Lo que hicimos en Iraq

Mal que les pese a los progres, vamos a publicar aquí un fragmento de un artículo de una revista de carácter militar. Vaya por delante que AME (Asociación de Militares Españoles fuera del servicio activo y editora de la revista MILITARES) no está vinculada a ningún partido político, así que no tiene interés alguno por ocultar hechos y verdades, como al parecer sí tuvo y tiene nuestro inefable Z. No tiene que agradecerle nada al PP. Recordemos que Federico Trillo tuvo que tragarse el sapo de inscribir a dicha asociación en el Registro de Asociaciones del Ministerio de Defensa. Lo peor de todo es que eso se lo ordenó el Tribunal Constitucional, nada menos. Y al P(SOE) tampoco tiene que agradecerle nada, especialmente al ex-ministro Narcís Serra, vulgarmente conocido en medios militares como «Serra el Malo». De Eduardo Serra, conocido como «Serra el Peor», tal vez hablemos otro día.

Con la difusión de este escrito esperamos contribuir a desbaratar la manipulación progre acerca de «lo que hicimos en la guerra de Irak». La del Prestige ya se ha desbaratado gracias a un informe redactado por una organización extranjera en el que se reconoce que la gestión de la crisis por parte del PP fue «perfecta». Informe que, recordemos, la Xunta bipartita trató vergonzosamente de ocultar. El escrito tiene, además, el detalle de la inmediatez a la decisión presidencial de retirar las tropas de Iraq y constituye un inventario suficiente, en el cual no consta que nuestros soldados participaran en acción armada alguna, a no ser que así se califique la defensa propia ante los ataques de los terroristas de Al-Qaeda y fuerzas leales al tirano Saddam Hussein (al que los progres, por cierto, se olvidan de mencionar). El artículo fue publicado originalmente en el núm. 66, de abril de 2004.

Vuelven nuestros soldados de Iraq

Labor de nuestros militares

Los militares, como es habitual, no opinan. «Somos militares y cumplimos las órdenes del Gobierno», dijo en Diwaniya el teniente coronel Guillermo González-Novelles, oficial de Información Pública en Iraq. Días antes, el 9 de abril, El Mundo le publicó una carta en la que, entre otras cosas, detallaba la labor de nuestros soldados, que hasta esa fecha habían realizado 18.799 misiones, más de 2.400 patrullas a pie y 2.700 patrullas motorizadas, 3.200 puntos de control, 2.000 escoltas, 2.000 operaciones de seguridad, 431 incautaciones de armas, la destrucción de 45 toneladas de artefactos y explosivos, 54.000 registros de vehículos y 114.000 de personas; acciones que han supuesto recorrer cerca de 1.400.000 kilómetros, lo que supone una media semanal de 41.000 kilómetros. Se ha asegurado el transporte de 1,5 millones de litros de combustible diario, se ha asistido sanitariamente a más de 7.300 iraquíes, se han finalizado 308 proyectos en las áreas de agricultura, educación, energía, salud, gobierno, seguridad, saneamiento y obras públicas, y se han repartido más de 100 toneladas de ayuda humanitaria. Este «balance» es para estar orgulloso de los nuestros.

En MILITARES se ha escrito repetidas veces de esta misión en Iraq de las Fuerzas Armadas españolas, cumpliendo órdenes del anterior Gobierno. Como botón de muestra, recomendamos releer el artículo «Guerra no… ¿o sí?», de Manuel García Campos (N° 61, mayo 2003), en el que exponía su opinión desde el punto de vista jurídico y explicaba las condiciones que se debían dar para considerar esta guerra justa. O «Más soldados a Iraq», de Javier Fernández López, donde opinaba que si no era bajo bandera de la ONU, no debería haber ningún soldado español en aquellas lejanas tierras (N° 65, marzo 2004). En general, nos hemos manifestado críticos con el envío de fuerzas a Iraq, pero hoy creemos que la orden de retirada es precipitada y nos deja malparados ante los demás aliados. Creemos que España -no Rodríguez Zapatero- pagará un precio por este abandono, ojalá que nos equivoquemos o que no sea demasiado alto. Por lo menos, se debía haber esperado hasta el 30 de junio y a partir de esa fecha iniciar la repatriación de nuestras tropas si antes Naciones Unidas no se hacía cargo de la situación.

