Una segunda cuestión que se plantea, al socaire electoral y de sus ahorros, es el lamentable hecho de que tenemos que elegir entre dos males. No obstante y en mi opinión es una falsa disyuntiva. Como he expresado muchas veces en este blog, Mariano y su cuadrilla —que no son el PP por mucho que se lo tengan creído— necesitan a Pablemos. Y le necesitan porque, frente a la barbarie, la arbitrariedad y el tiro en la nuca que representa éste, Mariano puede representar el papel de «garante del orden y de la moderación». Por esa misma razón el gallego y su cuadrilla machacan a Ciudadanos, aparte de que éste les quita muchos votos: porque con ellos no pueden ir de moderados. Sólo así se entiende que el diario afín, La Razón, magnificara una pequeña pifia de organización de la formación naranja hasta hacerla parecer peor que los EREs y la Gürtel juntos.
Pese a lo que les decía en la entrada anterior, puede haber un indicio de que el panorama está empezando a cambiar. Ya les comentaba que Podemos ha fagocitado de facto a IU. Un partido endeudado y perseguido por Hacienda versus otro partido con la economía relativamente saneada («¡Montoro, no te tengo miedo!») y un flujo generoso y constante de recursos provenientes de una potencia extranjera. «No hay color. Nena, que nos vamos a Podemos, que nosotros solos no tenemos porvenir. A Llamazares déjalo que siga gruñendo, que ya está gagá». Lo curioso es que a Garzón, ese comunista burgués, como demostró Corcuera, le hayan dado el puesto número cinco por Madrid (dejo a ustedes el chiste fácil con la rima).
Granos (y granitos) en el culo
Quizá haya algo más que decir acerca de los cambios —pequeños— que se avecinan en el escenario político. Tal vez el más importante sea el que anuncia el centrifugado del PSOE. Los barones territoriales pactan con Podemos o incluso entran en sus gobiernos municipales sin pedir permiso al jefe —¡cómo se atreven!—. Es lo que ocurre en Castilla-La Mancha, por ejemplo: García-Page, que ha dado la campanada, justifica así el apoyo que recibe de Podemos, entre chorrada y chorrada que podría haber firmado ZP. En Cataluña también van por libre: igualmente sin pedir permiso, el PSC entra en el gobierno municipal de BCN junto a la OdiAda Colau (odiada principalmente por el sector turístico y de servicios barcelonés, al que ha tocado las narices desde el minuto 1). Da toda la impresión de ser un campi-qui-pugui y ponerse a salvo ante la futura debacle del partido. Pero el mayor grano que le ha salido en el culo a Pedrito guapo es Susana, que está esperando a que Pedro se la pegue para rescatar al Partido.
El otro grano (o más bien y por ahora, granito) es ese grupo de militantes del PP autodenominado Floridablanca, presidido por Isabel Benjumea. De la influencia actual de este grupo de personas da idea la respuesta de la vice Soraya cuando le preguntaron por él: según ella, un grupo de mindundis que en ningún caso iban a provocar cambio alguno en el Partido. Su inspiración es buena, en principio, a saber: volver a hacer del PP el partido que represente a «la derecha social», que no está de acuerdo con la deriva socialdemócrata y entreguista del PP y que por eso se ha echado en brazos de un partido bastante menos ambiguo en cuestiones ideológicas. Parafraseando a Luis del Pino en algo que dijo hace un par o tres de semanas: ¿de qué sirve que «el PIB crezca dos puntos» (o diez) si la Nación se va a tomar por saco?». Bajo el ¿mandato? de Rajoy es posible decretar la muerte civil de una persona que se sienta orgullosa de ser española, en Cataluña y en otras partes de España. Todo ello financiado con el dinero de todos.
Tampoco es muy de recibo que, aprovechando la «lucha contra la corrupción», el PP socialdemócrata liquide a la vieja guardia aznarista. Personas que, al quedar en segundo plano «después de todo lo que hicieron por el Partido», se consideraron malpagás, como Vicente Martínez Pujalte, y que decidieron que lo que no les iba a dar el Partido se lo iban a tomar ellos por propia mano. Se da la circunstancia de que tanto él como Ana Torme conspiraron contra Rajoy. Es decir, que mientras no «conspiraron» no eran personas de interés y podían seguir trincando sin que nadie les dijera nada. Todo, en fin, de una bajeza increíble.
De nada sirve agitar el espantajo de «los hotros son peores», cuando precisamente eso es lo que ocurrió en Venezuela. Venezolanos huidos de aquella dictadura y con los que uno habla tienen una desagradable sensación de dejà vu al ver lo que ocurre aquí. Ellos saben que Chávez fue posible porque la corrupción galopante de los CAP, los Lusinchi y otros se comió el crédito espiritual (si es que se le puede llamar así) de la nación venezolana. Por eso, al ver aquí que la corrupción se ha contagiado a y desde las más altas instancias del Estado, no dejan de avisar. Y sería bueno tomar nota de ello, en vez de afirmar campanudamente que «esto en España no va a pasar nunca».
Otro problema sería el de por qué una ideología, completamente periclitada y de fracaso demostrado tanto en lo ideológico como en lo económico, sigue teniendo el suficiente predicamento como para allegar cinco millones de sufragios en España. Pero eso será materia para otra entrada. Por de pronto, retengamos esta frase, remedo de aquella frase de Churchil en 1938 que resultaría profética:
«Os dieron a elegir entre corrupción y revolución. Elegisteis la revolución ¡y además tendréis la corrupción!».
Tampoco pierdan de vista la frase original, que también podría ser verdad.
Reblogueó esto en Neuronaliberal.
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Amigo Aguador, en mi desvelo de hoy (1:29 horas) me puesto a leer su última entrada y no puedo mas que darle la razón a usted y al viejo zorro, y difunto, Churchil.
Si no le importa añadimos otra frase. «El que la pilla es p’a él»
Saludos
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