Los tolerantes

No se llamen a engaño ustedes acerca de quién es el filósofo de cabecera de ZP y de la cúpula zapaterista. No es Philip Petit (sobre todo porque su alcance es más bien petit). Mejor empezar con una cita del teórico comunista italiano Antonio Gramsci, al que por lo visto tendremos que leer con más atención si nos queremos enterar de las verdaderas intenciones del P(SOE) y sus sucursales territoriales (la cursiva es nuestra):

«Según Gramsci, el comunismo había de ser la religión de la nueva sociedad civil, del mundo secularizado. Parodiando la célebre frase de Marx, cabría decir que el comunismo es la religión de un mundo sin religión. Los sacerdotes de esa nueva religión –los fabricantes de la opinión pública– serían los intelectuales orgánicos, cabeza del bloque histórico. Ahora bien, la burguesía neocapitalista, que lo corrompe todo, ha corrompido al bloque histórico, cuya descomposición ha empezado por la cabeza. De este modo, los intelectuales orgánicos, en lugar de predicar la fe en el comunismo, han pasado a ser los intelectuales orgánicos de la llamada industria cultural, agentes del nuevo conformismo de la negación de valores sobre un vago fondo de utopías rojas. El caso de Pasolini es ejemplar por los cuatro costados. Militante del vicio nefando, murió por así decir en acto de servicio, y la sociedad permisiva le rindió honores fúnebres de héroe y de mártir». (Aquilino Duque, El suicidio de la modernidad. Citado en Y yo que me la llevé al río).

Es innegable la actualidad de estas palabras. Y uno se lamenta, con una perspectiva histórica más o menos amplia, al comprobar que lo que ha ocurrido en España en estos 30 años no ha sido sino un cambio de régimen: pasamos de una «Dictablanda de derechas» a una «Dictablanda de izquierdas» (ésta última en lo intelectual, por ahora). ¿Negará alguien la condición de «fabricante de opinión pública» a Juan Luis Cebrián, por ejemplo, que durante tantos años ha tenido línea directa con Moncloa?

No está de más recordar también otra frase o idea de Gramsci: que la hegemonía política se sustenta en una hegemonía cultural. Y eso es lo que ha logrado el P(SOE): esa hegemonía cultural que le ha permitido aplicar el ideario progre («el nuevo conformismo de la negación de valores sobre un vago fondo de utopías rojas») mientras ha gobernado y bloquear cualquier intento de sustitución de dicho ideario cuando ha estado en la oposición. Ideario progre que primero entró por la Universidad y la cultura (como forma de lucha antifranquista, no se olvide)… y ha acabado en el cine y en la televisión, que al parecer es lo que ve el 80% de los españoles.

Así, pues, los que nos resistimos a formar parte del rebaño progre nos hemos visto obligados a emigrar a la Red. ¡Qué contentos estaban los progres cuando recibían un artículo en sus diarios contrario a ese ideario! ¡Con qué alegría lo censuraban, sin explicación alguna o murmurando piadosamente lo de «exceso de líneas»! Sin embargo, esa etapa dorada se acabó con la llegada de los blogs, a los que Carmen Rigalt dedicó una filípica en el Mundo el 1 de febrero de 2005.

¿Y por qué? Pues porque la Red es sencillamente un espacio libre donde, por ahora, existe libertad de expresión y en donde los progres no pueden mostrar hegemonía ninguna, de acuerdo con el postulado Gramsci. Sí, es cierto: descalifican, berrean o insultan; pero no pueden controlar la blogosfera. Y no pueden hacerlo sin quitarse la careta buenista y mostrarse como lo que son: neoestalinistas, totalitarios de nuevo cuño que pretenden decirle a todo el mundo lo que debe leer, pensar, sentir o escribir. Y que no permiten que nadie lea, piense, sienta o escriba algo que se aparte del ideario progre. Claro que sería un «desastre» que hasta el más lerdo se diese cuenta del detalle, de acuerdo con el criterio de la visibilidad («lo que no se ve, no existe»).

Para ejemplo, tomemos la música pop (y me refiero al mainstream). Estamos inundados de «canciones de amor», «baladitas» o «cosas incalificables» como el chiki-chiki. Prácticamente, estamos rodeados. Lo sorprendente es que no haya «trovadores de la realidad». Ésa categoría está reservada a los «grandes»: por ejemplo, a un Joan Manuel Serrat (P-SOE), a un Joaquín Sabina (ex-comunista y últimamente zejatero) o a un Ismael Serrano (comunista). ¿Son posibles otras lecturas de la realidad en el mainstream? La respuesta es no. Para encontrarlas, hay que ir a los circuitos alternativos.

Y no está de más recordar una entrevista que le hizo Amilibia en La Razón a un «triunfito» (no la he logrado encontrar en el formato electrónico: creo que fue allá por noviembre). Vagamente recuerdo que el periodista le preguntaba algo parecido a «en qué se inspiraba para componer sus canciones». Y él dijo algo así como (no cito textualmente): «En el amor, naturalmente. Para hablar de la realidad tengo que tener mucho cuidado«. Por supuesto: ¿qué es más bonito (y rentable) que hablar de «amor»? Las productoras no arriesgan un céntimo con quien pretende tener capacidad de pensar e interpretar lo que ve de forma distinta a como lo hacen las citadas vacas sagradas.

Pues bien, he aquí el caso de Esteban Ibarra, presidente de Movimiento contra la Intolerancia. Una ONG en principio de buena intención. Pero resulta que el señor Ibarra, que es más progre que nadie, y que al parecer su mayor habilidad resulta la de cobrar subvenciones para su ONG, se ha arrogado el derecho de decidir quién es más tolerante o no. Y entre los que ha decidido que son «intolerantes» están los muchachos de Aforo Completo, que según el señor Ibarra son de «extrema derecha». Música que suena ya a conocida, pues se lo han dicho también al PP, cuando habrá blogs que no estén vinculados al PP por mucho que su pensamiento pueda ser tildado de derechista (entre ellos el de un servidor de ustedes).

