¿Socialismo o franquismo?


Original aquí.

Democracia es mucho más que introducir un voto en una urna cada cuatro años. Democracia es que el Estado sea una institución al servicio de la ciudadanía y no un instrumento de la oligarquía financiera o política.

Ahora padecemos un poder ejecutivo-legislativo que penetra y se compenetra con el Estado desbordando lo que debería ser la neutralidad de la institución tanto nacional como autonómica o municipal. Así ese Estado hoy está ocupado por centenares de miles de colocados o «enchufados», convirtiendo en irrisorio el exigido y exigible profesionalismo del funcionariado. El mejor camino para oficiar en la Administración pasa por los partidos políticos, no por las oposiciones.

En los años setenta Alfonso Guerra afirmó con desparpajo digno de mejor causa (o cínica premonición) «Montesquieu ha muerto». He de reconocer que me sonó a boutade… pero los hechos lo han dejado corto.

Ocupado el Estado, el poder judicial, ¡no digamos el Tribunal Constitucional!, se conforma mediante reparto de los puestos clave entre los partidos mayoritarios. Es habitual el bochornoso escándalo de la literal predictibilidad en su resultado y en sus votos de las resoluciones judiciales más trascendentes. Y como siempre hay un plus ultra. Nos encontramos, ¡colmo absoluto!, con la ministra Chacón y el ex vicepresidente y candidato Rubalcaba clamando sin enrojecer de vergüenza contra los Tribunales que se atreven (¡máximo «crimen democrático»!) a dictar sentencias contrarias a «la voluntad popular». Me deja atónito que quienes ejercen (o ejercieron) altos cargos en el Estado olviden (si alguna vez lo supieron) que los Tribunales sólo están sometidos a la ley, no a los diputados o al Gobierno… como ocurre en regímenes totalitarios o bananeros. Entristece contemplar el grado de degradación moral al que nos ha llevado el zapaterismo: la nación hundida, el partido socialista laminado y la ética (y la estética) escarnecida. La izquierda y la democracia son otra cosa.

Tal vez no estaría de más recordar al señor Nart que en el ámbito de la izquierda cuanto más «pura» ha sido ésta menos democracia ha habido. Pero salvo ese punto, lo demás queda suscrito con todas sus letras.

Una comida diferente

Por su interés reproducimos este artículo aparecido en ABC Sevilla, de 8/11/2010. En principio no es apto para perroflautas y otras hierbas; pero consideramos que no les haría ningún daño leerlo.

Continuar leyendo «Una comida diferente»

Infumable

Soy lector de la Gaceta y por lo general tengo poco que objetar a los contenidos de ese diario. Algunas veces determinadas opiniones me rechinan; pero en fin, digamos que dado que se expresan con respeto, entran dentro del ejercicio de la libertad de expresión, tal vez limitado únicamente por el respeto a la verdad de las cosas. Continuar leyendo «Infumable»

Visca la premsa i la cultura catalana «lliures»!

Avui

1.500.000 €

El Punt

1.073.000 €

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990.000 €

El Periódico

825.000 €

El Mundo Deportivo

250.000 €

Regió 7

219.600 €

Diari de Girona

211.500 €

Diari de Tarragona

180.000 €

Segre

125.000 €

¡Viva el socialismo! ¡Viva la nación catalana y los Països Catalans! (¿O es que creen ustedes que alguno de estos diarios se atrevería a decir cosa distinta?).

Acadèmia del Cinema Català (presidida por el independentista Joel Joan, que trabajó en series españolas –puags– como «Periodistas»): 625.000 euros.
Consorci per a la normalització lingüística: 21 millones.
Institut Català d’Investigació: 10,3 millones
TV3, Catalunya Ràdio, etc.10,4 millones)
Escoles laiques catalanes de la Catalunya Nord (Rosellón y Cerdaña):485.000
CIEMEN (Centre Internacional Escarré per a les Minories Ètniques Nacionals), 750.000
Selecciones catalanas (1,2 millones)
Elecciones catalanas (28 millones)
Òmnium Cultural (7,6 millones entre 2004-2008)

Pongamos un dato comparativo: la visita del Papa, que tan criticada fue (ya saben ustedes por quién y con qué rancio argumentario), costó 700.000 euros y, según cálculos del Alcalde Hereu, ha reportado sólo a Barcelona 30 millones de euros de beneficio (más lo que haya reportado a Santiago de Compostela, donde también estuvo). Hagan sus cuentas y saquen sus conclusiones. Las mías son que pese a que en Cataluña hay casi 570.000 parados reconocidos en la última EPA catalana (de una población estimada de 7 millones), hay gente que se lo ha montado muy bien para vivir del cuento.

