Menudo maremoto que ha asolado las Batuecas en estos últimos cuatro días. Sepan ustedes que España está sumida en una crisis del ébola de mil pares de narices y que lo peor es que estamos envueltos en una luz de gas de la que todavía parece que no hay forma de salir. Ni siquiera sé si yendo por partes podríamos aclararnos algo. Pero lo vamos a intentar.
Continuar leyendo «Maremoto»
Categoría: Sanidad
Estación Aborto: final de trayecto

Sepan ustedes que en las Batuecas disponemos de una red ferroviaria que, salvo imponderables (más o menos evitables), funciona correctamente. Los trenes llegan y salen a su hora y, salvo huelgas en que el ciudadano es tomado de rehén, no hay incidencias remarcables de servicio. Además, resulta que ahora te avisan de las estaciones, ya sea por megafonía o por letreros deslizantes, lo cual ayuda mucho a un servidor de ustedes, que en materia de viajes tiene la suerte del pupas.
Sobramos
Tras un descanso por motivos familiares que ustedes ya conocen perfectamente, volvemos a la carga. Y volvemos con algo que se está convirtiendo en un secreto a voces. Resulta que sobra gente. Y sobra en todas partes, al parecer. Particularmente en Europa, donde una especie de cultura de la muerte se va imponiendo lentamente en los Gobiernos, a juzgar por los hechos.
Supongo que habrá quien opine que esta directriz proviene de los «amos del Nuevo Orden Mundial», unos señores que no se sabe muy bien quiénes son, pero que –según parece– cortan el bacalao y mandan por encima de Gobiernos grandes y pequeños, con independencia de su color. No sabría decirles; probablemente sea así. Lo que sí sé seguro es que ya en los años 70 apareció un informe de la ONU en el cual se venía a decir que al ritmo de crecimiento actual (de entonces) de la población terrestre en 20 años la Tierra sería insostenible de mantener: por un lado, el bienestar generalizado de la posguerra había tenido como consecuencia un gran incremento de la natalidad; y por otro, los avances médicos habían aumentado la esperanza de vida más allá de los 80 años. Los medios tradicionales de control de población (hambre, guerra y peste) o no funcionaban o no era posible ponerlos en funcionamiento sin atraer el reproche internacional (particularmente la guerra a gran escala: el recuerdo de Hiroshima estaba muy presente).
Hoy, sin embargo, 40 años después, alguien ha decidido que el hongo atómico y todas las atrocidades que le precedieron quedan ya muy lejos. Ha decidido que era demasiado pedir el mantenimiento del bienestar de que disfrutábamos hace tantos años. Y ya desde los años 70 se observa un movimiento destinado a desmantelar ese Estado de Bienestar que hacía que una mayoría de personas tuviera casa, comida y trabajo en cantidad suficiente para atender con dignidad las necesidades de su vida. En mi modesta opinión, el primer toque de atención fue el SIDA, la llamada «peste del siglo XX». Al margen de otras consideraciones farmacéuticas, como las de intentar ralentizar el estudio de su vacuna para conseguir que la que salga al mercado sea rentable, el SIDA marcó a muchas personas, ya fuera por la verdad o por la sospecha. Sin embargo, si en Europa fue terrible, en África causó verdaderos estragos poblacionales, por los demás problemas endémicos que padece el continente (algunos médicos, otros simplemente humanos).
¿Qué decir del mundo civilizado? Bien, desde hace unos cuantos años (tal vez desde esa misma década de los 70) se está instalando lentamente (bien dirigida, eso sí) una cultura de la muerte, que va tanto hacia atrás (aborto) como hacia adelante (eutanasia). Sólo que en Europa había que ir con mucho más cuidado: la influencia cristiana (especialmente católica) en la sociedad es una barrera importante frente a la decisión del Estado acerca de quién debe o no debe vivir y cuánto tiempo. Por eso quienes trabajan por esa cultura de la muerte se han dedicado a atacar sin cesar la religión, de forma directa o a través de la lluvia fina (series de televisión y similares). En España no hay que fijarse en que los/las/les mismos/as/es que berrean que «el aborto es un derecho de la mujer» son los que al mismo tiempo «exigen a los obispos que saquen las Biblias de su coño» (literal, de una indocumentada ex concejala del PSPV). Todo va en el mismo pack.
