Una amenaza… y un atentado

Vaya final de campaña. Creíamos que iba a ser tranquilito, pero no.

Empecemos por lo más leve. Me entero, a través de los blogs de los amigos Elentir y Lady Vorzheva, de que Ignacio Arsuaga, de HazteOir.org ha sido amenazado. En el blog de Ignacio tenéis el texto de la amenaza. Ignacio se felicitaba en un post de la sentencia del TSJA favorable a los intereses de la objeción contra la EpC. Pues bien, un tal sinsentido (le cae como anillo al dedo el apodo), le dice esto:

sinsentido. Jueves 6 de Marzo de 2008 | 12:21 h

No controléis vosotros indeseables las mentes de los niños en vuestros colegios del OPUS. El tiempo os pondrá en vuestro sitio y sino (sic) un tiro de gracia en la nuca.

Es de alabar la diligencia de Caja de Navarra (pues a ella señalaba en un principio la IP capturada de ese sujeto) en ponerse a disposición de Ignacio para todo lo necesario y en facilitar datos a las FCSE para la localización del bastardo que ha osado amenazar a Ignacio. Esperamos que sobre él caiga todo el peso de la Ley. Con estas cosas no se juega, «no se hacen bromas». Y si «se va en serio», habrá que atenerse a las consecuencias. Espero que a ese mozalbete (no se me ocurre que esa persona pueda tener más de 25 años) se le quiten las ganas de gastar ese tipo de bromas. Entre tanto, todo nuestro apoyo para Ignacio Arsuaga, un verdadero «luchador por la libertad» (otros que presumen de ello no lo son).

* * *

Y un atentado. Todos tenemos derecho a «decir la nuestra» y ETA, cómo no, ha hablado con su lenguaje de toda la vida: la bomba y el tiro en la nuca. Esta vez le tocó la lotería (¿dónde estás, Sorrocloco? ¿De éste también te vas a burlar?) a Isaías Carrasco, vecino de Mondragón, de 42 años de edad, padre de tres hijos. El asesino le esperó a la salida de su casa y le descerrajó cinco tiros. Más allá de las cuestiones personales y humanas, toca reflexionar sobre los hechos.

Lo primero que salta a la vista es que el asesinato era un mensaje para el P(SOE), puesto que el asesinado pertenecía a ese partido y había ejercido de concejal en su localidad. Como si Josu Ternera le mandara recado a Z: «Recuerda lo que nos debes». De lo cual deducimos también que para ETA es preferible que gane el P(SOE) y no el PP. Pero no solamente por los compromisos contraídos, de los cuales conocemos algo por la boca de los terroristas, no de Z. Z se ha callado como un muerto y aunque ha reconocido que mintió cuando dijo que «el proceso estaba roto», no ha dicho aún de qué hablaron los representantes del gobierno y de ETA cuando se reunieron. Y, por otro lado, la «autorización para negociar» que se concedió a Z en 2005 sigue vigente. Nada se ha derogado, con lo cual, pese a lo que diga Z, «el proceso sigue en pie».

No hace muchas fechas, en el re-bate, Z se ufanaba ante Rajoy de los «pocos muertos» que ETA ha causado en esta legislatura. Normal. Si se consigue lo que se quiere sin disparar un solo tiro, las armas y los muertos sobre la mesa ya no son necesarios. Volvemos a la pregunta de Rajoy de la que Z se escabulló como pudo: ¿A qué Z hay que creer: al que zascandileó tres años y medio con ETA o al que, ante la proximidad de las elecciones y viendo que la cosa va mal, enchirona etarras a carretadas para dar una imagen de firmeza?

Por si fuera poco, la cadena SER vuelve a enredar con el tema. Pero no le saldrá bien.

No es de extrañar que el PSE sufra una sangría de capital-prestigio. Se han ido Rosa Díez, Rubén Múgica, no dudo que Gotzone Mora también dará un paso adelante… Se van los que tenían un poco de honradez. Se quedan los Patxis, los Elorzas y otros a quienes con tal de tocar algo de poder no les importa hacerle el juego al PNV.

Volverán a escucharse las consabidas frases («El Gobierno enfrentará el problema con serenidad y firmeza» y otras chorradas semejantes, sinónimas en los tiempos actuales de no hacer nada). Volverán a verse las lágrimas y la solidaridad sincera del PP, las lágrimas de cocodrilo y la contemporización del PNV (que no es parte de la solución, como se cree, sino del problema) y del P(SOE), así como el coro de lloronas de los demás partidos, que han de simular que les interesa cuando en realidad están pendientes de la fecha del domingo, en la que se juegan sus suculentos sueldos futuros en caso de salir elegidos. Pero el alma de Isaías Carrasco, vasco honrado y valiente (se necesita ser valiente en Euskadi para ser concejal de un partido constitucionalista), ésa, como decía Bécquer, no volverá.

Y a ver qué correligionario explica a las hijas de Isaías que el partido del que era militante su padre permitió que ETA volviera a los ayuntamientos, que volviera a tener voz y voto y, sobre todo, a manejar millones de euros con los que se ha financiado y entrenado a los asesinos de su padre.

Falsos mitos vascos 4

Falso mito vasco núm. 4.- El País Vasco está en conflicto con España desde hace 160 años.

Otro mito vasco que se repite de tiempo en tiempo es el del llamado «conflicto vasco» con España, existente al menos desde hace 160 años. Nos encontramos otra vez ante un dogma vasco según el cual las guerras carlistas fueron la primera manifestación de «la lucha del pueblo vasco en busca de su liberación nacional».

