Genocidio blanco por diseño: la destrucción de los blancos de Europa y USA

Original aquí. Hemos modificado alguna cosilla por razón del estilo, pero el contenido y significado siguen intactos.

Los países europeos nunca fueron destinados a ser países de inmigración, y los países de inmigración tradicionales como los EE. UU., Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Argentina también, hasta hace poco, sólo aceptaban inmigrantes europeos. Esto ha cambiado dramáticamente desde mediados de la década de 1960 y muchos países blancos reciben ahora más inmigrantes no blancos que blancos. Se espera que se conviertan en una mayoría no blanca en unas pocas décadas. El nombre «Muhammad» es ahora el nombre más popular para los niños recién nacidos en muchas grandes ciudades de Europa occidental. Se puede demostrar que en todos los casos el cabildeo judío estuvo detrás de este cambio en las políticas de inmigración.

El hombre del futuro lejano será de raza mixta. Las razas y castas de hoy serán víctimas de la creciente superación del espacio, el tiempo y los prejuicios. La futura raza euroasiática-negra, exteriormente similar a los antiguos egipcios, reemplazará la diversidad de los pueblos con una diversidad de individuos.

El feminismo es el mayor contribuyente adicional a la baja tasa de natalidad de los europeos y los judíos son desproporcionadamente dominantes en este movimiento (ver Lista de feministas judías).

Este genocidio suave básicamente consiste en criar a la raza blanca fuera de existencia al promover el multiculturalismo y la inmigración masiva del Tercer Mundo a nuestras tierras blancas. Inevitablemente, a lo largo del tiempo, esto conduciría al mestizaje de los blancos a través del mestizaje con las razas más oscuras de África, Asia y el pueblo islámico de Oriente Medio, tal como la imaginó alegremente el fundador de la Unión Paneuropea, el conde Coudenhove-Kalergi.

El plan Kalergi se moderniza, se adapta a los tiempos. Y así lo podemos constatar en las imposiciones de Kalergi y Soros, o cuando el Papa viajó a los Emiratos Árabes, o el Pacto de Marrakech, o la vergonzosa sentencia de TEDH, o las imposiciones de la Organización de cooperación islámica, son demasiadas evidencias pruebas ante la que los ciudadanos occidentales de educación cristiana estamos indefensos, neutralizados, sin poder hacer nada, los medios y las redes sociales están a favor de ello, sólo destruyendo, encarcelando y embargando todos sus bienes a los instigadores se podría hacer, ¿y quién le pone el cascabel al gato? ¿O no nos queda otra que rendirnos? O tal vez una guerra final en Oriente medio de repercusiones impredecibles hasta una guerra mundial que destruyera para siempre el Estado de Israel, ¿Quiénes ganarían? ¿Cómo sería ese nuevo mundo?

La reciente crisis de «refugiados», como se está volviendo cada vez más clara para muchos que antes no se daban cuenta de este hecho, también es de creación judía. La destrucción de Libia y el intento de destruir Siria sucedieron de acuerdo con el Plan Oded Yinon, un plan israelí para debilitar a todos los países musulmanes desde Marruecos hasta Pakistán, con el fin de facilitar la hegemonía regional de Israel. Todos esos «refugiados sirios» (el 80% de los cuales no son ni sirios ni refugiados) están dirigidos, no a los ricos estados del Golfo Arábigo, y mucho menos a Israel, sino a Europa y otros países blancos. Las organizaciones judías, el omnipresente George Soros e incluso una organización «humanitaria» israelí llamada IsraAid
están muy involucradas.

Berlín ha superado a Malmö (Suecia) como la capital antisemitismo de Europa, con una amplia variedad de actitudes anti-judías y anti-Israel, cientos de casos de agresión física contra judíos, incluidos rabinos. Los alumnos judíos han tenido que abandonar las escuelas públicas. El treinta y cinco por ciento de los berlineses ven a los israelíes como análogos a los nazis. Anualmente se lleva a cabo una marcha del Día de Al-Quds que llama a la destrucción de Israel. Tanto el municipio como el gobierno federal tienen dos caras sobre el problema del antisemitismo.

Dado que el plan judío de inundar a todos los países blancos con inmigrantes no blancos ha sido un éxito rotundo, los judíos y sus lacayos deben evitar que los blancos indígenas se resistan a su despojo demográfico agudo y recurren a varios medios para neutralizar a la oposición.

Los siguientes argumentos de los medios que utilizan: (1) argumentación, (2) prohibición, (3) discriminación, (4) denigración, (5) desnormativación racial.

(1) Argumentación: Los argumentos a favor de la inmigración masiva no blanca son de tipo económico, cultural y moral. Supuestamente, la inmigración del Tercer Mundo es necesaria para el trabajo que los trabajadores indígenas se niegan a hacer, para el pago de pensiones, para el cuidado de los ancianos o para llenar los vacíos de una economía en crecimiento. Estos argumentos son todos falsos. Pero encontrarás multitud (miles) de «fuentes» que lo desmentirán. Cualquier sociedad desarrolla una economía acorde con su propio tamaño; por lo tanto, por definición, puede proporcionar una fuerza laboral suficiente para sus necesidades. Se alega que la inmigración del Tercer Mundo también sería culturalmente enriquecedora. En realidad, la mayoría de los inmigrantes tienen poca educación, son hostiles a su nuevo país y se concentran en guetos sin integrarse.