Destruida así la resistencia moral, queda libre y expedito el camino para que se imponga esa cultura y uno viva sólo con autorización del Estado. Extra Status salus non est. No obstante, la implantación del aborto como «solución» avanza a buen ritmo, siendo además un buen negocio que el proabortista PPSOE no va a tocar. Respecto de la eutanasia, están en ello porque todavía a mucha gente le repugnan casos como el de las sedaciones irregulares del «doctor» Montes (parece mentira que habiendo sido juzgado y condenado, a ese señor no se le retirara la licencia). Y ni siquiera películas (lluvia fina) como Mar adentro han conseguido el efecto deseado, porque se ha recordado oportunamente que el nacional-socialismo operó de la misma forma en 1938 cuando quiso que la población aceptara sin chistar que a los locos, a los inválidos y a los ancianos se les pudiera administrar la inyección letal. Pero ya en Andalucía se ha aprobado una Ley de bien morir, y en Cataluña andamos con lo del testamento vital.
¿Y ahora? Hay más toques de atención, y los responsables se cortan menos a la hora de hablar. Desde Christine Lagarde, la directora del FMI tras la vergonzosa salida de Paul Wolfowitz… pasando ya por un mandatario de Gobierno nacional. Concretamente, un bestia de primer ministro japonés, que se ha dirigido a los ancianos de su país para decirles (non sic):«Dense prisa en morir, que son muchos y nos cuestan muy caro». Cuesta creer que esto se haya podido decir en un país cuyo modelo de crecimiento económico descansó tantos años en la consideración de la empresa como una familia. Cuesta más creer que a ese señor nadie le haya montado una moción de censura y le hayan descabalgado sin más. O que, siguiendo su tradición secular, no le hayan mandado una katana a su casa por conducto oficial y el correspondiente encargo.
La cascada, nuevamente, llega a España. Ya tenían a los ancianos agarrados por donde no suena con una pensión de mierda (a sus viudas con el 55% de esa pensión: poco más de media mierda) y había que dar una vuelta de tuerca. Dicen que hay que recaudar. Por eso ahora se van dejando de ofrecer servicios médicos (o se prestan, pero con el correspondiente facturón) y se van retirando medicamentos (de 400 en 400) de la Seguridad Social. Es una solución perfecta: con esas pensiones, el pensionista ha de elegir entre poder medicarse o poder comer (ya se ha dado algún caso). Elija lo que elija, el anciano muere y el Estado ya no tiene que cubrirle. Por si faltara algo, resulta que ahora las compañías de seguros médicos ya le dicen confianzudamente a uno: «¡Qué caro nos está costando!, ¿eh?» (si los peces gordos ya no se cortan en decirlo, ¿por qué iban a hacerlo las compañías de seguros médicos?), como sé que le ocurrió a una amiga de la familia respecto de su padre, enfermo terminal de cáncer. Y conste que estoy de acuerdo con ella: al delegado o representante que le soltó esa barbaridad había para arrancarle los ojos.
Ante todo este panorama, que tiene algunas derivadas muy negativas (objeto de un próximo post), se preguntarán ustedes «qué podemos hacer» (no se pregunten «qué nos va a ocurrir»: eso sería señal de que se han rendido). Tengo una respuesta:
Primero fueron a por los no nacidos,
Pero yo no protesté porque no era mujer ni iba a ser padre.
Luego fueron a por los ancianos,
Pero yo no protesté porque no era anciano ni tenía uno a cargo.
Luego fueron a por los locos y los inválidos,
Pero yo no protesté porque no era ninguna de las dos cosas ni tenía uno a cargo.
Luego fueron a por los cristianos, porque defendían la vida y la dignidad del ser humano,
Pero yo no protesté porque no era cristiano.
Luego fueron a por los demás disidentes,
Pero yo no protesté porque nunca me pareció mal lo que se hacía.
Cuando vinieron a por mí
Ya no quedaba nadie que protestara por mí.
(adaptado de Martin Niemöller).
