Becas locas


Buenos días, tardes o lo que sea, señores. La izquierda, en su infinito afán de destrozar (pues han demostrado sobradamente que no valen para otra cosa), tiene otro trozo de hueso para roer hasta dejarlo mondo y lirondo. Ayer era la Sanidad; hoy, la Educación, nuevamente. Resulta que el ministro Wert preparaba una normativa para que los estudiantes que quisieran acceder a una beca debían demostrar un rendimiento superior al de la media: concretamente, un 6,5. Por supuesto, los decibelios del berreo social-nacionalista han alcanzado cotas máximas. Los correspondientes ministerios de la verdad echan humo: fotos y vídeos en las redes sociales replicados obedientemente cientos de veces, tertulianos-trolls como Alberto Sotillos o Cristina Guerrero (no lo puedo evitar: esa señora me pone de los nervios), defendiendo en las tertulias lo indefendible, aseverando convencida que «lo que pretende el PP es que los pobres no puedan estudiar» (pedazo de argumento manipulador)…

Ustedes, que son personas avisadas y avispadas, habrán adivinado que la polémica en realidad es artificial. Estoy seguro de que su lógica y su sentido común les dicen que las becas son una ayuda, que básicamente debe cumplir dos condiciones: primera, que el becando demuestre un potencial para el estudio; lo cual se demuestra a través del expediente; segundo, que se acredite insuficiencia de recursos para, por ejemplo, acceder a la Universidad. Eso sería lo fundamental: es de una lógica aplastante y probablemente no habría nada que objetar. Pero, como les comentaba, los correspondientes ministerios de la verdad de la oposición echan humo y han lanzado la antedicha consigna.

Lo que aquí tratan de vendernos, como ya habrán adivinado ustedes, es la igualdad socialista. Sí, desgraciadamente es una igualdad «con apellidos». Igualdad que no consiste, como ustedes ya saben, en igualdad de oportunidades, sino de resultados. Aquí y aquí hemos mencionado el tema. Para no repetirnos, baste decir que al estatismo rampante de los socialistas les basta con que alguien sea pobre (pero no como ellos, que en su mayor parte asistieron a colegios privados) para que sea beneficiario de una beca. No importa que el chaval (o jovenzano) no tenga un expediente suficientemente brillante para justificar la beca, porque al socialismo le horrorizan la excelencia y el esfuerzo, que es lo que hace que cada persona sea distinta. No menos le horroriza que haya quien se crea que por hincar más los codos tiene derecho a una recompensa mayor o, como en este caso, a una ayuda mayor en caso de no disponer de recursos.

Pero no queda ahí la cosa. La picaresca española, siempre tan presente en las relaciones entre Administración y administrados, ha provocado que existan acá y acullá casos de personas que, sin tener derecho a beca (por no tener ese expediente brillante o por no carecer de recursos o por ambos motivos) la han disfrutado en toda la extensión de sus estudios obligatorios o universitarios porque alguien, de suficientemente arriba, se la ha otorgado. Que eso también cuenta, oigan: Wert habrá hecho sus números, no le saldrán las cuentas y habrá dicho «hay que exigir más antes de dar», lo que los socialistas habrán aprovechado para incluirlo en el argumentario general de «los recortes».

Por ahora parece que Wert va a retroceder. El rugido imposible de la falsamente solidaria izquierda ha obligado a que el ministro no se atreva a entrarle al toro. De cualquier modo, reflexionemos: ¿acaso no tienen derecho a recibir una ayuda aquellos que se esfuerzan más y que, gracias a la formación que recibirán, tarde o temprano devolverán a la sociedad con creces aquello que recibieron? Ése es el sentido de otorgar una beca: ayudar a los que se perfilan como intelectualmente mejores. El resto es enredar y marear la perdiz. Y pretender crear una sociedad de mediocres que se puedan gobernar sin demasiadas fricciones. Objetivo que, tras el paripé de la «pelea» entre PP y PSOE, PSOE y PP, persiguen sin excepción todos ellos. Si no, que nos explique el ministro por qué aún no ha abolido la nefasta educación comprensiva, introducida en España vía LOGSE en 1990. Pero me temo –y supongo que ustedes también– que eso será como preguntar al senyor ministre «cuándo van a detener a Josu Ternera»…

Gotas que me vais dejando...

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