Si los argumentos «positivos» fallan, entonces los objetores a la inmigración siempre pueden ser acusados de «racismo», como si no todos los grupos étnicos tuvieran derechos étnicos legítimos, entre los cuales está el derecho a seguir siendo la mayoría en su propio territorio. La acusación de «racismo» es el arma más fuerte en esta batalla.

(2) Prohibición: las «Comisiones de Derechos Humanos», «Comisiones de Igualdad Racial», «Comisiones de Lucha contra la Discriminación», etc., que sólo existen para cortar de raíz cualquier crítica a la presencia o (mal) comportamiento de los inmigrantes. Resistencia a la agenda de reemplazo racial. En Suecia, incluso las críticas a la política de inmigración del gobierno ahora son punibles.

(3) Discriminación: los inmigrantes y las minorías se ven favorecidos sobre los blancos en lo que respecta a la vivienda y el empleo. Obtienen beneficios que los blancos no obtienen (porque ya son «privilegiados»). Dado que el dinero para estos beneficios debe provenir de algún lugar, los blancos están más sujetos a impuestos que los no blancos, lo que hace que la formación de una familia sea más difícil para ellos, mientras que los no blancos pueden pagar familias más grandes. Por lo tanto, los blancos tienen que esforzarse por su existencia y, en el proceso, trabajar por su propio despojo.

(4) Denigración: para desmoralizar a la población indígena, se niega su historia, se denigra a sus héroes y se declara su cultura como sin valor. Los símbolos nacionales como las banderas están prohibidos porque serían «ofensivos» para los inmigrantes. Los símbolos cristianos no están permitidos porque serían «ofensivos» para los musulmanes.

(5) Desnormativación racial: no encontrará la palabra «desnormativación» en un diccionario. Este término en combinación con el adjetivo «racial» para denotar la política de reemplazar a las personas que son «normativas» para un pueblo de una determinada raza con personas de una raza diferente, lo que provoca una sensación de alienación. En los países blancos, las personas que son normativas, como presentadores de televisión, faltas en concursos de belleza, etc., son reemplazadas por personas de color, de preferencia negras.

La influencia política blanca disminuirá más rápidamente que el porcentaje blanco de la población a medida que los políticos complacen a la creciente mayoría. Uno se pregunta si la minoría blanca tendrá preferencias minoritarias.

Influencia judía en la configuración de la política de inmigración

# Para los EE.UU, ver: Kevin MacDonald: Jewish Participation in Shaping American Immigration Policy, 1881-1965: A Historical Review.

#Para Canadá, ver: YouTube: El lobby judío en Canadá: Movimiento de Inmigración, Comunismo y Derechos Civiles.

#Para Australia, ver: The Occidental Observer, Brenton Sanderson: The War on White Australia: a Case Study in the Culture of Critique.(Partes 1-5).

#Para el Reino Unido, ver: [1] The Occidental Observer, 12 de julio de 2015, Andrew Joyce, The SS Empire Windrush: The Jewish Origins of Muliticultural Britain, y [2]:un informe concluyente sobre el judío innegable y evidente promoción de políticas genocidas maliciosas anti-europeas de inmigración masiva a través del cabildeo a nivel gubernamental. englishnews.org/.

#Para Suecia, ver: Kevin MacDonald, The Occidental Observer, 14 de enero de 2013, The Jewish Origins of Multicultural Sweden.

#Para Irlanda, ver: The Occidental Observer, 2 de marzo de 2013, Camillus, El Ministro extraviado: Alan Shatter, de Irlanda e Israel
Para una impresión absolutamente triste de la Dublín «diversa» moderna, vea YouTube: Dublin Diversity (DIEversity).

En España no hay estos estudios y menos se habla de ello en los medios.

 

“Gente casi perfecta”

Hace unos días terminé de leer el libro Gente casi perfecta, de Michael Booth, periodista inglés afincado en Dinamarca y casado con una danesa. Da una panorámica interesante de esa región europea, pues se pasea con mayor o menor extensión por cada uno de los países cuya agrupación de forma genérica llamamos «Escandinavia». Naturalmente, habla con extensión de Dinamarca, que es donde vive, de donde su mujer es oriunda y donde ha escolarizado a su hijo. Y luego también habla con extensión de Suecia, que al parecer concita las rencillas de todas las demás hermanas por ser la hermana mayor.

No me queda claro que sean gente tan perfecta. Quizá yo, por haber nacido en el Mediterráneo, lo vea de forma muy distinta. Para empezar, la asquerosa climatología, que en mi opinión sí que influye en eso que han dado en llamar «determinismo geográfico» (la configuración del medio influye en la idiosincrasia de las personas), hace que uno no desee vivir mucho tiempo por allí, a menos que los avatares de la vida le lleven a ello. Les falta sin duda ninguna el sol y la joie de vivre de la que gozamos con más frecuencia por estos pagos.

Pero lo que me ha llamado poderosamente la atención es algo que el autor revela, pero dándole la vuelta: la hygge danesa (que tiene su reflejo en el lagom sueco). Es decir, esa forma de conducirse en sociedad que evita los problemas a cualquier precio, determinando, por ejemplo, que hay cosas de las que «no se puede hablar» si se quiere mantener la paz de las reuniones familiares y de otro tipo. Así, aunque exista un elefante blanco en el salón hay que ignorarlo para no arruinar la reunión. En Alemania lo llaman Gemütlichkeit y tiene el mismo significado y función.