Las guerras carlistas fueron, en el fondo guerras civiles: media España luchó contra la otra media, esta vez por razones de ideología y dinásticas. Fernando VII, el Deseado (valiente mariconazo, por cierto), murió en 1833 sin dejar descendencia masculina. Con ello —y debido a la existencia de la Ley Sálica, que prohibía reinar a las mujeres— plantó la primera semilla de las guerras carlistas. Los partidarios del mantenimiento del Antiguo Régimen, con sus fueros y privilegios, se unieron en torno a la figura del pretendiente Carlos María Isidro, mientras que los partidarios de la abolición de éste abogaron por Isabel II y por su regente madre, María Cristina. No hubo enfrentamientos entre regiones, pues, sino enfrentamientos entre españoles en el marco de una dinastía española: catalanes, vascos, andaluces… en ambas trincheras.

Los carlistas nunca tuvieron como objetivo ninguna reclamación secesionista. Una de sus cantinelas era «Cueste lo que cueste hay que conseguir que venga el Rey a la Corte de Madrid»). El único punto en común entre los carlistas era su adhesión al pretendiente, que siempre hay que colocar en un marco más amplio: la lenta transición de la economía española, antes agraria, hacia una economía industrial. De ahí que el carlismo prendiera con fuerza en las zonas rurales (especialmente del País Vasco y Cataluña), que veían con desconfianza los modos y maneras liberales, al igual que la liquidación de las instituciones del Antiguo Régimen. Pero no es menos cierto que las ideas liberales prendieron con igual fuerza en las ciudades ilustradas. De hecho, Bilbao sufrió dos intentos de asedio carlista (el de 1874 fue narrado plásticamente por Unamuno).

La historiografía nacionalista separatista insiste en presentar las guerras carlistas como la lucha de los vascos por «defender sus leyes e instituciones, así como por su liberación nacional». No obstante, queda fuera de toda duda que fue un largo y sangriento enfrentamiento entre españoles, en un país que se resistía a recibir una tardía influencia liberal.

Falsos mitos vascos 3

Falso mito vasco 3.- Los Fueros son la prueba de la existencia de una nación y Estado diferentes.

La vigencia de los Fueros desde el siglo XIX ha sido presentada por los nacionalistas como la prueba de la existencia de un estado vasco separado del español. De acuerdo con esa afirmación, el Estado español «invadió» a los vascos en 1839.

Los Fueros son la expresión, por su origen medieval, de la pluralidad jurídica que caracterizó al Antiguo Régimen. Estas leyes especiales rigieron en toda Europa durante siglos y ni España ni el País Vasco fueron una excepción. Pero la diferencia fundamental con el resto de Europa es que mientras que en ésta se produce la unificación legislativa como consecuencia de la industrialización y el «movimiento codificador» iniciado por la Revolución Francesa, en España no ocurrió así en su totalidad debido a los acuerdos y pactos forzados por las guerras carlistas (1833-1874).

Fueros los hubo en toda Europa. Su carácter podía ser muy variado: territoriales, corporativos, estamentales o sólo para aquellos que pertenecieran a un determinado estamento (nobleza, clero, comerciantes, pueblo llano, militares…). Así, es «estamental» el Fuero Viejo de Vizcaya, aplicable exclusivamente a los nobles del Señorío de Vizcaya.

Basar la existencia de una nación en la supervivencia de peculiaridades internas que existieron hasta la Revolución Francesa es, cuando menos, una referencia insensata. Tanto como lo sería, basándose en el hecho de que cada estamento social estaba sometido a una jurisdicción diferente, afirmar que cada estamento conformaba una nación diferente…

Falsos mitos vascos 2

Falso mito vasco número 2.- El Euskera (lengua vasca) es la prueba de la existencia de una nación diferente.

Los nacionalistas vascos declaran orgullosamente: «Tenemos una lengua distinta. Luego somos una nación». Esta es una afirmación que no resiste apenas tres segundos de análisis. Si equiparamos «lenguaje» a «nación», resulta que Suiza no existiría, dado que en ella se hablan cuatro lenguas, todas ellas oficiales. Francia, modelo de estado unitario y centralizado, tampoco existiría, puesto que aparte del francés, se hablan lenguas como el bretón, italiano, vasco, alsaciano o diversas variantes del francés (la «langue d’oc» y la «langue d’oil»)

Por otra parte, si lenguaje es igual a nación, un inglés, un estadounidense, un jamaicano o un nigeriano (¡o incluso yo!) compartirían la misma nacionalidad. Y lo mismo se diga del español: el español, el mexicano, el uruguayo o el guatemalteco serían compatriotas. En cambio, un señor de Madrid no sería compatriota de un gallego, o un andaluz de un vasco, por hablar una segunda lengua distinta.

Siguiendo con la reductio ad absurdum, flamencos y valones ya no serían belgas (de hecho, ya se han visto los primeros garrotazos por esta cuestión), sino quizás, franceses y alemanes. Por otro lado, los austríacos serían alemanes por hablar la misma lengua (curiosa coincidencia entre Sabino Arana y Hitler). Y siguiendo ese mismo principio, habría que iniciar la segregación de la Val d’Aran del territorio catalán, porque en esa comarca no se habla catalán, sino aranés, que tiene reconocida la condición de lengua.

Incluso, dentro del País Vasco habría que dividirlo en tantas partes como dialectos tiene el euskera. Las variaciones entre dichos dialectos eran tales en un momento determinado que los lingüistas nacionalistas (empezando por el propio Sabino Arana) tuvieron que crear de la nada una variedad standard, que desconocía por completo la variedad y riqueza de los dialectos vascos.

Añadamos que existen zonas donde el euskera no se había hablado nunca, como buena parte de Álava o las Encartaciones de Vizcaya. Si «lengua» es igual a «nación», ¿se puede considerar que estos territorios son «menos vascos» que el resto?

Falsos mitos vascos

En solidaridad con el bloguero Nacho Sierra, Noggia para los amigos, creo interesante traducir su serie sobre «falsos mitos vascos». Él escribe en inglés, pero ello no ha impedido que un proetarra descerebrado le haya amenazado de muerte (estos proetarras, tan demócratas ellos). Por eso, repito, y como muestra de solidaridad con él, irán apareciendo en mi blog los falsos «mitos vascos» de los que él habla.

