No se me ocurre otra forma de calificar esta afirmación de algunos periodistas y plumillas varios: «Necesitamos un PSOE fuerte». Que esto lo diga cualquiera de los tres candidatos a dirigir ese gallinero en el post-rubalcabismo se entiende. Lo que no se entiende es que lo digan personas sensatas (como a mí me parece que lo es) como el maestro Carrascal. Por mi vida que no lo entiendo.
En primer lugar, porque la socialdemocracia que el PSOE teóricamente representa está siendo abandonada hasta por los países nórdicos, que era su hábitat natural. ¿No es eso, acaso, una señal del fracaso como sistema de esa «socialdemocracia»? Un Estado que te convence de que le necesitas, que convierte la subvención en una droga y a ti en adicto a ella. ¿Es eso la socialdemocracia? Hasta Keynes se llevaría las manos a la cabeza, aunque sólo fuera por ser inglés. En España, después de 21 años de socialismo «oficial» (la «socialdemocracia pepera» es otra cosa, aunque cada vez más cuesta distinguirlos, gracias a personajos como Montoro), éste se ha vaciado por completo de contenido. De poco o nada sirven los golpes de pecho de Madina afirmando enfáticamente que él «es socialista». ¿Qué significa eso, en realidad, más allá de las cortinas de humo y de las palabras-comodín?
Lo que nos lleva desde el plano de las ideas al plano de los hechos. A esos 21 años y no precisamente «de honradez». Un servidor de ustedes ha dicho siempre que el mayor –y posiblemente único– mérito de la Transición es que los españolitos cambiamos de régimen político sin disparar un solo tiro, a excepción de los de la ETA, que hoy puede considerarse el último rescoldo del franquismo aunque sólo sea por su oposición a él. Para otra cosa que sirvió la Transición es para montar este sistema del consexo, primo hermano (a bastante menos altura, todo hay que decirlo) que el turnismo de Cánovas y Sagasta.
¿Y qué es lo que ha supuesto «un PSOE fuerte»? La creación de tupidas redes clientelares allí donde ha gobernado. Las ha creado en Cataluña, donde suyo era el poder municipal en el reparto del pastel sociovergente. Las ha creado en Andalucía, bien solo o en compañía de IU, que no sé qué es más peligroso: no tener ideas o comprar las del vecino aunque sean letales. En Extremadura, tres partes de lo mismo, aunque ahora sea el PP quien compre el discurso de IU. El PSOE ostenta el dudoso honor de haber sido el primer partido condenado por corrupción en esto que algunos todavía llaman «democracia». Y desde hace dos años a todo el consexo le están poniendo las peras a cuarto. Del Rey abajo, a todos.
Adivino por dónde van los que quieren «un PSOE fuerte». En términos de consexo es necesario para que, al modo lampedusiano, «todo cambie para seguir igual». Tú ya has estado ocho años; ahora me toca a mí. Ése es el truco del almendruco del consexo: el falso contrapeso. Bueno, ése y no dejar que crezca nada más allá del «centro» que ambos partidos representan teóricamente. El PSOE se ha encargado de su izquierda y el PP (antes AP) de su derecha, episodios de deslealtad incluidos. El desgaste ha sido formidable; y una vez descubierto ese truco del almendruco, tanto desde la izquierda como desde la derecha «acogidas» ha crecido la incomodidad. Y no pocos se han largado a otras opciones buscando «autenticidad». Que ahora haya un flautista de Hamelin que les esté segando la hierba bajo los pies es precisamente resultado de esa política.
En resumidas cuentas, señores plumillas, no necesitamos «un PSOE fuerte». No necesitamos una ideología que tanto en el contexto económico como en el político han resultado un fracaso completo, por más que algunos se empeñen. De hecho, no necesitamos a dos partidos socialdemócratas: uno que lo es por ADN y el otro por contagio. Necesitamos, para empezar, una masa crítica de gente que haya resistido a la educación socialista de la LODE, la LOGSE y la LOE, criaturas todas rubalcabinas. Que hayan resistido, allí donde corresponda, la inmersión en el océano de las voces ancestrales y que no hayan oído la voz lastimera de «la vieja que pasó llorando». Necesitamos una masa crítica de gente que crea en España y que no se someta a la vieja consigna de Kissinger: «España, cuando es importante, es peligrosa». Necesitamos, en fin, una masa crítica de personas que, frente al infame reparto del pastel entre hunos y hotros, crea que España merece mejor destino que ser un paciente que nunca termina de sanar ni de morir al albur de vientos extranjeros.
Coño!!!!….Cualquiera que no le conozca diría que el texto es del mismísimo Pablo Iglesias.
Un saludo
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Si es por eso, recuerde que el programa de Pablemos es esencialmente el mismo que el de Marine Le Pen. Y sinceramente, no veo qué es lo que podría haber tomado Pablemos de mi entrada, toda vez que para mí él no es ninguna solución al problema, sino todo lo contrario: un problema añadido u «otra vuelta de tuerca» (nunca mejor dicho).
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Aguador, aunque lo respeto y lo comparto en gran parte, no creo que los tiros (con todo el doble sentido ) vayam por ahí, sino que se refieren a la necesidad de un partido contrapeso al PP, que pueda dar estabilidad al sistema.
Si UPyd, C’s, o algo similar, con sus ideas, pero en defensa siempre de España (o no deliberadamente en contra) fueran alternativa, yo mismo estaría encamtado de mandar a la mierda al actual PSOE.
Pero lamentablemente, la suma de toda la radicalidad de izquierdas, podría superar al PSOE, y ya tendríamos montada la algarada.
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Por eso mismo entiendo que el PSOE no es el contrapeso del PP. Y de ahí mi extrañeza en algunos columnistas «de derechas» pidiendo «un PSOE fuerte». Máxime cuando Pedro Sánchez se ha manifestado en los términos en que se ha manifestado. Espero en palmitas que finalmente haya una opción política que sí sea verdadero contrapeso a toda esta patulea de partidos que ponen su interés personal o el interés general «del partido» por encima del de la Nación.
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