Colofón valenciano (y III)

Nos quedan un par de cuestiones más. La primera de ellas, una vez tenemos a Teresa Ribera bien colocada como comisaria, lejos de la cuchilla judicial, es que la otrora ubérrima huerta valenciana es hoy un barrizal; y dos meses después de la riada, lo sigue siendo. Que luego te enteres de esto no es sino añadir sal a la herida:

https://gaceta.es/espana/el-gobierno-de-sanchez-retraso-cuatro-dias-el-envio-de-especialistas-de-rescate-a-la-riada-en-vez-de-salvar-vivos-nos-mandaron-a-buscar-muertos-20250203-1206/

Esta cuestión merece algún comentario más en cuanto a beneficiarios. Como siempre, repito, es mi opinión y puedo aceptar cualquier otra siempre que esté fundamentada. Así que vamos al lío.

Es mi opinión que uno de los beneficiados directos de la catástrofe valenciana es… ni más ni menos que el Reino de Marruecos. Resulta incomprensible por varios conceptos, pero el único conceto decente que se nos ocurre es el de situación geográfica: es decir, Marruecos está más al sur de España (a la altura de las Canarias… a las que también quieren) y disfruta de un clima más benigno, según parece, para las frutas y las hortalizas. Con lo cual sus productos agrarios, teniendo salida, llegan antes a España y por tanto, llegan con poca o ninguna competencia. De otras razones otros hablarán más largo y tendido que un servidor

Menos comprensible es que nuestro ínclito Perro Sanxe se dedique a financiar la economía marroquí: venga a darles millones y millones. Incluso se va a gastar un pastón en un puente que va a unir a España con Marruecos mientras nuestros agricultores y ganaderos las pasan putas (que sí, que me caliento) para llegar a final de mes, en algunos casos teniendo que echar el cierre, con unos responsables políticos de la cosa a los que la palabra que mejor les define es incompetencia cuando no cobardía, irresponsabilidad o traición a la Nación. Y todo porque se han vendido al Mesías iluminado de Billy Puertas, el mismo que lleva tiempo promocionando su menú de insectos para pobres. «Claro», debe pensar, «como estamos preparando una hambruna de proporciones mundiales, de tal modo que sólo los muy ricos podremos comer carne, hay que dar una solución al populacho».

Para no alargar más la historia (la parte que falta la trataremos en una próxima entrada) y centrarnos en Valencia, quiero terminar aquí con un vídeo de una sesión en el pleno del Ayuntamiento de Paiporta. Las justas iras y reivindicaciones de una vecina contrastan con el silencio —toda una admisión de incapacidad— del consistorio. Y lo lamentable, como dice mi amiga Luisa (si ella me permite llamarla así) es que, como ella dice, «Ya hemos estado sin gobierno y no se notó en nada. Realmente no hacen falta». Y voy a remachar el clavo: ¿para qué queremos unos políticos que no se nota cuando están y cuando no están? Y me da lo mismo a nivel local, autonómico o nacional.

Y aunque más abajo del Turia algunos digan Català i home de bé, no pot ser, yo, catalán, quiero expresar ahora mis mejores deseos de que los paiportinos (y en general los damnificados de la riada/gota fría) tengan mejor suerte con unos nuevos consistorio y gobierno autonómico que se preocupen por ellos y no los dejen tirados… aunque la culpa no sea toda de éstos. Amunt València!

He aquí el vídeo:

Actualización febrero 2025. Creíamos que el tema valenciano se había acabado, pero no. Resulta extraño hablar del parecido, pero parece el mismo procedimiento que el usado en el verde norte, en «las Asturias de Oviedo»: hay una frondosa extensión de verde. Bueno, pues la quitamos pegándole fuego. «No son más que cuatro pinos y cuatro abetos. Y si empieza a haber protestas, se unta a los ecologistas y santas pascuas». Se suponía que esa tierra quemada no iba a servir para nada… hasta que nos enteramos de que se han plantado… molinos de energía eólica, que no sólo afean lo indecible el paisaje (al carajo los «estudios de impacto ambiental»), sino que además hacen un ruido («rrrrrrrrrr») que no deja dormir ni a los pocos pájaros que han quedado.

Grosso modo y con alguna brocha gorda, es lo que ha podido pasar en Valencia. Imaginemos la reunión. «Bueno, ¿y cómo lo hacemos?» es la pregunta del millón.
─Veamos… si por algo es famosa la región valenciana es por sus Fallas y por sus riadas, ¿verdad?
─Eeeeeh, sí, jefe.
─Bueno, entonces he aquí la cuestión: ¿provocamos una riada? Total, ¿qué es la huerta valenciana? ¿Cuatro tomates, cuatro pepinos y cuatro berenjenas? Nada que no se pueda eliminar porque ya no es lo que era. En cambio, nuestro proyecto va a dar nueva vida a la región y va a crear, según cálculos, 30.000 puestos de trabajo.

Lo que ese desaprensivo de proyectista quiere ignorar es que no es posible recolocar a los pobres campesinos que se han quedado sin medio de vida en la nueva empresa porque, en general, ya tienen una edad y no se manejan nada bien con lo nuevo. «Anda y que se jodan. Los viejos, al catre. Necesitamos jóvenes. Sangre nueva, vida nueva», sueña el promotor. Y mucho, mucho dinero público, faltaría mas.