Muerte indigna (I)
La noticia a la que se refiere el post es un poco «antigua», pero pueden ustedes rastrearla aquí. Viene muy a cuento, dados los medicamentazos que el Ministerio de Sanidad ha propinado a nuestros mayores. Parece que de forma indirecta, la menestra Ana Jaguaryou Mato quiere aplicar una especie de variante de la eutanasia…
Sí, muerte indigna. La de doña Ramona Estévez, fallecida tras una agonía de 14 días provocada por la retirada de la sonda naso-gástrica que la alimentaba por hallarse en estado de coma. ¿Quién es el asesino, se preguntarán ustedes? No, no es el mayordomo. Ni es un Doctor Muerte, como en el caso de cierto hospital de Leganés. Ha sido nada menos que la Junta de Andalucía, que ha decidido que Dª Ramona no tenía derecho a seguir ocupando una cama en el SAS (Servicio Andaluz de Salud) ni a usar de una sonda que la mantuviese en vida. Dicho muy pronto y muy mal, pareciera que la han dejado morir como una perra. ¿Y por qué? Como se trata de la Administración, resulta que faltaba un papel: el llamado «testamento vital», en el cual Dª Ramona hubiera podido solicitar lo que mejor conviniese y en el que seguro que no hubiese solicitado el trato final que le han propinado.
Más allá de la noticia (horrenda por sí sola), las causas de que la izquierda y cierta derecha se muestren «encantados» con el tema de la eutanasia hay que buscarlas más atrás. Un usuario del blog Contando Estrelas comenta lo siguiente, que puede estar en la pista de la verdad del tema de esta entrada:
Hay pocos embarazos porque está de moda tener uno y solo uno. Muchos de esos que habrían podido nacer, no nacen porque se les asesina en aplicación del «derecho a decidir», en esos campos de exterminio legalizados y subvencionados por las autoridades. Consecuencia: hay pocos niños, insuficientes para el reemplazo generacional. Los del «baby boom» de los años 60 (entre los cuales me cuento, porque nací en 1966) vamos ya por la cuarentena y aproximándonos a la cincuentena. Somos legión, somos muchísimos. Mis padres tuvieron 4 hijos, mis suegros 4 hijos también, tengo más de 35 primos porque las hermanas de mi madre (que son 4) tuvieron todas entre 4 y 5 hijos.
Teniendo en cuenta lo que he dicho en el párrafo primero (poca natalidad, y mucho aborto), y teniendo en cuenta que dentro de 15 ó 20 años habrá que empezar a pagar las pensiones de los para entonces viejos del «baby boom» de los años 60 los canallas que nos gobiernan y los lacayos que hacen como que se oponen y aspiran a gobernar, han hecho sus números. Y se han dado cuenta de que tienen que empezar ya a meter la eutanasia para eliminarnos a los del «baby boom», porque nuestras pensiones no podrán sostenerse, por la sencilla razón de que no habrá cotizantes: a los que hubieran podido ser cotizantes los fueron exterminando en las trituradoras del aborto.
La táctica con la eutanasia será la misma que usaron con el aborto: casos aislados extremísimos, lacrimógenos, tipo película «Mar adentro», propaganda arrasadora, especialmente virulenta contra la Iglesia y presentando la eutanasia como un «derecho a la muerte digna». Dentro de 20 años, cuando los para entonces viejos del «baby boom» seamos una carga insoportable porque no hay reemplazo generacional (el que pudiera haberlo habido, que lo busquen en los contenedores de basura de los abortorios), la eutanasia será no sólo un derecho, incluso una «obligación».
Aviso para navegantes, para aquellos que lean esto y tengan más de 40 años: vienen a por nosotros, y detrás de nosotros, irán a por los que ahora tienen 35 ó 30 años, porque seguirá faltando reemplazo generacional (el que pudiera haberlo habido, sigan buscándolo en los contenedores de basura de los abortorios).