Luego hay otros problemas. Es verdad que gozan del mayor poder adquisitivo de Europa. Tienen un sistema de protección social que los españoles, por ejemplo, podríamos envidiar. Y digo bien, podríamos, porque mirado más de cerca ya no parece tan estupendo. Para empezar, porque para sostenerlo hacen falta unos impuestos draconianos. Segundo, por el poder que se le ha concedido de entrometerse en la vida de las personas (en Alemania es parecido y lo que asusta es que ése sea el modelo a exportar al resto de la UE). Y luego el llamado totalitarismo socialdemócrata, que es propio de Suecia, pero que en mayor o menor medida se puede predicar de toda la zona escandinava. Las personas se censuran unas a otras, mientras su vínculo más fuerte no es entre sí, sino con el Estado, generoso proveedor a cambio de que uno se mantenga en el rebaño.

Sin olvidarnos de dos cosas: su elevado nivel adquisitivo, al parecer, es inversamente proporcional al de su fe religiosa. Tienen iglesias hermosas pero vacías. Eso, para mí, representa un choque cultural. Y es un punto flaco que les pasará factura, por más que ahora crean que «Papá Estado lo resuelve todo».

Y, en segundo lugar, el nivel adquisitivo elevado es para los profesionales cualificados: es decir, si vas de doctor o incluso doctorando. Para trabajos bajos, la historia es distinta y la diferencia salarial abismal. Una persona que llegara a esos países con poca cualificación profesional lo tendría crudo. La estratificación social existe, a pesar de que ellos afirman de sí mismos que son los países más igualitarios de la tierra y suelen ocupar puestos elevados en el ranking de la felicidad. Claro: si felicidad es igual a dinero, evidentemente tienen muchos puntos ganados.

Finalmente y para no estropear la lectura, decir que la descripción que hace el autor de cómo el consenso lo cruje a uno individualmente (Suecia, nuevamente, pero posiblemente aplicable al resto) me parece terrorífica. Uno prácticamente no piensa nada sin el permiso de los demás. Eso en España es inconcebible –aún–, si bien con el carajote de la corrección política se «progresa adecuadamente» por ese camino.

Mi conclusión: no, no es gente «perfecta». Es gente que encara las cosas de forma distinta a nosotros, debido seguramente a la geografía y la historia. Si yo tuviera una cualificación suficiente y ansias de hacer dinero, sin que me importara nada más, seguramente liaría el petate y me largaría allí, aunque mi trabajo consistiera en hacer gallardas a los osos polares para analizar su semen. Pero no es el caso. Y no les envidio. De hecho, son ellos los que lían el petate cuando se jubilan y se vienen aquí, cuando no a Francia o a Italia, así que resulta que el refranero es sabio: quien ríe el último, ríe mejor.

Notre-Dame en feu

Terminaba ayer el día con la terrible noticia del incendio de la Catedral de Notre-Dame en París, uno de esos edificios emblemáticos de cualquier ciudad. Como podría serlo la Sagrada Familia en Barcelona, la Catedral de Santiago o la Almudena en Madrid.


No han aparecido culpables aún; pero, como dijo alguien a quien leí en un foro, sí sé quiénes se van a alegrar de la desgracia. Públicamente no, claro: son cobardes y no quieren que se les arranque la careta de un tirón, exponiéndose así a las iras del respetable. Porque, católicos o no, en Francia respetan la Catedral de Notre-Dame: unos, como expresión de su fe; y los otros, como parte importante de su patrimonio nacional y de la Humanidad. Pero quisiera decir dos cosas:

Extraño será que no salga algún cenutrio, radiofónico o no, en los próximos días que empiece a decir que «la culpa última de este incendio es del Papacisco, por «montonero», por «comunista», por «protector de la mafia lavanda», etc.», porque «se niega a ponerse los zapatos rojos»». Y que un autoatribuido (nadie le ha concedido tal título) «sagristà major de las iglesias de España» le haga los coros. Oigan, ¿pero ustedes qué quieren? ¿Un Papa o Caperucita Roja?

<em>Es el Cardenal Cañizares, pero vamos… podría ser el Papa también</em>

Pocas cosas me revientan más que los católicos estéticos: ésos a los que les gustan las procesiones, los vestidos, la liturgia, el boato y la misa en latín… pero que, en realidad, fuera de esas cuatro cosas superficiales no son practicantes. Y que no les gustaría que el cura les tocara las narices interpelándoles acerca de cómo practican.

Y la segunda cosa que quisiera decir es que defendiendo nuestra tradición católica defendemos el ser de Europa (no «de la UE», que es cosa muy distinta), tanto el ser «en sí» y «para sí» como su lugar en el mundo. Con la información que ya comienza a circular, cada vez va quedando más claro que una Europa unida es un engorro y una Europa que respeta sus tradiciones, entre ellas la católica (que es la primera que concibió Europa como un todo, para los produtos LOGSE), es un grano en salva sea la parte. Como siempre, no está de más parafrasear a Martin Niemöller

Primero cayeron los judíos. Pero como yo no era judío, no me importó.

Luego cayeron los ortodoxos. Pero como yo no era ortodoxo, no me importó.

Luego cayeron los católicos. Pero como yo no era católico, ni iba a misa, no me importó.


Luego vinieron a por mí. Pero para entonces ya no quedaba nadie que me pudiera defender.

Coda:

Y los comunistas, masones y liberales que ayudaron al enemigo creyendo con ello que salvarían el pellejo, cayeron también.