Falso mito vasco número 1. El País Vasco y España han sido siempre entidades separadas y antagónicas a lo largo de la historia.

Los vascones, juntamente con los caristios, várdulos y autrigones, forman el sustrato básico de lo que todavía hoy se conoce como «pueblo vasco». Si a ellos se añade la población de la época pre-romana formada por los celtas, los ligures y los íberos, los visigodos y los continuos movimientos de población causados por la conquista musulmana y la reconquista cristiana, tendremos en última instancia la configuración no solamente del pueblo vasco, sino del que hoy se conoce como español.

Tras la caída de los reinos visigodos, todos los pueblos españoles sin excepción tomaron parte en el proyecto común de restauración de la «España perdida» y lucharon contra los musulmanes. Al igual que el resto de los españoles, los vascos, siempre aliados con Castilla, hicieron de la lucha por su religión y por el proyecto hispánico el fundamento de su identidad.

El verdadero origen de Castilla tiene un componente esencialmente vasco. El más importante medievalista español del siglo XX (y presidente de la Segunda República en el exilio) Claudio Sánchez Albornoz sostiene que Castilla y los castellanos fueron el producto de la simbiosis racial y cultural entre los visigodos, los cántabros y los vascos.

Durante siglos, los vascos lucharon y murieron por la reconquista de España, participaron en su gobierno y fueron a repoblar en masa allí donde fue necesario. En la Era Moderna, los vascos exploraron el planeta en nombre de España, pues no eran otra cosa que españoles.

En 1808, durante la invasión napoleónica, los vascos lucharon y murieron por España, su rey y su religión, con el mismo entusiasmo que los vascofranceses como el general Harispe lucharon bajo el mando de Napoleón.

Como escribió Miguel de Unamuno, «los vascos no realizaron jamás una proeza o labor de alcance universal desligados de España o contra ésta». Los vascos formaron siempre parte de lo que conocemos como España y construyeron España conjuntamente con el resto de los españoles.

La mera existencia de un sentimiento «nacionalista» no explica por sí mismo la existencia de la nación. Dicho de otro modo: la existencia de la nación no es una condición sine qua non para que exista ese sentimiento nacionalista que la reivindique. Ello es debido a que dicho sentimiento puede crearse de forma artificial, falsificando la historia, reescribiéndola y colocando en ella a los nacionalistas como las figuras más importantes de esa supuesta «nación».

La «nacionalidad vasca» es un invento de principio a fin. Aunque para algunos sea difícil de aceptar, su percepción y sentimiento de pertenencia a la «nación vasca» está basado en enormes falacias, falsificaciones y ocultaciones de datos. Para ello, se lo han inventado todo: la historia, los personajes, la bandera, incluso los nombres Euskadi y Euskal Herría, utilizados por los separatistas vascos para denominar su «nación» soñada… Todo eso es artificial. La bandera (ikurriña) fue diseñada por Luis de Arana (hermano de Sabino) tomando como base ¡la bandera de un equipo de fútbol inglés!(*)

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(*) Corregimos en este punto una pequeña imprecisión histórica. No es realmente relevante para el relato, pero sí en cuanto verdad histórica. Tomamos el dato del libro de Jon Juaristi El bucle melancólico (Espasa, 1997).

La mentira

Dicen que el tiempo es sabio, que acaba poniendo las cosas en su lugar y a las personas en su sitio. Así le ha pasado a Z: tal día como ayer, reconoció ante Pedrojota que mintió y además, que sostuvo la mentira contra viento y marea durante un año. Y el contenido de la mentira no es baladí: dijo que el Gobierno no había vuelto a mantener contactos con ETA desde el atentado de la T-4. Viniendo del Presidente, es todo un reconocimiento de hechos y además, un desmentido a Rubalcaba, que fue quien dijo, «en nombre del Presidente», que el proceso estaba roto. Si recuerdan, en ningún momento de su primera comparecencia dijo Z que el proceso estuviese roto.

Bueno, ¿y ahora qué? Claro que no es ésa la única perla que deja caer Z en su entrevista-mítin; pero por desgracia, hay que recordar aquí al pobre Rubalcaba, que afirmó petulantemente la noche del 12/03/2004 aquello de «Los españoles nos merecemos un Gobierno que no nos mienta, que diga siempre la verdad».

Vaya por delante que el que crea en la total pureza de algún Gobierno ya puede esperar sentado. En la práctica política de los Gobiernos suele funcionar en asuntos «sensibles» la raison d’Ètat. Es, por ejemplo, la que se suele esgrimir para proteger la intimidad de los políticos o la de la familia real. Que eso nos plantearía otro debate: ¿se imaginan ustedes a, un suponer, a la Voguemomia soportando el mismo grado de acoso periodístico que Paris Hilton? Claro que a la niñata le encanta que le hagan fotos, pero seamos amplios en el ejemplo. No lo soportaría. Cuando se miente por razón de Estado, se hace normalmente para evitar asonadas populares espontáneas, para evitar alterar en demasía, en suma, el orden público.

Sin embargo, Z ha mentido por puro interés político. Aznar ya demostró que era inútil cualquier tentativa de diálogo con los terroristas. Sin embargo, Z repite. ¿Por qué? ¿Realmente «había que intentarlo», o sólo era por hacer lo contrario que Aznar y contentar al PNV, que siempre ha recogido las nueces de la «negociación»? Creemos que el apoyo del PNV estaba condicionado a eso precisamente: a que hubiese nueces para recoger, lo cual sólo se iba a conseguir sentando al Gobierno y a ETA en la misma mesa a «negociar».