El PP también está entre los que apoyaron en Andalucía la ley de «muerte digna». Ya no sólo por convicciones, sino también por instinto de autoconservación, votaré a AES. Los que lean esto y no sigan mi consejo, y tengan ahora 40, 45 ó 50 años, dentro de 20 años no se quejen si sus familiares, y el doctor y la enfermera se ponen muy pelmas insistiendo en que decida «morir dignamente». A lo mejor ni le preguntan, como han hecho con Dª Ramona Estévez: su tratamiento médico y su pensión son demasiado caros y hay que seguir sosteniendo políticos, sindicatos, autonomías y fruslerías varias.
Los tres primeros párrafos son, a mi entender, la clave del problema. Sólo corregiré un punto: no es que «no esté de moda» tener hijos, sino que todo se inscribe en una estrategia integral de ataque a la institución familiar tradicional. Hay que remontarse a bastante atrás (años 70) para rastrear algunas decisiones de la ONU que calculaban que por estas fechas la Tierra iba a tener, al ritmo de crecimiento actual, como 20.000 millones de habitantes. Las apocalípticas predicciones malthusianas han sido rebatidas por las simple práctica.
A partir de ahí se creó un mantra: «sobra gente» («gente» igual a «pobres»). ¿Recuerdan ustedes cómo a la izquierda patria le entraba –le sigue entrando– la «risa floja» con los premios de natalidad franquistas? El Régimen podía ser todo lo «totalitario» (en comparación con sus coetáneos comunistas, era «casi» una democracia); pero sabía la importancia de que existiera un recambio generacional, al par que como «nacionalcatólico», protegía a la familia, pues éste es también un principio cristiano.
Sin embargo, esta directriz cambió con la llegada al poder de la izquierda (o por mejor decir, «franquistas remozados de rojo»). El enemigo a batir (o por lo menos a erosionar en forma suficiente) fue el trinomio familia-escuela-Ejército, que en el régimen anterior se consideraba que era lo que te convertía en un «hombre de provecho». ¿Qué tenemos hoy? Una familia de autoridad erosionada, una escuela donde el profesor no puede ejercer debidamente su magisterio y autoridad… y bueno, del Ejército, después de cómo lo han dejado la Chaconeta Metálica y sus antecesores, mejor ni hablamos.
… Y el que no se consuela…
… es porque no quiere…
Tabacazo
El Gobierno se ha decidido definitivamente a tocarnos las narices. Los hijos del prohibido prohibir nos lo están prohibiendo absolutamente todo. Ayer se levantaron ustedes con la prohibición de fumar en todos los espacios públicos. Pero antes de tomar posición quisiera traer a la consideración de ustedes los siguientes hechos: Continuar leyendo «Tabacazo»
Rayan
El llamado caso Rayan ha hecho correr ríos de tinta ya. Sin perjuicio de repetir otras ideas, vaya en primer lugar mi condolencia al padre que en poco menos de dos semanas ha perdido a una esposa y a un hijo recién nacido.
Parece todo una especie de comedia de los errores. Errores pequeños, «sin importancia», que juntados, han compuesto un error de tamaño maxi. Me quedo con la pregunta de Antonio Casado en periodistadigital: hay que determinar si la muerte es causa de una negligencia profesional de una joven enfermera o la consecuencia lógica de un funcionamiento deficiente. Y a mayor abundamiento, adjunto el comentario de una usuaria en ese mismo digital:
«Politizar la Gestión de la Sanidad Pública fue un error que conocemos todos los profesionales de la Sanidad. Si hemos llegado a alcanzar un nivel bueno a nivel mundial, se debe a la formación y el tesón de los profesionales -entre los que sigue habiendo un alto número vocacional-. Desgraciadamente los políticos han utilizado, como arma contra partidos rivales, la financiación a las CC.AA en materia de Sanidad. ¿Culpables? Por supuesto, el que hace la acción, el supervisor que cambia sin razón a un trabajador sin estar preparado, el gerente que prefiere hacer la vista gorda ante las deficiencias, el Consejero autonómico que no protesta ante el Ministerio, el Ministro que recibe órdenes del Presidente para bloquear aumentos de financiación y por último los medios de comunicación con la TV a la cabeza, que banalizan los actos médicos y de enfermería con el traído: «una sencilla operación de columna…» «un pobre abuelo atado a la cama….» «el corporativismo médico….»».