El señor Ibarra (o alguno de sus becarios) es experto en el copypaste. Y lo que demuestra con ello es que no se ha tomado la molestia de leerse los blogs que ha colocado en su lista negra (¿un tolerante fabricando listas negras tipo «los blogs que todo buen progre no debería leer»? Quiá…). En particular, los que muestran reservas u hostilidad contra el Islam. El caso de nuestro colega Crispal puede ser de los primeros. Ha viajado a Arabia Saudí y conoce de primera mano lo que allí ocurre. Habla, pues, de lo que conoce, al contrario que el señor Ibarra, que se permite tacharlo de intolerante sin haber salido de España. Por eso, toda nuestra solidaridad con el amigo Crispal, a quien deseamos que por mucho tiempo nos siga deleitando con sus post acerca de la realidad que tan bien conoce…

La actuación del señor Ibarra no es más importante que la de un chivato que señala cuál es el enemigo a batir. Por supuesto, no los islamistas radicales, sino aquellos que en España, en Inglaterra, en Holanda o en Dinamarca denuncian la progresiva y silenciosa islamización de Europa. Todas esas denuncias son consideradas por este señor como «ideología racista y xenófoba». Es la manera que tiene el P(SOE) de intentar acallar las voces discrepantes con su política de inmigración y con sus compadreos aliancistas. Lo de siempre: «calumnia, que algo queda». Pero eso mejor se lo cuenta Rossini

Vente pa’ España, amigo

Así decía la canción de un tal Arlequín (un freak, que se dice hoy sólo porque es monosílabo, frente a las tres sílabas de «gamberro», su traducción). Un advenedizo o gamberro que quiso aprovechar la ola del Mundial 82 (mi generación es la de Naranjito, naturalmente), ese pedazo de Mundial en que empezamos de anfitriones y acabamos de comparsas.

Más allá de las payasadas, no obstante, nos encontramos con el serio problema de la inmigración, y concretamente de los efectos llamada. Que, si bien durante la etapa Aznar se produjeron (cualquier circunstancia es buena para producirlos), durante la etapa ZP el asunto ha ido a más, debido a la equivocada política de Calderilla, también conocido como el mudo de Béjar. Ahora los inmigrantes no sólo vienen a carretadas, explotando nuestro espíritu humanitario cristiano (que en el fondo desprecian). Para ellos solamente somos los que les vamos a poner escuela, casa y hospital nada más pongan el pie en Canarias. Que esto es Jauja, oiga usted.

Y así ha de ser, puesto que en una web senegalesa (en francés) se explica con todo lujo de detalles «cómo puede llegar un senegalés a Europa». Examinada la página en cuestión, nos encontramos con lo que parece una especie de agencia de viajes en patera (la llamada pirogue), con diversas «ofertas» y precios:

La oferta Delivery (acogimiento en Francia). Dado que Francia practica el ius soli (adquisición de la nacionalidad por nacimiento en suelo francés), la opción es la recomendada para las embarazadas. El problema es que hay que embarazarse, claro; ¿pero qué es eso ante la posibilidad de que el niño que nazca obtenga automáticamente la nacionalidad francesa y la madre será inexpulsable precisamente por tener a cargo a un recién nacido? Otras ventajas son, por ejemplo, que no se exige el dominio de la lengua francesa. ¿Más claro? Voilà:

Votre enfant étant français, vous êtes donc inexpulsable. Vous êtes désormais «à la maison» et l’obtention de papiers voir de la «nationalité» n’est qu’une question de patience.

La oferta D-Day (viaje en patera). Ése ya es más complicado y las explicaciones son mucho más prolijas, porque de lo que estamos hablando es de los desembarcos en Canarias. Según dice la página, «los desembarcos en las Islas Canarias son una buena solución, especialmente para los más jóvenes». Pero lo interesante viene aquí:

«En el caso de un pack D-DAY a las Canarias, la etapa siguiente es España. En efecto, después de una corta estancia en un centro de reagrupamiento (comeréis allí mejor que en Senegal, recibiréis cuidados y alojamiento gratis, ¡e incluso podréis telefonear!), os darán probablemente un billete de avión gratis hacia alguna ciudad del continente (habitualmente Madrid), pagado por Zapatero (su apellido proviene etimológicamente de la palabra zapato, objeto que sería deseable de descargar en su sucia bocaza). Si queréis salir de ese país, la puerta de salida más práctica es la línea férrea Port-Bou-Montpellier. Es igualmente la solución más barata. Entre Port-Bou y Cerbère (Francia), franquead la frontera antes de llegar a la colina, porque los controles son desde luego más numerosos y además se hacen dentro de los trenes.

Baste como muestra este botón. La negrita que remarcamos es para mandar a tomar por ahí a todos los inmigrantes que quieren colarse y no cumplir la ley, en especial a los senegaleses. La misma web reconoce que somos un colador, con el récord de 700.000 inmigrantes «regularizados». No se entiende a qué fue ZP al Senegal en 2006 si después le pagan de esta manera. No se entiende para qué puñetas se ha armado este pitote de la Alianza de So-Mamones. Por muy poco o nada que me guste ZP, es presidente de mi nación. Y cuando insultan al presidente de mi nación, me insultan a mí también.

ZP tendría que tomar nota y dejar de poner las asentaderas donde no debe y en la forma en que no debe. Debería preocuparse de que los españoles, que no los inmigrantes, tengan asegurado un techo, un hospital y una escuela para sus hijos. Es decir, primero nosotros, que bastante hay que arreglar aquí como para aceptar encima gente de fuera que además, nos desprecia porque cree que puede tomarnos por el pito del sereno. No sé si lo hará. Pero debería hacerlo.

Yo quiero ser barrendero

No tengo nada contra los trabajadores del sector de la limpieza. Al contrario, les agradezco que recojan los detritus que los demás ciudadanos dejamos por ahí, ya se trate de cacas de perro, restos de botellón y otras hierbas, aparte del consumo normal. Ahora bien, en Madrid se les ha ido la mano: casi cuarenta mil euros (40.000) anuales va a cobrar un conductor de camión nocturno, y un peón que acompañe a dicho camión cobrará poco más de treinta y tres mil (33.000) euros anuales en el convenio que se ha firmado para éste y el próximo año.

¿Y estos «señores» (mi educación me impide llamarles de otras maneras más fuertes por más que tengo un enfado mayúsculo, así que se lo dejo a mis amigos Cerrajero y Harto) tienen la cara dura de ponerse en huelga? En huelga tendríamos que ponernos todos los demás. Los que hemos pasado los mejores años de nuestra vida en una universidad, quemándonos las cejas, para encontrarnos al final sin trabajo o de becarios sin posibilidades de futuro. Los jóvenes que trabajan de cajeros o reponedores en los supermercados o de administrativos en las empresas, que cobran un sueldo de mierda por lo que hacen (los «mileuristas»). Los padres de familia ahogados por obligaciones fiscales y bancarias (sobre todo éstas). Las amas de casa que, pese a las grandes palabras del gobierno, no reciben un céntimo de ayuda familiar. Hay tantos que podrían ponerse en huelga que enciende el ánimo que estos señores se quieran poner en huelga exclusivamente por motivos políticos.