Hoy 27 de abril, día de cierre de esta revista, explicará el Presidente del Gobierno en el Parlamento su decisión personal de retirar las tropas de Iraq. Más democrático nos hubiera parecido un debate previo y no posterior a su orden. En estos días nuestras fuerzas en Iraq están siendo atacadas por los insurgentes con demasiada frecuencia, sin que hasta este momento se hayan producido bajas en nuestras filas. Deseamos que se sigan defendiendo con éxito y que regresen todos bien a casa.

Debemos acabar teniendo un recuerdo emocionado para los once militares que, en cumplimiento del deber, han dejado sus vidas en aquellas lejanas tierras.

Estremecimientos

«La Historia nos ha enseñado que cuando la derecha se pone a gritar «España» muchos españoles se estremecen» (Pepiño Blanco).

Bueno, bueno. Ya echábamos de menos una declaración de Pepiño. Una declaración rotunda, estratosférica y, como es habitual en él… solemnemente idiota. La culpa de todo la tiene el PP, claro. El PP crispa, el PP se apropia, el PP… ¡Pero coño! ¡Si lo que pretende el PP es ganar las elecciones! Eso no se puede consentir, hombre. Hay que restar legitimidad al PP: hay que encadenarlo a Franco como sea. Hay que evitar por todos los medios que Rajoy huela siquiera la moqueta de Moncloa como presidente.

¿Pero qué carallo le pasa a Pepiño, hom? Está nervioso, sin duda. Igual que lo está La Momia. Atacan al PP sin venir a cuento y esperan que una chorrada repetida mil veces se convierta en verdad irrefutable. ¿Y eso? Pues nada. Que están viendo que lo de «Gobierno de España» no cuela, porque al mismo tiempo que aparece esa frase salen las JJSS sacándose de la manga algún vídeo en el cual ridiculizan a quienes defienden sin complejos la idea de España. Ellos mismos se hacen la zancadilla, ¿no? Y que por lo visto les ha fallado también lo de la semana fantástica. Venga a prometer pisos gratis y sueldos mínimos de 800 leuros y al poco sale Solbes, cual Beckmesser en la gran ópera «Los ministros cantores de Nuremberg», diciéndole que sí, pero que antes habrá que hacer números y que en todo caso eso no sería posible… hasta el 2010.

Por si fuera poco, Rajoy se permite fabricar un vídeo en el cual la impresión nada subliminal es que está hablando como Presidente de la nación, lo cual es todo un ataque a la línea de flotación del gobierno de ZP. Creíamos que Rajoy era «demasiado gallego», que le «sobraba educación» frente a unas personas a quienes un día sí e outro tamén se les oye rebuznar en los medios de comunicación… pues sí, pero toma del frasco. Hay quien ha criticado ese mensaje subliminal; pero qué quieren: yo, sin ser para nada del PP, agradezco la fina broma, que demuestra que a Rajoy no le falta sentido del humor (algo que últimamente se echa en falta en el Gobierno y, por supuesto, en Pepiño). Que lo de menos es que el jefe de la oposición diga que hay que sacar a pasear la bandera. Lo importante (y lo que verdaderamente ha puesto de los nervios al PSOE) es lo otro.

Porque digo yo que hay estremecimientos y estremecimientos. Uno es el estremecimiento de emoción al ver ondear la bandera propia, al oír el himno propio y el sano desear lo mejor para la patria de uno, y sentirse hermano de aquellos que también se estremecen de emoción al ver ondear la bandera y escuchar el himno (que no tendrá letra, pero que para un servidor es el más bonito del mundo, faltaría más). El otro es el estremecimiento de segunda clase que causa oír a ZP decir que «apoya algo». Da igual que se trate de persona, animal, cosa o evento: fijo que se va a pique (no a Piqué, que ése ya se ha ido con quien tenía que irse). O el estremecimiento de tercera clase que precede a una frase lapidaria del Gobierno, como las del Mariano malo (recuerden lo de «cuando la jugada lo aconseje»: ahí es nada), o de Pepiño, o del felón Garrido (Anguita dixit).

Pero lo que de verdad estremece es que esta patrulla pretenda ganar una guerra fratricida que ellos mismos provocaron hace 71 años. Que pretendan borrar de un plumazo 40 años de historia, con sus luces y sus sombras. Pretenden, como Fernando VII, que se hable del período franquista como de «los llamados cuarenta años». Esa obsesión con Franco tiene mucho de freudiana. Se conoce que el PSOE (o por lo menos su capa dirigente) está todavía tratando de matar al padre. Cosa muy natural, pues a sus pechos crecieron muchos de ellos. Ellos y no el PP son los verdaderos herederos de Franco (cuando menos en las prácticas totalitarias).