Quizá no podamos erradicar por completo los errores médicos. Pero en la medida en que el error es humano, suele haber algún responsable. Y a ése –o a ésos– se le debe aplicar la responsabilidad que legalmente corresponda. Y no sólo eso: hay que tomar medidas para que ese error no se vuelva a producir. No es posible que en «la sanidad más avanzada de Europa» se dieran en 2008 más de 12.000 casos de errores médicos, de los cuales 508 acabaron con resultado de muerte.
Y lo peor no es esto. Mohamed VI ha aprovechado la circunstancia para «sacar pecho» y ha enviado un avión para repatriar el cuerpecito del bebé. Así los marroquíes visualizan que su rey, pese a que todo el país es suyo y de su camarilla y que entre todos tienen agarrados al país por donde no suena, también tiene su corazoncito (¿por qué no hace lo mismo con los sin papeles marroquíes que mueren en la patera, en el intento de llegar a esa tierra prometida llamada Sbaña?). Que habrá tensiones diplomáticas entre España y Marruecos está cantado, y los queridos primos Mohamed y Juancarlitos dejarán de visitarse por algún tiempo para guardar las formas.
Y ZP toca la lira mientras España arde por los cuatro costados.
Un paseo matinal
Para quien no lo sepa, la Rambla Nova de Tarragona es la main street de la ciudad. Cualquier manifestación importante empieza, continúa o termina en ella. El kilómetro largo que va desde la Plaza Imperial Tàrraco hasta el Balcó del Mediterrani, barandilla desde la cual se atisba el Mare Nostrum en toda su inmensidad y lejanía, sirve lo mismo para ubicar el mercadillo los martes y los jueves como para todo otro tipo de actos, autorizados o no.
Ha sido el caso de esta soleadísima mañana de sábado. Hallándome de paseo en la citada vía, han aparecido unos defensores del aborto libre y gratuito. Atronaban con la versión Communards de la canción Don’t leave me this way, (No me abandones así), bastante en contradicción con lo que andaban predicando. Me he convencido de que no sabían inglés; de otro modo no habrían puesto esa canción. Y desde luego, desconocían que la canción había sido o es un icono musical de la cultura gay (como gays eran Jimmy Sommerville y Richard Coles), con lo cual en absoluto la canción tenía que ver con sus reivindicaciones.
Despropósitos musicales aparte, no eran una manifestación multitudinaria, ni mucho menos. Y me dio pie a la reflexión que va en estas líneas. ¿Por qué o para qué el aborto libre? Ya hemos hablado del aborto como delito aquí y aquí, así que no repetiremos argumentaciones que van en esas entradas. En mi opinión, quien pide el «aborto libre» es alguien que pretende ser irresponsable. Es decir: hemos aceptado que la carne es débil (¿?) y que el goce del sexo debe ser inmediato y no se puede prohibir o limitar (como cualquier goce en nuestra sociedad hedonista). Cuesta menos decirle a una adolescente «toma un par de condones y confío en tu buen juicio» que tomarse la molestia de educar en los valores de una sexualidad responsable y respetuosa con el propio cuerpo, habitualmente tachada de rancia por las autoridades progres de las Consejerías de Educación.
Así, pues, la mujer —o lo que es peor, la adolescente— se acuesta con quien le parece, porque el ambiente invita a ello y se recita como un mantra «lo que da placer no puede ser malo». Como ya hemos quitado la barrera del autodominio y la educación sexual, hay que fiarse de elementos externos. Si tras el fornicio la mujer no se queda embarazada, miel sobre hojuelas. Puede buscar otra ocasión de placer con el mismo u otro compañero. Si el condón falla o era de mala calidad, siempre nos queda la pastilla del día después. Y si la pastilla falla, bien porque no se tomó a tiempo, bien porque «falló» por cualesquiera otras causas, ¿qué nos queda?
La ley es muy clara: y si el producto de la concepción o fornicio no lo es por causa de violación (presumamos aquí el consentimiento), ni hay peligro para la madre ni ha de nacer con algún tipo de malformación, no permite el aborto. Ni tampoco, aun cuando concurra cualquiera de las tres circunstancias, si el aborto se practica tras el plazo de 12 semanas. En todos esos casos el aborto es delito (correctamente entiende la ley que se trata de un delito equiparable al asesinato).