¿Y de qué es el proyecto? Bueno, de esto:
https://www.elconfidencial.com/espana/comunidad-valenciana/2025-01-28/mazon-data-center-picassent-digital-valley-puig_4052749/

Quizá no exista relación entre que el proyecto fuera de Ximo Puig y que lo haya recuperado Carlos Mazón; pero poniéndonos en modo malpensado plus, da que pensar en hasta qué punto están de acuerdo el PP y el PSOE en las cosas importantes (en este caso, los negocios), ya sea a nivel nacional como regional. Eso sí: los pobres valencianets d’a peuque se jodan. Eso es lo que le importa al poder político el ciudadano al que presuntamente gobierna. En vez de comer tomates, pepinos y berenjenas, a partir de ahora los valencianos van a comer datos… que seguro que no alimentan, pero tampoco engordan. Hay que salvar el planeta… de estos desaprensivos.

Colofón valenciano (I)

No sabía cómo titular esta entrada, que podía ser el colofón de la serie Fets de València. Sin embargo, con alguna distancia respecto de los hechos, sí quería rematar la serie con algunos detalles que hemos sabido posteriormente y que creo que —esta vez sí— son el colofón adecuado para esa serie, respondiendo además a la pregunta acostumbrada de ¿en manos de quiénes estamos? Así que ahí va… y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.

La pregunta que hay que hacerse es la de Cicerón, como casi siempre: Cui bono fuit? Evidentemente, no ha sido bueno ni para el Gobierno central (Perro Sanxe sale ahora a la calle con más escolta que ningún otro dirigente europeo), ni tampoco para el Gobierno autonómico, todavía presidido por Carlos Mazón. Pese al espaldarazo recibido por parte de Feijoy, como éste es gallego en ejercicio y non se sabe si sube ou si baixa, si ven ou si vai, nadie es capaz de predecir si le mantendrá en su puesto o si, en el último momento, le asestará el hachazo y prescindirá de él. Lo que sé seguro es que en Paiporta no van a dar ni pa ni porta a ningún político del PPSOE (con las consabidas excepciones de los tontos y los fanáticos).

Pero no nos desviemos del tema. Preguntábamos para quién fue bueno. ¿Quién podría sacar provecho de unos hechos tan luctuosos como los de noviembre pasado en Valencia? La lista, al parecer, no es muy larga. En mi modesta opinión, una primera beneficiada ha sido la exministra Ribera. La cosa tiene delito por un motivo: fue ella la que decidió, ¿mal aconsejada? por sus asesores ecolojetas (¿dónde está ahora toda esa gentuza, desaparecida supongo del organigrama del Ministerio?) que había que demoler presas, con la excusa (oficial) de que «eran obra de Franco», sin pararse a pensar que, a lo mejor, eran obras necesarias para aprovechar agropecuariamente el caudal de los ríos.

O quizá haya que enfocar la cuestión desde una perspectiva más política. Veamos. Para empezar, ¿qué es lo que hizo que Teresa Ribera se apuntara a las elecciones europeas del año pasado, seis meses antes del desastre? No tenemos ninguna duda de que fue una pifia. Acerca de cuál sea esa pifia nadie ha dicho nada, aunque podría ser la citada demolición indiscriminada de presas. También en Castilla-León; pero, para que vean la presunta accesibilidad de los políticos en RRSS, yo pregunté a García-Gallardo, hoy dimitido pero a la sazón Vicepresidente de la Junta y nunca recibí respuesta alguna. De eso, además, hablaremos en una próxima entrada. El caso es que alguien en el Ministerio debió de alertar sobre los negativos efectos políticos de esas demoliciones y a la ministra no se le ocurrió otra cosa que salir corriendo. Se conoce que prefirió que no la juzgara la Sala III (o la II) del TS. Y consiguió meterse en los puestos de salir. De la calidad de sus votantes, que la votaron por un bailoteo, mejor ni hablamos.

La siguiente fase es la que nos interesa, aunque ya nos adentramos en terreno de la política-ficción. Una vez dentro del Europarlamento, había que conseguir que Teresa Ribera fuera Comisaria. Preferiblemente, de la cosa (Medio Ambiente); pero si no, daba igual siempre que ostentara ese título. Siempre es mejor que te juzgue el TJUE: aunque pueda caerte encima el hacha, siendo Comisaria esa hacha puede tardar años en caer, que es lo que le interesa a esta tipa. Este año cumple 56 años; así, si una sentencia que le pueda caer por los Fets de València tarda 9 años (algunas sentencias del TJUE han tardado eso y más), ya le pilla con la jubilación a las puertas y se iría de rositas. Claro que también podría ocurrir que, blindada y enrocada en su posición de Comisaria, no llegara siquiera a plantearse una demanda contra ella.

Sobre los «Fets de València» (I)

Como lo prometido es deuda, comentaremos en una serie de entradas la entrada anterior, que recoge un artículo de Luisa C. Perosán.

Vaya por delante nuestro pésame a las familias de los fallecidos y nuestra comprensión, cariño y apoyo a los que, sobreviviendo, lo han perdido todo: casa, vehículo (en no pocos casos una herramienta de trabajo), negocio (anegados por las aguas)… en fin, un verdadero desastre en todos los órdenes. Los damnificados (ya no los muertos, cuyas cifras bailan debido al coste indemnizatorio) se cuentan por centenares. Y aunque dice Luisa que «la mierda hay que quitarla después», a mí me gustaría hacer una pequeña lista, como ejercicio.

Antes de seguir la línea de razonamiento de Luisa quisiera que diéramos un salto… hasta 1957. En estos momentos gobernaba Franco, un señor malo malísimo que, según contaba su leyenda (negra) particular, «firmaba sentencias de muerte tomando café». Dejando aparte el hecho de que eso es mentira (desmontada por Pío Moa en su Galería de charlatanes), Franco fue un señor que vio un problema en esas riadas y encontró —y aplicó— una solución: había que construir presas y pantanos, bien para canalizar el agua, bien para reservarla en los tiempos de sequía. Y eso fue lo que hizo. Los perroflautas se burlaron siempre de esas obras públicas; sin embargo, yo siempre he dicho que los que no se reían de esas ingentes obras públicas eran los agricultores, a los que hoy hay que añadir a los valencianos de a pie. Y esos perroflautas que se burlaban, conforme a la frase consagrada, hoy ni están ni se les espera.

