organizó ese mal bicho comunista llamado Margarita Nelken) quieren darle el paseíllo, es una mala señal. No tanto por el hecho en sí: a fin de cuentas, su posición no debería ser distinta a la de cualquier imputado, por muy hija del Rey que sea. Y si debe ser juzgada y condenada por los hechos que se le imputan, que así sea, conforme al art. 14 CE. Es una mala señal por el resentimiento social que destila.
En fin, déjenme terminar con una pequeña nota de humor. Ésta es la solución que se podría arbitrar para el paseíllo de la Infanta:
Decir que la AEAT trabaja como la defensa de la la infanta es mucho decir, es como decir que el policía este de la carta es un represor a sueldo del gobierno. No hace mucho una inspectora de hacienda fue destituida de su cargo por tramitar una sanción a Cemex, si por hacer su trabajo se sanciona a una funcionaria, habrá que ver quién destituye y por qué. Entonces me pregunto yo por qué la AEAT puede parecer que trabaja en la defensa de la infanta ¿Quién es el máximo responsable de la Agencia Tributaria? El Ministro de Hacienda y Administraciones Públicas. Éste debe explicar quién lleva los expedientes de la infanta, éste debe explicar ciertos errores también en otros asuntos y dejarse de destituir…. Por cierto, ese ministro es Montoro, del Partido Popular. Ahí lo dejo.
Me gustaMe gusta
De hecho, trabaja como si estuviera de parte de la defensa y no de la acusación. Si a mí me dijeran que los tres inspectores que elaboraron los respectivos informes de la actividad de la Infanta recibieron presiones, no me sorprendería. Eso es lo que criticamos en la entrada. El tema de la «caza de brujas socialistas en Hacienda» es otro tema, en el que aquí no entramos y que tal vez pudiera ser tema de otra entrada, pero desde luego no de ésta.
Me gustaMe gusta