Mi solidaridad, en fin, con los franceses de bien y con los católicos del mundo. Que no porque nuestros dirigentes estén vendidos Cristo dejará de triunfar. Recordemos sólo este detalle. Stalin se reía de los católicos cuando preguntaba, con sorna: «¿Dónde están las legiones del Papa?». Y resultó al final que el orbe comunista cayó por sí solo, con unos cuantos empujones de Reagan, de Thatcher y de un Papa polaco. La URSS estaba tan corrompida que se derrumbó prácticamente sin ejercer fuerza alguna sobre ella. No hicieron falta legiones para vencerla.

 

Adiós, Maduro… ¿Hola, democracia? (II)

La larga introducción anterior nos ha de servir para poner las cosas en su justo término. Lo primero de todo es que lo que Venezuela sufre es una dictadura comunista. Si no lo fuera, simplemente no recibiría apoyo de Cuba. Y tampoco, desde luego, de los podemitas que mueven el rabo aquí –cada vez menos, gracias a Dios–, que también son comunistas. En Venezuela no hay gulag; pero como saben muy bien los venezolanos, hay Ramo Verde, que ni es ramo ni mucho menos es verde.

Sin embargo, la cuestión en la que me quiero centrar en esta entrada no es tanto lo que ocurre dentro de Venezuela. Ya hay suficiente información acerca de la dinámica interna de un régimen comunista –suficientemente explícitos son los libros de Stéphane Curtois y colaboradores excomunistas, o, para lectores de habla hispana, la Memoria del comunismo, escrita por el también excomunista Jiménez Losantos, que está en el mismo caso que Pío Moa: la izquierda le odia a muerte porque fue uno de ellos, los conoce bien y puede desmontar todas y cada una de sus mentiras.

Me quiero centrar en el caso de lo que ocurrió fuera del país, aunque ambas esferas van camino de encontrarse a cuenta de la negación de entrada de la ayuda humanitaria por parte del régimen chavista. En el lamentable papel que interpretaron todos, desde la cacareada, pomposa e inoperante «comunidad internacional», la UE (que no «Europa») y España, que si su vínculo transatlántico se pareciera al que mantienen Estados Unidos y Gran Bretaña, otro gallo nos cantara. Aquí hay una explicación suficientemente plausible de cómo han ido las cosas.

Para empezar, la «comunidad internacional» se resume en intereses geopolíticos y económicos. Hablamos, pues, de petróleo e influencia política. Como un Risk, pero a lo grande. Aquí enredan todos los grandes, los del Consejo de Seguridad de la ONU, o por lo menos tres de ellos: Estados Unidos, Rusia y China, a la que a pesar de ser una dictadura comunista no se la puede ignorar porque se trata de un mercado potencial de 1.500 millones de personas. Al parecer a Putin y a Xi Jinping no les importa ensuciarse en Venezuela, porque no hay nadie dentro de sus países del suficiente fuste como para que su protesta valga algo.

En cuanto a la Unión Europea, que se cae a cachos y el asunto venezolano es una prueba de su irrelevancia, recuerdan demasiado a esto:


Tendría gracia si no fuera porque lo que ocurre en Venezuela no es una película, sino una pavorosa realidad.

Y, por fin, en cuanto a España… La verdad es que me duele en el alma reconocerlo: tenemos un Gobierno de payasos. No parece sino que le han dicho a Sánchezstein «Tú no te metas, que esto es para mayores». Le hemos visto retorcerse como una lombriz para no reconocer a Juan Guaidó, «presidente interino» de Venezuela. Sánchez ha ignorado las presiones de la oposición, siquiera para establecer una posición moral de apoyo a la democracia. Pero es claro: cuando quien te apoya para que tengas Gobierno son comunistas, proetarras y separatistas, es lógico que te retuerzas y retrases todo lo posible reconocer a alguien que es contrario a la dictadura chavista de Maduro. Hemos quedado fatal ante todo el mundo por ser casi los últimos –de entre quienes pueden tener algo que decir– en reconocer a Guaidó (hasta la inoperante UE, por boca de Romano Prodi, le reconoció antes que nosotros). Aunque sea adelantar acontecimientos, espero que Errejón tres-comidas-al-día se pegue un buen batacazo en las próximas elecciones.

Para terminar –y no porque no haya nada más que decir, sino todo lo contrario–, sólo quiero hacer referencia a un dato: se está empezando a correr la especie, que no sabemos cierta o no, de que Guaidó es un hijo de la logia. Eso tal vez explicaría la presencia de nuestro inefable ZP en los alrededores de Miraflores. Aunque yo estoy empezando a pensar que ZP es el «arma secreta» de España para la caída de Maduro: desde que está allí, las cosas no han hecho más que empeorar para Maduro –aunque, también y sobre todo, para el país–. También podría explicar los parabienes de la UE, cuya cuna mece también una mano masónica. Incluso para algún pitufo gruñón mañanero, explicaría los parabienes del Papa, que por supuesto «se sienta en la silla de Pedro gracias a los manejos de la logia lavanda».

Si así fuera, los venezolanos no lo sé… pero los venezolanos católicos están jodidos. Y repito la advertencia que se me ocurrió en otra entrada: sería lamentable que, tras la negra etapa chavista, volvieran al poder aquellos cuya ineptitud, corrupción, despreocupación y desprecio por la nación facilitaron que el pueblo venezolano se echara en manos de un salvapatrias intrigante que accedió finalmente al poder prometiendo una leche y una miel que al final nunca llegó.