Nota a pie de página: mejor ni hablemos de comparar el volumen de obras públicas del franquismo con el posterior a 1975. Como se decía en aquellos tiempos, «¡ay de aquel ministro que el 18 de julio no tuviera nada que inaugurar!». Desde 1975, por tanto, se vivió de rentas.

Demos otro salto al 20 de octubre de 1982, luctuosa fecha en que se rompe la presa de Tous. Ya estamos en democracia; pero al parecer, se cumple el dicho de que «hay dinero para lo que lo hay y no lo hay para lo que no lo hay». Había dinero para el Mundial (en el que acabamos de comparsas) y no lo había para evitar una catástrofe. Quizá no se pudo prever lo que pasó (que el Júcar creciera muy por encima del caudal que la presa podía contener y se liberara así un caudal cifrado en 16.000 m3 por la zona); pero sí era previsible que el Gobierno, al tener forzosamente que pagar, dilatara los procedimientos hasta que 15 años después (1997) tuvo que ser nada menos que el TS el que le obligase a aflojar la mosca. Al igual que en el caso de la colza, la tardanza de la justicia supuso que algunos beneficiarios no llegaran a ver las indemnizaciones debido a su fallecimiento.

Ahora, si me permiten, enlazamos con Luisa. Estamos aún en lo que podríamos llamar fase de prevención. Y ahí, en mi opinión, encontramos a la primera culpable: la Conferencia Hidrográfica del Júcar. Parece que la experiencia de 1982 les pillaba lejos. Mientras tanto y, como denuncia Luisa, mucho comité, mucha reunión y —suponemos— muchas comidas de trabajo (en las que, como denunciaba Fraga, «ni se come ni se trabaja»). Creyeron que la combinación de acontecimientos inesperados que provocó la catástrofe de Tous (pérdida de corriente eléctrica debido a la intensa lluvia y fallo del grupo electrógeno de emergencia por inundación de la sala, que impidió a su vez abrir las compuertas) no se iba a repetir. Su principal preocupación era la remodelación de sus sedes. Del mantenimiento de las presas y/o limpieza de los cauces de la cuenca hidrográfica ya, si eso, hablamos otro día, porque además andamos escasos de dinero.

Sin embargo, se produjo otra serie de acontecimientos inesperados que dio al traste con esa previsión: fallan todos los sistemas de alarma. Los avisos llegan condenadamente tarde. Y, como dice Luisa, a las 18.48 del 29 de octubre, la CHJ manda un e-mail para minimizar daños (que se resumen en salvar la cara y limitar su responsabilidad); pero a esas horas, L’Horta Sud está ya con el agua al cuello.

Como responsable indirecta o en segundo término tenemos, pues, a Teresa Ribera, la Demolition Woman, que ha demostrado sobradamente que, más que administrar, lo que se le da bien es bailar. La (hoy) exministra Ribera se lanzó a una furibunda campaña de demolición de presas y pantanos con la excusa de que «los ríos deben fluir libremente y sin obstáculos» (con el atractivo añadido de que así «destruían la obra del dictador»). Seguramente eso se lo susurró un asesor ecolojeta al oído. Y otro asesor ecolojeta de ésos le susurraría también que «no se puede limpiar el lecho de los ríos», como si estuviéramos en un paraíso adánico que no se puede tocar, ni siquiera para proteger a los seres humanos que viven en él. Sea como fuere, Valencia quedó desprotegida frente a una posible catástrofe natural (pestosa humanidad, que todo lo destroza)… como la que ha ocurrido estos días. La señora Ribera siempre podrá decir que «se fue antes de que ocurriera lo que ocurrió» (con las europeas). Ahora quiere ser Comisaria europea… pero su candidatura presenta el lastre de tres querellas por inacción ante la gota fría. Veremos qué pasa.

A partir de aquí entramos en el nivel político de la cuestión. Para no hacer largo el cuento, lo tratamos en la entrada siguiente.

Hechos

Por cortesía de Luisa C. Perosán, valenciana residente en Valencia y, por tanto, perfectamente legitimada para hablar de la gota fría (no me da la gana de decir DANA, como los progres), cuelgo su último artículo sobre esta desgraciada circunstancia que ha padecido Valencia en estos últimos días. Original aquí (nos hemos permitido alguna corrección de estilo, que no desmerece ni desvirtúa la sustancia del artículo).

Mas allá del «Y tú más» al que tan acostumbrados nos tienen, lo que hay son hechos irrefutables, hechos que todo el mundo trata de acomodar en su beneficio, pero los hechos son estos:

Durante el martes día 29 de octubre en zonas del interior de Valencia cae un diluvio, que comienza a bajar rápidamente hacia su salida natural que es el mar.

Esto se sabe, pero la Confederación Hidrográfica del Júcar está «a por uvas»: comités y reuniones, todo menos vigilar adecuadamente. Tuvieron que abrir el embalse de Forata, y aun así parece ser que no vieron el peligro. Desatienden entre otras cosas, el barranco del Poyo. Cuando se dan cuenta y para intentar minimizar daños, mandan un e-mail a las 18:48. A esa hora, a L’Horta Sud le llega el agua al cuello.

Como en otras muchas cuestiones, un sistema elefantiásico, obeso e inoperante, lleno de sueldos Nescafé, se pasa la patata caliente y nadie quiere asumir responsabilidades. Se ponen de perfil amparándose en una maraña de normas y burocracia absurda.

A esas horas la gente estaba haciendo su vida con normalidad.