Pues bien: quienes defienden el aborto libre y gratuito pretenden, simplemente, «evitar las desagradables consecuencias del fornicio», para que «lo que da placer siga siendo bueno». En una palabra, eludir la responsabilidad del nacimiento y educación del ser que llevan en el vientre. Rasgo que, en mi opinión, no denota sino inmadurez, puesto que la persona madura acepta y sobrelleva las responsabilidades de la vida y las consecuencias de sus actos, mientras que la persona inmadura rechaza unas y otras, amparándose en vanas excusas, que encubren el imposible deseo de seguir siendo puella aeterna…
-¿Qué pasa? -volvió a exclamar.
Ella tuvo que decírselo.
-Soy mayor, Peter. Tengo mucho más de veinte años. Crecí hace mucho tiempo.
-¡Prometiste que no lo harías!
-No pude evitarlo. Soy una mujer casada, Peter.
(James M. Barrie, Peter Pan)
Qué duda cabe que para algunas es un trauma salir a la fuerza del País de Nunca Jamás.
Pero no solamente eso. Pretenden además que la tal práctica médica abortiva, contra la cual yo me declaro, sea financiada con dinero público. O sea, con dinero mío y de usted, señora, que también se opone al aborto. Lo cual es el colmo de la irresponsabilidad: ni me hago cargo de mi bebé porque es un engorro, «no estoy preparada» o simplemente porque no me da la gana, ni hago el desembolso necesario para que me lo quiten de la barriga porque mamá Sanidad pública me lo va a quitar gratis.
Pues miren ustedes, señores y señoras abortistas: yo digo NO. Con mi dinero NO.
Inocentes (y II)
Continuando el post anterior y para hacer algún tipo de crítica constructiva… empezaremos por mencionar la entrevista que La Razón del sábado pasado hace a Jaume Cañellas, psicólogo y extrabajador de una clínica abortista. Lo que cuenta en ella pone los pelos de punta. Y el hombre se declara ateo y de izquierdas. Pero aún le queda conciencia: no le ha sido arrebatada por el discurso progre en boga. Pero esa entrevista me ofrece otro detalle: el hecho de que se necesiten psicólogos en esas «clínicas-mataderos» demuestra, a mi entender, lo antinatural del acto de abortar.
La entrevista pone de manifiesto dos puntos relevantes también: que «sólo los grupos cristianos y la derecha» se han preocupado de este tema, que a la izquierda no le ha interesado saber qué ocurría en estas clínicas. Y que no hace falta ser «ultraconservador» para ser humano. También —y éste es otro dato muy importante—, el silencio y el vacío que halló en la Conselleria de Sanitat cuando quiso denunciar estos hechos. Lo cuenta así (la negrita es nuestra):
–¿Denunció estos hechos?
–Yo quería contar lo que había visto. Pero yo soy una persona que me gano la vida, no tengo dinero para litigar contra la mafia del aborto, no soy un «Don Quijote». Por eso acudí a la Conselleria de Sanidad de la Generalitat. Los inspectores que me enviaron me hicieron un interrogatorio como si el delincuente fuera yo. Después pasé meses sin recibir respuesta. Acudí al Defensor del Pueblo y al Síndic de Greuges [defensor del pueblo catalán]. El único que me contestó fue el primero, Enrique Múgica. Me envió una carta en la que me explicaba que se había interesado por mi denuncia y que estaba dispuesto a tomar cartas en el asunto, pero que el Síndic le reclamaba las competencias. Harto de que no me contestaran, me puse a llamar a la Conselleria y al final me respondieron que no había irregularidades, que sólo advirtieron a la clínica que tuviera «más cuidado con las historias clínicas». Eso fue lo único que encontraron, cuando me habían llegado a pedir que me llevara yo los test psicológicos a casa, que es ilegal.