Pues bien: no «sólo» porque el famoso proceso de pazzzzz ha sido una mentira mantenida durante un año (y fracasando); no sólo porque, entre otros, ha costado la vida a dos ecuatorianos y a dos guardias civiles; no sólo porque el proceso de pazzzzzz ha servido para ignorar a las víctimas del terrorismo acusándolas de «connivencia con el PP» y para echar mierda sobre su presidente (desde la «lotería» de Sorrocloco hasta las «informaciones contrastadas» que le tachan poco menos que de nazi), pasando por los intentos de dividirlos (la «vía Peces-Barba») y de controlarlos (la «vía elecciones»), que no les han salido bien…

… no sólo por eso, decimos, debe Z dimitir. Recordemos que en una democracia más avanzada que la nuestra, la americana, a Clinton no se le abrió un impeachment (proceso de destitución) por el quítame allá esas manchas de la Lewinski, sino porque negó los hechos. En una palabra: porque mintió. En España esto es, tras treinta años de democracia, inconcebible. No existe el delito de perjurio en el Código Penal; ¿cómo, pues, se va a exigir a los políticos moralmente que digan la verdad? Ésa es la lógica del P(SOE), al menos respecto de los que no son de su partido. Los propios, como siempre, tienen bula.

Así, pues: váyase, señor Z, váyase.

Actualización 21/01/2008.- Estoy acollonado. Acabo de leer un artículo de Martha Colmenares en su blog que me deja pensando. ¿Será verdad que Z ha hecho esta «pequeña» confesión para evitar tener que confesar otras mentiras mayores? Y, en ese caso, ¿cuáles serían esas otras mentiras «mayores»? Tiemblo de pensarlo…

 

¡Retirada!

«¡Retirada! ¡Nos vamos a casa!». Esto tronaba el general y la tropa, como un solo hombre, inició la retirada. ¿A quién se enfrentaba el Ejército? Simplemente, a unos políticos. Si nuestro Ejército hubiese tenido enfrente a otro ejército, seguramente hubiésemos sido testigos de una magnífica exhibición de testosterona. Pero no. Y es que los politiquillos a los que se enfrentaba el Ejército español no eran poca cosa, no. Vascos, ¡no faltaba más! Vascos que dan gracias a Jaungoikoa por ser vascos y no maketos. Vascos que cuando los asesinos etarras se cobran una pieza miran al cielo con cara de pescado hervido, rezan un avemaría y dicen, con fingida lástima: «Otra víctima más. Recemos para que no nos toque a nosotros».

Del otro lado tenemos al ministro de la cosa, añorando los tiempos en que era un simple juez o, todo lo más, miembro distinguido de JpD. Alonso ha visto cómo se le encabritaban los vascos por unas maniobras de nada. Pero es lo que tiene bailar con la más fea. Alonso estaba más en su elemento en Interior (lo propio, habida cuenta de su pertenencia a la carrera judicial, hubiese sido Justicia). Ocurría, no obstante, que ese ministerio tenía demasiadas goteras. Por muy socialista que sea, Alonso no podía olvidarse de su toga. Y en un momento en que se estaba dirimiendo (en rigor, todavía se dirime: estamos esperando la sentencia) el feo asunto del 11-M, las goteras eran extremadamente peligrosas. Y su amigoZapo le castigó a dirigir la Defensa de nuestro país, como antes lo hiciera con Bono, su rival político.

En algún otro artículo hemos visto que ser ministro de Defensa tiene sus ventajas. No hay que entender de la cosa militar, lo cual queda claro con sujetos como García Vargas o incluso Narcís Serra, que por no hacer no había hecho ni la mili. Además, al subordinado de ese ministerio le va mejor si no tiene opinión y se limita a obedecer, sin plantearse si lo que dice su jefe cuando opina por todo el Ejército es sensato o una solemne estupidez. Véase, si no, lo que le pasó al teniente general Mena simplemente por recordar el artículo 8 de la Constitución: en horas veinticuatro, arrestado y a casita por «indisciplina».

Sin embargo, el repliegue del ejército tiene también un componente simbólico. Es otra señal de la retirada del Estado ante la presión y el chantaje nacionalistas. Con todo lo que se podría reprochar a Bono, hay que reconocerle al menos que no cedió ante los nacionalistas, por mucho que se burlaran de él sacando «pecho lata». Pero esta vez el Ejército se repliega. El Ejército puede luchar contra otro ejército en igualdad de condiciones; pero contra los políticos, sencillamente va vendido y lleva totalmente las de perder. Y eso que, según el art. 181 de las Reales Ordenanzas de las Fuerzas Armadas, «el Estado vela por los intereses del militar». Y para más inri, añadimos el art. 99 de esas mismas ordenanzas, que hoy, según están las cosas en lo militar, podría sonar a chacota:

(Funciones del militar en el ejercicio del mando). «Tratará de conocer a sus subordinados; cuidará solícitamente sus condiciones de vida, inquietudes y necesidades y velará por sus intereses, para que todos estén persuadidos de que se les trata con respeto y se les guarda la consideración que merecen».

Pero claro. Cuando el progreso de tu carrera profesional depende de la decisión de un civil que, además, no te tiene demasiada simpatía, dejas en la cuneta a quien sea necesario. Se le llama «disciplina», que es lo bastante inconcreto para incluir ese tipo de comportamientos. No así «espíritu de sacrificio», como no sea el sacrificio útil de las personas e intereses que nos estorban para llegar donde queremos llegar.

Finalmente, el repliegue no es solamente físico. Los valores también están en retirada. Y destruyendo los valores que defiende el Ejército (amor a la Patria, espíritu de sacrificio, austeridad y valor), se destruye al Ejército. Y el Ejército se destruye también cuando su máximo responsable está al vaivén de las circunstancias políticas y no exige que se respeten los valores que el Ejército ha jurado defender hasta con la propia vida si ello es necesario.

