Y tan en sirio, oigan. Oriente Medio ha demostrado ser un polvorín desde que se activó eso que los medios han dado en llamar primavera árabe: esos vientos uranianos que barren el Magreb de parte a parte y que ahora han fijado su mirada en Oriente Medio. No dudamos de que Yasser Arafat reventaría de contento: por fin él y sus hermanos «tendrán la posibilidad de echar a los israelíes al mar», apoyados por Irán. Continuar leyendo «Esto va en sirio»
Categoría: Mundo
Plagas egipcias
Quiero recordar a ustedes que ya hace algún tiempo comentábamos los aires huracanados y uranianos que soplan salvajemente a lo largo y a lo ancho del mundo musulmán. Creíamos que ese mundo estaba sólidamente aferrado a la tradición; tanto, que no parecía moverse más allá de nuestro siglo XV. Que, de hecho, es el año en que ellos están si restamos los 622 años que separan el nacimiento de Cristo (punto de referencia para los occidentales) de la Hégira o viaje que Mahoma realizó de Medina a La Meca, si no voy equivocado. Así, pues, para ellos estaríamos hoy en el año 1391, lo que significa que ellos todavía están en la Edad Media, no sólo cronológicamente sino literalmente. De hecho, no falta quien dice que a los Estados musulmanes solamente les interesa la tecnología, no el progreso humano y científico que llevó a Occidente a crearla. Y creen además que se puede desligar una cosa de la otra. Continuar leyendo «Plagas egipcias»
La forza del grillino
Me van a perdonar ustedes, si son melómanos, que haya parafraseado uno de los grandes títulos de Giuseppe Verdi. Me viene al pelo para comentar algo que hoy he leído en el periódico El Mundo acerca del populismo, así que sin más voy a ello. Continuar leyendo «La forza del grillino»
El fin del mundo
Sepan ustedes que llevamos bastantes días con la matraca de las profecías majas. La vulgarización y trivialización de las mismas lleva a comentar, a más de uno, que el día 21 nos vamos todos a hacer puñetas. Vamos, que el mundo deja de existir. Aquí los profetas del cataclismo hacen su agosto, porque ni siquiera los fabricantes de búnkers las tienen todas consigo: es la catástrofe total y ningún búnker nos va a salvar de eso. Nada de almacenar provisiones. La Tierra, como decimos en Cataluña, hará un pedo como una bellota y explotará. Todo depende de la imaginación del telepredicador y del colorido con el que describa el dantesco (y presunto) espectáculo de irnos todos a tomar viento.
Por mi parte, nada más lejos de la realidad. Más allá de los agoreros que quieren hacer su agosto con el miedo y la psicosis de mucha gente, en mi modesta opinión no habrá nada de lo que dicen. Podríamos aplicar aquí el chiste que cuenta Arthur C. Clarke en 2010, odisea dos: «el mundo se había acabado el 31 de diciembre de 1999, pero que todos habían estado demasiado ocupados para darse cuenta». El mundo seguirá. Las personas seguiremos naciendo y muriendo, y tratando de hacer algo con el tiempo que nos queda entre medio de esos dos momentos. Sin embargo, sí creo que el mundo cambiará. Tomemos el año 2000. Casi se repitió el caos del año 1000, en que furibundos predicadores alertaban de «la segunda venida de Cristo». Aparentemente, nada pasó. Sin embargo, por mucho tiempo que pase, los que vivimos no olvidaremos el 11 de septiembre de 2001. El atentado de las Torres Gemelas sí supuso un adiós al mundo tal y como lo habíamos conocido. Quizá fue el último acto de demolición de esa visión del mundo que empezó a caerse a cachos desde el 9 de noviembre de 1989: cayó el Muro de la Vergüenza, cayó el Telón de Acero… y el último acto fue el acta de defunción de los USA como «guardianes del Mundo». Todavía se hacen películas en que «el mundo está en grave peligro» y resulta ser siempre un «americano» (difícilmente un europeo, un asiático o un negro) el que «lo ha de salvar», aunque creo que ni los propios useños se las creen ya. Ese atentado en el corazón económico del mundo terminó con el mito del «no se atreverán a atacarnos en nuestra propia casa».