Entonces, ¿qué está pasando aquí? En la práctica, nos encontramos con que la realidad bendice el aborto libre, previo pago de una (muy) respetable cantidad de dinero. En otro punto de la entrevista el señor Cañellas habla de «mafia del aborto». Y ciertamente, una mafia digna de tal nombre tiene contactos en las altas esferas, cuando no es que ella misma forma parte de esas altas esferas. La Generalitat sólo encuentra «pequeñas irregularidades» cuando va de inspección. Está claro que se pasan por el forro de… el arco de triunfo la Constitución (art. 39 y, sobre todo, art. 15)…
Art. 15, pfo. 1: Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral, sin que, en ningún caso, puedan ser sometidos a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes.
Art. 39
1. Los poderes públicos aseguran la protección social, económica y jurídica de la familia.
2. Los poderes públicos aseguran asimismo, la protección integral de los hijos, iguales éstos ante la ley con independencia de su filiación, y de las madres, cualquiera que sea su estado civil. La ley posibilitará la investigación de la paternidad.
3. Los padres deben prestar asistencia de todo orden a los hijos habidos dentro o fuera del matrimonio, durante su minoría de edad y en los demás casos en los que legalmente proceda.
4. Los niños gozarán de la protección prevista en los acuerdos internacionales que velan por sus derechos.
Pues eso: que, al menos en Cataluña, ni lo primero, ni lo segundo, ni lo tercero. ¿Y por qué ocurre esto? En mi opinión, esto siempre formó parte de los programas de la izquierda. Si la Iglesia Católica (recordemos que aquí la izquierda no es laica, sino anticatólica) defiende «el derecho de nacer», la izquierda defenderá lo contrario, es decir: el aborto libre y a las feministas recalcitrantes de «el vientre es mío» (deberían alegrarse de que sus madres no hubieran pensado igual cuando estuvieron embarazadas de ellas). Que además y para esta legislatura, dicha permisividad forme parte de un pago por el apoyo que dichas asociaciones es algo «discutido y discutible». Nuevamente, en mi opinión, no es algo ajeno e independiente (al igual que la muy injusta Ley integral contra la violencia de género, parida por las asociaciones feministas y que conceptúa al hombre, por el solo hecho de ser hombre, como maltratador potencial).
Finalmente, ¿hay esperanza? Sí, la hay. Hay alternativas a ese asesinato legalizado que es el aborto (incluso dentro de los tres meses hoy legales). Entendemos que la adopción es una de ellas. Respetando siempre la decisión de aquellas parejas que van a buscar el niño a Pekín, a Harare o a Lima, entiendo que sería más fácil encontrar un bebé adoptable aquí (y tal vez más económico) que en esos otros lugares. Me gustaría que mucha gente que está pensando en adoptar entendiese que tan «solidario» es adoptar un bebé boliviano como adoptar uno español. Tengo que confesar mi desconocimiento de si existe una estructura adecuada para esta demanda de la sociedad (desde luego, para los abortos parece que estaba perfectamente organizada). Si existe, debería haber más información al respecto. Si no, es un asiento más en la cuenta del debe de ZP.
En fin. ¡VIVA LA VIDA!
Inocentes (I)
He tardado muchos días en escribir sobre este hecho, que me conmovió hasta los cimientos y que me produjo una repugnancia fundamental y básica. No podía —no puedo aún— acercarme a los hechos desnudos de forma aséptica, sin emoción. Sin embargo, y aunque la enormidad me supera, trataré de escribir algo que tenga algún sentido, puesto que ayer fue su día.
Los hechos desnudos y asépticamente considerados son los siguientes: en una red de clínicas dirigidas por un médico peruano se permitía el aborto más allá de las doce semanas preceptivas. Todo parecía muy limpio y seguro. Por un módico precio de 4.000 €, las embarazadas que lo desearan podían quitarse ese molesto apéndice llamado feto que había que cargar durante nueve meses (o siete, si se daba el caso, pero no menos) porque así lo había dispuesto la Madre Naturaleza, más sabia que los hombres por lo general.