Así que para quitarnos el cabreo de encima vamos a cantar La Bamba, con el ritmo sabrosón de siempre pero cambiando un poquito la letra:

Para ser barrendero,
Para ser barrendero se necesita una poca de cara
Una poca de cara y otra cosita
y arriba y arriba
Ay, y arriba y arriba y arriba iré,
que me den más dinero.
Que me den más dinero y el paripé,
el paripé yo te haré…

Para ser barrendero,
Para ser barrendero se necesita una poca de cara.
Una poca de cara, que sí, que sí.
Ay y arriba y arriba,
Ay y arriba y y arriba y arriba iré,
Yo no soy un obrero,
yo no soy un obrero, yo soy gañán,
yo soy gañán, yo soy gañán…

Dejen que me defienda, por favor

El otro día unos cafres decoraron abundantemente el portal de mi casa. Desconozco si eran negros, amarillos o fruta del país. El aspecto que ofrecía dicho portal era indescriptible. No parecía sino que una piara de cerdos hubiese hecho en él parada y fonda. Montones de patatas fritas desparramadas por el suelo, una botella de refresco a medio vaciar… en fin. Supongo que ofrecía el aspecto de haberse celebrado un botellón.

Lo primero que uno piensa es: «Hay que hacer algo. Esto no se puede consentir». Bueno, ¿y qué hacemos? Lo primero, denunciar el hecho a la Policía Municipal. Se supone que ellos son competentes para arreglar este tipo de cosas. Va uno, confiado, a la Policía Municipal. Le reciben con una sonrisa amable, como a todo el mundo. Es un señor rellenito y simpático (o que pretende pasar por simpático). La conversación podría desarrollarse en estos términos:

—Buenos días.
—Buenos días, señor. ¿Qué se le ofrece?
—Mire, vengo a denunciar que unos cafres han ensuciado el portal de mi casa.
—Ajá —nos dice el funcionario, fingiendo interés—. ¿Conoce usted o tiene relación con dichas personas?
—No sé quién ha sido, pero le puedo mostrar fotos de cómo ha quedado el portal y así ustedes…

En este punto el funcionario resopla. Parece que tiene una solución.
—Entonces no podemos hacer nada. Si no nos dice quién ha sido no podremos detenerlos.
—Pero oiga…
—De verdad comprendo su problema —y da una palmada en la mesa haciéndonos comprender que por más que digamos él no va a mover un dedo—. Pero si no nos trae usted pruebas físicas de quién ha sido, no podremos ir a buscarles.
El funcionario se te queda mirando y luego se encoge de hombros. Está claro que no es su problema. Por si te quedaba alguna duda, el funcionario añade:
—Oiga, somos policías, no niñeras. —Al ver nuestra expresión de extrañeza, continúa—. Nosotros no tenemos la culpa de que sus padres no los hayan educado correctamente. Si hubiésemos de perseguir a todos los niñatos que se dedican a hacer botellón en esta ciudad todas las noches, no habría suficientes efectivos para realizar el trabajo normal. Además, el sindicato ya ha pactado las condiciones del horario nocturno y…
—Bueno, no se preocupe —corta uno, resignado—. Por cierto, está usted fondón. Se ve que le falta un poquito de ejercicio, ¿no cree? Buenos días.

El funcionario, sorprendido en su amplia línea de flotación, suelta un juramento. Se acaba uno de ganar un enemigo de por vida… pero bueno, la peripecia no acaba más que empezar. Resignados, digo, salimos de la Comisaría de la Policía Municipal.

¿A dónde dirigirse ahora? ¿Nos vamos a la Comisaría de los Mossos o a la Policía Nacional? Optas por lo segundo. Esta vez te recibe una muchacha que parece recién salida de la Academia, muy vivaracha ella.
—Buenos días, caballero. ¿Qué desea?
—Verá, yo quería denunciar que unos cafres han ensuciado el portal de mi casa.
La chica hace como que se lo piensa.
—¿Los conoce? —pregunta—.
—No.
—Bueno, entonces rellene este cuestionario, que cursaremos a una unidad para que haga el seguimiento necesario y…
—¿Cuestionario, dice usted?
— Ehhhh… sí.
—Bueno, démelo, a ver…
Y te apartas un poco para enfrentarte al cuestionario.

Las preguntas son de lo más curioso: «¿Conoce usted a los presuntos delincuentes?», «¿Sabe si forman parte de alguna banda latina?», «¿Ha sido amenazado, agredido o extorsionado por ellos?». Cuesta Dios y ayuda rellenar el cuestionario, pero ahí vamos. Lo terminas, no sin algún trasudor que recuerda a los del rey Alfonso VI en Santa Gadea…

… Las juras eran tan fuertes
que al buen rey ponen espanto,
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo…

Entregas el cuestionario y la muchacha, toda alegría, te dice que se le dará curso debidamente. Te vas a casa tranquilamente pensando que la pesadilla ha concluido. Pero no. Resulta que una soleada mañana de domingo vuelve a aparecer el portal hecho una pocilga, abundantemente decorado. Por supuesto, nadie ha visto nada. Nadie sabe nada. Harto, pues, de fregar el portal y de adecentarlo, decides montar guardia el próximo fin de semana. A las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad no se las convence si no es con pruebas obtenidas en el momento del hecho. Así que esperas.

Aparecen los muchachos, cómo no. Resultan ser fruta del país, mixta (varios chicos y chicas). A lo mejor en su casa son obedientes y sumisos, pero en la de los demás no; se comportan como verdaderos cerdos. Ríen y vuelven a tirar las patatas fritas, pensando en la rabia que te dará limpiarlo a la mañana siguiente. Beben del botellón y las risas se hacen más fuertes. Es inevitable: el espectáculo te aumenta la adrenalina. Y el enojo. Así que sales de tu puesto de guardia aparentando calma, pero apretando fuertemente los puños. Los muchachos advierten que llega alguien de la casa. «¡Corred!», gritan; pero esta vez tú eres más rápido y agarras al que parece el jefe. Fijo que no tiene los dieciocho. Lo primero y sin mediar palabra le sueltas un tortazo. Y luego le acogotas y le ordenas: «¡Cómete esa mierda!». El chico se resiste, pero tú eres más fuerte y le haces que coma, hasta la última patata frita. «¡Y ahora vete a hacer esto a tu casa!» le gritas, finalmente. El muchacho, con el rostro demudado y a punto de vomitar, se va hacia su casa dando traspiés.