No sé qué va a ocurrir a partir del día 21, aparte del «solsticio de invierno» que celebran los que no quieren celebrar la Navidad. Pero es posible que en 2013 sí ocurra algo (una guerra, un cataclismo económico… vayan ustedes a saber) que nos haga ver que el mundo ya no es para nada como era antes, aunque no sea «cronológicamente exacto». Mientras tanto y para que se ambienten, comparto con ustedes esta canción publicada en 1982…
Envidia austríaca
Acabo de leer el último post en el blog de Miss Fidget. Y créanme ustedes que me da una envidia cochina sana ver cómo ella se ha integrado perfectamente en ese mundo del sauerkraut y el wildkatze, y de todas esas cosas que nos vienen a la mente cuando pronunciamos la palabra «Austria» y en especial «Viena», aunque ella no viva en la gran capital. Pero la envidia no es tanta porque ella «haya encontrado su sitio» –que también–, sino que, por decirlo en sus propias palabras:
Lo que más me gusta de Austria es que aquí se valora mi trabajo. «Se valora» no significa solamente que me paguen más que a una cajera de supermercado, que también, sino que te dan a entender desde el principio que te han contratado porque estás preparada, porque sabes de algo y porque lo vales. No estoy acostumbrada a eso. No estoy acostumbrada a que mi opinión cuente, a que se me felicite por hacer algo bien sin que luego venga una de arena, a que los consejos que recibo de mis superiores realmente sirvan para algo y me ayuden a mejorar, a que los jefes no pretendan saberlo todo, sino que cuando no saben algo, digan «no lo sé, dime tu opinión».
Ya no se trata de esas zarandajas de la «competitividad», de la «excelencia» y de todo eso que se dice para, acto seguido, echar cubos de mierda sobre el propio país (uno de los deportes nacionales de los batuecos). Ni siquiera se trata de los «nuevos estilos de dirección», que se llevan estudiando por lo menos desde los años 50 pero que en España prácticamente no han hecho mella. Salvo las debidas excepciones, como en todos los campos, aquí sigue abundando el jefe increíblemente engreído y no menos increíblemente incapaz, que es capaz de hacer sentir como gusanos a los subordinados. Gusanos explotados, además («dame las gracias que tengo muchos aspirantes y casi que te estoy haciendo un favor»). No es de extrañar que el trabajador acuda al trabajo con resentimiento («como no me merezco el trato que me das, me importa una mierda la calidad de mi trabajo y si puedo joderte te voy a joder») y miedo («la cosa está muy mal y mañana podrían despedirme»). Por no hablar de la vergüenza nacional de ver a un licenciado, que ha pasado unos años en una Universidad quemándose las cejas, teniendo que ocultar que lo es para que le den un trabajo muy por debajo de su capacidad y por un sueldo de mierda.
Y uno, que sospecha que dado que el pecado capital de los batuecos es el de la envidia, sospecha también que los jóvenes no se van sólo porque en otras latitudes paguen mejor, –que también–. Se van porque en ese mayor salario va incluida una porción importante aunque no cotice a la SS de allá, que es la del respeto. Y de nada valdría pagar aquí los salarios de allá sin ese plus. El problema no está tanto (o no sólo) en los jóvenes, que según dicen son «la generación de españoles más preparada de la historia», sino también en que en todo este tiempo no se ha sabido (o querido, o podido) crear una clase empresarial que tenga en cuenta ese detalle. «El jefe lo sabe todo; y si no lo sabe, procura no hacerle entender que sabes más que él», podríamos decir, entre otros proverbios con destino al famoso Decálogo del Jefe. No sé si malos directivos hacen empleados perros o al revés. Posiblemente haya un poco de cada cosa en todas partes. Pero lo que me da envidia es comprobar que en Austria (o al menos en la empresa de Miss Fidget) se gestiona de una forma distinta (y por cierto, mucho más económica para todos). La tradición batueca, en cambio, manda que cuando alguien descuella, se unan todos los mediocres para hundirle. Con ese principio de funcionamiento, es imposible que una empresa, una universidad, una dependencia administrativa puedan ir adelante.
