Un servidor de ustedes creía que Alemania era un país serio. La de años que llevamos oyendo lo de la eficacia alemana ha cimentado el mito: todos esos científicos, las cabezas cuadradas germánicas, los prusianos, el acero de Krupp y tal y tal… De hecho, yo (y muchos de ustedes, supongo) quedaron boquiabiertos de cómo se las gastan en el ámbito universitario. Ser doctor allí es como ser casi un dios. Por eso crujieron a toda velocidad al listillo Karl Theodor zu Guttenberg, a pesar de su rica familia y su apellido prusiano: porque se le ocurrió copiar un trabajo para su tesis doctoral. Y yo suspiraba, porque eso aquí ni es una novedad, ni tampoco se considera un comportamiento moralmente reprobable y menos académicamente sancionable. Aquí es simplemente una cuestión de padrinos, que ningún partido político tiene interés en solucionar.
Volviendo a Alemania, les decía que creía que era un país serio. Sin embargo, los acontecimientos producidos en los últimos días me dan la impresión de lo contrario. Frau Prüfer-Storcks, que es una especie de representante en Hamburgo de la cosa sanitaria, hizo saltar las alarmas al afirmar categóricamente que la culpa de la intoxicación de Escherichia colli correspondía a una partida de pepinos españoles. Siempre nosotros, ¿no? A pesar de todo, los herederos de Karl Liebig und Söhne nos han devuelto un poco de honra: ahora dicen que no hemos sido nosotros.
Como la señora ya es un poco talludita (55 tacos recién cumplidos) para andar con jueguecitos, sólo cabe pensar en una hipótesis: no fue una afirmación inocente. No se sabe a quién querría favorecer la frau con esa afirmación, pero desde luego, por el contenido y el momento de la declaración a quien ha jodido es a los agricultores del sector, localizados entre otros lugares en Almería, mi patria chica. Y el momento no ha podido ser más oportuno: justo en medio de la cosecha, cuando más daño podía hacer. Francia, Italia y Marruecos son productores, así que entre ellos debe andar la investigación. Tampoco es una sorpresa que esa señora pertenezca al socialismo alemán. Pero fíjense: hasta los socialistas alemanes son más alemanes que socialistas (al revés de lo que ocurre aquí).
De cualquier modo, si Alemania fuera un país serio, a esta señora la hubiesen crujido inmediatamente. No se puede afirmar lo que esta señora ha afirmado, causar un grave perjuicio a un país socio que después ha resultado ser inocente e irse de rositas, sin que pase absolutamente nada. Lo malo es que eso dice también algo de nosotros: tampoco somos un país serio. Si lo fuésemos, no quedaría impune un comportamiento como ése. O más: ni siquiera se hubiesen atrevido. Tampoco es que nuestros teóricos representantes se hayan dado prisa para mover sus posaderas: la menestra del ramo, la excomunista Rosa Aguilar, ha tardado diez días en decir «esta boca es mía». Y nuestro autista ¿Gobierno?, enredado en sus batallitas internas y todos más preocupados de ver a quién han de venderse que de gobernar, ni siquiera ha movido un dedo por esos agricultores.
Y alguien tiene que pagar los platos rotos. Será, como siempre, la UE (o sea, los 300 millones de ciudadanos que somos en la UE). La mejor respuesta socialista ante una pifia es siempre socializar el daño. Pero siempre será menos que los beneficios que los agricultores hubieran podido percibir de haberse producido las ventas normalmente.
Finalmente, les planteo una pregunta, un tanto retórica, pero nada capciosa: con estos «socios», ¿para qué queremos enemigos?
Un comentario en “Sie ist nicht (genau) geprüft”