Por una vez estás contento y satisfecho. Has hecho lo que el cuerpo te pedía, harto de cuestionarios y funcionarios que no quieren mover un dedo por esa «minucia». Pero si crees que has terminado, estás apañado. A los pocos días llama a tu puerta una pareja de la Policía:

—¿Es usted Don Fulano de Tal?
—Sí.
—Tiene usted que acompañarnos a Comisaría, Don Fulano. Le tenemos que hacer unas preguntas.

No hay vuelta de hoja. Vas maliciándote de qué puede ser, pero hasta que no llegas a Comisaría no te das cuenta de hasta dónde ha llegado la pesadilla. El mocoso, acompañado de sus padres, te reconoce y se pone histérico: «¡Es él! ¡Papá, es él!». El padre te mira con odio… y la madre, si sus ojos fuesen espadas, ya estarías traspasado trescientas veces.

La cosa pinta mal. En las declaraciones apareces como culpable, naturalmente. Y hay que ir a juicio, porque en un Estado de Derecho todo se resuelve en los tribunales, faltaría más. Te presentas el día del juicio con tu abogado, pagado de tu bolsillo (como no eres pobre de solemnidad no tienes derecho a justicia gratuita). La otra parte, que te mira como si quisiera verte en el infierno, presenta partes de todo: de la gastritis que le provocaste por obligarle a comer las patatas, del trauma psicológico que le causaste… en fin. Tú presentas tus fotos de cómo quedó el portal.

El juez, que hoy no parece haber desayunado muy bien, mira al chico y te mira a ti. Temes lo peor. Empiezas a maldecir la hora en que no te quedaste en tu casa. Finalmente, dice:

—Primero: Dictamos orden de alejamiento contra la parte acusada. El acusado no podrá acercarse a menos de cien metros de la vivienda de la parte acusadora. Segundo: condenamos a la parte acusada a sufragar los gastos que se hayan deducido de su actuación, además de condenarla en costas.

Pausa tensa. Te mira un momento enarcando una ceja y dice:

—Y dése por contento.

Estás jodido. Tu abogado pone cara de circunstancias y se dispone a cobrar sus honorarios. ¿A cuánto se ha ido la broma en total? A cuatrocientos pavos, honorarios del abogado aparte. No dejas de sentirte como Amerigo Bonasera y, en general, como un perfecto imbécil. Ha funcionado el Estado de Derecho, sí. Pero sigues tan indefenso como antes. Puedes añadir el comentario ─privado, claro─ de algún funcionario de Policía comprensivo: «Yo hubiera hecho lo mismo si lo hacen en mi casa, pero ya sabe que como policías tenemos las manos atadas».

El siguiente paso, posiblemente, sea obtener una licencia de armas.

La entrevista (I)

Menudo se está poniendo el patio. Estamos alcanzando (si no hemos llegado ya), los dos millones y medio de parados. Es decir, la misma y aterradora cifra de parados que legó Felipe González a José María Aznar. Por supuesto, los progres le informarán a uno de que «la población ha crecido» y que por tanto, el porcentaje en relación a la población activa «es menor». Lo malo es que la cifra sigue apuntando aproximadamente a un 10% de la población activa, un conceto que en esta entrada vamos a desbaratar.

La lógica nos dice que «población activa» es la que trabaja y percibe una contraprestación (a veces muy menguada) por trabajar. Pero eso no es lo que dice la ley. La ley suele incluir de forma ya habitual la idea que «población activa» no es solamente la que está trabajando y cobrando por trabajar, sino también la que «está en disposición de hacerlo», o sea, quienes están inscritos en el INEM como demandantes de empleo. Ese conceto permite al Ministro de turno darse un respiro y tranquilizar al respetable pudiéndole anunciar, con toda razón, que «la situación es desesperada, pero no grave». Quiere decirse con ello que si en la noción de población activa incluimos solamente aquellos que trabajan y no aquellos que «están en disposición de hacerlo», la tasa de paro podría ser muy, pero que muy preocupante. Pero el buen ministro de Trabajo es el que sabiendo la verdad, maneja las otras cifras con cintura y desparpajo. Que eso es lo que hace el mudo de Béjar y olé.

Así, pues, tal como se está poniendo el patio laboral (no hay trabajo decente para los propios, menos aún para los extranjeros), uno tiene que apuntarse a anuncios como éste que ha colgado mi amigo Daniel en su blog. Ciertamente, para acceder a la carrera por un trabajo digno ya se sabe que es inútil contar con las propias fuerzas. Tiene que haber un padrino, alguien que te presente. No tiene por qué parecerse a Marlon Brando y arrastrar las palabras cuando habla; o a Al Pacino y hacer que te vayas por las patas abajo sólo con mirarte. Basta con que te ponga en el camino. La recomendación es importante. Es una corruptela, ciertamente, y viola el artículo 14 de nuestra Constitución, a la que algunas señoras le tienen una inmensa envidia por esa razón. Pero lo hemos visto todos los días.

Pero así es la vida: el que tiene padrinos se bautiza y el que no, se queda moro (curioso dicho, ahora que empezamos a oler el peligro de acabar convertidos todos en moros). Veamos un ejemplo referido a la profesión de actor. Que la de actor, bien llevada, es una profesión muy dura, ¿eh? Hoy tienes éxito, mañana no y pasado quién sabe. Hay que ser muy proactivo, que se dice ahora. Vamos, que te tienes que mover mucho, aunque se trate de metamorfosearte de chica ye-yé en criatura de universo progre. Que lo de ser actor y de derechas no está muy de moda, que digamos…

Interior día. Despacho de la productora XYZ, S.A. Ambiente acogedor. Foto de ZP bien visible. El gerente, cómodamente recostado en su sillón de cuero repujado. El candidato, sentado frente a él, esperando a que le inviten a empezar a hablar.

PRODUCTOR

Así que tú eres actor.

ACTOR 1

Sí, señor.