A lo mejor me equivoco; pero ahora que tanto se habla de recuperar valores y de poner en valor (horroroso anglicismo traducido literalmente), el del respeto por los subordinados y la colocación en un lugar adecuado a sus capacidades sería uno de los valores a recuperar…
Alégrame el día
Las elecciones useñas siempre me han parecido un parto de ballena. Sus primarias, sus caucus, el fund scoring que es el que hace que salga un candidato y no otro… Todo eso siempre me pareció aburridísimo, además de un modo de rellenar tiempo en los informativos patrios para justificar que no se hable de las pifias nacionales. Pero hombre, ¡con lo sencillo que es que en el Partido se reúna una comisión (o mejor, se designa a una sola persona) para que haga las listas y se ponga a los lameculos por orden de importancia y mérito en eso que se llama lista electoral! ¿Campañas electorales? Con quince días es suficiente y sobran catorce. En fin, que como dirían los galos: «¡Estos americanos están locos!».
Y sin embargo, en el coñazo electoral ha aparecido una figura que ha sido un revulsivo para la campaña: el viejo Clint, imagino que un apestado de Jolibús porque allí son todos millonarios y cienciólogos y, sobre todo, progres (los demócratas de allá son los primos estadounidenses de los progres europeos, hoy mucho más gracias a Obama). El viejo Clint ha sacado la Magnum 357 (o el AK-47, «el arma preferida de vuestro enemigo»), la ha apuntado a la silla vacía del Obamesías y le ha pegado unos buenos tiros (dialécticos, se entiende).
Mi listening comprehension es muy mala, pero he encontrado el texto y a él me ceñiré. Clint tiene los tics de alguien que no se dedica a la política de forma profesional (aunque en tiempos fue alcalde de Carmel, CA, la ciudad en la que residía, por los republicanos). Sin embargo, dice algo que por conocido no es ni mucho menos reconocido por los ciudadanos, porque toda la propaganda y las historias que se cuentan sotto voce van en sentido contrario:
I would just like to say something, ladies and gentlemen. Something that I think is very important. It is that, you, we — we own this country.
We — we own it. It is not you owning it, and not politicians owning it. Politicians are employees of ours.
And — so — they are just going to come around and beg for votes every few years. It is the same old deal. But I just think it is important that you realize, that you’re the best in the world. Whether you are a Democrat or Republican or whether you’re libertarian or whatever, you are the best. And we should not ever forget that. And when somebody does not do the job, we got to let them go.
Este fragmento, naturalmente, es el discurso de un facha. Alguien orgulloso de su país, que no olvida que los políticos son nuestros empleados (cuando en España prácticamente se comportan al revés). Que no olvida que el país nos pertenece. No es de las multinacionales; no es de los caciquillos de pelaje mayor o menor que por cuenta de los partidos nos hacen la vida entretenida y además se llevan su comisión. Pero no se queda ahí y dice más. Dice que no importa si eres republicano o demócrata o lo que sea: tú eres lo mejor. Y que cuando alguien no hace su trabajo, hay que echarle.
Ahora se oye mucho: hay que echar a Rajoy porque no hace su trabajo. Son los de siempre, es decir: los que no protestaban cuando era ZP el que nos estaba llevando a la ruina, los comprados, los estómagos agradecidos. Esa zeja que hacía de claque del peor presidente de la democracia, digno de ocupar sillón al lado del Rey Felón. Y francamente, ni uno ni otro hicieron o están haciendo su trabajo. Así que habría que echarlos a ambos y mandar a tomar por saco el bipartidismo.
Lo mejor de todo ha sido la reacción del Obamesías al discurso (bastante educado, por lo demás) de Clint: ha twitteado una foto del sillón presidencial con el pie: «Este sillón ya está ocupado». Tal vez debiera decir temporalmente ocupado; pero eso, según creo, se verá en noviembre. Mientras tanto, me hubiera gustado que Clint, en vez de ser tan educado, hubiera empleado este otro tono (que tampoco veremos, obviamente, por las Batuecas)…
Pues eso: gracias por alegrarnos el día, Clint.
Esto no es Uganda
Aquellos de ustedes que residan en el Principat recordarán, posiblemente, a cierto grupo musical cuyo estilo era mayormente el ska (que me cuelguen si sé lo que significa ese palabro). Se llamaba Decibelios y uno de sus mayores éxitos fue Vacaciones en el Prat, que gracias a los buenos oficios de la Virgen de la Memoria Visual (Youtube) recupero para ustedes:
Se preguntarán ustedes a cuento de qué viene esto. Pues viene a cuento de un SMS que Mariano mandó a su ministro de Hacienda, Mr. DeWindows, que alguien leyó y filtró a la prensa. El texto, según parece, era el siguiente:
Aguanta, somos la cuarta potencia de Europa, España no es Uganda.
