Je ne suis pas Charlie Hébdo (II)


Del lado islamista

Hemos de partir, del lado islamista, de un error bastante común, a saber: creer que el Islam es sólo una religión, como pueda serlo la católica o la budista. No. A diferencia de las anteriores, el Islam es un sistema completo de organización social, política y religiosa. No existe ninguna zona de penumbra de la vida individual en la que un Estado así organizado no pueda penetrar y ordenar, sobre todo si lo hace en nombre de Alá. No existe la ley civil: lo que es delito, también es pecado. Sentado esto, no es de extrañar que los islamistas y la extrema izquierda se entiendan tan bien, aunque éstos últimos crean en un «dios» distinto (L’État c’est Dieu).

De lo anterior se deducen varias premisas. La primera de todas es que entre quienes defienden sus ideas con violencia no cabe la moderación. Tenemos un ejemplo muy cercano en España, que es ETA. Después de cada crisis, cada «Asamblea», los moderados se han acabado retirando y han seguido los que creían en la lucha armada contra «los Estados español y francés opresores y torturadores». Personas como Mario Onaindía o incluso Jon Juaristi, hoy respetado ensayista y columnista de ABC, se alejaron de los planteamientos bélicos de «los más duros» y se integraron en opciones más democráticas. Parece que no aprendemos la lección.

Sin embargo, eso ni siquiera es posible en un contexto islámico. ¿Por qué? Porque los islamistas no se integran en la sociedad en que operan. La confraternización con los degenerados occidentales está prohibida. Es más: aspiran a imponer sus creencias a esa sociedad. A estas alturas de la película ya no sé cuál es su justificación: si «todo Occidente es culpable (¿de qué?)» o es que su interpretación tronada del término Yihad («guerra santa») les lleva a imponer por la fuerza la sharia a todo el mundo. Su credo en cuanto a las relaciones con los demás es relativamente simple: «Si no crees lo que yo creo, te mato. Si criticas mi religión, aunque sea verdad lo que digas, te mato. Si abjuras de la religión en que los dos creemos, te mato». ¿Cómo se mantiene la cohesión de la umma más allá de su territorio? Me figuro que a través de ciertos imames aleccionados en sentido radical. Algunos de ellos han dado el paso y de líderes religiosos de su comunidad han pasado a ser reclutadores para ISIS.

En ambos casos queda claro que los islamistas no juegan en Europa con las mismas reglas que los demás y aplican sin contemplaciones el ojo por ojo. Añádase que para ellos la ley islámica está por encima de las leyes civiles, tanto da donde se encuentren. De hecho, existen ya ghettos donde la policía no se atreve a entrar y donde la sharia campa por sus respetos. «Suburbios», dirán algunos. Pero son suburbios de las grandes capitales europeas: París, Londres, Berlín… Suburbios donde de vez en cuando salta la liebre porque se ha producido un crimen de honor, por decir lo más frecuente. O una paliza a quien osó plantarles cara. Suburbios donde las leyes que rigen para todos no rigen allí.

Contra esto, de poco vale decir: «Hay que ser mayorcitos y basta de mariconadas. Si no te gusta, no lo leas». Es un argumento que puede gozar de cierta popularidad en algunos ambientes «liberales» (también en ciertos ambientes progres, aunque cada vez resulta más difícil distinguir unos de otros). Y, como decíamos en la entrada anterior, pueden llamarse a engaño porque otros colectivos, como los católicos, suelen dar la callada por respuesta y no pasa nada. Llevado ese postulado de la «libertad» a términos absolutos, nos encontraríamos con lo siguiente: yo tengo «libertad» para reírme (burlarme) de lo que me dé la gana. Pero al mismo tiempo, otra persona tiene la «libertad» de ofenderse porque yo me ría y, además, tiene la «libertad» de reaccionar como le dé la gana. En este punto, el Código Penal ni siquiera es un inconveniente; máxime si, como decíamos más arriba, para esa persona su ley religiosa (que también es ley civil) está por encima de la ley civil del Estado en el que se instala para vivir (para «quedarse», en una palabra).

Creo que Bieito Rubido, en la Tercera de ABC de hoy, expresa bien esa actitud liberoprogre con estas palabras:

«Mi osadía me lleva a afirmar que la libertad de prensa forma parte de esa idea indivisible que defendía Hugo Grocio. La libertad es indivisible. No hay libertad de prensa o expresión; sólo hay libertad. Aspiramos legítimamente a ella, como uno de los mitos de la modernidad, pero que entierra sus raíces en los más viejos catálogos de pretensiones del ser humano. Aspiramos a la libertad, pero nos da un miedo brutal la conciencia de ser libres y ejercer responsablemente esa capacidad. En el fondo no queremos problemas. Ejercer la libertad en su buen sentido implica dificultades. Por eso la tememos. Por eso nos aferramos a lo políticamente correcto. Por eso muchas veces no nos atrevemos a decir lo que pensamos. En el fondo deseamos la semiesclavitud inmadura que nos facilita las cosas, a la vez que podemos criticarlas. De ahí la fascinación que suscitan los políticos que nos prometen que ellos paternalmente nos arreglarán el salario, nos proveerán una casa y hasta el iPhone de última generación. No nos interesan los que nos garantizan la libertad pero nos piden responsabilidad a cambio».

El problema es que en ese paraíso socialdemócrata que es Europa ha entrado la serpiente. Y algunos prefieren no enterarse. Y otros están decidiendo qué tonalidad de rojo queda mejor a la alfombra que quieren extender a la serpiente.

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Autor: Aguador

Mi vida personal no tiene gran cosa de interesante...

Un comentario en “Je ne suis pas Charlie Hébdo (II)”

  1. Nos describe muy bien la situación, pero a cambio no nos muestra una alternativa. Sabemos que occidente, en concreto, Europa juega en un terreno diferente a los países musulmanes en cuanto a la manera de organizarse en sociedad. Por otro lado no se puede llegar a un dialogo de civilizaciones como se ha pretendido, porque los países Árabes no conforman una unidad que pueda hablar con una sola voz y que tenga autoridad para imponerse de forma global a todos los musulmanes. ¿Seria cuestión entonces de cerrar fronteras a la inmigración desde estos países y pasar de lo correctamente político? Porque ponerle limites a la libertad de expresión puede ser muy peligroso; una escusa, luego, para desde ahí volver a los totalitarismo. En este sentido estoy por las palabras de Jesucristo: ….«No, no sea que al recoger la cizaña, arranquéis el trigo junto con ella.Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega; y al tiempo de la siega diré a los segadores: `Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla, pero el trigo recogedlo en mi granero.»

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