Actualización a 12 de octubre.- Nos cuenta Martha Colmenares que el MicoMandante ha suprimido el Día de la Raza en Venezuela. Se conoce que a pesar del apoyo de Moratinos, flanqueado por Elenita Valenciano y Lerele Pajín, los españoles no le gustamos y no nos considera sus hermanos. Qué le vamos a hacer: el aprecio, al menos por mi parte, es mutuo.

Por lo demás, grandes imágenes en el Desfile de las FF.AA. Los sonoros abucheos a ZP han sido la nota dominante, por encima de lo que se celebraba hoy y de las autoridades todas. Después ha recompuesto la cara; pero mientras estaba en el acto, Telemadrid ha enfocado en un primer plano la expresión facial de ZP y ésta no era precisamente de «talante», ni de «paz», ni de «diálogo». Más bien era de «ya os ajustaré las cuentas, cabrones». Y encima escondiéndose, después de haber afrentado presupuestariamente a la Comunidad de Madrid (lo de dedicar una partida presupuestaria de 3,3 millones de euros a vigilancia costera y seguridad del tráfico marítimo es una afrenta en toda regla). Merecidos abucheos, pues, para ZP. Que ya lo decía mi abuela, en paz descanse: «el que siembra vientos, recoge tempestades».

¡Retirada!

«¡Retirada! ¡Nos vamos a casa!». Esto tronaba el general y la tropa, como un solo hombre, inició la retirada. ¿A quién se enfrentaba el Ejército? Simplemente, a unos políticos. Si nuestro Ejército hubiese tenido enfrente a otro ejército, seguramente hubiésemos sido testigos de una magnífica exhibición de testosterona. Pero no. Y es que los politiquillos a los que se enfrentaba el Ejército español no eran poca cosa, no. Vascos, ¡no faltaba más! Vascos que dan gracias a Jaungoikoa por ser vascos y no maketos. Vascos que cuando los asesinos etarras se cobran una pieza miran al cielo con cara de pescado hervido, rezan un avemaría y dicen, con fingida lástima: «Otra víctima más. Recemos para que no nos toque a nosotros».

Del otro lado tenemos al ministro de la cosa, añorando los tiempos en que era un simple juez o, todo lo más, miembro distinguido de JpD. Alonso ha visto cómo se le encabritaban los vascos por unas maniobras de nada. Pero es lo que tiene bailar con la más fea. Alonso estaba más en su elemento en Interior (lo propio, habida cuenta de su pertenencia a la carrera judicial, hubiese sido Justicia). Ocurría, no obstante, que ese ministerio tenía demasiadas goteras. Por muy socialista que sea, Alonso no podía olvidarse de su toga. Y en un momento en que se estaba dirimiendo (en rigor, todavía se dirime: estamos esperando la sentencia) el feo asunto del 11-M, las goteras eran extremadamente peligrosas. Y su amigoZapo le castigó a dirigir la Defensa de nuestro país, como antes lo hiciera con Bono, su rival político.

En algún otro artículo hemos visto que ser ministro de Defensa tiene sus ventajas. No hay que entender de la cosa militar, lo cual queda claro con sujetos como García Vargas o incluso Narcís Serra, que por no hacer no había hecho ni la mili. Además, al subordinado de ese ministerio le va mejor si no tiene opinión y se limita a obedecer, sin plantearse si lo que dice su jefe cuando opina por todo el Ejército es sensato o una solemne estupidez. Véase, si no, lo que le pasó al teniente general Mena simplemente por recordar el artículo 8 de la Constitución: en horas veinticuatro, arrestado y a casita por «indisciplina».

Sin embargo, el repliegue del ejército tiene también un componente simbólico. Es otra señal de la retirada del Estado ante la presión y el chantaje nacionalistas. Con todo lo que se podría reprochar a Bono, hay que reconocerle al menos que no cedió ante los nacionalistas, por mucho que se burlaran de él sacando «pecho lata». Pero esta vez el Ejército se repliega. El Ejército puede luchar contra otro ejército en igualdad de condiciones; pero contra los políticos, sencillamente va vendido y lleva totalmente las de perder. Y eso que, según el art. 181 de las Reales Ordenanzas de las Fuerzas Armadas, «el Estado vela por los intereses del militar». Y para más inri, añadimos el art. 99 de esas mismas ordenanzas, que hoy, según están las cosas en lo militar, podría sonar a chacota:

(Funciones del militar en el ejercicio del mando). «Tratará de conocer a sus subordinados; cuidará solícitamente sus condiciones de vida, inquietudes y necesidades y velará por sus intereses, para que todos estén persuadidos de que se les trata con respeto y se les guarda la consideración que merecen».