Frase digna de entrar en el catálogo de political freakisms, al mismo nivel que el «nos interesa la tensión» de ZP, del «tendré que echar al filtrador o la filtradora» de Rubalcaba o el «manda huevos» de Trillo.
Creería Mariano que Uganda, por ser país africano, sería el agujero del culo del mundo comparado con España y que, por lo visto, como no tiene representación diplomática ni consular en España, nadie se iba a enfadar porque él dijera una cosa u otra. Tenía que estar en el atraso más absoluto, ese que nos viene a la cabeza cuando se menciona la palabra «África».
Bien, pues parece que Mariano anda atrasado de noticias: Uganda tiene representación, aunque no en España, sino en Francia. La primera en la frente. Más aún: ha sido un colaborador español de dicha Embajada ugandesa en Francia quien ha puesto a Mariano al día. El señor Santiago Jiménez informa a Mariano de que Uganda no es la porquería de país que era bajo la tiranía de Idi Amin Dadá. Al parecer ha hecho sus deberes mejor que España y, dentro del panorama general africano, se encuentra de la mitad para arriba de la tabla (aplicando el símil futbolístico). No es extraño que surjan economistas como la zaireña Dambisa Moyo bajándonos los humos de «conquistadores europeos».
Y no: España no es Uganda. Si fuésemos un país africano estaríamos por debajo de Uganda. No quiero imaginar a qué país, en tal caso, nos podríamos comparar. Por el contrario, si hubiésemos actuado como ellos, tal vez no hubiéramos llegado al punto de ser rescatados-prestatarios-lo-que-sea por la UE. Tal vez incluso estaríamos superando a Francia (que se dispone a probar la medicina zapatera, por cierto). Pero los españoles es lo que tenemos: cuando creemos que nadie nos oye, abrimos la gran bocaza. Y luego hay que estar medio año pidiendo disculpas.
No, España no es Uganda: no hay palmeras ni limones. Hay suciedad y radiactividad. Y los aviones no pasan por encima de nosotros porque hay que cerrar aeropuertos inservibles que sólo sirvieron para llenar los bolsillos de algunos politicuchos y mercachifles del cemento.
Vale la pena decir que Mariano ha dejado de ejercer de gallego: ha pegado un bajón importante y además, a partir de ahora no sabrá si los palos que reciba le vienen o le van…
Metamorfosis
En muchas ocasiones pienso que El Quijote, obra capital de nuestra literatura, debía ser recuperado para la escuela. Desgraciadamente, no tiene cabida entre tanta escuela comprensiva y otras pajas mentales psicopedagógicas, de tal manera que un porcentaje elevado de nuestros jóvenes sale de la educación básica sin saber hacer la O con un canuto (si tienen suerte, les habrán explicado qué es la O y qué es el canuto).
Viene a cuento esto que les digo porque observando ayer al Ministro de Economía, Mr. DeWindows, tuve un dejà vu. Uno, que no es experto en informática, lamenta no disponer de un programa de morphing. Créanme que estaba teniendo la pesadilla de ver a Elena Brotesverdes Salgado engordando y perdiendo pelo, hasta metamorfosearse en Mr. DeWindows. Y recordé a la Märschallin mintiendo como una bellaca cuando decía que dejaban el Gobierno «con el 6% de déficit». Las explicaciones de Mr. DeWindows tampoco tienen desperdicio…
No llega al virtuosismo de Fernández de la Vogue cuando hablaba de las «conducciones temporales de agua» (el trasvase, negado por activa y por pasiva por la personaja), o del propio ZP hablando de la «intensa desaceleración económica» (crisis, también negada por activa y por pasiva por el susodicho… hasta ese momento). Pero hay que reconocer que se esfuerzan y apuntan maneras. Por lo pronto, que todo un señor ministro diga esto:
El Gobierno lleva cinco meses en el Gobierno ejerciendo sus funciones de gobierno.
no hace sino recordarme aquella frase famosísima de
«la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura (…)».