Sin embargo, cuando se dan cuenta de lo que se viene, muchos intentan desesperadamente salvar sus coches, lo que convierte en especial a los garajes en trampas mortales. Esto es así porque para muchísima gente el coche es vital; sin él no pueden trabajar y es seguramente una parte importante de su patrimonio. Esto, ecologistas criminales, os lo tenéis que grabar a fuego en vuestros podridos cerebros. La gente es arrastrada por la riada dentro o fuera de sus coches. El agua nos arrasa.

¿Y al día siguiente? El Armagedón.

Y entonces, después de que a todos nos pillara esa catástrofe por sorpresa, aún nos quedaba una sorpresa más: la omisión de auxilio.

Valencia hace lo que puede. A los bomberos y a la policía se unen miles y miles de voluntarios que acuden a pie, desde la ciudad hasta las localidades más cercanas, para ayudar. De entre estos voluntarios muchos son jóvenes, ésos de los que el gilipollas relamido de Pérez-Reverte decía que «eran unos pusilánimes». Los chicos de Revuelta son capaces de organizarse y enviar más de mil toneladas de ayuda. De toda España comienza a llegar gente con máquinas y tractores para ayudar.

Muchos policías y militares acuden sin uniforme porque no pueden hacerlo de forma oficial. Esto deja en muy mal lugar a papá Estado.

¿Y el Ejército? Buena pregunta. El Ejército esperaba la orden; una orden que no llegaba porque, según el presidente del gobierno, «no se había pedido ayuda». El Ejército y la UME, dependientes del Ministerio de Defensa y del de Interior respectivamente, llegaron seis días después. Los que llegaron antes fueron las «autoridades», recibidas por un pueblo al que habían abandonado y al que, además, impedían con su parafernalia continuar con los trabajos de limpieza. Todos fuimos testigos de lo que ocurrió.

Esto lo vio toda España. Es por eso, y sólo por eso, que el lunes empezaron a llegar militares y la UME.

De no haber ocurrido, y controlando los medios como los controlan, Valencia se hubiera podrido bajo el barro hasta que el PSOE hubiera conseguido el gobierno autonómico. Aun así, Sánchez no da puntada sin hilo y vuelve a poner a la oposición entre la espada y la pared, condicionando las ayudas económicas a la aprobación de unos Presupuestos que le aseguren la poltrona.

¿Qué hará la oposición? Pues eso está por verse; pero es evidente que Sánchez miente como un bellaco una vez más.

De esa partida de dinero no va a llegar apenas nada a los afectados. Si algo llega, será como esas ayudas que pagaban las Mutuas aseguradoras durante la pandemia, y que muchos, muchísimos autónomos han tenido que devolver. O como en La Palma, donde aún están esperando. Me imagino esos despachos donde se fraguan ya el destino de esas ayudas, que, como siempre, acabarán en manos de cuatro sinvergüenzas.

Aprobar esos Presupuestos sólo garantiza una cosa: asegurar el poder a una panda de corruptos.

Por otra parte, parece ser que todavía no se es consciente de la magnitud de la catástrofe. A los daños personales hay que añadir los económicos, ya que gran parte del motor económico de Valencia estaba situado en esa zona. Esto se verá claramente en unas semanas.

Y, como las desgracias nunca vienen solas, en muchos lugares, como en el barrio Orba de Alfafar, hay robos, saqueo y okupaciones por parte de los de siempre.

Otros con los que hay que tener cuidado son las ONGs y la Cruz Roja, que sólo han aparecido para «pedir perras» y mangonear una semana después.

¿Y qué decir de las pútridas televisiones, desinformando, lanzando bulos continuamente, intentando por todos los medios «crear el relato»?

Estamos mal, pero si se sigue «el juego de tronos» vamos a estar aún peor.

Ahora es momento de quitar el barro, pero la mierda hay que limpiarla después.

En la siguiente entrada comentaremos nuestras impresiones.

Sic transit


Ha muerto Rita Barberá de repente y nadie sabe cómo ha sido. Pero no se crean que esta entrada vaya a ser un panegírico a su memoria. Eso lo dejo a su familia y a aquellos que la conocieron bien. Lo que me interesa destacar aquí son los hechos, hasta donde uno puede tener conocimiento de ellos; y sobre todo, las reacciones, algunas muy llamativas.

De entrada y como dicen los pedantes que usan un extranjerismo para tapar su nulo dominio del español, hay que poner en valor (fíjense el trecho que va de put in value a considerar) los 24 años que Rita Barberá estuvo al frente del Ayuntamiento de Valencia. La ciudad de Valencia, para bien o para mal, es lo que es hoy gracias a Rita Barberá. Que la izquierda troglodita que hoy gobierna allí no lo quiera reconocer… bueno, es como no reconocer que un señor que estuvo 39 años en el poder no dejó una huella profunda en la nación que dirigió y llamar a su mandato «los llamados años». Igualito que Fernando VII respecto del trienio constitucional-masónico.

Pero nuestra izquierda es así: no le importa darse de puñetazos con la realidad. Y tampoco con la coherencia. De hecho, si tanto tienen que criticar a la difunta, ¿por qué no se largaron de Valencia mientras ella fue alcaldesa? Es el mismo reproche que se les puede hacer a los comunistas cuando empiezan con su discursito —que ya hiede— de «España-mierda–de-país». ¿Por qué no se largan de una vez a Cuba o Venezuela, esos paraísos cuyas alabanzas cantan sin cesar? Los Baldoví, el valencià de Terrassa Joan Ribó, los Ximo Puig… ¿qué hacen que no se fueron de Valencia mientras Rita iba ganando todas las elecciones y todos los candidatos de la oposición se estrellaban contra ella?