Pero claro. Cuando el progreso de tu carrera profesional depende de la decisión de un civil que, además, no te tiene demasiada simpatía, dejas en la cuneta a quien sea necesario. Se le llama «disciplina», que es lo bastante inconcreto para incluir ese tipo de comportamientos. No así «espíritu de sacrificio», como no sea el sacrificio útil de las personas e intereses que nos estorban para llegar donde queremos llegar.

Finalmente, el repliegue no es solamente físico. Los valores también están en retirada. Y destruyendo los valores que defiende el Ejército (amor a la Patria, espíritu de sacrificio, austeridad y valor), se destruye al Ejército. Y el Ejército se destruye también cuando su máximo responsable está al vaivén de las circunstancias políticas y no exige que se respeten los valores que el Ejército ha jurado defender hasta con la propia vida si ello es necesario.

¿Y ahora qué?

 

El juez Grande-Marlaska ha decidido archivar la parte de la investigación relativa a la contratación del Yak. Con ello, se exculpa moralmente a Federico Trillo y a su administración del fallecimiento de 62 militares. Esto significa, sin duda, que la responsabilidad se trasladaría a la empresa a la cual pertenecía el aparato y a los pilotos, que según se llegó a decir, no se hallaban en las mejores condiciones para pilotar el avión. Queda abierta todavía la pieza de responsabilidad por la identificación de los 62 cadáveres, poco menos que rocambolesca. Y se abre la vía para que las familias de los fallecidos soliciten una indemnización por responsabilidad de la Administración.

 

Bueno, ¿y ahora qué? Lo primero es echar una mirada en derredor y preguntar si ha habido algún cargo socialista que entone el mea culpa. Sobre todo, de los que en aquel 2003 cubrieron de basura a Trillo, entre los cuales estaban el hoy mudísimo Jesús Caldera, entonces portavoz del PSOE en el Congreso (¿se acuerdan de lo del comando Dixan y las risitas que suscitó aquel epíteto entre los progres? Fue él quien lo dijo) y el ex-minijtro José Bono. Nadie del grupo PRISA, por supuesto, levantará ahora la pluma para pedir disculpas a Federico Trillo por todas las barbaridades que se llegaron a decir de él. Otra cosa es que fuese un buen ministro de Defensa, que es materia discutible. Pero hay que dar a cada uno lo suyo y si Trillo no fue culpable en la parte de la contratación, justo es decirlo y de bien nacido es reconocer que uno se equivoca cuando el error existe.

 

Qué duda cabe que el PSOE manipuló no solamente la información que nos llegaba, sino que también manipuló a los familiares de las víctimas que, en un arranque de furia, acorralaron a Federico Trillo cuando iba a comparecer ante el Congreso y le llamaron «asesino». Pero está claro que los socialistas conocen muy bien la técnica de la manipulación —dignos sucesores de Goebbels y de Ehrenburg— y la emplean mucho mejor que el PP. Así, pues, controlando como controlan el 80% de los medios de información, los 62 militares fallecidos lo fueron por la «criminal desidia» de Federico Trillo y sus subordinados.

 

Realmente, para el PSOE Trillo fue un cabeza de turco. Es decir, al PSOE en aquellos momentos le importaba un carajo la gestión de la Defensa (cabe decir que ahora que gobiernan, también). Únicamente centró su interés en laminar a Trillo porque era a lo que en aquellos momentos se podían agarrar, igual que antes se habían agarrado a lo del Prestige (¡ah, solidarios progres del Nunca máis!). Si el PSOE se dedicara a la tarea de forjar un Ejército que sirviese a las necesidades del país con la misma energía con que se dedicó a machacar a Trillo, ni los USA nos chistarían. La realidad, lamentablemente, es muy otra y queda reflejada en este párrafo que entresaco de un artículo de GEES (el coloreado rojo es mío):

 

«Hoy, gobiernos y grupos políticos europeos, a izquierda y derecha, reflexionan sobre el entorno estratégico de Europa. El PSOE desprecia estos intentos, por la simple razón de que sus responsables son incapaces de realizar un análisis medianamente serio sobre el futuro de una defensa nacional en la que, por otra parte, dicen no creer. Por incapacidad o por furia ideológica, el Gobierno y el PSOE han renunciado a pensar la defensa tal y como otros partidos socialdemócratas europeos lo hacen. A diferencia de ellos, el PSOE no es que no haga la tarea; es que ni siquiera está interesado en ella».