Diez mentiras de la negociación con ETA

Publicamos, por su interés, un artículo de Jaime Mayor Oreja (entre paréntesis, una de las cabezas políticas mejor amuebladas de España y, como tal, relegada a un segundo o tercer plano) aparecido en Libertad Digital hace ya algún tiempo, aunque creemos que sigue estando de plena actualidad.

Nunca, desde el arranque de la transición, había sentido el mismo grado de preocupación ante la situación política e histórica de España.

El principal problema de España es la deconstrucción de nuestro régimen constitucional en el marco de una negociación con una organización terrorista y de una paralela y convergente ofensiva nacionalista que tiene como objetivo último poner fin a la cohesión, a la unidad y a la fortaleza de España.

La negociación fortalece siempre a la organización y debilita siempre a la democracia, pero si además esa negociación política se realiza en el marco de una ofensiva nacionalista y de un proyecto de cambio de régimen, entonces la negociación se convierte en un suicidio para la nación. No hay disparate mayor que darle a una organización terrorista la opción de presentar sus reivindicaciones en medio de un programa de segunda transición.

No se trata de alarmar a nadie, sino de decirles la verdad a los españoles. En ese sentido, flotan en el ambiente político español diez mentiras de la negociación con ETA, diez mentiras del Presidente del Gobierno, diez verdades a medias que dan a entender lo que parece ser y no es. Son las siguientes:

1. Una tregua es un cese temporal de actividades terroristas

Bien, esto es cierto, pero no es toda la verdad. Una tregua, cuando se negocia, es mucho más que un cese temporal del terrorismo. Es también una unión temporal de empresas y proyectos entre los negociadores. Las treguas con negociación, además de significar un cese temporal de acciones terroristas, significan acuerdos políticos, significan UTEs.

En la primera negociación, la UTE ETA-PNV acordada en Estella en 1998, consistió en la convergencia entre los dos actores en el objetivo de la autodeterminación.

En la segunda tregua, la UTE se realizó entre ETA y ERC y fue escenificada en Perpiñán en el 2003. ETA marcó un hecho diferencial en su trayectoria saltando por vez primera a un territorio distinto del País Vasco y alcanzando un compromiso de ruptura total de la Constitución, de autodeterminación desde Cataluña, con la contrapartida de siempre de ETA en estas uniones temporales: un cese temporal de asesinatos en Cataluña, que por cierto constituye el único que todavía no ha roto formalmente.

Por último llega la tercera tregua negociada, la tercera UTE, entre el proyecto de ETA y el proyecto del Gobierno de Rodríguez Zapatero, como después veremos.

2. Zapatero se equivoca, es un ingenuo, pero tiene buena intención

Nuevo espejismo, nueva mentira. Porque no se trata de que Zapatero sea ingenuo, puro y limpio, que es engañado. Se trata de que aquí hay dos proyectos que convergen: el de ETA y el del presidente del Gobierno. Por lo tanto la crisis del sistema no está en la ingenuidad del presidente sino en que su proyecto de una España irreconocible converge con el proyecto de ETA. Y en consecuencia, se necesitan mutuamente.

Zapatero tiene un modelo de sociedad sin valores, progre, relativista y débil, y para cambiar la sociedad necesita cambiar el Régimen de la Transición, necesita sustituir al actor que es el PP por otro actor político distinto, por una izquierda nacionalista, y para eso tiene que alterar y cambiar el mapa político y territorial español. Tiene que hacer una España irreconocible, proyecto que necesita como complemento a una ETA legalizada y legitimada en el nuevo escenario político español.

En el fondo, se trata de construir un nuevo tablero político para España en el que ya no tenga cabida el PP y entre a jugar ETA, aun a costa de derribar el edificio constitucional y debilitar la unidad de España, y por lo tanto hay una convergencia de proyectos entre ETA y el proyecto de Zapatero. La UTE Zapatero-ETA ha consistido en cambiar el tablero político español, con expulsión del PP y entrada de ETA.

3. El gobierno del PSOE habla con ETA igual que el del PP lo hizo en el año 99

Otra verdad aparente que encierra otra gran mentira, porque el PP no negoció la declaración de una tregua, no buscó la tregua, no tuvo con ETA ni un solo contacto previo a la tregua. Fue el PNV quien negoció con ETA una tregua en Estella y el PP se encontró con una tregua ya declarada, que no negoció.

Antes al contrario, nosotros cerramos todos los contactos con ETA, cerramos las puertas a ETA, incluso clausuramos las famosas tomas de temperatura a que tan aficionado era el Gobierno anterior. Nosotros, una vez que ETA declaró la tregua unilateralmente –acordada con el PNV contra el PP–, exploramos sus razones y sus intenciones. En ningún momento se produjo una negociación política con ETA.

4. ETA sólo es un grupo terrorista y por lo tanto para derrotarlo basta con luchar contra el terrorismo

Eso es necesario pero no es suficiente. ETA es un grupo terrorista pero es también un grupo totalitario y ha que saber combatirlo como tal.

ETA, además de ser una organización terrorista de comandos que matan, es también grupo totalitario y como tal su objetivo no es otro que la obtención del poder, y del poder total. Su proyecto para alcanzarlo es el ejercicio de la autodeterminación como camino a la independencia, porque sólo con la independencia del País Vasco ETA podrá ejercer el poder total en esa región. Por eso la presencia y el significado de España en el País Vasco es garantía de libertad.

Por eso, porque es una organización totalitaria y revolucionaria de izquierda radical, su objetivo es sustituir al PNV, sustituyendo la autonomía por la independencia, que es lo que le dará el poder total en el País Vasco. Y por eso, por su naturaleza totalitaria, por sus objetivos, por su razón de ser y de estar, ETA no puede cambiar. A ETA no se le puede engañar ni convencer. A ETA hay que derrotarla.

5. El PNV abandonó el pacto de Estella y ya no está protagonizando la ofensiva

Eso es cierto, pero al mismo tiempo mantiene el objetivo de la autodeterminación que es el contenido último del pacto Estella. No protagoniza la ofensiva pero está donde le situó la UTE que firmó con ETA.