El silencio de los borregos

Por su interés reproducimos esta entrada de un blog que nos ha llamado mucho la atención. Original aquí.

Empiezo a entender por qué se ríen de nosotros

Que el partido que nos gobierna, porque hoy estoy generosa, maneja con maestría los medios no es una hipótesis nueva. Pero que permitamos que la mayor parte de la programación televisiva se haya repartido, si bien desproporcionalmente entre «la traición a la poligonera» y «Trini no quiere ser señorita» es motivo suficiente para que cualquier orangután venezolano o de cualquier otra selva, se cachondee de nosotros.

Que los mercenarios mediáticos del secretario general del partido que nos gobierna anduvieran hace semanas llenando horas en los medios contando milongas sobre unas escuchas peperas en Madrid y, poco menos, habría que enviar a galeras a Esperanza Aguirre, es lo acostumbrado. Pero hace unas fechas se presentaban pruebas en las que un tal José Luis (por aquel entonces candidato a dicha secretaría) y un tal Jesús (que acabó siendo ministro de Trabajo) andaban investigando cositas de un tal José (hoy presidente del congreso), a la sazón su rival por aquel entonces. Pero ahora calladitos todos los mercenarios, que es mucho más relevante contar cómo un camarero se benefició a una señorita hace unos meses…

Que hace unas fechas le hayan metido un palo, o dos por bocazas, a José Luis y al todopoderoso Alfredo en unas democratísimas y nada forzadas primarias a la candidatura madrileña y que lo más relevante del tema sea que Alfonso Guerra haya dicho «Señorita Trini»… manda huevos que dijo aquél.

Que el presidente de Venezuela trastee por la jungla, jugando a los soldaditos con etarras (y no lo digo yo, que lo han dicho ellos y delante de un juez) no nos conmueva tanto como la declaraciones de la princesa del pueblo… Pero calladitos todos los mercenarios… manda huevos.

Pero lo mejor está por llegar, porque cuando terminemos con la rubia, vendrá la morena que tendrá que pasearse por los juzgados con su ex, ése de los pantalones de cuello vuelto (eso sí, de los caros).

Al menos los más de cuatro millones de parados, y subiendo, estarán entretenidos viendo la tele mientras esperan que se les corte el suministro de luz por falta de pago.

¿Queda todavía alguien que se extrañe de que se cachondeen de nosotros?

«La televisión puede darnos muchas cosas, salvo tiempo para pensar» (Bernice Buresh).

Dando la nota (infecta)

(Original aquí)

Esta casta descastada, mansa y pregonada, resabiada de la vista y con querencia a toriles, que no merece llamarse española pero que representa muy bien esa continua limpieza de corrales, lidia de saldos y procesión de cornigachos, bizcos y escobillados en el ruedo político, ha producido tras el asesinato de Orlando Zapata en Cuba una birrionota que autoriza cualquier fantasía higiénica si no fuera a ensuciar lo que limpiase, antes incluso de tocarlo. Continuar leyendo «Dando la nota (infecta)»

Maldito(s) bastardo(s)

Tranquilícense ustedes: este post no se refiere a cierta película dirigida por Quentin Tarantino. Aunque quizá aquello de lo que voy a hablar sí debería pasar únicamente en las películas y no en la realidad. Así que, sin más dilación, vamos a ello.

La noticia es que a Hermann Tertsch alguien le ha dado una paliza. Según ha contado Intereconomía, a Hermann Tertsch le han propinado una patada en la espalda que le ha roto una costilla, le ha dañado un pulmón y posiblemente le habrá añadido unos cuantos puñetazos de guarnición, que han requerido hospitalización. El pronóstico de Hermann Tertsch es ahora mismo «reservado», así que no nos queda sino rezar –los religiosos– o desearle –los no religiosos– una pronta recuperación y una estadía lo más breve posible en el hospital.

En este país es fácil meterse en problemas si: a) hurga uno donde no debe (por ejemplo, en los asuntos del Rey y de su familia) o b) se distingue en denunciar las cacicadas y desmontar los embustes de la izquierda y/o nacionalismos desgobernantes. Normalmente esos asuntos suelen terminar sin ruido: por ejemplo, si un plumilla mete las narices en los asuntos del Rey o de su familia, atendiendo a la gravedad del asunto, dicho plumilla puede darse por contento si acaba en la sección de necrológicas de un oscuro diario de provincias, por decir lo menos.

