
Eso es lo que parecen significar las siglas BBC, al parecer. Sobre todo cuando se trata de terroristas asesinos de la ETA separatistas vascos (lo de British Broadcasting Company es una broma pesada). Continuar leyendo «BoBos do Cú»

Eso es lo que parecen significar las siglas BBC, al parecer. Sobre todo cuando se trata de terroristas asesinos de la ETA separatistas vascos (lo de British Broadcasting Company es una broma pesada). Continuar leyendo «BoBos do Cú»
Leo hoy en La Gaceta que a Yolanda Couceiro Morín y a 49 personas más se les ha retirado la escolta. Escolta muy necesaria en Vascongadas para quienes piensan distinto de la morralla mitológica nacionalista. Ni el consejero Rodolfo ni Rub-al-Kaaba han dado muchas explicaciones sobre el particular, que supongo se ceñirán a la falta de recursos del organismo correspondiente –estamos en crisis, ya saben ustedes, y hay que recortar gastos– y el hecho de que «el Gobierno ha conseguido arrancar de ETA la promesa de una «tregua indefinida verificada»». Sobre todo esto último, que implicaría que «ya no es peligroso» pasear por cualquier calle de Bilbao. Continuar leyendo «Sin escolta»
Pues digo yo que ante el secuestro de atuneros vascos en aguas internacionales (que, encima, nos vacilan los piratas que es un primor y Moratinos no puede hacer nada, el pobre) se podría proponer una solución. A mi entender, resulta que el Playa de Bakio (y no sé si el Alakrana, el actual) no llevaba pabellón español, sino la ikurriña. En tal caso, no debería ser el Ejército ESPAÑOL quien los defendiese, puesto que a los nacionalistas vascos, orgullosos de su bandera, les pareció bien retirar la bandera española del monte Gorbea. Todo lo contrario: deberían ser esos autodenominados gudaris euskaldunes los que debían formar en dichos pesqueros siempre y cuando éstos quisieran llevar la ikurriña en su pabellón y no la bandera española. ¿No dicen que son una especie de «Ejército de Euskalherria»? ¿No se llevan tan «bien» con el PNV?
Si esto es así, ¿por qué pidió Josu Erkoreka que los defendiese el Ejército ESPAÑOL en vez de los «gudaris vascos»? Claro que me temo lo que podría ocurrir: que, resultando más cómodo destrozar cajeros, quemar autobuses amedrentando al pasaje, extorsionar a honrados empresarios vascos, poner bombas o acribillar a balazos a la txakurrada, la mayoría alegarían «ahivalahostia, es que en alta mar me mareo, pues».
Creo que la señora Gallizo, la de Instituciones Penitenciarias, debía pensárselo. Es una buena solución para que asesinos confesos y borrokalaris jamás arrepentidos hiciesen un servicio al «pueblo» al que dicen «defender» con su actividad criminal, en vez de tenerles a pan y cuchillo en nuestras cárceles, para sonrojo y vergüenza de sus víctimas…
Miserable el directivo del PNV que, en un alarde de «valentía», no ha querido identificarse para lanzar su ataque contra la viuda de D. Eduardo Puelles, doña Francisca Hernández. Sabiendo como sé que en los partidos rara vez hace declaraciones quien no tenga algún tipo de mando, no me extrañaría que hubiera sido Anasagasti, el caracazo.
En todo caso, ya nos es conocida esta postura del PNV. Los recogenueces se posicionan al lado de la ETA, como siempre. No son tan lejanos aquellos tiempos en que cada vez que la Benemérita detenía algún etarra, nunca faltaba algún burukide (preferentemente Egíbar) dudando de que al «valiente gudari» se le hubiese aplicado un tratamiento correcto. Y estamos en lo mismo. Pero dicen que no apoyan a ETA.
Pagaban subvenciones a los familiares de los etarras (¿por qué? ¿Acaso no son unos asesinos? ¿Por qué hay que hacer un favor a sus familiares, que, en no pocos casos apoyan las mismas tesis asesinas?), pero dicen que no apoyan a ETA.