Adiós, Maduro… ¿Hola, democracia? (I)

Admitamos una cosa de buen principio: si Venezuela, ese bello país hermano, fuera un secajo y no hubiera más que arena, como ocurre, un suponer, en Palestina, no estaríamos hablando de ella. Nada importarían las «violaciones de derechos humanos» y todos esos «valores» que desde la UE se afanan en poner en valor, como dicen los pedantes. Ah, pero es que Venezuela tiene petróleo. Ah, pero es que en Venezuela hay oro y otros diversos recursos naturales. Eso cambia mucho las cosas.

Resulta que eso de la posesión de recursos naturales, en nuestro industrializado mundo, no es una bendición, sino todo lo contrario: una verdadera maldición, sobre todo si esos recursos naturales recaen en los que se llama, sin tapujos, «países pobres» y, con tapujos, «países en vías de desarrollo». La última vez que hemos visto algo parecido ha ocurrido en Ruanda, en pleno siglo XXI. Nadie sabía mucho acerca de ese país: los que más, que estaba repartido entre dos tribus, hutus y tutsis.

Y a Ruanda le cayó encima una gran desgracia: resulta que en su subsuelo encontraron un mineral llamado coltán, que al parecer es superconductor eléctrico y tiene aplicación natural en la industria de componentes informáticos. Ya la tenemos liada. Las grandes compañías, de ésas cuyo presupuesto supera con creces al de un país de tamaño pequeño-medio, dan un paso al frente. Esas grandes compañías, entre otras, tienen dos formas de operar: si hay una casta dirigente, se aprovechan del vínculo colonial y la corrompen; y si no la hay, provocan una guerra civil.

Así, pues, ¿cómo extraer ese mineral sin ser molestados? Muy sencillo: se adoptó la segunda solución. Hagamos que las dos tribus que rigen el país se maten entre ellas, y así nadie nos molestará. Primero porque «son salvajes» y segundo, porque no hay «ruandeses», sino hutus y tutsis, que es un matiz importante. Luego, los periodistas tienen su parte del melón, que es enseñar los pueblos arrasados, los asesinados, las violadas, los supervivientes… todas esas imágenes que suelen ganar los «premios fotoperiodísticos del año», para que los occidentales tengamos nuestra pizca de mala conciencia y tal, suspirando con resignación: «Pobre gente…».

En el trasfondo, los intereses no solamente de las compañías, sino también de los países. Es decir: cuando hablamos de Elf en realidad estamos hablando de Francia, que defiende de paso los intereses de Elf; o si hablamos de Exxon, en realidad estamos hablando de Estados Unidos. Ésa es la nueva forma de guerra: conseguir que una parte de los lugareños pelee por tus intereses; porque si peleara por los suyos, echaría a todos los que no fueran del país. Lo hemos visto también en la guerra de Siria-Irak. Allí no sólo se enfrentan los que dicen que se enfrentan: Estados Unidos tiene sus intereses en la zona, que son menos los de «traer la democracia» –ilusos– que aprovecharse del petróleo. Rusia, con su apoyo a Siria, otro tanto.

Y en medio, los desventurados civiles, que son masacrados por una u otra facción y castigados con pena de telediario un día sí e outro tamén. Quizá los periodistas, los que aún se consideren como tales, en vez de mostrar imágenes de las víctimas, que bastante tienen con serlo y hallarse en la desgraciada situación en la que se hallan, deberían investigar más y mostrarnos imágenes de los culpables y, en su caso, de quienes están detrás de ellos.

Venezuela, una vez más (y III)

Finalmente, en esta última entrada de la serie quería hablarles de un par de cuestiones que me preocupan en relación a Venezuela.

Lo primero de todo, que sería lamentable —y corríjanme si me equivoco— que las mismas fuerzas «unidas contra Maduro» hoy, hubieran sido las que con su desidia y su «ocuparse de sus asuntos» hubieran propiciado la llegada al poder de Chávez, ese Tirano Banderas de cuarta. No conozco muy bien la historia de Venezuela; pero sí sé que antes de Chávez la corrupción galopante hacía de las suyas. De hecho, ahí está la amistad entre Felipe González y Carlos Andrés Pérez para demostrarlo. Chávez, que ya tenía experiencia como golpista cuando volvió a intentarlo, esta vez dejó que fuera el pueblo el que le hiciera el trabajo. Y con el par que llevan, Venezuela ha pasado de ser un país corrupto a ser un país corrupto y miserable. No sería, por tanto, menos lamentable que las fuerzas hoy unidas contra Maduro «volvieran por donde solían». Venezuela puede volver a ser un país próspero y amante de la libertad, pero a condición de que sus gobernantes tengan la mira puesta en el bienestar del pueblo en su conjunto en vez de sólo las clases dirigentes.

Y lo mismo que digo para Venezuela cabe para España, la «madre patria». No sirve de nada la estrategia del pudridero de Mariano. La teoría dice que Podemos existe porque el PP lo necesita para afirmarse como «partido de orden» (en realidad, como el menos malo de toda la patrulla). Pero déjenme decirles algo en materia de bien y mal: tan malo es el que hace mal como el que, debiendo hacer bien, no lo hace. Quizá Mariano y Soraya crean que tienen controlado al bicho. Pero yo digo que esa clase de bichos tienden a conseguir por las malas lo que no consiguen por las buenas, es decir, a crecer y a desbordar a quienes creían tenerlo controlado. Por de pronto, ya han propuesto una ley mordaza LGTBI, que probablemente saldrá adelante con la complicidad de PP y C’s. Y más cosas que vamos a ver.