 

 

Memoria histórica (de la buena)

A mis manos llega hoy un escrito de un señor llamado Pedro Frisnian (que firma un artículo en el suplemento catalán de la revista «Milicias», de las Milicias Universitarias) aportando datos a la memoria histórica de la fetén, que dirían los castizos. Son datos que raramente se publicitan y el socio-nacionalismo que nos gobierna tampoco se esfuerza por mostrarlos al común de las gentes porque eso, como bien dice el señor Frisnian, desmontaría el argumentario machacado por algunos políticos y tomado por la grey de éstos como «verdad revelada». Concretamente, los datos se refieren a nuestra contienda civil. A riesgo de «crispar» y de aparecer como «guerracivilistas», vamos a los datos:

  1. Las mejores y más condecoradas unidades combatientes durante la última guerra civil fueron las catalanas:

    1. Del famoso Tercio de Montserrat hay que contar lo siguiente: 368 muertos, 85 mutilados y 922 heridos. 60 oficiales provisionales y Laureada colectiva.
    2. 4ª Brigada de Navarra (reconstituida por catalanes después de ser diezmada): 227 catalanes muertos en el Ebro y Medalla Militar colectiva.
    3. IV Bandera de la Legión: 60 soldados catalanes muertos. La mayor parte de la oficialidad era catalana.
    4. 1ª Bandera Catalana de Falange: 45 Oficiales provisionales catalanes.
  2. Los enlaces del Cuartel General de Franco eran prácticamente todos catalanes, que aportaron a título particular su motocicleta. En el Ejército «nacional», en suma, formaban 80.000 catalanes (en particular, catalán era el 30% del Ejército del Aire). De esta manera Cataluña se convierte, junto a Navarra, en la región que más soldados aporta al Ejército nacional.

El señor Frisnian aporta algunos más, pero como muestra valen éstos. El mito de la «Cataluña roja» se desluce un poco a la luz de estos datos. No es de extrañar que los nacionalistas catalanes (incluyo en ese rubro a los nacionalistas verdaderos y a los de conveniencia, o sea, socialistas) se afanasen tanto en presionar a la menestra Calvo por lo de los papeles de Salamanca. Algún día hablaremos con más detenimiento de eso. De momento, sirvan estos datos fidedignos para desmontar las falsedades sobre la Cataluña roja que nos quieren vender algunos.

Murieron sin los inhibidores puestos

Dicho así, parece un remedo de «Murieron con las botas puestas», que también. Pero no. Aquí la película debería titularse «Murieron sin los inhibidores puestos», lo que traducido a román paladino significa que «los mandaron a la muerte».

Es ya un recordatorio histórico la campaña de Rusia. Hitler, ese cabo bohemio, la inició el 22 de junio de 1941, con el nombre de operación Barbarroja. Previamente, creía haber descabezado al Ejército Rojo a través de la «operación Tujachevski» (un dossier que casualmente llegó a las manos de Stalin vía Praga desde Berlín: Heydrich era un genio, cómo no), que originó la mayor purga militar soviética y que, aparentemente, descabezaba al oso soviético y le dejaba como esas gallinas que, sin cabeza, caminan hacia no se sabe dónde.

Pese al tratado de «no agresión» Molotov-Ribbentrop, Hitler decide invadir Rusia. El punto importante viene ahora: hablar de equipo de invierno se consideró derrotismo. ¿Para qué iban a necesitar el equipo de invierno si en poco más de tres meses esos Untermenschen soviéticos iban a caer bajo la implacable bota alemana? Los rusos, finalmente, demostraron ser más coriáceos y con mayor capacidad de regeneración de lo que creía Hitler: los Zhukov, Chuikov, Rokossovsky y demás llevaron a la victoria final al Ejército Rojo, ese ejército al que Hitler creyó poder derrotar en «tres meses».

