Han pasado últimamente tantas cosas incomprensibles en estas Batuecas de nuestros pecados que no he tenido más remedio que ponerme a escribir. A veces me siento como Winston Smith, que cometió el delito de tener memoria y no sólo eso, sino también el de guardarla por escrito, como una especie de placer culpable y solitario. Qué duda cabe que, como decía la copla, los tiempos que corren ya no son los que corrían. Claro que no: ahora los que corren no son los tiempos, sino todos nosotros, disidentes y perseguidos por un Gobierno al que le empiezan a crecer los colmillos.
Como dije en mi entrada sobre la crisis, en un lejano 2013, Occidente en general y España en particular han sufrido un ataque sin precedentes, destinado a minar todo el bienestar, la libertad y la prosperidad económica que se disfrutaron durante años. También tengo conciencia de que España ha sido, como durante nuestra guerra incivil, campo de pruebas y tubo de ensayo de experimentos totalitarios. Este ataque sin precedentes ha afectado prácticamente a todos los elementos del país. Vamos, que «de estos polvos vienen estos lodos». Pueden atribuirlo ustedes a la actividad de las manchas solares, a las conjunciones planetarias (especialmente la de finales de 2019), al abandono de la fe y consiguiente afiliación al ateísmo o a la caída de la hoja de un árbol cualquier día en cualquier parte de nuestro atribulado mundo. Pero lo cierto es que la deriva totalitaria en lo que antes se llamaba pomposamente el «mundo libre» es un hecho.
Lo que observamos es que, además se ha dado una vuelta de tuerca: la «moral política» ha dejado de importar. Como diría Humpty-Dumpty: «Lo que importa es quién manda y nada más». A partir de ahí, todo lo que importa es ser quien manda, «por medios legales… o no». Ahí es donde la moral se va por el retrete. Si hubiera una mayoría con nociones de historia no permitiría algunas de las cosas que se han visto en las elecciones americanas, recordando que lo más terrible de la época hitleriana no fue sólo el famoso genocidio organizado (de judíos, pero no sólo de ellos), sino el nauseabundo poso que dejó esa etapa en el inconsciente nacional alemán (recubierto además por la pátina comunista en ciertos territorios) y en cómo se tratan los alemanes unos a otros. Si hubiera memoria, como digo, estas algaradas no se hubieran permitido.
Al huracán Trump hay que añadir, a mi entender, dos factores: uno directo y otro indirecto. El factor directo es la cantidad de enemigos que se ha agenciado Mr. Trump en eso que hoy se conoce como el Deep State en los USA y «cloacas del Estado» en nuestras Batuecas. Naturalmente allí tienen un tamaño mayor, como corresponde a una potencia imperial. En cualquier caso, ya saben: cuanto más profundo desciende uno, más pestilente es el olor. Y el indirecto, a mi entender, es el que no hace mucho acabamos de saber: que las famosas movidas de los hermanos del «Black Lives Matter» han sido promovidas (hace tiempo) por… el PCCh. La izquierda cultural, agazapada en las universidades, se siente ya lo bastante fuerte para mutar en izquierda social. Y de ahí a «izquierda política», un paso. No tengo ninguna duda de que hoy en día McCarthy se hubiera puesto las botas dando caza a «bastardos comunistas» («¿Crees que un bastardo comunista va a mirar la hora que es para haceros un agujero entre las cejas?»), que hubiera dicho Tom Highway…
El hecho es que el panorama de Trump se va aclarando. No sé si terminará en repetición de elecciones o en declaración como vencedor de Trump sin necesidad de acudir a la elección por el famoso colegio de compromisarios». Pero lo cierto es que la posición de Joe Biden y, sobre todo, la de la que sería la presidenta de facto, Ké-mala Harris, se está volviendo harto comprometida. Si se avanza en la investigación y se descubre un pastelazo mayor, resulta que no va a salpicar sólo a Biden y a Harris. Todos aquellos que esperaban volver a vivir del cuento como con Obama y toda la ingeniería social montada sobre esa base se irán al carajo. Y habrá mucha gente furiosa, lo que augura más disturbios en las calles… pagados o no por el PCCh. De todos modos, a una persona furiosa (llena de ira genuina o prestada: eso es indiferente) tampoco hay que pagarle mucho para que arme follón, ¿verdad?
No es improbable que, con la trayectoria anterior de Trump, se acabe la coronafarsa. Vamos a ver a quién se arrima la UERSS (que no «Europa»), que en materia de política exterior parecen los payasos de la tele (e incluso éstos cosechan más respeto que aquélla): si a Trump o a China. Que Dios nos ampare si es a ésta última.