Como hace muchos días que no hablamos del tema, hoy toca hablar de las nuevas que han ocurrido en Génova, 13 y de algunas otras cosas raras que han sucedido después de las importantes. Cosas que, tal vez, hayan retrasado la publicación del esperado libro de Federico nada menos que hasta fin de año.
Las elecciones de Castilla-León supusieron un cambio de la marcha en lo que se refiere a los asuntos del PP: se ha desalojado a la banda de los cuatro de la planta «noble» de Génova, 13, quedando uno de ellos (Carromero), fuera incluso de la política. Aunque sea una afrenta decirlo para quienes se afanan en buscar trabajo después de que el korona se llevara por delante su empresa o negocio, se echa de ver cómo el que es político encuentra rápidamente acomodo en alguna fundación o lo-que-sea después de haber salido por la puerta de atrás de la política sin pasar por Alcalá-Meco.
Casado, a estas horas, ni se sabe dónde está; tal vez, «reflexionando sobre su futuro», o haciendo Ejercicios Espirituales (aunque no los ignacianos, claro). Teodorico se consume en la soledad de su despacho de diputado, sabiendo que su fecha límite, si es que no se va antes, es la convocatoria de elecciones. Quizá, para que no le coma el aburrimiento, haya vuelto a la práctica del lanzamiento de hueso de aceituna, vayan ustedes a saber. Y por fin, Almeida ha dejado la portavocía nacional del PP; cargo que, siendo ya alcalde de Madrid, le venía grande sin más, por muy Abogado del Estado que sea.
Así las cosas, tuvo lugar en Sevilla el esperado congreso del PP, donde se elegiría casi por unanimidad (o por «una nimiedad», que diría el maestro humorista Javier Quero) nada menos que a Alberto Núñez Feijóo, gallego en ejercicio porque non se sabe si sube ou si baixa, si ven ou si vai. A quien menos gracia hará el chiste será a los lectores gallegos, principalmente porque ya conocen a Feijóo.
Lo primero de todo es recuperar una pregunta que ya formulamos en la serie «Gaviota herida»: ¿qué meiga le aconsejó no presentarse como candidato en el congreso que ganó Pablo Casado, hace dos años? Desde luego, quien fuera acertó de pleno. Casi puedo oír el tipo de consejo que le dio a cau d’orella: «Tú espera tu oportunidad. Deja que Casado se embarre, se empantane y se hunda en las arenas movedizas de la política, que luego será tu turno». Y así ha sido. La deshonrosa salida de la banda de los cuatro ha dejado a Feijóo el camino libre, vacuo y expedito hacia la planta noble.
Bueno, ¿qué hemos ganado hasta ahora? Sólo una cosa: el fin (por ahora) de la infame persecución a Díaz Ayuso por parte de extraños y, sobre todo, de propios. No ha podido con ella ni el españolísimo «Calumnia, que algo queda». Ayuso no se ha achantado ante el embate y ha contratacado presentando ante la Justicia documentación que indicaría que al menos cuatro cargos del Ministerio de Sanidad (siendo ministre el senyor Illa) estarían implicados en un fraude de material sanitario por una cantidad mucho mayor que la que le reclaman al hermano de Ayuso, así que digamos que esas acusaciones se han vuelto un boomerang contra quienes querían empapelarla. Han tenido dos derivadas más: la primera, que la gente eche la vista atrás y rememore la «gestión» del korona por parte del Gobierno.
La segunda derivada es que ahora resulta que, si el Ministerio de Igual-dá no te da el carné, no eres mujer. Es lo mismo que ocurría con los nacionalistas vascos (por lo menos, los de Sabino): el término vasco emakume, que viene a significar «mujer» en euskera, se reservaba únicamente para las señoras del batzoki. El resto eran desde «seres con aparato reproductor femenino», descendiendo de ahí hasta la categoría ínfima e infame de las maketas. Por eso, para la izquierda cateta española, Díaz Ayuso «no es una mujer». Que sea «de derechas», sin complejos y femenina (que no feminista) es una afrenta para las feminazis del Ministerio de Igual-dá. Dejemos aparte su política sobre el aborto: no me gusta, sin más. Tal vez el día que tenga hijos cambie de parecer.
El «legado de Casado» se centra también en otra función que ejerció el PP mientras él fue presidente de dicha formación: la mamporrería. No es que no la hubiera ejercido antes: recordemos a Mariano y su fluida comunicación con ZP a cuenta de la «derrota de ETA». Sí, el PP fue mamporrero de Sánchezstein. Le permitió dos prórrogas del estado de alarma (confinamiento incluido), hoy inconstitucionales las dos, que además y posiblemente ayuden a cavar la tumba de Sánchezstein. Pero es que la cosa no se quedó aquí: Casado y sus secuaces entregaron el Tribunal de Cuentas a los separatistas y comunistas: es decir, el tribunal que investigaba on són els milions del procés, dignamente presidido por Margarita Mariscal de Gante, puesto a los pies de los caballos por Pennywise Sánchezstein. Naturalmente, lo primero que hicieron los recién llegados fue echar a patadas y sin contemplaciones a Dª Margarita.
Conclusión a la que podría llegar el militante/votante del PP: «el PP (por lo menos el nacional) existe para entregar las instituciones a la pesoe». Y bien por el congreso de Sevilla, porque al menos ha servido para tapar la vergüenza de los últimos estertores de la época de Pablo Cansado (cansado de su propio discurso de la «España de los balcones», con el fondo musical de Tengo un tractor gaviotado) y Teodorico al frente de ese partido.