Es habitual y significativo que quienes dieron la voz de alarma fueron unos reporteros daneses (desde fuera la realidad suele verse con más objetividad), siguiendo a ciudadanas de su país que arribaron a Barcelona porque, al parecer, esta ciudad es la meca del aborto. Uno no puede por menos de considerar que se ha invertido la tendencia. Antes (en los años 70 y 80, sobre todo), eran las españolas las que tomaban el charter abortivo, que se decía entonces, y se iban a Londres a abortar (las que podían, claro). Ahora, en cambio, vienen aquí a abortar porque en sus países de origen está prohibido o se ponen muchas trabas.
Otro dato muy significativo en el caso de Barcelona es que la Generalitat «nunca encontró irregularidades» antes de que el caso se denunciara. Según informa la prensa que se ocupa del caso, parece ser que sí había inspecciones, pero raramente finalizaban con algo más grave que una multa que, de todos modos, la clínica inspeccionada podía pagar. Y también, según informan esos medios, que el «doctor» Morín (permítanme que, por muy licenciado que sea en medicina y cirugía, ponga el título de este señor entre comillas) tenía contactos en el Colegio de Médicos de Barcelona que le aseguraban la impunidad de su práctica asesina. «Muy profesional», que hubiese dicho Pazos.
En fin, para no repetir lo que ya nos han contado exhaustivamente los medios de comunicación y ahorrándome los detalles macabros, daré mi opinión sobre el tema. Me temo que resultará bastante conservadora, pero en fin: uno piensa como piensa porque es como es.
Sin poner en duda la legislación vigente, a mí me parece que el aborto, cualquiera que sea el grado de desarrollo del feto, es un asesinato. No estoy de acuerdo con la división práctica de las 12 semanas para decidir qué es vida dentro del útero y qué no lo es. Comprendo que cuando se quiere uno lavar la conciencia establece límites artificiales y artificiosos para llegar a un acuerdo político con quienes promueven el aborto. Pero la vida existe desde que se crea el cigoto y éste va creciendo por mitosis o meiosis y se van creando los órganos que le definen como ser humano (disculpen mi ignorancia en términos ginecológicos, si he cometido un error).
Desde el plano legal, el Código penal se coloca en una situación de conflicto: por un lado, la embarazada; por el otro, la vida humana dependiente. La opción por uno o por otro determinará la idea o filosofía en lo referente al aborto en sí. Nosotros recordaremos que existen tres casos en que el aborto no es punible, remitiéndonos al «sistema de indicaciones»:
-
Indicación terapéutica: justificada cuando el parto podría significar un riesgo cierto para la salud del feto o de la madre.
-
Indicación moral: el legislador abre aquí un poco la mano, no castigando el aborto cuyo embarazo sea producto de una violación.
-
Indicación eugenésica: el legislador permite el aborto siempre que exista la posibilidad, hoy determinable con bastante certeza, que el feto pudiera nacer con taras físicas o psíquicas.
En mi opinión, en los casos tratados por esas clínicas-mataderos, no estamos ante ninguno de los tres casos. Ni siquiera ante el caso de la rechazada indicación socioeconómica, que podría resumirse en «aborto porque el padre me ha dejado tirada y no puedo mantener al bebé yo sola». Habría que ver caso por caso; pero quien puede pagar 4.000 leuros por abortar no es difícil que no pudiera mantener a su bebé.
Se derivan muchas cuestiones del tema. Pero por ahora, y por no hacer el post demasiado largo, terminaré con unas palabras de Khalil Gibran, no por conocidas menos necesarias y menos adecuadas al tema que estamos tratando…
Y una mujer que llevaba un niño contra su pecho le preguntó a un maestro: Háblanos de los hijos. Y él respondió:
Vuestros hijos no son vuestros hijos.
Son los hijos y las hijas de los anhelos que la vida tiene de sí misma.
Vienen por medio de vosotros, pero no de vosotros;
y aunque vivan con vosotros, no os pertenecen.
Podéis darles vuestro amor, mas no vuestros pensamientos,
pues ellos tienen sus propios pensamientos.
Podéis albergar sus cuerpos mas no sus almas,
Porque sus almas moran en la casa del mañana, que ni aun en sueños os es dado visitar.
Podéis esforzaros por ser como ellos, mas no intentéis hacerlos como vosotros.
Porque la vida no marcha hacia atrás, ni se detiene en el ayer.