No obstante, el ejercicio más impresionante de hipocresía al que hemos asistido en estas últimas horas es el de sus excompañeros de partido. Los que por 50.000 euros blanqueados —en su propio partido hay gentuza que ha robado mucho más— la defenestraron hoy ponían cara de felpudo doliente y decían con voz campanuda «el Partido fue su vida». Y su muerte, podríamos decir. Es de vergüenza. Si por Rita Barberá se ponen así de estupendos, ¿qué no harán por Francisco Granados o Francisco Correa cuando la parca llame a su puerta?

Quizá sea por eso que la familia ha prohibido expresamente la asistencia de políticos al funeral. Y muy especialmente a Mariano Rajoy, que ha visto cómo se le escapaba la ocasión de hacerse la foto, vicio en el que caen los políticos tan a menudo. «¿Cómo? ¿Que no me dejan ashishtir al entierro de Rita? Pero shi le debo todo lo que shoy deshde 2007… Desagradecidosh, deshpuésh de haberla blindado como shenadora…».

El numerito de los de Pablenin boys es para recordar el dicho español de le dijo la sartén al cazo. Se invisten de una impostada superioridad moral y pretenden que nos olvidemos de dónde salen sus dineros y las pifias que han perpetrado algunos, perteneciendo a Podemos o incluso antes de pertenecer a esa formación. Y luego, para que Ana Pastor simplemente los echara del hemiciclo. Pero claro que no: ¿con quién iba a coleguear Mariano si la Presidenta del Congreso echa a sus coleguitas?

Pero lo más «interesante» de este asunto es lo conveniente que ha resultado su muerte. Ateniéndonos al dicho «en política las casualidades no existen» y según el grado de maquiavelismo alcanzado en la política nacional, imagínense ustedes. Cospedal podría pasar de «profeta» a «sospechosa» sólo por haber dicho hace nueve meses que, «con el acoso que está sufriendo, Rita Barberá podría morir de un ataque al corazón». Demos un paso más en nuestra imaginación e imaginemos que Rita Barberá, ante los desplantes, el desprecio y el ninguneo «por orden superior» de sus antiguos compañeros de partido, hubiera tomado la decisión de tirar de la manta, expresión de moda en los Juzgados y Tribunales. No era una persona que le arredrase cualquier cosa y, tal vez, sintiendo que no tenía nada que perder, era el petardo que le quedaba para poder decir: «Yo he hecho cosas feas, pero éstos que voy a decir, mucho más». Y antes de que lo diga, ¡zas! Un muy conveniente ataque al corazón se la lleva por delante. Entre todo lo que puede haber sentido Mariano seguro que no falta el alivio.

Y luego, lo de siempre: los que ponen cara de felpudo doliente habiendo ordenado su ostracismo, los que montan el numerito… El follón es impresionante y nadie sabe muy bien qué ha ocurrido. Pero como todo el mundo estaba pendiente de Trump-Trump-Trump y aquí, en esta última semana, del primer concierto de la Pantoja después de salir de la trena (otra que por mucho menos que otros ha pringado mucho más), los detalles del asunto pasan desapercibidos. Como lo del extraño robo de información en la Red Floridablanca (mi convicción personal es que fueron los chicos de Soraya, tan eficientes ellos). Total, que al final unas noticias como ésta o ésta no importan a nadie. Mucho menos aún los propósitos del nuevo Gobierno. Ya saben que el Gobierno sólo dice la verdad cuando ha de dar malas noticias. Y como mal rollito ya lo tienen o en el trabajo o en su casa, sólo quieren la diversión y el entretenimiento completo por el que clamaba Beatty, de Fahrenheit 451.

Dejen que ponga una nota final de insolidaridad. Rita Barberá era lesbiana y toda Valencia lo sabía. Nada tendría eso de particular si no fuera porque no tenemos noticia de que ningún colectivo LGTBI (Arcopoli y similares) ha manifestado condolencia alguna por el deceso. Resulta que si no eres «de izquierdas» no eres «de los suyos». Ni siquiera entre ellos son capaces de mostrarse piedad.

En cualquier caso y dado que somos católicos, descanse en paz Rita Barberá i Déu l’hagi perdonada

Actualización

Vean ustedes la prueba del trato que dispensó el PP a su ex-militante. Es como esos anuncios de crecepelo de «antes y después», si bien aquí el protagonista es el Hernando malo (el otro, Antonio, es el «peor»)…

Caciquismo 2.0 (II)

Responsabilidades

Sentado todo lo anterior y dejando aparte las correspondientes responsabilidades penales, que corresponde a los Tribunales determinar, está clarísimo que existe una culpa in vigilando. Culpa que deriva de un axioma no escrito pero muy vigente en el PP: «Puedes hacer lo que te dé la gana; pero si te pillan, nadie te va a conocer». Claro que hay «Comisiones de Derechos y Garantías» en todos los partidos, y en el PP también. Pero el axioma citado es el que determina que esos organismos no hagan su aparición hasta que lo hace la Justicia. Es la Justicia la que hace el trabajo de esos organismos, cuyos miembros cobrarán mucho pero se rascan lo que ustedes se imaginan hasta que un Juez no pilla a alguien del Partido cometiendo una pifia.

El proceso debería ser justamente el contrario. Una Comisión de Derechos y Garantías que se respete debería actuar antes de que lo hiciera la Justicia y no después. Da la impresión de que un mindundi militante de base del partido X ya no tiene confianza en que su propio partido actúe frente a un cacique de éstos. Cabría esperar que el Partido suspendiese cautelarmente al cacique, aun a costa de perder influencia en la zona; y cabría esperar que, tras una investigación interna, el propio Partido se personara como acusación particular en el proceso que se incoe. Pero justamente eso es lo que no espera ese militante de base y por ello acude directamente a los Tribunales. Sin mencionar que es mejor así por el miedo a las represalias (¿«estructura y funcionamiento democráticos»? Venga, que nos da la risa a ustedes y a mí).

