“Libertad de explosión” (I)


Tomo prestada esta expresión de un tuit de Fernando Paz. Una más, aún. Colonia, París, Bruselas (dos veces)… El rosario empieza a hacerse interminable en los misterios de dolor. Las noticias son un tanto confusas, pero los hechos desnudos vuelven a poner sobre la palestra las cuestiones de siempre, que en mi opinión y en este momento son dos:

a) Las consecuencias de la «crisis humanitaria».

b) La absoluta inoperancia de Europa.

Para ir por orden, un servidor se pronunció en esta serie y aquí sobre el primer tema en gran medida. Hoy no me cabe añadir más que aquellos que señalamos la incompatibilidad del Islam con los valores cristianos (al carajo el humanismo europeo de Cifuentes) somos tachados de «racistas» y de «xenófobos», sin más conexión con la realidad que su propio animus iniuriandi. Quiero recordar dos párrafos del artículo de Mr. Voeten que explican bastante esa actitud:

Pero el factor más importante en Bélgica es la cultura de la negación. El debate político del país está dominado por una élite progresista complaciente, que cree firmemente que se puede diseñar y planificar una sociedad a medida. Los observadores que señalan verdades incómodas como el alto porcentaje de criminalidad entre los jóvenes marroquíes y las tendencias violentas en el Islam radical son acusados de ser propagandistas de la extrema derecha y son, por consiguiente, ninguneados y condenados al ostracismo.

 

Se intenta oponer a este debate un discurso paternalista en el cual los jóvenes musulmanes radicales se ven, sobre todo, como víctimas de la exclusión social y económica. A su vez, ellos interiorizan este marco de referencia, por supuesto, porque atrae la simpatía de los demás y les libera a ellos de la responsabilidad por sus propias acciones. El antiguo alcalde socialista de Molenbeek, Philippe Moureaux, que gobernó el barrio como su feudo particular entre 1992 y 2012, perfeccionó esta cultura de la negación y es en gran medida responsable del actual estado de cosas en el barrio.

El panorama, desgraciadamente, no es muy distinto en las Batuecas. De hecho, en toda Europa los gobiernos han decidido que el panorama sea el mismo. Del obispo húngaro que denunció la invasión no se sabe nada. Desaparecido. Ni siquiera en su momento se le prestó atención, salvo para tildar a la Iglesia de «retrógrada» e «insolidaria con los refugiados».

Con todo, lo que más llama la atención es que los que ahora prácticamente acusan de «xenófobos», de «racistas» y de «insolidarios» a quienes decimos que esta «crisis» se ha gestionado de la peor manera posible (si es que realmente era una «crisis»), son los mismos que callaban como lo que ustedes se imaginan cuando el Daesh masacraba a los cristianos (¿tal vez haciendo el trabajo sucio que otros no querían hacer por no mancharse las manos?). Los cristianos no eran gente digna de ser salvada, al parecer.

2 comentarios en ““Libertad de explosión” (I)

Gotas que me vais dejando...

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