Hay muchas discusiones en torno a la posición actual del PNV, hay muchos debates sobre si el PNV continúa o no en el Pacto de Estella, sobre si el PNV de Josu Jon Imaz es o no el mismo PNV que el de Arzallus, sobre si el Plan Ibarretxe está hibernado o es una reliquia. No son más que especulaciones. Lo importante no es si de tal gesto se desprende una interpretación más favorable a esta tesis o a aquélla. Lo importante es comprobar si el PNV ha hecho o no alguna rectificación, ver si continúa haciendo suyo el objetivo de la autodeterminación que asumió en Estrella y que hoy cuelga de él como una espada de Damocles, porque en la medida en que esa autodeterminación se realizara, ellos estarían a los pies de los caballos de ETA, que le sustituiría inmediatamente en el poder.

Este mal llamado proceso de paz, que es un proceso de radicalidad del tablero político español, va a conducir al PNV a una crisis interna muy fuerte que culminará con la elección de una nueva dirección y que se moverá en una contradicción: por un lado, saben que la independencia les conduce a ser sustituidos por ETA en el poder, y por otro lado el debate se centrará en cuál de las dos facciones es más nacionalista, más pura.

6. La paz, el diálogo y la unidad son exigencias de la estrategia antiterrorista

Nueva verdad a medias. Porque para avanzar en esos tres objetivos lo primero que hay que hacer es recuperar la verdad. Sin verdad no es posible la paz, ni el diálogo, ni la unidad. Lo que no se puede es engañar a la sociedad.

La paz y la unidad son sólo posibles si nos atrevemos a recuperar la verdad. Es muy bonito y muy popular referirse a la paz, y a la necesidad de recuperar la unidad frente a ETA, pero ni la paz ni la unidad son recuperables dando la espalda a la verdad. Hay que atreverse a hacer un diagnóstico crudo y certero de la realidad, hay que atreverse a decirle a los españoles qué es lo que está ocurriendo con España, y sobre esa verdad es sobre la que hay que construir todos los puentes, todas las unidades y la única paz posible, que es la paz de las libertades.

7. La clave en la lucha antiterrorista es saber ocupar la centralidad política

Es verdad, pero no es toda la verdad, y tras estar en el PDP y en la UCD, creo que tengo algo de experiencia con el centro político. Cuando se pierde el norte no sólo se pierde el centro, no sólo se pierde la razón de ser y de estar en la política, sino que se roza el ridículo y se termina en el naufragio. Un norte que es más que nunca el centro político español. Ese norte es la nación española. Por eso la respuesta a nuestra incertidumbre política está en España. En nuestra Nación. En nuestra Constitución. En nuestra Transición.

8. ETA ha roto la tregua

Eso es cierto, pero no es toda la verdad. ETA ha roto la tregua pero no el llamado proceso de paz. Antes al contrario, de lo se trata ahora es de convertir un proceso de paz en una negociación en la que ETA siga matando.

En realidad, el mal llamado «proceso de paz» llega con las tres exigencias clásicas de ETA: la legalización de ETA en los Ayuntamientos, la territorialidad y anexión de Navarra y el compromiso de alcanzar un acuerdo sobre la formulación de la autodeterminación, que para ETA constituye el escenario para alcanzar el poder. Todo lo demás es accesorio, propagandístico, mera cortina de humo. Lo esencial es eso. Se trata, una vez más, del proyecto de ETA, el de siempre, el suyo, y por eso es quien tiene la iniciativa en esta UTE, el que marca los tiempos; el único que puede romperla es la organización terrorista.

A diferencia de las dos primeras uniones temporales de proyectos y de empresas, en las que el acuerdo político con PNV y ERC era muy fácil, en esta tercera todo es mucho más difícil y está condenada al fracaso. Y el atentado de la T-4 confirmaba que esta UTE entraba en crisis y que la «autodeterminación ya y ahora» como arranque y garantía del proceso como en el Ulster daba paso a una «autodeterminación a plazos».

Una vez finalizadas las elecciones municipales, una vez que ETA recupera parte de su poder y de su financiación a través del PCTV y de ANV, una vez que confirma que no regresa con las manos vacías, pone fin «temporalmente» a esta UTE. ETA tiene la iniciativa, maneja los tiempos y condiciona la acción de gobierno de Zapatero. Y ETA abre un paréntesis, como si se introdujera en el descanso de un partido, como si quisiera separar estratégicamente la primera parte de una futura segunda parte.

No necesitamos verificar a ETA, porque ETA no ha cambiado ni cambiará nunca. ETA querrá que este mal llamado proceso de paz pueda pervertirse hasta el extremo de que, aunque asesine, la negociación con el Gobierno continúe. Y por eso la vuelta del Gobierno a los contactos después del atentado en la T-4 vuelve una vez más a fortalecer a ETA, a darle la iniciativa y a asegurar su avance sin interrupción. Digamos que con la vuelta a la negociación el Gobierno sigue cumpliendo milimétricamente el plan de ruta fijado por ETA. Por ello, lo único que hay que verificar es la actitud de Rodríguez Zapatero, cuando este paréntesis, este intermedio de muerte, se instale en la sociedad española.