En el caso particular del PP valenciano, la pregunta es: ¿cuándo se jodió el PP valenciano? mi impresión es la siguiente: que todo iba «bien» con Zaplana y que el PP de Valencia empezó a joderse con Camps. A éste le apartaron tras un proceso-farsa (creo que no hace mucho ha defendido una tesis doctoral) y colocaron a Alberto Fabra, que no supuso modificación en el estado de las cosas por mucho que tuviera valor para cerrar la ruinosa televisión autonómica. Con él, los negocios municipales continuaron. Han tenido que caer los tres presidentes de las Diputaciones Provinciales (Carlos Fabra hoy en la cárcel) para que se abriera el melón. Y luego un señor, hoy en paradero desconocido (represalias, ya saben), que se dedicó a grabar al presidente de la Diputación de Valencia contando billetes.

Conclusión y pregunta: ¿En el PP valenciano ha habido tres presidentes: uno pringado, otro que no se enteraba o no tuvo valor para hacer más de lo que hizo y otra que, ante la enormidad del escándalo, ha tenido que hacer lo que no hicieron los dos anteriores? Y aún más. ¿Desde cuándo conocía Génova, 13 el desaguisado? Porque da la impresión de que creyeron que descabezando a Camps y a alguno más (Ric Costa, por ejemplo), bastaría y se iban a calmar los ánimos. Han pasado cinco años desde entonces. Si ahora se ha producido una mascletà y, como diríamos en Cataluña, el PP valenciano ha fotut un pet com una gla, o no sabían hasta dónde llegaba el olor de la mierda o es que lo sabían y consintieron. Ha tenido que ser Isabel Bonig (acento prosódico en la segunda sílaba, señores periodistas) quien diera un puñetazo en la mesa y dijera «Ché, s’ha acabat la broma!», para que nadie creyese que también estaba en el ajo.

Caciquismo 2.0 (I)

Saltaba hace tres días la noticia de la disolución del PP valenciano. Es algo terrible y sin precedentes: así como el PSOE ostenta el dudoso honor de haber sido el primer partido condenado por corrupción, el PP ostenta ahora el honor de haber sido el primer partido que tiene que disolver una sucursal autonómica por la misma razón. En el PSOE tenemos el precedente de Estepona, provincia de Málaga, entre otros. Se tuvo que cerrar la Agrupación porque el miembro de la ejecutiva local que no estaba pringado por una cosa, lo estaba por otra. Pero lo de Valencia es algo de mayor fuste y hemos de detenernos un poco más en ello.

A estas alturas de la película, a muchos ya no nos vale el «y tú más/y tú también». Todos los que han tenido mando en plaza están manchados, con manchas de diverso calibre. Y, como tal fenómeno general, es menester echar una mirada más detenida, como les decía.

Lo primero y principal empieza con la estructura y organización de los partidos implantados a nivel nacional. Léanse el artículo 6 de la muerta y les entrará la risa, si conocen algo el paño de la política municipal. Su base, tal y como está ahora, es el cacique, que suele ser el Alcalde de un municipio. Suelen ser líderes naturales, sí; y por eso también se les escoge: porque son capaces de llevar tras de sí a mucha gente («Hay que conquistar las locomotoras, que son las que tiran de los vagones», principio opusiano pero aplicado largamente en política).

El problema: que el servicio público es muy sacrificado y mal remunerado en relación a ese sacrificio. ¿Qué hace el político? Para no caer en la aplicación de la ley de hierro de los salarios («El trabajador ajusta su rendimiento al salario que recibe en relación al que debería recibir»), el político local se busca compensaciones. Para evitar que después de los cuatro años de rigor vuelva a la nada, el político siempre encuentra a un empresario dispuesto a hacerle el favor. Eso, cuando no es el político el que directamente fuerza el favor a través de la correspondiente y obligada comisión.

Otras veces es el empresario el que corrompe al munícipe. Total, son unas perrillas, un complemento salarial al magro sueldo de munícipe. El político «práctico» se deja corromper porque: a) cuando se marche nadie le va a agradecer lo que ha hecho por el pueblo o ciudad; y b) la vuelta al anonimato es durísima, sobre todo cuando ya no te llaman, no te invitan a los saraos, no tienes puesto de preferencia en las celebraciones ni una corte de lameculos, aunque sean de los que aspiran a ocupar tu puesto en cuanto te despistes.

En este segundo caso nos podríamos encontrar con lo siguiente: el empresario es un corrupto y tienta al munícipe porque con sus antecesores ya funcionó. Si el munícipe no es corruptible y se niega a hacer negocios con el empresario, éste, seguro de sí, le espetará: «Usted no sabe quién soy yo/Usted no sabe con quién está hablando». Y encontrará en algún nivel superior otro responsable de partido más… este… flexible, que además se encargará de hacer la vida a cuadritos al mindundi de Alcalde que ha frustrado el negocio del pez gordo. Así, hasta que el munícipe decente acabe presentando su dimisión «por motivos personales». Con el agravante de que en España la oposición municipal no está más que para alegrarse con los problemas del partido rival, sin poner por encima de la contienda el interés de los vecinos del municipio.