PRODUCTOR

(observa un momento al candidato)

El currículum.

ACTOR 1

(le alarga dos hojas de papel)

Mis referencias son inmejorables, como verá, pues…

PRODUCTOR

(cortándole con un gesto de la mano)

Sí, ya veo. Has estudiado en la Real Escuela de Arte Dramático de Madrid, en el Institut del Teatre, has sido becado para estudiar en el Actor’s Studio, en la Royal School of Dramatic Arts de Londres… Caramba, está bastante bien.

(mirándole fijamente)

Y ésta será tu primera película.

ACTOR 1

Sí, señor. Me enteré del casting porque me muevo algo por el mundillo de los actores.

PRODUCTOR

Bueno, bueno. ¿Y quién te manda?

ACTOR 1

(sorprendido)

¿Cómo dice?

PRODUCTOR

(impacientándose)

Que sí, que quién te manda, quién te recomienda.

ACTOR 1

Ah, es que no sabía que para trabajar en el cine te tenía que recomendar alguien.

PRODUCTOR

Así es como va el negocio. Que sí, que tu currículum es bueno, pero te tiene que recomendar alguien. (Se fija en la cara de desencanto del joven). Bueno, no te preocupes. Hay que empezar desde abajo, como yo. Te mandaré a Fulano, que es director de cortos y por ahí ya empezarás con la recomendación, que como ves, es muy importante.

ACTOR 1

(mosca)

Sí, claro, ya me estoy dando cuenta. Muchas gracias por su recomendación y buenos días.

PRODUCTOR

De nada, muchacho. Estamos para ayudar a los talentos jóvenes.

(continuará…)

Una de cal y otra de arena

Que no. Vamos, que no. Que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Hay que separar las declaraciones de unos y de otros.

En primer lugar, no estoy de acuerdo con las declaraciones de Miguel Arias Cañete, que vino a decir que «desde que están los sudamericanos los camareros ya no son lo que eran». Tengo el honor de declarar que muchas veces voy a tomarme mi café y a leer mis diarios en un bar servido por dos muchachas encantadoras, Zuleika (boliviana) y Ángela (rumana) y debo decir que jamás tuve un problema con ellas porque me sirvieran tarde, mal y nunca, que es lo que parece sugerir usted con sus declaraciones. Todo lo contrario. Y le digo más: en el quiosco en el que compro mis diarios trabajan dos argentinos, Hugo y Patricia, con los que tenemos un muy buen trato y casi son como de la familia. Por no hablarle del kebab que está justo al lado de mi casa. Si yo pensara como usted, señor Cañete, llegaría a la conclusión de que sus propietarios —muchachos honrados, silenciosos y trabajadores— son en realidad peligrosos activistas camuflados de Al-Qaeda, a quienes lavaron el cerebro en una madrasa pakistaní y están practicando full-time la taqqiya. No podemos evitar que el señor Cañete eche de menos el castizo quevasé de toda la vida, pero lo que sí podemos sugerir es que un alto cargo de un partido que aspira a gobernar el país mida un poco más sus palabras y no meta a todos los extranjeros en el mismo saco. De menos hizo Dios al señor Cañete, a quien hizo de un puñete.

Ahora bien, dicho esto, también hemos de enfatizar que estamos de acuerdo con la propuesta de Mariano Rajoy de ofrecer a quienes llaman a nuestra puerta los famosos «contratos de integración». España es famosa por su hospitalidad, pero últimamente aparecen en las noticias extranjeros que no solamente no se integran, sino que vienen a dar por saco (lo podría decir menos finamente, pero para eso ya están los amigos Cerrajero o Harto, que no se andan con… rodeos, jeje).

Y estoy de acuerdo no solamente porque esa medida se aplica con éxito en países como los USA, Dinamarca, Holanda, Alemania, Inglaterra o Francia. Teniendo en cuenta que, a pesar de lo que dice Jesusito Caldera, sí hay un nexo fuerte entre delincuencia e inmigración (que se lo pregunten a José Luis Moreno o a los habitantes de las urbanizaciones de la sierra madrileña, a la familia de joyeros Tous, o hagan la encuesta en Alcorcón, por ejemplo), ¿no será de sentido común establecer algún tipo de control o condición para la estancia y/o permanencia de los extranjeros en nuestro país?

Por no hablar, claro, de algunas prácticas bárbaras que traen de sus países de origen. ¿Han oído hablar los multi-cultis de la dolorosísima ablación del clítoris, práctica corriente en algunos países africanos que, después de producida, impide a las mujeres afectadas obtener algún placer sexual en sus relaciones íntimas? ¿Han oído hablar los multi-cultis de los matrimonios concertados por los padres entre niñas y señores mayores, práctica corriente en algunos países musulmanes? ¿O son «costumbres que hay que respetar, aunque no sean las nuestras, porque ante todo somos tolerantes»? Cito estas dos de memoria, pero seguramente hay alguna otra más.

Quizá se me pueda acusar de «poco humanitario», pero yo no acepto las pateras ni los cayucos. Y no las acepto porque resulta que las pateras son lanzadas por mafias de traficantes, que a su vez aprovechan la corrupción y el «impulso» de los países «emisores». Es ahí donde hay que atacar el problema. No esperar a que venga a nuestras costas casi en plan de «aquí estoy porque he venido y tienes que socorrerme porque eres cristiano y humanitario». Y comprendo muy bien que se han jugado la vida y las mafias las tienen agarradas por donde no suena. No seré tan duro como para decir que no haya que socorrerles cuando llegan ateridos de frío y presa de la hipotermia. Claro que hay que hacerlo. Pero no es el camino. De eso estoy firmemente convencido.

Todos recordamos los incidentes de la verja de Gibraltar de 2005: los inmigrantes, pinchados y disparados por los policías marroquíes, trataban de escalar la verja y se mandó allí a la Legión… sin armas, para que hiciera el ridículo más espantoso tratando de detener la avalancha de inmigrantes. De la famosa sirga tridimensional jamás se supo (de hecho, Marruecos estaba saboteando los trabajos de construcción). En todo caso, no sé si se llegó a construir. Me da que no.