Recibimos hace pocos días una confirmación oficial de algo que sospechábamos hace ya mucho: que la Ertzaintza no actuaba contra ETA por motivos políticos. Para el PNV, al parecer, los de la ETA siguen siendo «las ovejas descarriadas» del nacionalismo vasco y que, «en el fondo, esperan recuperarlos algún día». Pero dicen que no apoyan a ETA.
Dejando aparte su mal perder –que también–, sólo un miserable, un malnacido, una rata asquerosa, un gusano inmundo podría decir las siguientes palabras de doña Francisca Hernández (declaraciones a El País, que les cede espacio):
«En esas circunstancias no se puede dejar el discurso a la viuda. Fue una situación durísima. La mujer lo mezcló todo. Hizo referencias muy duras a las familias de los presos. Supongo que estaría sedada a tope. Eso lo tienen que cuidar. Es mejor que las viudas no hablen».
¿Y dicen que no apoyan a ETA? El Evangelio –que es mi manual de consulta– dice muchas cosas y en particular la siguiente: «No se puede servir a dos señores». Trasladando el dicho al PNV, resulta que en materia política aplican el principio de contradicción: «A es A y es también no-A». Es decir: son «demócratas» (habría que hablar mucho sobre eso) y al mismo tiempo apoyan los fines de ETA, que es cualquier cosa menos demócrata. Ambigüedad calculada que debería llegar a su fin: o se está con las víctimas, o se está con los verdugos. No se puede quedar bien con todos.
En esta tesitura me desazonan mucho las palabras de don Salvador Ulayar, por la relevancia de quien las dice. Leí su historia en el libro de José Díaz Herrera e Isabel Durán «ETA, el saqueo de Euskadi». Ahora le leo en LD y no es ni mucho menos para tirar cohetes. Sobre todo porque denuncia a una AVT domesticada. «Desactivada», podría decirse. Otro ejemplo de cómo los (malos) políticos expulsan a la ciudadanía de sus mismos espacios de libertad. Y si los propios interesados (o cuando menos sus «representantes») dejan de enarbolar la bandera que los unió para aceptar sin chistar el discurso de un Gobierno que los quiere calladitos y que al mismo tiempo «negocia» con los etarras, pues apaga y vámonos.
Y en cuanto al PNV, dos cosas. La primera, que al «directivo» que ha dicho esas barbaridades tendrían que inyectarle la antirrábica y ponerle un bozal. Y la segunda, que en el tema del terrorismo no se puede ser al mismo tiempo parte de la solución y parte del problema. O se está con los verdugos, o se está con las víctimas. Otra cosa es que sea tabú decir en voz alta por quien corresponda (o debería corresponder) que el PNV apoya a los etarras. Y esto hasta Sabino lo entendería aunque no se lo explicaran los jesuitas de Orduña.
Por su interés, reproducimos este artículo de Leopoldo Cuesta en MD (hoy borrada de ese digital, que ahora se dedica a «otras cosas»).
Pues sí queridos míos. Este verano ha sorprendido a cronistas tanto de izquierda como de derecha, la conversión del Partido Socialista de Cataluña (PSC) a la fe nacionalista. A unos les ha parecido una traición; a otros, simple oportunismo. Y no estoy de acuerdo con ninguno de ellos.
Defiendo la tesis de que la evolución del socialismo en general, y del PSC en particular, hacia posiciones nacionalistas, forma parte del desarrollo coherente del colectivismo, del culto a la Comunidad, y del desprecio al individuo.
El socialismo se basaba en una supuesta ventaja económica de la planificación centralizada, frente a la búsqueda individual de la felicidad a través de la consecución de objetivos personales. Esta suposición se podía contrastar con la realidad; y eso ha sido precisamente lo que ha ocurrido a lo largo de todo el siglo XX: el fracaso del Socialismo ha sido total y sin paliativos… pero…
¿Dónde se iban a refugiar los quienes no creen en la persona? Muy fácil: en la Nación Planificada. En el Nacionalismo.
Y hablo de Nación Planificada para distinguirla de la «Comunidad Popular» nacionalista, de las Naciones Históricas realmente existentes. Que, de todos modos es un concepto nazi: la Volskgemeinschaft.
Nadie planifica la existencia de las Naciones Históricas. Son fruto de millones de hechos aislados independientes entre sí. Fruto de victorias y derrotas militares, de habilidades y torpezas. Los hechos que modelan una Nación Histórica, podían haber ocurrido de otra manera, pero entre todas las infinitas posibilidades, solo una es históricamente cierta.