En mi opinión, esto es lo que ha ocurrido en Valencia, a escala mucho mayor que la municipal, naturalmente. Gente que sólo quiere desalojar a otra gente porque les impiden hacer los negocios que les interesan. Las tramas se extienden a lo largo y ancho de la bella región valenciana. Ha habido para todos: pa-ella y pa-él. Negocios, muchos negocios; y dinero, mucho dinero. Hasta el caso Nóos, que creíamos limitado exclusivamente a Baleares, salpica con su chapapote a Valencia. Quizá pudiera abrir la boca Esteban González Pons, conseller de Vicepresidencia cuando su jefe era Francisco Camps y que, al parecer, echó la firma en varios documentos comprometedores de ese asunto. Hoy el señor González Pons está en Europa, como o pasmo de Palas do Rei, que no ha sido juzgado por el caso de las gasolineras. Ésa es la utilidad del Parlamento de la UE.

Paella a la carta de ajuste


«¡Me desenfoco de dolor! ¡Me quedo para carta de ajuste!»

(Maese Cámara, de Los Electroduendes)

Pues nada, señores. Esto ya es una realidad, salvo los trámites administrativos que haya que realizar. Se cierra la TV autonómica de la Comunidad Valenciana. Lo anunciaba hoy Alberto Fabra, su presidente, sin paños calientes ni vaselina. «No hay dinero», ha dicho con voz campanuda. Y ha apelado a dos de las joyas de la corona del Estado del Bienestar para justificar el cierre: la Sanidad y la Educación. Y como es el primero en hacerlo, le han caído todos los rayos, truenos, sapos y culebras habidos y por haber. No obstante y como he dicho alguna vez, vayamos por partes, que dijera Jack el Destripador. Consideremos así este tema como una paella mixta: arroz, carne, marisco, langosta y algún que otro cacho de merluza.

De entrada, sorprende un poco que el presidente se quedara simplemente en el hecho: «No hay dinero». Sin más. Los ciudadanos valencianos, que han sido los paganos de la fiesta, no tienen derecho a saber por qué no hay dinero. Ahhh, el por qué, esa pregunta tan peligrosa, como decía Ray Bradbury en su Fahrenheit 451 (que debería ser lectura obligatoria en todas las asignaturas que tengan que ver con las Humanidades). Sospechan, porque no es la primera vez que ocurre, que en la TV valenciana ha habido muchos años de vino y rosas. Directivos con sueldos imposibles, plantillas sobredimensionadas para las necesidades reales y, sobre todo, falta absoluta de control. Fabra no ha dicho –debería– cuándo fue la última vez que se auditaron las cuentas de esa empresa pública. La LCSP establece unos controles bastante severos… que por lo visto en la capital del Turia se pasaron por el arco de triunfo. Y mientras tanto, vengan días y vengan ollas. ¿Por qué? Seguro que les suena. Porque como se trata de televisión pública (la kalidá es materia opinable), está sostenida con dinero público, el cual ostenta, para algunos, estas dos cualidades:

a) No es de nadie (lo dijo la ínclita Carmencita Calvo, pero parece que otros le han tomado la palabra).

b) No se acaba nunca. Es decir, «siempre que se cobren impuestos –pensarían algunos–, habrá una partida para nosotros».

Al parecer, durante los años de Camps nadie vigiló la marcha económica de la empresa. El champán corría a raudales y la fiesta era continua. Nadie, al parecer, se preocupó de que la actividad económica cuadrara con los números. Un servidor de ustedes no sabe cómo se puede medir la rentabilidad de una cadena de televisión o cómo hay que administrarla para que dé beneficios; pero seguro que los que sí sabían, «ni estaban ni se les esperaba». O tal vez es que ya se asumió desde el principio que era una actividad económicamente deficitaria, «compensada por su cualidad de servicio público» (esa cualidad es la que hace que una actividad económica deficitaria se mantenga a toda costa en un presunto Estado del Bienestar). El asunto se podría resumir en que se gastaba más de lo que se ingresaba. Con lo cual, la paella se ha quedado finalmente sin carne.

Desde la Generalitat valenciana se intentó la solución menos mala, a saber: despedir al 75% de la plantilla para poder seguir manteniendo el servicio. Solución que atacaba uno de los factores que mencionábamos al principio (sobredimensionamiento de plantilla), pero que hace pocos días fue tumbada por el TSJV, debido, al parecer, a un «mal planteamiento» del ERE. Así las cosas y con una agujero de 1.400 millones, la Generalitat decide que la readmisión de los trabajadores supondría retomar el incremento de la deuda. Fabra ha cortado por lo sano y ha cerrado la barraca.

En esta paella mixta hemos encontrado la carne. Vamos ahora por el marisco, que ya se imaginarán ustedes de quién se trata. Lo han adivinado ustedes: los sindicatos. Sindicatos que ahora parecen mover mucho el rabo, que protestan contra el cierre de la televisión… pero a los que nunca hemos oído protestar contra la mala gestión de la cadena en defensa de los intereses de los trabajadores. Y que seguramente se llevarían su mordida del 1% por la negociación del ERE. Y uno, nuevamente, vuelve a sospechar: ¿estarían también en la pomada, como lo estaba el ínclito sindibanquero José Ricardo Martínez en Bankia? ¿Habrían llegado los sindicatos y la empresa a un pacto de no agresión sindical a cambio de determinadas prebendas, gavelas y canonjías? Si fuera así, eso explicaría que mientras duraron los años de vino y rosas nadie que conociera el percal levantara la voz. Al igual que en Bankia… y en la CAM también.

Sorprendentes también –desde este lado del Ebro– las declaraciones de una trabajadora (o sindicalista, no me queda muy claro), apoyando la continuidad de la TVV porque (no cito literalmente) «siempre hemos defendido la lengua y la cultura valencianas». Esto podríamos oírlo también aquí, si se planteara el cierre de TV3.

