Vista el ala izquierda del espectro parlamentario, echemos un vistazo al ala derecha del mismo. Dividiremos nuestra exposición en dos bloques, en función de la representación parlamentaria o no de la formación.
Respecto de los partidos con representación parlamentaria, la idea con que me quedo es que los verdaderos candidatos a la Junta debieron ser Pablo Casado e Inés Arrimadas. Fueron ellos los que les hicieron la campaña a sus candidatos locales, ante el pobrísimo balance que podían exhibir por sí mismos. Un poco al modo de lo que le ocurre al PSC en Cataluña: cuando va solo no se come un colín y necesita de su big bro nacional para ser alguien. El problema es que Casado y Arrimadas fuerzan una lectura nacional de los problemas andaluces –sólo pueden hablar de lo que conocen bien para que les consideren auténticos y no un bluff–, a pesar de que Arrimadas es jerezana con gracia, salero y olé. Juanillo Marín, según le veo, no tiene gracia, ni salero ni olé. Y los andaluces, después de ejercer él de palafrenero de Susana durante tres años, no le han considerado suficientemente digno para ejercer de líder de la oposición –para presidente de la Junta le falta aún más–. Aun así, ha más que doblado su representación, lo cual es de reconocer.
Parte de lo que hemos dicho se aplica también a Juanma Moreno Bonilla. La cuestión, para el elector andaluz no adscrito era: ¿cómo se come un candidato sorayo con un presidente que no lo es? El dilema se resolvió el domingo: el PP perdió siete escaños. Los andaluces no han perdonado a Moreno Bonilla que, al igual que su predecesor Javier Arenas, se instalara en la oposición cómoda –y supongo que también con el aditamento del reparto de algunas prebendillas para tenerlos contentitos y calladitos–. Con esa clase de oposición, la pesoe hubiera durado cuarenta años más. Lo dijimos en otro momento: el PP andaluz no es un mal boxeador, pero pelea drogado en un combate amañado. Así es imposible ganar. Ha tenido que salir Pablo Casado, que ni es sorayo ni marianista, al ring a pelear por él. Ha logrado salvar los muebles. Pero eso también tiene una lectura en clave nacional, que veremos luego.
El triunfador de la jornada, naturalmente, fue VOX. La irrupción de esa formación (aunque ya advertimos que habría que decir «VOX, segunda época») ha puesto nerviosos a todos. Es muy gracioso cómo hasta un periodista de ABC trata a ese partido como de «extrema derecha» (¿siguiendo tal vez los dictados de Génova, 13?). Todos quieren dar la impresión de que «sé d’ehtrema deresha é mu malo», pero ninguno de ellos da una definición muy exacta de lo que es eso. Reclamar el «orgullo y la satisfacción», que diría Campechano I, de ser y sentirse español es «facha», otro vocablo vaciado de significado…
–Papá, ¿qué es un facha?
–Pues… no lo sé muy bien, hijo. Pero teniendo en cuenta quién te lo llama y el odio con que lo hace, «facha» es todo aquel que no piense como él.
Volviendo al tema, Santiago Abascal los ha puesto nerviosos a todos. A la pesoe, porque ha iniciado ya el camino de la pérdida del poder, que puede seguir con las municipales y terminar en las nacionales. Y porque sacar el espantajo de «que vienen los fachas» ya no funciona. Es más: ésa es una señal de que a uno lo toman por imbécil. Y hasta ahí podíamos llegar. Este mismo argumento vale para los comunistas de Podemos, que, si Dios quiere y la CEE no lo estorba, dejarán de ser una amenaza para la Nación.
Al PP le pone nervioso simplemente porque VOX es, en lo ideológico, una escisión. Lo hemos comentado alguna vez: el sector conservador católico, que formaba la base electoral del PP hasta los tiempos de Aznar, se hartó de las bofetadas que un día sí e outro tamén recibía del gallego y su cuadrilla. Y se ha ido quedando en casa, de forma que el PP ha desaparecido prácticamente en Vascongadas y Navarra y es minoritario en Cataluña (vamos a ver si a Alejandro Fernández, a diferencia de García Albiol, le dejan hacer). Y en Galicia sólo sigue en la poltrona porque se ha plegado a no pocos postulados separatistas y porque la red clientelar formada desde los tiempos de O Abuelo aún goza de buena salud.
¿Y qué puede tener VOX que pueda poner nervioso a Rivera en Andalucía? A mi modo de ver, la novedad y la frescura, rasgos que se notan mucho más en Andalucía. Juanillo Marín es del partido de Juanillo Marín, que circunstancialmente se ha prestado a colaborar con C’s. Ya no dice el espejo que Rivera es la más bella del reino. Y claro: poco puede hablar de novedad y frescura un partido que se prestó a sostener a la corruta e ineta presidenta de la pesoe como presidenta de la Junta durante tres años. Lo del corazón con tres ventrículos (el autonómico, el español y el europeo) se ha quedado obsoleto: lo del terruño está más o menos bien, pero lo que iguala a un señor de Bilbao con otro de Alcalá de Guadaira es la bandera española. O a un extremeño o murciano con un señor de L’Hospitalet del Llobregat –lazos familiares aparte: si no, que se lo digan al señor Rufián, cuyo apellido es un compendio de su persona–. Y lo de identificarse con la UE… qué quieren que les diga: para mí, una cosa es Europa y otra la UE. Hablaremos de ello en una próxima entrada.