En las Naciones Históricas los individuos conservan la libertad, porque no deben ajustarse a ningún modelo preconcebido: es la Nación la que se nutre de ellos. ¿Ejemplos concretos?, tenemos uno muy cerca: España.
España es una Nación Histórica.
Las Naciones Planificadas de la mitología nacionalista obedecen a un proyecto ideológico abstracto. Sus fronteras, su cultura y su idioma no son fruto de las decisiones de sus ciudadanos, sino del proyecto alucinado de los «verdaderos patriotas». Las naciones Planificadas son un mero artificio, diseñado por burócratas, al margen de cualquier control democrático.
Las Naciones Planificadas, al ser falsas, hay que fabricarlas. Y a ese objetivo deben plegarse las vidas y las haciendas de las personas. Quien no lo haga queda excluido de la «comunidad nacional». ¿Ejemplos concretos? También los tenemos muy cerca: «Euskal Herria», «Països Catalans» o «Galiza» son Naciones de diseño, Naciones Planificadas, Falsas Naciones, que no han sido producidas por la Historia. Esta ideología, prácticamente una religión, es el refugio ideal para quienes huyen del fracaso del socialismo. Al ser mística, no hay que demostrar nada: pase lo que pase, el mito se mantiene. ¿Alguien tiene una idea mejor para seguir viviendo del cuento?
Por supuesto, esta «Construcción Nacional» supone la destrucción de las personas que tienen la desgracia de vivir en esos territorios. Incluso la destrucción de la cultura que el nacionalismo dice defender.
Les voy a contar una historia… Puede que a los lectores más jóvenes les cueste creerlo, pero hace más de 30 años, en pleno franquismo, el catalán fue un idioma de enorme prestigio, tenia amigos en todas partes y estaba en plena expansión.
A día de hoy, el catalán está perdiendo terreno demográfico. Es un idioma poco atractivo para los estudiantes y no es económicamente rentable. Cuando la gente puede elegir, elige el castellano. Socialmente, el catalán sólo se habla cuando se impone coactivamente. No es autónomo, depende de subvenciones y prebendas. Si el régimen nacional-socialista se desmorona, el idioma catalán va a tener grandes dificultades para sobrevivir al siglo XXI.
¿Qué ha pasado en estos años? ¿Cómo es posible que, después de 3 décadas de gastar ingentes sumas de dinero en potenciar el catalán, su crecimiento esté paralizado?
La verdad es tan simple que un nacionalista es incapaz de verla: la ciudadanía percibe que el catalán ha dejado de ser un idioma para convertirse en un arma, un instrumento sectario de segregación social y política, con el único objetivo de crear una «comunidad popular» mística, cultural y lingüísticamente pura, cuya identidad se basa en el odio a España.
El mito se alimenta a sí mismo, pues el retroceso social del catalán, es utilizado por el nacionalismo para aumentar el victimismo y la presión sobre la población al grito de… ¡el catalán se extingue!. El separatismo jamás podrá asumir la realidad de que el retroceso del idioma catalán, su perdida de prestigio, y su inutilidad económica, son fenómenos de su exclusiva responsabilidad.
Pero asumiendo la realidad de esa decadencia, ¿está justificada la imposición del catalán? Desde el respeto a la libertad de la persona, en absoluto. Si el nacionalismo cree realmente que el catalán, el vasco, o el gallego están en vías de extinción ¿existe mayor crueldad que formar a una generación de niños en idiomas que se extinguen? ¿Alguien ha pensado en ellos como personas? En sus vidas, en sus opciones de futuro, ¿a alguien se le ocurriría imponer el latín en la escuela para «salvar» ese idioma?
La supuesta nación catalana se ha convertido así, en la nación de los nacionalistas. Sus fronteras son sus prejuicios, su bandera el totalitarismo, y su futuro, el rencor y la pobreza.
Esta «Nación» es la que en su último congreso, asume el PSC como parte de su proyecto. ¿De verdad les parece tan extraño? ¿Creen que hay grandes diferencias entre la «construcción del socialismo» y la «construcción nacional»?