Algo parecido ocurre con la guerra del Líbano. Que es una guerra, por más que nuestro desgobierno trate de ocultárnoslo (al igual que la de Afganistán). Y lo ha intentado ocultar de la forma más vil posible: mandando soldados literalmente desprotegidos. «¿Cómo van a atacarnos si venimos en son de paz, si esto es una misión de interposición de la ONU?». Pues nos atacaron. No por ir bajo el ¿paraguas? de la ONU. Nos atacaron por ser «asquerosos invasores occidentales».

Miserables han sido los intentos de nuestro desgobierno por ocultar esta verdad. Miserable ha sido (rectificado a toda prisa, eso sí) el intento de negar a los fallecidos en el Líbano la medalla con distintivo rojo (concedida en acciones bélicas), para no tener que reconocer implícitamente que murieron en una guerra. Y además, mintió el Gobierno cuando trató de hacernos ver que los demás países «tampoco equiparon con inhibidores sus vehículos». Lo que al Gobierno le «salió bien» con la soldado Idoia, igualmente acreedora a esa medalla, no le ha salido tan bien con estos seis jóvenes, caídos encima por una Patria que no era la suya de origen. ¿Qué mayor sacrificio se les podía pedir?

Desde el punto de vista socialista, como siempre, se trata de una cuestión de visibilidad. Tal es el criterio que denunciaba Jeff Jacoby en su artículo Glamour rojo, traducido en este blog. Es decir: lo que no se ve, no existe. La guerra que se oculta, tampoco. Pero para desgracia del desgobierno zapateril, los hechos son tozudos y desmienten las altisonantes declaraciones de Zapo y del ministro de la cosa, en este caso Alonso.

Honor a aquellos que han dado su vida por defender la nuestra, ya que nosotros somos tan «pacifistas» que despreciamos al Ejército y preferimos pagar a otros para que nos defiendan. Descansen en paz.

Ruido de sables (I)

Hace 28 años que estamos en democracia. Se habla de la recuperación de las instituciones, del protagonismo (?) de la mal llamada (a mi entender) sociedad civil y llama la atención el descrédito de una institución que, dentro de unos parámetros democráticos y constitucionales, merece uno de los máximos respetos por parte de la nación. Me refiero al Ejército. Ya sé que quien me lea desde Argentina o Chile puede rechinar los dientes y es muy natural. En esos países, bajo las respectivas dictaduras militares, se cometieron verdaderas barbaridades.

Pero ciertamente no partimos de esa situación en España. Aquí, como comenzaba diciendo, estamos más o menos consolidando una democracia (con todos los defectos que pueda tener) y sin embargo, es llamativo que la institución militar sea objeto de una difusa burla, befa y mofa, que devienen en una baja consideración pública. Sólo después de 28 años de progresiva degradación de la consideración pública del Ejército se entiende un artículo como el del señor Iu Forn. Este señor se descolgó con un fruto de su resfriado ingenio en un diario que no existiría si no fuera por las subvenciones que recibe (y que por tanto pagamos todos, no sólo los lectores de ese diario).

Sin duda, el comienzo de ese declive se puede situar con la entrada, en 1983, en el Ministerio de Defensa de Narcís Serra, cuyo conocimiento de los temas militares en aquel momento se reducía probablemente al tiempo de su servicio militar (si es que lo hizo). Pero ésa es una rémora que el Ejército ha padecido desde que estamos en democracia. Todos entienden como lógico y normal que al frente del Ministerio de Agricultura haya un ingeniero agrónomo, o un médico al frente del de Sanidad o un maestro en el de Educación. ¿Y en el de Defensa? Para ser ministro de Defensa, según parece, se puede ser cualquier cosa menos militar. No es necesario entender de temas militares: basta con hinchar pecho, lanzar vivas a la Nación (los pocos que lo han hecho) y dar de vez en cuando algún puñetazo en una mesa para que los subordinados se cuadren y cierren la boca, porque el único que tiene derecho a hablar es el Ministro, faltaría más.

Aún reciente, pues, el tejerazo (sobre el que hay que decir que sólo una verdadera minoría lo apoyaba dentro del Ejército), Serra se dedicó a deconstruir el Ejército como castigo a su «veleidad antidemocrática»; y en su furor deconstructor, se llevó por delante a tirios y a troyanos. Serra consiguió que el Ejército (y particularmente la capa superior del estamento militar) obedeciese hasta sus más mínimas órdenes, empequeñeciéndose así cada vez más.

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