La manifestación del pasado jueves, en vez de ser una huelga política (prohibida por la Ley) debió acordarse, entre otras, de las mujeres del campo, cuyo trabajo es duro y mal pagado. Otro tanto se diga de las empleadas de hogar: trabajo duro y mal pagado. Ninguna de las manifestontas se prestaría a fregar lavabos por 6 euros la hora; para algo tienen conciencia de clase… alta. Niñatas mimadas y bienpagás, que para esa tarea suelen disponer de esas empleadas de hogar, faltaría más. Hay que evitar a toda costa que se manche el traje de Versace o el bolso de Loewe. Pero parece ser que la explotación de la mujer por la mujer «no es verdadera explotación».
También hubieran debido acordarse, porque para algo ése es un Día Internacional, de las mujeres que en los países islámicos están obligadas a llevar velo bajo pena de cárcel o castigo físico. Pero a estas señoritingas de pan pringao, a estas privilegiadas, se les entiende todo. Sabemos quién está detrás de ese artilugio manifestativo. Sin los billetes del petróleo iraní y venezolano, el comunismo en su versión violácea no se hubiera comido un colín. Y da la risa, por no decir rabia, ver como esas pedorras comunistas, cuando son pilladas en un renuncio, defienden ardorosamente el hiyab, cuando no el niqab o directamente el burka.
Hubieran debido acordarse de las madres de familia numerosa: trabajo duro, sin sueldo y rara vez reconocido, ni siquiera por la propia familia. Para estas pedorras comunistas la mujer que elige tener muchos hijos, cuidarlos y educarlos no sólo no es una «verdadera mujer», sino que es poco menos que una «retrasada mental» y una «esclava del heteropatriarcado machirulo». Me ahorraré los chistes zafios porque ésa es la especialidad de otros («chúpame-la-minga-Dominga»).
De Osoro y sus lamentables declaraciones pro-huelga nos ocuparemos en otra entrada. Aquí baste terminar con el hecho de que la famosa «tolerancia comunista» se acaba a las puertas de la Iglesia. Confesiones registradas en el Ministerio de Justicia hay unas cuantas: pero pintadas sólo recibieron las católicas. Las pedorras comunistas no se atrevieron a ir a las mezquitas a dar la brasa con su manifiesto. Y tuvieron suerte de que el 8-M ha caído en jueves: si hubiera caído en viernes un servidor las hubiera invitado a pintarrajear una de las varias mezquitas que se reparten por toda la geografía española. Y sé lo que me hubieran contestado: que no, que ellas con los moros no se metían.
Habría valido más usar la efeméride para recordar que se promulgó el Estatuto de los Trabajadores (1980) y que ésa es la ley que, en democracia, rige las relaciones laborales contractuales, como antes lo fuera el Fuero del Trabajo (1938), dictado en unas circunstancias muy distintas. Pero quiá: nos quieren robar la memoria histórica de la fetén a punta de pistola y multa.
Si hubiera vivido ahora Marie Curie, les hubiera dicho algo parecido a esto: «Las únicas que berrean «cuota, cuota» son las que no valen para otra cosa». Por supuesto, la hubieran tratado de «perra fascista» y de «esclava del heteropatriarcado». Sic transit.
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