El Socialismo y el Nacionalismo son ideologías anti-persona. No pueden soportar que la gente haga lo que desea hacer, y no «lo correcto». Por eso los puentes entre ellas están siempre abiertos para transitarlos en ambos sentidos.
Si el PSOE todavía no se ha colgado del nacionalismo, es porque no encuentra Nación de la que ahorcarse. En España, el nacionalismo español está desprestigiado y es prácticamente inexistente…
Aunque no crean: en otras latitudes nuestro idioma también se utiliza para destrozar países. De eso entienden mucho los Estados Unidos, donde grupitos indigenistas quieren romper la unidad lingüística de la gran república norteamericana utilizando el español como ariete…
Aunque eso ya es otra historia… y es demasiado larga para un solo artículo.
Por hoy basta de charla…quizás volvamos a encontrarnos.
¡Hasta otra, amigos!
Ayer nos tuvimos que meter entre pecho y espalda el asesinato del Brigada D. Luis Conde de la Cruz. Vaya por delante nuestro más sentido pésame a la familia de la víctima y permítasenos, de paso, unas consideraciones.
Está muy bien que persigan a esas alimañas, las juzguen y las encarcelen conforme a Derecho. Es algo que el P(SOE) hace ahora, después de 5 años de llamar a los etarras «hombres de paz» y de propiciar rocambolescos episodios judiciales. Todo ello, eso sí, pasado antes por el tamiz del criterio electoral (al P(SOE) no le interesa otra política que la que da votos, aunque el país se vaya a la eme, que diría mi amigo Daniel). Debe ser que como están jugando con las cosas del comer, han hecho sus encuestas y ven que perderían votos. De ahí la mayor presión sobre ETA, para distraer la atención.
Ahora bien. Yo me pregunto por qué no incluyen en ese grupo a personas como el señor Azcárraga, Joseba, infumable Consejero de Injusticia de Euskadi. Con sus declaraciones ha dado siempre oxígeno a los etarras, mientras su partido juega a eso del «nacionalismo democrático». No parece sino que Azcárraga ha tomado el relevo a otro Joseba (Eguíbar, por más señas). Sí, ése que cada vez que la Guardia Civil hacía su trabajo y detenía a una alimaña etarra, salía «dudando» del trato que los miembros de la Benemérita habían dispensado al etarra detenido. Y no pocas veces, sugiriendo directamente «torturas».
Sobre este tema, como siempre, dos puntos: primero, los etarras tienen la «obligación» de denunciar al «Estado español opresor y torturador», siempre y en todo caso. Con lo cual es su palabra contra la de la Benemérita. Segundo, en particular, soy persona que opina que el trato a los etarras debe ajustarse a la ley y que no caben, por tanto, «idas de mano». Pero no es menos cierto, que somos humanos y que a no pocos miembros de la Benemérita les costaría contenerse a la vista de quien ha podido ser el asesino de un padre, de un hermano, de un compañero. Hay que castigar esas «idas de mano», por supuesto; pero también hay que comprender las emociones que se remueven en el momento concreto.
Por todo ello son especialmente indignas las declaraciones del señor Azcárraga y de otros como él. Ponen cara de bacalao hervido en los entierros y comparecencias públicas, «condenando» a ETA, al mismo tiempo que dudan de la profesionalidad de la Guardia Civil. No hemos olvidado a Arzallus cuando hablaba, en tono entre quejicoso y condescendiente, de los «chicos de la gasolina», pobrecillos ellos, ovejas descarriadas del redil aranista. Nadie echará el guante a Azcárraga por sus declaraciones (lo mismo que estoy seguro de que Arzallus se morirá de viejo y en la cama, como Franco). Y la Guardia Civil seguirá haciendo su estupendo trabajo, con su entrega total y sacrificio habituales, para escarnio y despecho de quienes se dicen «demócratas» y dan la mano a ETA por debajo de la mesa.
«Una comunidad que ha sucumbido a esta grave enfermedad espiritual [el nacionalismo] tiende a resentirse por su deuda cultural con la civilización de la cual ella misma no es nada más que un fragmento, y en esta disposición moral dedicará gran parte de sus energías a crear una cultura nacional restringida, a la que se pueda proclamar libre de influencias extranjeras. En sus instituciones sociales y políticas, su cultura estética y su religión intentará recobrar la pretendida pureza de una era de independencia nacional previa a ésta en que se encuentra incorporada a la sociedad, más amplia, de una civilización supranacional».