Ya sé que los multi-cultis se me echarán encima. Y que me insultarán sin oponer razonamiento alguno, como el troll ese que tuve que borrar del comentario anterior. Pero vuelvo a decir que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. A lo mejor resulta que esa permisividad de la que alardea el P(SOE) no tiene nada que ver con el hecho de que los islamistas pidan con todo descaro el voto para Z, que con tal de atacar a la Iglesia es capaz de hacerse moro él mismo. O a lo mejor sí. Eso, sin contar con otro efecto inmediato: el exceso de inmigración y los problemas derivados de ese hecho serán un lastre que tendrá que soportar Rajoy en caso de que salga éste vencedor. Muy en la tradición española de «el que venga detrás, que se j…». Pero claro, si resulta que «el conceto de eZPaña es discutible y discutido» (deleznable labor de destrucción del sentimiento de pertenencia a la nación española, que no es de ahora sino que se trata de una labor de años), todos tienen los mismos derechos sobre España. Ahora, que puestos a ello, prefiero a los italianos, descendientes de los romanos. Por lo menos, ellos sabían vivir y además, podría comer muchos spaghetti alla bolognese, que me encantan. En cambio, siempre encontré el couscous demasiado picante las veces que me lo ofrecieron.

Finalmente, el «contrato de integración» no lo han de temer quienes vengan con buenas intenciones, como asumo que lo hicieron las camareras Zuleika y Ángela, o mis amigos Hugo y Patricia. Todos ellos trabajan y ganan su pan honradamente, con el sudor de su frente. Deben temerlo quienes quieren establecerse en España porque aquí la legislación penal es extremadamente bondadosa comparada con la de sus países de origen. Ésos son quienes deben temer ese contrato. Y en ese sentido, sí aplaudo la iniciativa de Mariano Rajoy.

El Gobierno me miente y me toma por tonto

Me he tomado la libertad de copiar este post del blog Unidad y Libertad porque me parece excelente.

Tenía esta entrada pendiente de publicar por la cantidad de noticias de actualidad que se iban acumulando sobre la mesa, pero creo que ha llegado el momento.

El Ministro de Trabajo, Jesús Caldera, es conocido por sus autorectificaciones. Anda constantemente corrigiendo sus propias palabras. Un día lo hace sobre la inmigración, otro sobre el paro. La más famosa de sus correcciones fue la del Archivo de Salamanca. En 1995, Felipe González quiso hacer lo mismo que Zapatero. Entonces, Caldera, tan salmantino él, se manifestó por la unidad del archivo y dijo aquello de que no saldría ni un papel y si lo hacía, sería por encima de su cadáver. Cuando Zapatero le hizo Ministro y desgajó los fondos para pagar el apoyo nacionalista, Caldera olvidó sus palabras de golpe y defendió la devolución.

Leo en el ADN una entrevista al Ministro de Trabajo en la que le preguntan por una comentario suyo de hace algún tiempo en el que afirmaba que con mil euros se podía vivir bien en España. Atentos al nuevo escenario:

– Usted dijo: «Con mil euros se vive bien». ¿Lo mantiene?

Dije que mil euros netos al mes con 14 pagas son 14.000 euros al año. Sí una pareja, porque la gente suele vivir en pareja…

– Bueno, no necesariamente.

La mayoría lo hace. Si hay dos ingresos son 28.000 euros al año. Es una cantidad que no me parece bien, es baja, y ojalá la gente ganara más, pero no es lo mismo que hablar de mil euros.

1.- El Gobierno me miente. Repiten por activa y por pasiva que la crisis económica no es tal. Pero los mil euros que servían hace algún tiempo, según el Ministro, para vivir bien, ya no valen. O sea que ha subido más la vida que los sueldos. ¿Qué porcentaje de la población española gana mil euros netos al mes?. Porque si el salario mínimo son 600…

Aunque haya elecciones, digan la verdad. Digan que se ha disparado el IPC, el déficit, la deuda, la morosidad, los precios. Digan que hace diez años uno salía una tarde con 5.000 pesetas y eso daba para ir al cine, cenar, ir de copas y volverse a casa en taxi. Y que hoy, 30 euros, el equivalente de aquellas 5.000 pesetas, apenas da para cenar e ir al cine. Que en esos diez años los salarios han crecido una cantidad ridícula. Que la subida de los mismos acorde al IPC es una farsa. Porque una subida del sueldo de un 4% tiene que hacer frente a 50 subidas de precios del 6-7%.

2.- El Gobierno me toma por tonto. Así que según Caldera, con mil euros se vive bien. Pero ahora viene la letra pequeña. Caldera dice que esos mil euros son netos. O sea, hablamos de 1.200 euros brutos de sueldo. ¿Cuántos ganan eso? Si es el doble del salario mínimo. Y en 14 pagas.

Pero no acaba ahí la teoría: encima debe ser en pareja. Porque según Caldera la mayoría vive en pareja. No sé qué mayoría conoce el Ministro. Pero sus palabras expresan lo que la calle dice hace tiempo, que es imposible comprar una casa si no es en pareja. Pero no vale una pareja cualquiera no, debe ganar también 1.000 euros netos, o sea, 1.200 brutos. Casi nada, como si los trabajos de 1.200 euros sobraran.

O sea que si él vive solo, no llega. Si él trabaja y ella estudia, no llegan. Si ella gana 1.200 y él 600, no llegan. Si se separan y no buscan pareja rápido, no llegan. Si enviudan, no llegan. Si tienen hijos, no llegan. Si uno se queda en el paro, no llegan. Si se meten en una hipoteca, no llegan. Si uno enferma, no llegan. Es decir, excepto que pidan un crédito o una hipoteca, no llegan nunca.

Según el Ministro de Trabajo de mi país soy un quejica. Si no llego a final de mes es porque no quiero ni me esfuerzo lo suficiente. Porque la solución es bien sencilla. Primero, tengo que dejar mi trabajo y buscar uno de 1.200 euros, que parece que hay muchos por ahí esperándome. Una vez que lo consiga, tengo que echarme novia. Y tengo que echarme una que gane 1.200 euros. Así que la pregunta en los pubs no es «si estudias o trabajas», no. Es «si tu nómina alcanza 14.000 euros al año». Y una vez que la encuentre, debo irme a vivir con ella deprisa y corriendo. Y luego he de mentalizarme que no podemos separarnos, ni tener hijos, ni quedar en el paro, ni enfermar, ni estudiar, ni cambiar de trabajo, ni comprar una casa ni nada. Bien fácil lo tengo, ¿verdad?

En cualquier otro país un señor así estaría en la calle. ¿Se imaginan al Ministro danés o inglés diciendo a los ciudadanos que pueden llegar a fin de mes en pareja con dos salarios de 5.000 euros? Y digo 5.000 porque en el resto de países el salario mínimo es mucho más de 600 euros.