El segundo caso es significativamente distinto, sobre todo porque distintas son las consecuencias de un tal comportamiento. Pensemos por un momento en Federico Jiménez Losantos, al que un desalmado y descerebrado disparó en una pierna porque se atrevió a cuestionar el modelo catalán de inmersión lingüística puesto en práctica nada más llegar Pujol al poder. En el mismo grupo colocaré a Antonio Herrero, que falleció en extrañas circunstancias en 1998. Parece ser que practicando uno de sus deportes favoritos, el submarinismo, la botella de oxígeno  de su equipo falló misteriosamente; no obstante, yo pienso que era un hombre que se distinguió por su beligerancia (verbal, por supuesto) contra las patrañas de la izquierda, los olvidos de la derecha y la corrupción de ambas orillas, lo cual le granjeó la ojeriza del Poder (de cualquier tipo). Y ahí fue que alguien decidió que había que callarle porque estaba haciendo mucho daño a la causa.

Han pasado los años y parecía que, a pesar de lo revuelto que está el patio, los periodistas únicamente debían temer su inclusión en el supuesto a). Así, por ejemplo, tenemos en Cataluña el caso del redactor Josep Clemente, que por levantar un poco la tapa de ese wáter aquí conocido como oasi català tuvo que exiliarse nada menos que a Murcia. No sé si mediaron amenazas físicas; pero ya es bastante que en tu propia casa alguien te niegue el pan y la sal porque le has descubierto haciendo guarrerías y encima negándolo.

Pues hoy se confirma que los periodistas que luchan por dignificar la denostada profesión, que no son lameculos, ni correveidiles ni bufones del Poder, pueden ser acallados con algo más que un simple despido o acoso administrativo. Un maldito bastardo (o malditos bastardos, me da lo mismo) han decidido bien por sí mismos, bien por orden superior, que había que acallar a Hermann Tertsch. Y lo menos que se puede decir es que al menos temporalmente sí lo han conseguido.

No se puede acusar a nadie (sobre todo cuando no se tienen pruebas); pero no nos cuesta imaginar que la nómina de enemigos de Hermann Tertsch en la izquierda es lo suficientemente larga como para que un descerebrado o desalmado (o ambas cosas) propinase o ordenase propinar una paliza a Hermann Tertsch.

Y será casual o no, pero Hermann Tertsch tenía muy dicho que iba a denunciar a Gran Wyoming, que más bien debería llamarse Enano Oregón. De verdad: me gustaría que alguien me explicara dónde está la «grandeza» de un señor que, a través de un vil montaje, tilda de asesino a un periodista cuyo pecado mortal es salir en la tele no siendo progre. Y no solamente no ser progre, sino no callarse y ser muy crítico con el ¿gobierno? de ZP.

Y será también casual o no, pero Hermann Tertsch se había distinguido –y mucho– en afear a los representantes sindicales de Telemadrid las huelgas políticas que organizaron no solamente contra su programa, sino también contra el de Curry Valenzuela, la cual, al parecer hablaba demasiado alto y demasiado claro para el gusto del camarada Gómez y sus obreros especializados.

Parece, pues, que Hermann Tertsch tenía muchos números para que le ocurriese la desgracia que le ha ocurrido. Hermann Tertsch no se ha contentado con hablar de temas espinosos en tono menor y comedido, sino todo lo contrario: llamando a las cosas por su nombre. Por eso, para alguien la verdad que contaba Hermann Tertsch era intolerable y había que acallarle. Por eso, algún maldito bastardo le ha roto una costilla y agujereado un pulmón.

Repetimos nuestros deseos de que Hermann Tertsch se recupere pronto de la paliza y siga al pie del cañón. Y desear también –o mejor aún: exigir– que sobre ese maldito bastardo caiga todo el peso de la ley.

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El catálogo de Rajoy

Por su interés –y porque coincidimos plenamente con el diagnóstico–, reproducimos aquí el siguiente artículo de Cristina Losada en Libertad Digital.

Una de las diferencias notables entre nuestros partidos de izquierdas y de derechas es que los primeros se esfuerzan por cambiar el estado de la opinión pública para alcanzar el poder, mientras que los segundos se afanan por cambiar ellos para que la opinión, trabajada por la izquierda, acepte que lleguen al Gobierno… de vez en cuando. El PP de Rajoy es el paradigma de esa actitud conformista. Su premisa resulta dolorosa. Se reconoce incapaz de alterar el curso de la corriente dominante y su dilema es adaptarse o morir. O languidecer en la oposición, que viene a ser lo mismo.