(Arnold J. Toynbee, Estudio de la historia, donde se define el nacionalismo como «una forma arcaica de utopía»; cursiva nuestra).
Leo en El Mundo, entre asombrado y asustado, que «el Gobierno ofreció a ETA un órgano común vasco-navarro con poderes ejecutivo y legislativo» después del atentado de la T-4. Se amplía, pues, el agujero de la mentira. Porque, recordemos: se nos dijo, repitió y machacó hasta la saciedad que el proceso estaba roto, etc., etc., durante un año. A los que no nos fiábamos de las palabras de ZP y de Rubalcaba se nos llamó fachas, peperos, agoreros, catastrofistas… y algunas otras cosas «menos lindas».
Luego, ZP no tuvo empacho alguno en reconocer ante PedroJota que «no había dicho la verdad de aquello», es decir: que mintió. A los que señalamos la gravedad del hecho, prácticamente se nos contestó con un «¿Y qué?», cuando no con el silencio absoluto, como si el hecho de que todo un Presidente del Gobierno mintiese al pueblo y a sus representantes en un asunto como el terrorismo no tuviera la más mínima importancia. Cuando quisimos saber de qué habrían hablado los representantes del Gobierno con ETA, se nos dio la callada por respuesta. La burla, también: «Mira a éstos que pretenden saber de qué hablamos con los etarras, ji-jí, ja-já». La risa floja, vamos. Es decir: no teníamos derecho a saber lo que una banda asesina y mafiosa, que tiene como objetivos a todos los españoles, negociaba (sí, con todas las letras) en esos momentos con el Gobierno.
Pues bien, ahora ya nos empezamos a enterar: el Gobierno ofreció a ETA ese llamado órgano común vasco-navarro para, digámosle así, «entrar fuerte en la negociación». Obviamente, allí todos son vascos y no hay ningún navarro en la negociación. Patxi Nadie, José Antonio Pastor, Jesús Egiguren, Arnaldo Otegi, Josu Ternera… A no ser que se haya colado Uxue Barkos en dicha negociación (la única política navarra que a mi parecer podría estar en una tal negociación), con lo cual se presupone incluido el sentir de una parte de los navarros.
La oferta, no obstante, presenta un problema de legalidad constitucional: significa pasarse por el forro del arco de triunfo la Disposición Transitoria Cuarta de la Constitución. Dicha disposición establece la necesidad de un referéndum entre los navarros (no los vascos) para ratificar la decisión del Órgano Foral en el sentido de querer unirse a los vascos. Por lo tanto y de acuerdo con esa oferta, a los navarros que les den.
Y sin embargo, a pesar de ofrecerle las dos terceras partes del pastel (competencias legislativas y ejecutivas en ambos territorios), ETA ha dicho no. Ellos piden lo de siempre, desde hace 40 años: independencia de España y anexión de Navarra, un trocito de Santander, el trocito llamado País Vasco-Francés (que a Monsieur Le Président no le hará ninguna gracia), el trocito hoy llamado La Rioja, y un trocico de Aragón. Que viene a ser lo mismo que pide el PNV adaptándose al paripé democrático, no lo olvidemos.
El P(SOE) se lo daría de mil amores si eso no supusiera que iba a ser visualizado —palabra clave— como una traición a la Constitución y específicamente a los navarros, a los que se vendería como vendieron Chamberlain y Daladier Checoslovaquia a Hitler en 1938. Vamos, que no importaría si no se viese tan claro o se pudiese vender como algo parecido a «un éxito resonante del federalismo asimétrico», por poner un ejemplo. Y todos contentos como Chamberlain y Daladier: «Se ha preservado la paz». La historia de los siete años siguientes demostró cuán equivocados estaban.
Y lo que es muy lamentable de este asunto es que haya sido ese «no» de ETA lo que haya salvado la honrilla del presidente que va a ser embestido pasado mañana. O sea, que no prosperó la negociación porque los etarras se ciñeron exclusivamente a sus inasumibles pretensiones. De haber dado su visto bueno los etarras se hubiera dado el primer paso para el Anschluss euskalerríaco: anexión de un territorio hermano, ayudada desde dentro y sin disparar un solo tiro.