9. Lo importante es intentarlo, asumir riesgos

De acuerdo, pero no a cualquier precio. No convergiendo con ETA. El balance de las tres treguas es claramente esclarecedor y negativo a este respecto. Sumemos las consecuencias de estas tres nefastas UTEs, de estas tres treguas. El balance debe abarcar al conjunto de la ofensiva nacionalista, al debilitamiento de la nación española, al retroceso de la libertad, para comprender la gravedad en la evaluación de los daños. El balance es el siguiente:

  1. El PNV asume la autodeterminación como proyecto propio desde Estella.
  2. Tenemos un Estatuto de Cataluña, abiertamente inconstitucional. Y ERC nos anuncia la «desconexión» de Cataluña si el Tribunal Constitucional falla en contra.
  3. El nacionalismo radical de ERC ha sustituido a CIU en el cogobierno de las instituciones catalanas desde Perpiñán.
  4. Se ha legalizado política y socialmente la vanguardia de esta ofensiva, es decir, a ETA, en la sociedad y en las instituciones vascas.
  5. Se ha llevado a la crisis real a muchas de las organizaciones que surgieron del Constitucionalismo español, que emergieron tras el espíritu de Ermua.
  6. Se ha generado un sentimiento de indefensión, de impotencia y a veces de persecución en las víctimas del terrorismo.
  7. Por primera vez desde la transición democrática, hay expectativas reales de que el nacionalismo vasco puede introducirse en el Gobierno navarro.
  8. La UTE entre ETA y el Gobierno ha destrozado en la práctica la Ley de Partidos y el Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo.
  9. Hay una nueva doctrina jurídica política que ha expresado abiertamente el ministro de Justicia y que ha llevado a la practica el Fiscal General, basado en que el Estado de Derecho se fundamenta en que, a situaciones políticas cambiantes, las leyes tienen que aplicarse de manera diferente.
  10. Y por último, en el terreno moral, lo que en mi opinión es lo más grave, la mentira, el que el fin justifica los medios, y la consideración de que los españoles son menores de edad a los que se les puede despreciar en su inteligencia son los fundamentos de la política que preside el actual Gobierno.

10. España, tres años después de la llegada de Rodríguez Zapatero, no se ha roto y en consecuencia, los agoreros del PP exageraban o mentían.

Última mentira, última verdad a medias, porque las crisis profundas, los procesos de ruptura, no llegan de un día para otro. Los procesos políticos en la buena o en la mala dirección son, al mismo tiempo que profundos, lentos.

España es una gran nación, pero necesita gobernantes que estén convencidos de ello. Y todo lo que está pasando en España a lo largo de estos últimos años encuentra su explicación en esa falta de convicción.

Uno de los mayores errores que se han cometido desde que arrancó la transición ha sido considerar que lo políticamente correcto era no hablar de España, de los valores de orden moral que encierra siempre la historia de una Nación, de sus símbolos. Siempre se han encontrado razones para no hacerlo. Al principio fue la proximidad del régimen anterior, luego era un impedimento para pactar con los nacionalistas, y siempre se ha considerado que esta autoafirmación era una manera de excitar los nacionalismos del País Vasco y de Cataluña.

Error, inmenso error, que ha permitido y ha facilitado que los únicos que han tenido un proyecto político invariable, sin necesidad de cambios y de transiciones, hayan sido los nacionalistas del País Vasco y de Cataluña. Los demás, de forma suicida, prescindimos de nuestro instrumento político mas poderoso para hacer frente al terrorismo, que es España, España como Nación, como proyecto, como realidad histórica, mucho más que nuestras respectivas siglas, mucho mas que nuestras tácticas y estrategias como políticos.

Por todo ello, la alternativa, hoy más que nunca se debe fundamentar y articular sobre la convicción de que España es una gran nación.

155

Otro número que debería dar más que hablar y no lo hace. Éste es el número de uno de los artículos más necesarios de nuestra Constitución, habida cuenta de cómo está el patio hoy en día. El PNV —los supuestos «moderados»: tiene narices— dice orgullosamente que se pasa por el forro de… el arco de triunfo (por decirlo en fino) la sentencia del TS que le obliga a mostrar la bandera española en los edificios públicos.

No es el primer desplante que hace el PNV a la democracia española, a la que desprecia (diríamos que en realidad el PNV desprecia a toda democracia que no se pliega a sus intereses, pero más a la que sí se pliega a éstos). Tampoco, probablemente, sea el último: forma parte de su estrategia el encerrarse en una burbuja (la burbuja «euskalerriana») y negar la existencia y la capacidad, en su caso, a todo lo que se halle fuera de esa burbuja.

Pensemos ahora: ¿qué harían Alemania o Francia si un estado o región tuvieran la desfachatez de rechazar el cumplimiento inmediato de una resolución del Bundesgerichtshof o de la Cour Suprème? Estamos seguros de que entrarían en funcionamiento los mecanismos legalmente establecidos y la sentencia sería cumplida sin más contemplaciones, hasta por la fuerza pública o militar en caso necesario.

En España también disponemos de esos mecanismos, por cierto. Nuestra Constitución, inspirada en la Ley Fundamental alemana de 1955, prevé el citado artículo 155, que dice así (la negrita es nuestra):

«1. Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés de España, el Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en caso de no ser atendido, con la aprobación de la mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general.

2. Para la ejecución de las medidas previstas en el apartado anterior, el Gobierno podrá dar instrucciones a las autoridades de las Comunidades Autónomas.»

Creo que está fuera de toda duda que Euskadi se halla ahora en el supuesto del art. 155. Y por mucho que a Anasagasti se le atragante el marmitako, la Constitución establece una mayoría relativamente pequeña para tomar esas medidas. Sin embargo, el artículo tiene dos problemas en cuanto a su aplicación:

  1. El coste de oportunidad política: ningún Gobierno ha querido arriesgarse a una sangría de votos como la que provocaría la aplicación de este artículo, así como a la estigmatización como «Gobierno dictatorial» (o «fascista» o «franquista»). Suárez no lo hizo, pese a que tenía buenas razones para ello (la acción combinada del PNV y la ETA, que asesinaba a dirigentes de UCD con la suficiente frecuencia como para pensar en defenderse). Felipe González tampoco, para no perjudicar a los socialistas que andaban en comandita con el PNV en el Gobierno vasco. Aznar sí pudo hacerlo, pero en mi modesta opinión «no se atrevió» o creía que otras vías más «lentas» le darían mejor resultado a largo plazo. Y Zapo, pues… ya sabemos por qué tampoco toma esas medidas.