Y la machacona insistencia del ministro en que es una «ayudita para la banca (y exclusivamente para ella) me pone los pelos de punta. En el mismo sentido parece ir el titular de la Gaceta: que los Bancos tendrán que devolver 100.000 millones. Son cantidades absolutamente astronómicas, estratosféricas y en todo caso mareantes para un ciudadano de a pie como un servidor de ustedes. Y digo que me echo a temblar y se me ponen los pelos de punta porque ya nos hemos acostumbrado a leer a los políticos al revés. Es decir: es muy probable que los bancos reciban ese pastón (algún día sabremos por qué hay que dárselo a ellos y qué hicieron con pelos y señales para que haya que dárselo), pero el «préstamo», «ayuda incondicionada» o «rescate» lo tengamos que devolver nosotros. Y aún cabe cruzar los dedos para que ese dinero no sirva para arreglar fregados internos de la banca: el dinero debe circular para que sea realmente útil.
Eh, buen hombre, ¿qué dice usted? Esto es una democracia. Cierto. Es una democracia en la que los representantes pasan de sus representados y sólo se acuerdan de éstos al mismo tiempo que de Santa Bárbara. Que lo de capitalizar las ganancias en tiempo de vacas gordas y socializar las pérdidas en tiempo de vacas flacas es capaz de hacerlo cualquier político de medio pelo (o casi calvo, como el ministro DeWindows, aunque como decimos, le falta bastante para llegar al nivel de virtuosismo de la Märschallin o del Profesor Siesta). Lo difícil es, al parecer, capitalizar pérdidas en tiempo de vacas flacas y socializar ganancia en tiempo de vacas gordas. Eso es lo que hacen los estadistas. Pero por ahora, la única que pasa un poco por encima del listón, sin ser perfecta, es Esperanza Aguirre.
Y mientras esperamos la metamorfosis que nos traiga algún estadista en vez de los politicastros (que por mor del sistema político que, según el eufemismo oficial, «los españoles nos hemos dado» tenemos que aguantar), aquí les dejo (aprovechando el momento musical del domingo), estas Metamorfosis de Richard Strauss, subtituladas Lamento por Munich debido a que los bombardeos aliados convirtieron esa ciudad en fosfatina y ruinas. Más o menos lo que han hecho y permitido nuestros políticos con la economía, a todos los niveles. La orquesta es la Berliner Philharmoniker (23 instrumentistas de su sección de cuerda) y el director, por supuesto, Das Wunder Karajan.
Esto no es noticia

Esta impresionante foto, que han llegado incluso a censurar en Facebook (algún conocido tuvo problemas por postearla) no aparecerá en primera página de ningún periódico. Ni se comentará en las tertulias televisivas o radiofónicas, más atentas a otros asuntos. Pocas voces se alzarán para denunciar esta masacre. Los bienpensantes y los administradores de la corrección política mirarán pudorosamente para otro lado.
Algún descerebrado dirá: «Bueno, sólo son negros. ¿Y qué?». Bueno, sí. Son negros. Y están negros también. Lo segundo es porque los han quemado. A alguien se le ocurrió hacer una masacre con esta pobre gente. ¿Razón? Grandísimo pecado: eran cristianos. No me cuesta imaginar quiénes hayan podido ser las malas bestias que han ordenado semejante acto, teniendo en cuenta el imparable avance del Islam en África y sobre todo en Nigeria («tierra de negros»). Ese Islam que al parecer preocupa poco o nada en Europa, pero que ya está aporreando las puertas de nuestras casas (está claro que las de los políticos no).
Pero como decía, los bienpensantes, los administradores del consenso y de la corrección política, los vociferantes contra la Iglesia (el Papa sí ha protestado, «¿pero quién hace caso al Papa»?) y muchos lacios que van de librepensadores (cuando en realidad están presos de su prejuicio anticatólico) no tienen nada que decir. Eran cristianos. Para esa gentuza, ese dato excluye a estos asesinados de la piedad oficial.
A ninguno de estos políticos de carne de burro y flujo de garañones (Ez 23, 1-49) que padecemos a nivel europeo parece preocuparles. Pero el castigo por su desidia (o su codicia, que también) será para todos.
Tu es (vraiement) foutu
Dedicado a DSK, la ex-esperanza del socialismo francés. Sin cariño y esperando que caiga sobre él todo el peso de la ley…