Y ahora, ¿dónde están los que nos llamaban agoreros por decir que «con ZP España se rompe»?
Hay otro problema que acucia y hasta acongoja a mi patria española, y es el de su íntima constitución nacional, el de la unidad nacional, el de si la República ha de ser federal o unitaria. Unitaria no quiere decir, es claro, centralista, y en cuanto a federal, hay que saber que lo que en España se llama por lo común federalismo tiene muy poco de federalismo de The Federalist o New Constitution, de Alejandro Hamilton, Jay y Madison.
La República española de 1873 se ahogó en el cantonalismo disociativo. Lo que aquí se llama federar es desfederar, no unir lo que está separado, sino separar lo que está unido. Es de temer que en ciertas regiones, entre ellas mi nativo País Vasco, una federación desfederativa, a la antigua usanza española, dividiera a los ciudadanos de ellas, de esas regiones, en dos clases: los indígenas o nativos y forasteros o advenedizos, con distintos derechos políticos y hasta civiles. ¡Cuántas veces en estas luchas de regionalismos o, como se les suele llamar, de nacionalismos, me he acordado del heroico Abraham Lincoln y de la instructiva guerra de secesión norteamericana! en que el problema de la esclavitud no fue, como es sabido, sino la ocasión para que se planteara el otro, el gran problema de la constitución nacional y de si una nación hecha por la Historia es una mera sociedad mercantil que se puede rescindir a petición de una parte o de un organismo.
Aquí, en España, este problema se ha enfocado sentimentalmente y sin gran sentido político, por el lado de las lenguas regionales no oficiales, como son el catalán, el valenciano, el mallorquín, el vascuence y el gallego. Por lo que hace a mi nativo País Vasco, desde hace años vengo sosteniendo que si sería torpeza insigne y tiránica querer abolir y ahogar el vascuence, ya que agoniza, sería tan torpe pretender galvanizarlo. Para nosotros, los vascos, el español es como un máuser o un arado de vertedera, y no hemos de servirnos de nuestra vieja y venerable espingarda o del arado romano o celta heredado de los abuelos, aunque se los conserve, no para defenderse con aquélla ni para arar con éste.
La bilingüidad oficial sería un disparate; un disparate la obligatoriedad de la enseñanza del vascuence en el país vasco, en el que ya la mayoría habla español. Ni en la Irlanda libre se les ha ocurrido cosa análoga. Y aunque el catalán sea una lengua de cultura, con una rica literatura y uso cancilleresco hasta el siglo XV, y que enmudeció como tal en los siglos XVI, XVII y XVIII, para renacer, algo artificialmente, en el XIX, sería mantener una especie de esclavitud mental el mantener el campesino pirenaico catalán en el desconocimiento del español – lengua internacional -, y sería una pretensión absurda la de pretender que todo español no catalán que vaya a ejercer cargo público en Cataluña tuviera que servirse del idioma catalán, mejor o peor unificado, pues el catalán, como el vascuence, es un conglomerado de dialectos.
La bilingüidad oficial no va a ser posible en una nación como España, ya federada por siglos de convivencia histórica de sus distintos pueblos. Y en otros respectos que no los de la lengua, la desasimilación sería otro desastre. Eso de que Cataluña, Vasconia o Galicia, hayan sido oprimidas por el Estado Español no es más que un desatino. Y hay que repetir que unitarismo no es centralismo. Más es de esperar que, una vez desaparecidos los procedimientos de centralización burocrática, todos los españoles, los de todas las regiones, nosotros los vascos, como los demás, llegaremos a comprender que la llamada personalidad de las regiones -que es en gran parte, como el de la raza, no más que un mito sentimental- se cumple y perfecciona mejor en la unidad política de una gran nación, como la española, dotada de una lengua internacional. Y no más de esto.
(Miguel de Unamuno, El Sol, 14 de mayo de 1931)
Visto en Hermandad de Veteranos de las Fuerzas Armadas y Guardia Civil.
Comentario nuestro.- O salió don Miguel profeta, o es que conocía demasiado bien a sus paisanos nacionalistas… y por extensión, a los catalanes y gallegos.
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