El vía crucis del PP en estos años se ha llamado «cordón sanitario». De ahí que Rajoy volviera a manifestar, al hilo de la convención barcelonesa, su júbilo por el hecho de que ya puede pactar con cualquier fuerza democrática. ¡Yupi! Y por si alguien albergara dudas sobre la causa de tan gozoso fenómeno, él mismo aclaraba cuándo y dónde se produjo el punto de inflexión: en el Congreso de Valencia. O sea, que no han cambiado los otros, sino el PP. Y es natural. Dado que considera inmutables las condiciones existentes, se ha decidido a mutar él. Todo con tal de dejar de ser un apestado para sus adversarios. También los niños rechazados por sus compañeros se avienen a someterse para evitar los insultos y la marginación. Pero los niños no hacen política. La cuestión es si el PP hace política o sólo quiere gobernar, que son cosas distintas, aunque puedan ir juntas.

De haber sido la convención citada una feria del mueble, el decálogo de don Mariano sería un catálogo de piezas para el jardín. Simples, sin pretensiones, para cualquier clima y toda estación. Pero resulta que es el compendio de los valores que, según dijo, no están sujetos ni a retoque ni a revisión. Como han calificado, irónicamente, la reunión de ideológica, debemos concluir que ahí se encuentra el núcleo duro de la ideología del PP. Una que no tiene nombre, no vaya a ser que les llamen conservadores o liberales, que es peor. Y una tan diluida que a nada compromete. Lo más concreto que anunció Rajoy en Barcelona fue un gran pacto contra la corrupción. Napoleón aconsejaba crear una comisión cuando no se quiera solucionar un problema. En España, proponen pactos de Estado. Y hablando del Estado, del Estatuto de Cataluña sólo han dicho que acatarán la sentencia que venga, cuando venga. Adaptarse o morir.

Censura 2.0

Aunque relativamente tarde, me entero de la noticia hoy 1 de septiembre. Han censurado un blog liberal por presentar las fotos y un texto «políticamente incorrecto». Y lo más curioso es que quienes aplauden con las orejas esta decisión son los mismos que «truenan contra el franquismo».

¿Dónde está la libertad? No lo sabemos. En España (hoy conocida también como República Federalista Asimétrica del Estado Español) hemos disfrutado muy poco de la libertad. Desde el cierre gubernativo y sin contemplaciones que se ejerció durante el franquismo (ése contra el que específicamente el socialismo ha vivido de puta madre y del que es su «digno» sucesor) hasta la censura «formalmente judicial» (sólo porque la orden la firma un juez, aunque venga de más arriba), los españoles de a pie raramente hemos conocido la libertad.

No me cabe duda que la censura sigue existiendo. Los parámetros han cambiado (o no tanto como parece), pero estamos en las mismas. No se puede criticar al Gobierno incluso con razón (es antipatriota). No se puede criticar al Rey tampoco y aunque sea con razón (atrévete y verás lo que te pasa). No se puede criticar el totalitarismo islamista (a los moros más vale no cabrearlos). No se puede criticar el totalitarismo nacionalista (si vives fuera de territorio nacionalista, «no reconoces el hecho diferencial»; si vives en territorio nacionalista, te condenan a la pena de muerte civil). No se pueden criticar las dictaduras de izquierdas, como la norcoreana, la cubana o la venezolana (eso es estar contra la libertad). No se puede criticar la deriva amoral del país (es retrógrado y ultramontano posicionarse, por ejemplo, en contra del aborto, que a un servidor le parece un asesinato)… Pero bueno, ¿de qué se puede hablar en este país y, sobre todo, quién puede hablar?

Desde luego, el amigo Caballero ZP «no puede». A Federico ya lo sentaron en los Tribunales y fue condenado por una jueza más delincuente que él, porque es prevaricación dictar a sabiendas una sentencia manifiestamente injusta. Sin embargo, en un país donde todavía existe la censura, mayor delito que la prevaricación es decir la verdad. Como decía Ivà (Historias de la puta mili) por boca de su personaje Sargento Arensivia: «En este país, por decir las verdades te llaman facha».

Y los que hoy prohíben y censuran eran los del «prohibido prohibir». Manda carallo…

Todo mi apoyo y solidaridad con el amigo Caballero ZP (Julio para los amigos), en espera de que el asunto se arregle a su satisfacción y de que la libertad, que nunca estuvo muy cerca de los españoles, se acerque un poco más.