Lo que me recuerda a cuando Castro se preguntaba cómo podía ser que los cubanos se quejaran de hambre con la de flores que había en el campo esperando a ser comidas…

Autor: Fin de los Tiempos.

El muerto

Pongamos de una vez los puntos sobre las íes. Los «elementos radicales de izquierda» están al mismo tiempo de luto y de enhorabuena. De luto, porque ha muerto un correligionario. De enhorabuena, porque ese joven ha sido apuñalado por un facha (un «elemento radical de derechas»), en un desarrollo de acontecimientos que se veía venir.

Los hechos son los siguientes, al parecer. Un grupúsculo de extrema derecha solicita al ayuntamiento de Madrid autorización para celebrar una manifestación. El ayuntamiento de Madrid deniega la autorización, como es de esperar en estos casos (cabría preguntarse si el ayuntamiento se hubiera negado en caso de que quien hubiera solicitado la autorización hubiesen sido «los otros»). La manifestación se celebra igualmente, aunque es claramente ilegal por no autorizada.

En estas, aparecen «los otros». No van precisamente a un ensayo de Els Pastorets y seguramente tampoco les ha convocado el consiliario de su esplai (si no gusta el símil religioso, sustitúyase Els Pastorets por West Side Story, que queda incluso más adecuado). Van armados, que bien se puede decir así aunque sea con arma blanca. Unos y otros por fin se encuentran y no se saludan amigablemente; todo lo contrario: hay follón, riña, pendencia, alharaca, tumulto… y muere apuñalado uno de «los otros».

A éstos «otros» les ha faltado tiempo para calificar al apuñalado de «mártir por la causa» y elevarlo a los altares laicos (ésta es su «enhorabuena», con el agravante de que el muchacho era menor de edad). Pero no solamente eso: de resultas de la sinergia provocada, en Barcelona los «colectivos antisistema» montan igualmente una algarada, cirio, gresca, asonada, motín… y veintidós mossos d’esquadra resultan heridos, uno de ellos grave. Sin olvidar el habitual destrozo de mobiliario urbano que pagamos los que no nos metemos en problemas, faltaría más.

Más allá de la demagogia que hace al caso, lo democrático hubiera sido que esos niñatos de extrema izquierda se hubiesen quedado en su casa. Digamos que es lo normal. Si no me gusta el fútbol, raramente me verán en un estadio. Si no me gusta una película, no pagaré por verla ni la compraré. Lo que no haré será impedir que otros vayan a ver el fútbol o la película de que se trate. Considero que eso es lo democrático. También, por otro lado, lo democrático es que si no se autoriza la manifestación, ésta no se celebre de todos modos.

Lo que queda palmariamente a la vista es que ni unos ni otros respetaron, por un lado, la legalidad vigente y, por otro, la libertad de expresión. No hay mal alguno en dar vivas a José Antonio o a Franco, en principio, como tampoco lo hay en dar vivas a Stalin o a Mao (digo éstos dos por poner ejemplos que la izquierda patria siempre ha tenido en «alta estima»: otra cosa es que sean criminales de cuyos crímenes nadie ha pedido perdón). Lo preocupante es que se defiendan las ideas violentamente y se justifique el triunfo de una u otra idea por la aniquilación del contrario (que ya no es contrario, sino enemigo).

A los niñatos de izquierdas que comparecieron en la manifestación no autorizada no se les pasó por la cabeza en ningún momento que quien tendría que haber hecho su trabajo en ese momento y lugar era únicamente la policía. Imagino que tendrían la cabeza llena de pájaros filocomunistas (al igual que los otros la tendrían llena de yugos y flechas) y que por tanto, no quedaba un solo resquicio para una idea sensata. Unos y otros resolvieron sus diferencias a navajazos, como los «machos». Sí, esos machos que se pueden ver en la televisión; o los machos de videoconsola que matan marcianos, monstruos de vario tamaño o pelaje, o seres humanos a carretadas y sin rasguños.

Pues miren, tengo una solución para esto. Es sumamente impopular, pero estimo que muy efectiva. Si tan machos creen que son, lo que hay que hacer es reclutarles y mandarles a una guerra de las muchas que se libran en el ancho mundo, para que sepan lo que es la violencia y su peor consecuencia, la muerte de personas inocentes. O tal vez, sin tanto peligro, reinstaurar el servicio militar y hacerlo en condiciones, para que a unos y a otros se les calmen las hormonas, que al parecer las tienen muy subidas. Los unos y los otros.

Actualización de urgencia, martes 20 noviembre 07.- Respecto de los altercados en Barcelona, hemos sabido ayer que los mossos d’esquadra tenían órdenes de intervenir, «pero sin contundencia» (!). Y que las órdenes venían de «muy arriba», lo cual sólo puede señalar al señor Joan Saura. La orden se explica muy bien teniendo en cuenta que el partido al que pertenece el señor Saura se alinea «moralmente» con los colectivos antisistema y otras hierbas de buen rollito. Sabido esto, y siquiera fuese por decencia, el señor Saura debería dimitir como conseller de Interior. Lástima que, como es costumbre entre la izquierda, los cargos son cesados, nunca dimiten.

No dejéis que los niños se acerquen a ellos

Aprovechando que hoy no es el Día Mundial de la Infancia, voy a tocar un tema que no suele salir demasiado en la televisión (ya se sabe que quod non est in televissio, non est: lo que no está en la televisión no existe). Quiero decir: ¿por qué carajo hemos de hablar de este tipo de temas sólo cuando se «celebra» el Día Internacional de o contra… (lo que sea)? Y si hubiese verdaderamente algo que celebrar, sería la supresión de esta bárbara costumbre, creo yo. Mientras tanto, se impone la lucha antes que la «celebración».