Finalmente, vamos a por el trozo de merluza. O de merluzo, que ha resultado ser Ignacio Fernández Toxo. El sindicalista vertical de izquierdas ha declarado lo siguiente:

«Es un atropello de lesa democracia lo que está ocurriendo en Valencia» ha dicho Toxo al tiempo que ha recordado que «primero se vacía de contenidos la televisión pública y después se toman decisiones drásticas que afectan a la vida de las personas y a la calidad de la democracia»

Mellor tés a boca pechada, Nachiño. Con la porquería que están sacando de los tuyos en Andalucía, es simplemente una burla que hables de «atropellos de lesa democracia» y que simules interés por la «calidad de la democracia». Pero lo más divertido es que encima o sindicalista dos collons apunta a… Telemadrid. Una televisión que ha sufrido los sabotajes más salvajes por la chusma sindical, pero que ahora parece que van a rezar a San Marx o San Lenin para que Ignacio González no la cierre, a pesar de que también es deficitaria y que también ha habido años de vino y rosas, según cuentan algunos que saben. ¿Será que saben que si se cierra Telemadrid se les acaba el momio televisivo en la CAM?

Otra pregunta que se me ocurre: ¿en qué medios audiovisuales que hablen de su comunidad se informarán ahora los valencianos? ¿Presionará más la TV3 ahora para implantarse de forma definitiva en aquellas tierras, reforzando la idea del lebensraum nacional… de Salses a Guardamaaaaaaaar!»), ahora que ya no tiene competencia y que además ya han dicho que ellos no pondrán la cuchilla a la CCRTV porque «es un valiosísimo instrumento para la construcció nacional»? Lo veremos en las próximas semanas?

Todo ello nos llevaría a una reflexión sobre el papel de las televisiones autonómicas (y locales) y su función, que quizá tratemos en una próxima entrada. Pero déjenme finalizar con dos mini-reflexiones. La primera, que podría llegar a entender una especie de cierre temporal de la RTVV, hasta tanto no se liquide la deuda, y que una vez liquidada esa deuda, se volviera a poner en pie la RTVV, pero dimensionada para las necesidades reales de la Comunidad Autónoma y con un control férreo de todo lo que se gana y se gasta. Y la segunda, que habiéndose demostrado que Camps ha sido un pésimo gestor de la cosa pública (porque el marrón que se está comiendo Fabra se lo legó Camps envuelto en papel de celofán), es lamentable que la oposición tratara de empapelarlo únicamente por tres tristes trajes. Lástima que la administración desleal no se aplique a los políticos y baste con su «asunción de responsabilidad política».

Veinte años no es nada (o sí)

Hace unos días se cumplió el vigesimoprimero aniversario del crimen de las niñas de Alcàsser, tanto más horrendo cuanto que uno se adentra más en los detalles. Centrándonos en los hechos, resulta que tres niñas (o mejor dicho, adolescentes, pues sus edades entraban en esa franja de edad que comúnmente se denomina edad del pavo) son secuestradas una calurosa noche de verano. Aparecen un tiempo después, muertas y con signos de haberse ejercido sobre ellas violencias imposibles de soportar para una persona normal. Repuesto un poco de la impresión de los detalles, les relato a ustedes mis impresiones. Continuar leyendo «Veinte años no es nada (o sí)»

La otra cara de la moneda

La otra cara del día de ayer, no obstante, apareció en Levante. Un pavoroso incendio que entre Castellón y Valencia quemó casi 30.000 hectáreas de bosque pilló desprevenido prácticamente a todo el mundo. No sé ustedes, pero yo estoy en que no fue una casualidad: alguien sabía muy bien que todos estarían viendo el partido o celebrando el triunfo y que por tanto, a la tarea de sofocarlo la gente se apuntaría suficientemente tarde como para que el destrozo fuera significativo. Por si faltara algo, el incendio comenzó en 5 sitios distintos a la vez. ¿Creen todavía que es una casualidad o, como yo, que no sólo no lo fue sino que hubo la intencionalidad necesaria como para desviar la atención de la Eurocopa? Con el agravante de que es sumamente difícil detener a los culpables en estos casos. También es significativo que el incendio ocurriera en Valencia (gobernada por el PP) en vez de haber ocurrido en Andalucía (gobernada de siempre por la pesoe y que quema judicialmente ahora).

Repetiremos (lamentablemente) algunas de las cosas que ya dijimos en este blog:

  1. Debe llevarse a cabo una limpieza de bosques. Es una tarea de los Ayuntamientos y de nadie más (acaso, con la coordinación de la Comunidad Autónoma y del SEPRONA).
  2. La limpieza debe hacerse en noviembre. No en abril, ni mucho menos ahora. Podemos estar de acuerdo en que no hay dinero, pero la tarea sigue siendo necesaria y no se puede dejar al albur de unos desaprensivos que el bosque se queme o no se queme.
  3. Seguro que muchos me van a tachar de fascista por proponer esto; pero habiendo población carcelaria suficiente, ¿no se puede seleccionar a personas en número suficiente para que ese trabajo se haga sin coste económico para el Estado? Hasta se podría establecer un cupo de redención de días de pena por día trabajado. O tal vez se puede acudir a la lista de parados. ¿No habrá quienes, aunque sea por precio módico, puedan realizar ese trabajo que, al parecer, nadie quiere realizar?
  4. Tal vez, con la experiencia que ya tenemos y con todos los casos que han salido, sería conveniente revisar eso de otorgar la competencia urbanística a los Ayuntamientos sin más cortapisas. Ha quedado bastante claro que la Local es «la Administración más cercana al… chanchullo» (no «al ciudadano», como se nos vendió en la nada santa Transición.

Guadalajara, Canarias, Galicia… y ahora Valencia, son los negros hitos de la nefasta (o nula, en su caso) política contraincendios que se lleva desde hace años en España.

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El Patito se vió reflejado en el agua, y la imagen que ésta le devolvía le cautivó por su hermosura: era un magnífico Cisne

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