Ya los amigos venezolanos nos avisan de que si no vamos con cuidado tendremos el mismo problema que ellos en algún tiempo y más pronto que tarde. Pero quiá: es vacaciones. Nadie hace guarreridas españolas después de la comida. O así piensan en Moncloa. Y así les va a ir a ellos, y a nosotros por ende.

Venezuela, una vez más (II)

Decíamos ayer… que el ¿gobierno? de Maduro ha arrebatado al pueblo venezolano la vida, la libertad y la propiedad. Hoy sabemos además que les han arrebatado la esperanza, pues los matones de Maduro (no me da la gana de llamarlos «fuerzas del orden») han secuestrado a Leopoldo López y a Antonio Ledezma, los dos iconos de la oposición democrática, con rumbo desconocido. Parafraseando a Churchill, «sabes que no estás en democracia cuando llaman a las dos de la mañana y no es el lechero».

Lo que me interesa destacar en esta segunda entrada son las reacciones de la presuntamente existente comunidad internacional. Que yo conozca, la mayoría de países, incluso de la zona, lo único que han hecho es levantar los brazos, o llevarse las manos a la cabeza y «condenar la brutalidad del régimen», con una hipocresía digna de mejor causa. Hace venir a la memoria el caso de Sudáfrica antes de salir del régimen del apartheid. Todos la condenaban, pero no pocos hacían bajo mano negocios con ellos. Ahhhhhhh, «es que los diamantes son diamantes aunque estén manchados de sangre». O, como decía Inglaterra en su etapa colonial, «Inglaterra no tiene amigos: sólo intereses». Axioma político internacional de un elevado seguimiento, lo que ha provocado que en la política internacional se haya alcanzado un considerable nivel de mierda. Conclusión: la comunidad internacional, según para qué cosas existe; y para otras no. Recordemos que al final la solución salió de los propios sudafricanos, como era de esperar.

Lo terrible del caso es que, aunque sea a «nivel regional» estamos repitiendo la historia. Si Maduro se va de la OEA, decidido a atrincherarse en su poder, no hará cosa distinta de la que hicieron Hitler y Mussolini en 1936, dando el portazo a la Sociedad de Naciones, sabiendo que, como tal organismo supranacional, no les impondrían sanciones y, todo lo más, se dedicarían a lloriquear sobre el «respeto a los principios de la carta». Si lo echan, otro tanto pasará. Las «naciones» son muy exquisitas en materia de intervención en países, por más que cuando les ha interesado, lo han hecho sin contemplaciones: recuérdese a Kissinger interviniendo en 1973 en Chile y en 1976 en Argentina. O Francia, que sigue metiendo las narices en los asuntos internos de sus excolonias en pleno siglo XXI.

No está de más plantearse de qué apoyos externos se vale Maduro para continuar. Son desconocidos hasta ahora. Imagino que ahora que la cosa se ha desbocado, harán como que no le conocen y será difícil encontrar rastros de su apoyo anterior. Como Teresita Rodríguez, la compañera-camarada de Er Kichi, alcalde accidental de Cádiz, desaparecida de los medios hoy, que, a preguntas de éstos, replicaba «¿Venezuela? ¿Qué es eso?». Claro que a ésa es imposible refrescarle la geografía cuando el dinero que recibe su partido para llevar un tren de vida nada proletario está manchado de sangre.

En otro orden de cosas, quisiera llamar la atención sobre dos hechos curiosos. El primero, la presencia de nuestro inefable ZP por aquellos pagos. Claro que lo entiendo: es normal que un señor como él, que no puede salir a la calle en su pueblo sin que le miren con odio, como mínimo, prefiera largarse al otro lado del charco. La pregunta, sin embargo, sigue en pie: ¿a quién representa ZP como expresidente español? Si creía Rajoy que era mejor dejarle en tierras venezolanas, por aquello de que, con lo gafe que es, Maduro iba a caer en cuatro días, se equivocó por completo. Yo mismo les responderé la pregunta: no representa a nadie en España. Hasta la logia que lo mandó allí se ha desentendido ante el estropicio. Se ha convertido en un paniaguado de Maduro y cuando éste tira de la cuerda, ZP «vuelve al orden».

El segundo hecho sobre el que quisiera llamar la atención es que algunos, en las redes sociales, han aprovechado el presunto «silencio del Papa» para atacarlo. Los mismos que se prodigan en decir que «este Papa es el demonio» y chorradas similares atacan ahora al Papa «echándole en cara su silencio ante la deteriorada situación venezolana». Lo que estas personas, que tanto se dicen católicas, no saben, es que el Papa sí ha mandado mensajes a Venezuela y sí se ha prodigado en medios de comunicación (extremo confirmado por personas que han huido de allí). Naturalmente, no se molestan en buscar. Al contrario de lo que algunos nos quieren hacer creer, los católicos venezolanos no han sido abandonados por el Papa. Otra cosa es que a los medios europeos ─y en lo que importa, los españoles─ no les ha interesado publicar esos mensajes. Añadamos a esto la pregunta de «quién maneja la información del Papa» ─me refiero a quién la maneja de verdad─ y tendremos un cuadro más completo del «silencio» del Papa. A ésos lo que les molesta es tal vez Jn 8:32.

Nota a pie de página. Valdría más que ésos que pierden el tiempo despotricando del Papa por motivos personales o de carácter más general, tratando de desacreditarle, ocultando o manipulando la información, dedicaran ese tiempo a asistir en los comedores sociales. Tampoco he visto a ninguno de ésos que pierden el tiempo acusando al Papa de «peronista», «comunista» o incluso «masón» dar un paso al frente para ayudar a esta señora. Tienen donde buscar, si quieren. No necesitamos cristianos de salón. Necesitamos cristianos de verdad. De los que creen en Jesucristo y su mensaje y no en los chiringuitos que se han montado algunos al abrigo de la Iglesia, que es Madre y Maestra, pero no tonta.