¿Qué justificaciones tiene ese mal llamado «turismo sexual infantil»? Teniendo en cuenta que los sujetos activos (perdonen el eufemismo) se pueden clasificar en varios grupos, vayamos por partes:

  1. Los pedófilos no necesitan ninguna justificación. Satisfacen su aberrante apetito sexual y eso les basta y sobra como justificación. En este blog hay ya una entrada que en su momento les dedicamos.
  2. Un segundo grupo de personas con poder adquisitivo elevado, que consideran la el turismo sexual infantil como «algo excitante» (¡?!). ¡¡¡¿¿Pero cómo es posible que haya personas que consideren la violación de un niño o niña como algo «excitante»??!!! ¿Tan hastiados están de sí mismos? Si quieren «emociones fuertes», se les pueden proporcionar, vaya que sí. Por ejemplo, lanzarles desde un avión (con o sin paracaídas, se deja a elección).
  3. Los explotadores sexuales en sentido estricto, que a un nivel coloquial o vulgar identificamos como «chulos» o «proxenetas». Es decir, aquellos que se aprovechan de dicho tráfico y/o comercio sexual. Gentes a quienes no les importa romper la indemnidad de la infancia, que se repiten a sí mismos «así ayudan a sus familias» como forma de tranquilizar su podrida conciencia.

Resalto aquí unos párrafos de la página web de ECPAT, ONG de ámbito internacional especializada en turismo sexual infantil:

Algunos clientes de la prostitución argumentan que tienen una necesidad biológica real de satisfacción sexual. Otros dicen que utilizan los servicios de prostitutas como una forma de compañerismo con colegas o amigos, o por no poder negarse a propuestas de visitas colectivas en el ambiente donde interactúan. Finalmente, otros clientes pueden comprar sexo para crearse un sentimiento de masculinidad asociado al poder sobre otras personas.

Las investigaciones realizadas en Gran Bretaña y Estados Unidos han descubierto que una de las características más comunes presentes en los autores de delitos sexuales contra los niños/as es su distorsión de las creencias y las actitudes. Muchas de estas creencias son frecuentemente formas sexualizadas de racismo (en esta cultura las chicas alcanzan la madurez sexual mucho antes). Se considera que los niños/as son responsables de su propio abuso, que buscan conscientemente la actividad sexual con el adulto y que consienten explícitamente en las relaciones (el menor ha escogido libremente esa forma de vida). Las distorsiones de la realidad también permite a los abusadores creer que no tienen responsabilidad alguna en sus acciones, y que en todo caso los niños/as salen beneficiados del abuso (solamente están ayudando al niño/a a conseguir algo de dinero). Los programas de tratamiento de los agresores deben hacer especial hincapié en la modificación de dichas percepciones distorsionadas y en fomentar el desarrollo de actitudes de empatía hacia las víctimas.

Además de los propios agresores, en la estructura de la ESCI pueden participar muchos otros actores en diferentes fases del delito: miembros de la familia, líderes comunitarios, el sector privado y redes criminales organizadas.

Perdóneseme la extensión de la cita, pero era necesario incluirla toda. De ésta se puede inferir una cosa: que la madre del cordero aquí es única y exclusivamente la pobreza. La pobreza que hace esclavos y que los mantiene en esa condición mientras son útiles a sus amos. También, la participación de mafias transnacionales (japoneses, chinos, mexicanos, brasileños…) da una nueva dimensión al problema, que ya no es de orden privado dada la envergadura de quien trata de hacerse con tan execrable como lucrativo «negocio».

Quizá en los otros factores no podamos incidir tanto, pero sí podemos hacer algo respecto de los clientes, que son del Primer y mal llamado «mundo desarollado». ¿Tan enferma está la sociedad que puede albergar en su seno una «demanda de servicios» como ésta? Lanzo una pregunta a todos aquellos a quienes el turismo sexual infantil les parece una «aventura excitante y divertida» (que además, como tiene el olor de lo prohibido, excita más su quebrantamiento): ¿LES GUSTARÍA A ELLOS QUE ALGUIEN SE APROVECHARA SEXUALMENTE Y POR DINERO DE SU HIJO O HIJA PEQUEÑA, O DE UN SOBRINO O SOBRINA, O DE UN FAMILIAR CERCANO?

Se corren apuestas sobre la probable respuesta de esas personas.

1500

El número hace referencia a la cantidad mensual de euros que el Gobierno planeaba pagar a los etarras reinsertados, para evitar, al parecer, que se dedicaran al trapicheo con la droga tras dejar las armas. Existe otro plan en el cual algunos empresarios vascos, colaborando con el Gobierno, darían trabajo a etarras reinsertados. Esta broma nos puede costar 300 millones de euros, a repartir en 10 años.

Me parece indignante. Sí, es cierto que «Aznar también exploró esa posibilidad». Sin embargo, y esto es lo importante, no lo llevaron a cabo. Pero «pagarles para que no maten más» es otra vía que ETA puede aprovechar para chantajear al Gobierno. Y desde luego, una vía ideal para que aquellos que militan en esa banda terrorista puedan irse de rositas.

No recuerdo yo que en Alemania se ofreciera pagar dinero alguno para que la banda terrorista Baader-Meinhof dejase de matar. Se acabó con ellos y punto. Y del caso irlandés, con el que los nacionalistas vascos tienen una fijación enfermiza, tampoco tengo noticia alguna de que a los sinnfeiners se les ofreciera dinero alguno a fondo perdido por dejar de matar.

Por otra parte, definamos «reinsertado». ¿Es el etarra que simplemente deja de matar y así lo declara, convencido de su propósito? ¿O es el etarra que ya ha pagado completamente sus delitos con la cárcel y se dispone a enfrentar una nueva vida? En cualquiera de los dos casos, todos recordamos lo que le ocurrió a Dolores González Kataraín, Yoyes. ¿Guardará el miedo la viña, como siempre?

Valiente programa «social». Es decir: hay dinero para «financiar» a ex-etarras y no lo hay —de forma sangrante, además—, para que las viudas tengan unas pensiones dignas que sobrepasen esa miseria de 400 euros promedio. El contraste es evidente: las viudas no pondrán una bomba-lapa en el coche del Ministro de Trabajo y Asuntos Sociales si éste no atiende esta justa reivindicación. Que a quien me puede hacer daño le doy todo lo que me pida e ignoro a quien no me afecte. Lo de siempre, vamos.

El nacionalismo en su conjunto es una inmensa boca, que cuanto más le dan, más quiere. Y no se conforma con menos que la independencia. No importa que con esa hipotética independencia la región se vaya al carajo. Fiat independentia et pereat mundus, que hubiese dicho Kant de haber vivido en nuestro tiempo. En un próximo post nos referiremos a eso. Por el momento, me bastaría que el Gobierno —éste y los que vengan detrás de él— entendiese que a ETA no hay que darle ni agua. Y al PNV, recogedor de nueces, tampoco.

Bastaría con eso, de veras.

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