  2. El artículo 8 de la Constitución nos recuerda que el Ejército es el garante de la soberanía e independencia de España y el encargado de defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional. La cuestión que se plantea es la siguiente: después de tantos años y tantos esfuerzos (sobre todo, de los socialistas) para romperle la columna vertebral a ese «nido de fascistas» llamado Ejército, ¿está éste preparado para una eventualidad de tal calibre?

Sin duda, otros juristas más sesudos que este humilde opinante le encontrarán las vueltas a la aplicación o inaplicación del precepto constitucional. Pero básicamente lo que tenemos aquí es que un partido con responsabilidades de gobierno en una Comunidad se burla y toma por el pito del sereno al Estado. Si a nivel personal y como españoles que somos, cuando nos pasa algo así juramos en hebreo y decimos «de mí no se ríe nadie», además de dar al otro su merecido, ¿a qué espera nuestro Gobierno para hacer lo propio con el PNV? Estamos seguros de que el PP apoyaría una tal iniciativa. La lástima es que no caerá esa breva.

El bucle melancólico

Se ha escrito mucha tinta sobre el nacionalismo, particularmente sobre el vasco. Sobre éste hay un excelente libro, que ya he citado en algún otro post. Se trata de El bucle melancólico, de Jon Juaristi. Afortunadamente no es un libro difícil de encontrar (como sí lo es Sacra némesis, tal vez continuación de éste que estamos reseñando). En él se disecciona la anatomía del sentimiento nacionalista vasco con una precisión como creo que nadie antes lo ha hecho, sin perder la amenidad y haciéndose accesible a quienes, como un servidor, no somos vascos.

La intención o propósito (o «principio y fundamento», que diríamos en términos jesuíticos) se revela precisamente en el capítulo introductorio. Que no es otra que explicar la función repetitiva y actualizadora de la melancolía en el nacionalismo vasco. Transcribo unas líneas de esta introducción, que para mí contienen una de las ideas fuerza del ensayo:

«La melancolía nacionalista, como la melancolía imperial, es una variante derivada de la melancolía por la pérdida de la patria, pero hay una importante diferencia entre ambas. Al contrario que los afligidos por la pérdida del Imperio, los nacionalistas no lloran una pérdida real. La nación no preexiste al nacionalismo.»

Como bien menciona Juaristi, el nacionalista llora por algo que no ha perdido. O más exactamente, llora por algo que jamás podrá recuperar: Unamuno y sus compañeros de la generación de 1879, por el Bilbao anterior al asedio de los liberales durante la tercera guerra carlista; Sabino, por el jardín de Abando; Txillardegi, literalmente, por la casa del padre. La Patria, con mayúsculas, se convierte en una especie de sueño edénico. Lo cual, ampliando a Juaristi, ya no es un trasunto saturnino (melancolía), sino neptuniano (conexión a la fons et origo), con todas las implicaciones religiosas que ello comporta (la doctrina como religión, la autoinmolación por la patria soñada e incluso, como el propio Juaristi menciona en el ensayo, la cristificación o transferencia de sacralidad a la religión política que es el nacionalismo).

Qué duda cabe que es Sabino quien, a partir de la pérdida del jardín de Abando (su edén particular), desarrollará una fobia patológica primero hacia los maketos y el baile agarrao y posteriormente lo ampliará contra todo lo español. Aversión que irá creciendo con el paso de los años, entre las generaciones de nuevos nacionalistas, hasta llegar a los tiempos actuales, en los que se llega a justificar la «guerra contra España», la acción violenta, la ekintza.

Juaristi explica perfectamente cómo unos mitos y leyendas recogidos con intención de ser poco más que una guía de viaje contribuyen a la formación de la leyenda de una patria soñada (no real, recordémoslo); y de cómo esa ensoñación o mito, revestidos por el odio a la realidad de la invasión del Edén (el tránsito de una situación de plenitud a otra de derrota y sacrificio del héroe) se transmite de generación en generación, que queda así atrapada en la rueda del eterno retorno nacionalista. Vuelvo a citar a Juaristi en su introducción:

«La estrategia global del abertzalismo es victimista, y por ello tiende a evitar por todos los medios la invalidación del arquetipo narrativo, pero precisa actualizar continuamente los significantes del mismo para que la narración no devenga tediosa incluso para los aristócratas del masoquismo (tanto sufrimiento repetido termina siendo una murga). Así que cambia continuamente la forma del relato a fin de que el contenido se mantenga inmutable.»

Falta un último elemento, tal vez: las voces ancestrales. Esas voces que operan como cantos mitológicos de sirena y que nunca dejará de oír quien alguna vez estuvo expuesto a ellas. Juaristi se equipara así a Ulises, atado al palo mayor de su nave, oyendo dichos cantos de sirena, rabiando por desasirse y sabiendo, no obstante, que la única forma de no caer es seguir atado.

Otros no han tenido tanta suerte. Otros han sido inmergidos en ese océano de voces ancestrales y ya no han podido escapar de su embrujo, de tal manera que con el tiempo han actualizado el arquetipo nacionalista, convirtiéndolo en una extensión más de su persona. No hay nadie en casa: sólo esas voces ancestrales, que como los coros de la tragedia griega, exigen víctimas de sangre para reparar la pérdida de la patria (¿es muy aventurado equiparar a «la vieja que pasó llorando» con Hécate, la Vieja de la diosa lunar en tríada?). Sólo que, para variar, ahora no son ellos quienes se inmolan, sino los demás (masoquismo que deviene en sadismo, en una especie de extraña transmutación).

No quisiera alargarme más, sino únicamente recomendar la lectura de este libro a aquellos que quieran entender el cómo y el por qué del nacionalismo vasco. Es una lectura interesante para este verano.

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