Venezuela, una vez más (I)

Una vez más hay que hablar de Venezuela. Como pasado, como presente y como futuro. Pero antes de nada, quisiera mandar mis condolencias a los familiares de las personas que han fallecido violentamente desde que están allí en el proceso de elecciones a la «fake-Asamblea Destituyente».

No es ningún secreto que la posición de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela es insostenible, pues no se sostiene por la fuerza del derecho, sino de las pistolas y de las rejas. Al pueblo venezolano —a cada uno de los venezolanos— le han arrebatado los tres bienes más preciados para cualquier ser humano: la propiedad, cosa que ya empezó con Chávez y sus «expropiaciones exprés», hasta el punto de que prácticamente no queda nada que comer y muchos venezolanos (especialmente, los que tenían la suerte de vivir en las fronteras), han salido despavoridos de un país en que tener algo sin ser de la boliburguesía es prácticamente delito.

Les han quitado igualmente la libertad. Un sistema comunista no se entiende con libertad; y era importante que para que los venezolanos se sintieran desgraciados, además de no poder comer, debían perder la libertad de pasear por sus calles a cualquier hora del día o de la noche. Debían perder la libertad de opinión, de enseñanza, de recibir información veraz. Hoy ya no se puede opinar libremente en Venezuela; no hay más que un medio de «información», en el que ya no aparece Maduro porque, por no tener, no tiene siquiera la capacidad discursiva de su predecesor. Éste era capaz de montarse un Aló Presidente de cinco horas en el mejor estilo de Fidel; pero Maduro no tiene esa capacidad. Más aún: como no quiere testigos, empieza a expulsar periodistas extranjeros del país.

Y a pesar de todo, el pueblo venezolano sigue saliendo a la calle para protestar. Por eso Maduro ha tenido que tomar medidas extremas. Si el pueblo venezolano no puede comer y no puede hablar, y aun así, todavía tiene fuerzas para protestar, hay que volarle la cabeza al que sobresalga. La vida es, lo único que les queda por entregar. Y Maduro lo pisotea, pues su policía política y fuerzas de asalto consideran «ratas» a los opositores y como tal plaga que son, hay que exterminarlas. Sólo por eso Leopoldo López sigue preso, aunque sea en casa: el régimen no quiere convertirlo en mártir por la causa. Eso galvanizaría el odio del pueblo y, tal vez, hiciera pensar a algunos que le apoyan que se ha pasado de la raya.

Macron (y II)

Le socialisme c’est mort

Menuda la lió Manuel Valls al otro lado de los Pirineos al decir que «el socialismo está muerto». Le expulsaron de le Parti (que allí, por lo menos, no tiene la desvergüenza de llamarse «obrero») e intentó asilo político en el partido de Emmanuel Macron, que en cuatro meses fue de la nada al palais de Matignon. Por lo demás, allí son un poco más comedidos que en las Batuecas y por de pronto no le han aceptado en sus filas, con lo que el futuro de Monsieur Valls en la política francesa está complicado.

No obstante, la frase no deja de tener su miga, pues el batacazo que se pegó el socialismo francés en la primera vuelta de las elecciones francesas fue de impresión. Tal y como se dijo entonces, esa primera vuelta había acabado prácticamente con los viejos partidos, o el modelo que se sostenía entre dos pilares: un partido de centro derecha (gaullistas) y otro de centro izquierda (socialistas). Los interlocutores son nuevos y el asunto se resume en dos: socialdemocracia sí en ambos casos y diferencias en cuanto a la inmigración y la pertenencia a Europa. Tampoco sabemos qué habría empezado a hacer Le Pen en otras materias que no estaban en el candelero, de forma muy parecida a lo que ocurrió con Hillary Clinton: venga a criticar a Trump… pero poco se sabe de lo que Billary tenía en mente llevar a cabo realmente.

En cualquier caso, Emmanuel Macron ha ganado las elecciones y todas las novias quieren casarse con él, no sólo Manuel Valls. Es la cobardía del grouchomarxismo: «Tengo mis principios, pero si hay caballo ganador me apunto a los de él». No puedo desear otra cosa que el que Macron sea bueno para los franceses, igual que lo dije en su momento respecto de Trump. También y que ojalá Macron sea bueno para los intereses de España; aunque visto el nivel, lo mejor es desear que nos den las patadas justas en el trasero.

El nivel español

Partamos de la base de que cuando Francia se resfría, aquí estornudamos a más y a mejor. En las Batuecas la cosa pinta castaño oscuro. Después de ZP, el PSOE quedó hecho unos zorros. Dejó de ser la alternativa al PP, sobre todo desde que nos enteramos de que tanto PP como PSOE colocan a los suyos en empresas estratégicas en pago de servicios prestados. La aparición de una formación más a la izquierda de la izquierda que ellos presuntamente representan no ha hecho más que perjudicarles.

De todo el sarao socialista que llevamos con las etapas Sánchez I-Gestora-Sánchez II, la resultante es clara: el socialismo español como tal está muerto. Y ahora mismo, lo que puede decirse es que está emparedado. Cuando tu presunto rival asume tus tesis, que es lo que ha hecho Rajoy convirtiendo al PP en un partido socialdemócrata, es que empuja por el centro-izquierda. Y a su vez, Pablemos empuja por el lado de la extrema izquierda, tratando de convertirse en el referente único de izquierda. Total, que entre los dos le están haciendo el sándwich: uno le vampiriza el espacio ideológico (vean, si no, las cabriolas progres de Cifuentes en Madrid) y el otro, por vía de cabreo, a los militantes.