TeleHuelga

Desde hace algún tiempo quienes vemos Telemadrid, ya sea dentro o fuera de la Comunidad, tenemos que soportar letreritos del tipo: «Debido a la huelga de trabajadores de Telemadrid, la programación queda interrumpida. Rogamos disculpen las molestias» o cosa parecida. Como ya se me ha terminado la paciencia –y a pesar de que prometí a mon petit chou-chou no escribir en el blog hasta nueva orden–, no me queda más remedio que hacerlo porque esto ya pasa de castaño oscuro y se me han inflado las narices. Así que vamos a empezar a analizar el asunto.

Primero de todo, ¿por qué esos trabajadores se ponen en huelga? Según entiendo, piden mejoras salariales (o sea, más pasta: «el que no llora, no mama»). Objeción: es sencillamente indecente que esos señores pidan aumentos de sueldo cuando vamos cono una flecha hacia los 5 millones de parados (recordemos que ZP dijo que «no llegaríamos a los cuatro millones» cuando ya sabíamos que sobrepasábamos sobradamente esa cantidad). Segundo: ¿de qué «trabajadores» estamos hablando: de los «de a pie» o los liberados sindicales? Si es de los primeros, quizá la cosa podría pasar; pero si hablamos de los segundos, esos liberados serán cualquier cosa menos mileuristas.

Desechada, pues, la única razón sensata por la cual esos «trabajadores» podrían ponerse en huelga, hemos de buscar otro camino. En lo que se refiere a Madrid, todos los caminos tortuosos pasan por Ferraz y llegan hasta Miguel Fleta, 8. Cabe suponer, pues, que el camarada Gómez, que ha recibido la orden del Caballero-Kadosch ZP de conquistar «Madrid como sea», está detrás de todos los embrollos y desplantes que últimamente está sufriendo el PP.

¿Es descabellado pensar que los famosos liberados sindicales son los clavos rojos con que ZP, Lerele Pajín y especialmente el camarada Gómez quieren crucificar a Esperanza Aguirre? No, no lo es. Por eso cada dos por tres aparecen varios de esos señores intentando amedrentar al consejero Güemes. Es su trabajo y les pagan muy bien por hacerlo. Por si esto fuera poco, en alguna ocasión hasta se ha demostrado que ni siquiera eran trabajadores, sino profesionales de la manifa vendidos al mejor postor. Como si estuviesen diciendo: «¿Dónde y a quién hay que dar la campanada?». «A tal sitio, a tal persona y a tal hora». «¿Cuánto nos vais a pagar?». «Os pagamos tanto». «Hecho».

De esta manera se explicarían las movidas contra el consejero Güemes y otros miembros del Gobierno regional. O la visita des pauvres travailleurs al Parlamento madrileño, prometiendo que «la próxima sería con dinamita». Mal le salió el asunto a la bruja Maruja (Maru Menéndez), portavoza (que diría la Bibiana) del PSM y anfitriona de la asonada obrera. Por salirle, hasta le ha salido un obispo en el sobaquillo que canta como una almeja a cuenta de su compañero sentimental. Y todo por un quítame allá esos dineros y una cooperativa de viviendas (asunto que se parece peligrosamente al de la PSV, con el que Felipe González se quitó de encima al molesto Nicolás Redondo, Sr.), lo cual tendrá que determinar un juez.

Pero hay algo más sorprendente aún. Teniendo, pues, en cuenta, que se trata de huelgas políticas –y como tales, non sanctas–, no se entiende cómo la dirección de la empresa no ha tomado ya medidas fulminantes de despido, como las que se contienen en el artículo 54 del ET. Naturalmente, con el respeto debido a las garantías de los «representantes (¿?) de los trabajadores». Pero no se merecerían, en nuestra humilde opinión, otra cosa que un despido disciplinario.

En cuanto a las razones de las movidas en Telemadrid, no hay que ser muy Sherlock para adivinarlo. La izquierda sabe que para lograr una posición hegemónica tiene que controlar los medios de comunicación, para que todo el mundo vea lo que ellos quieren ver y como ellos quieren que lo veamos. Dado que Telemadrid se resiste, sencillamente, hay que joderla. Y lo extraño es que Esperanza Aguirre, tan poco amiga de andarse con remilgos, no haya tomado ya cartas en el asunto. Mientras tanto, no aparten la mirada de televisor y deléitense con la contemplación de la Carta de Ajuste, así como con los estimulantes rótulos que de vez en cuando emite el Comité de Servicios Mínimos…

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El Patito se vió reflejado en el agua, y la imagen que ésta le devolvía le cautivó por su hermosura: era un magnífico Cisne

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