Luego, más: el PP se ha ocupado con sin par diligencia de no crezca nada a su derecha, para poder vender el cuento de que son los únicos que representan a la derecha. Ni VOX (en parte por vicios propios), ni iniciativas como el Grupo Floridablanca (desactivado por los Soraya’s Boys), han tenido ocasión de desarrollarse y transmitir un verdadero discurso de derechas, (si es que se puede llamar así) toda vez que la distinción entre «izquierda» y «derecha» es cada vez más borrosa si es que no ha saltado por los aires.

¿Y qué le queda a Pdr Snchz? Pues declararse plurinacional, que ha sido la tesis de siempre del PSC. Parece que es la go-gó del Baix Llobregat la que lleva de la manita al Secretario General y no a la inversa. De un modo parecido a Ilich Ramírez (alias Carlos), el temido terrorista de izquierdas convertido al Islam, pues caído el comunismo, tenía que buscar una ideología/religión que justificara su resentimiento y que le permitiera hacer lo que sabe hacer sin cargo de conciencia. A muchos socialistas de bien que aún creen en la unidad de la nación española les habrá sentado esa declaración como una patada en el vientre; pero Pdr Snchz berrea: «¡Es la supervivencia, estúpidos!». La opción era:

a) o integrarse en Podemos, con lo que Snchz quedaría al nivel de maletilla de Pablemos, como Alberto Garzón (de izquierdas pero sin independencia ninguna) y remedando lo que ocurrió con Carrillo y sus Juventudes Socialistas Unificadas. Serían fagocitados por el radicalismo comunista de siempre y, de facto, supondría la recuperación del marxismo como ideología inspiradora, del que Felipe González abjuró en Suresnes y otros lugares.

b) o bien buscar un discurso diferenciado, que es lo que han hecho. Tienen independencia como partido de izquierdas. Pero ese giro ideológico no lleva a otra cosa que a romper España, sueño de la burguesía catalana desde los tiempos de la gauche divine; algo a lo que muchos socialistas no van a acceder y entre ellos Susana Díaz, aunque ésta tenga el deber de limpiar de mierda su corrala antes de abrir la boca. Distinto es que al PSOE nunca le haya sentado bien hacerse nacionalista: y en Cataluña lo sabemos bien, después de 8 años de Tripartit.

En consecuencia: renovarse o morir. ¿Pero para qué? «Para llegar a la Moncloa» o «para ganar a la derecha». El resto del programa ya nos lo sabemos. Y la maldita Ley de Memoria Histórica, sin derogar. Luego nadie se extrañe que repitamos la historia.

Macron (I)

Monsieur Le Président

A riesgo de parecer… bueno, lo que ustedes quieran, desconfío por sistema de un candidato en unas elecciones que es apoyado públicamente al mismo tiempo por la Logia y por la morisma. Más todavía si es un candidato casi sin partido ni programa, que en siete meses ha conseguido encaramarse al poder absoluto, cual petit Napoléon. Lo cual es la prueba, al menos en Francia, de que los mítines ya no son necesarios: basta que uno salga por la televisión un número suficiente de veces y que «dé bien», como dicen los profesionales de la cosa, y ya es candidato a lo que sea que se presente. Tout pour la image, podríamos decir.

En España vamos con retraso respecto de eso. Los fieles todavía van a la misa, aunque el descreimiento general va creciendo. Ya no funciona aquello de Hitler de «(…) ordeno a todos que vayan a los mítines, donde se vuelven parte de la masa, les guste o no, tanto los «intelectuales» y burgueses como los trabajadores. Yo me mezclo con el pueblo, y sólo hablo con ellos como masa». El Gran Hermano televisivo permite reproducir la emoción del mítin muchas veces y por eso sale a cuenta. Y por eso, como decía Federico no hace muchos días, si a Podemos se le quitan todas las cadenas en las que sus gerifaltes mueven el rabo con toda libertad, en cuatro meses la intención de voto caería a la mitad.

Otra cosa es el obsceno espectáculo que han ofrecido los medios, tomando partido (con las debidas excepciones) descaradamente y sin objetividad alguna por Macron. Incluso el diario ABC se ha prestado a ello. No les ha faltado más que llamar «nazi» all’zugleich a Marine Le Pen. No menos obscena ha sido la catarata de parabienes recibida por ese hombre una vez el escrutinio terminó y se supo que éste era el vencedor. Sobre todo, les propongo que hagan este ejercicio: sustituyan, en los titulares de todos los periódicos «Europa» por «Unión Europea», que son concetos distintos. Verán cómo la percepción cambia y se acerca más a la verdad. En otra próxima entrada discutiremos esa diferencia.

Finalmente y para esta primera entrada de la serie, tomo este dato: la abstención ha sido del 60%. De lo cual se deduce, claramente, que ha ganado le parti de l’abstention. Sin embargo, la maquinaria sigue, porque en ningún país se ha establecido un número mínimo de votantes para que el resultado de las elecciones sea representativo y legítimo. Es decir, que aunque votara el 10% del censo, se aplicarían los porcentajes y listo. La legitimidad de origen da igual en todas partes y a nadie se le caería la cara de vergüenza si tal cosa sucediese.

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