PEPESOE y poder

Por su interés, colgamos una entrada de un blog con fecha de 2008, cuyo autor es el economista (así consta en su perfil de Linkedin) Ignacio Moncada. Cambien los nombres y vean si, a catorce años vista, ha cambiado mucho la relación entre ambos partidos. Se puede argumentar que «ahora existe VOX»; pero mucho me temo que, aun con el partido verde limón, las cosas seguirían igual. Original aquí.

El Pepesoe no deja de ser una unión corporativista, una casta atrincherada tras los muros de la oficialidad que defiende sus propios intereses. Su objetivo es el poder: el poder ante todo; y después ya vendrán otros objetivos. Cuando nuestros políticos deben optar entre el bien de los ciudadanos o el poder, es decir, ganar las elecciones, siempre elegirán lo segundo. Es lo que provoca que les veamos constantemente defendiendo una cosa y la contraria, según convenga a sus aspiraciones de poder. Porque si se defiende una cosa y su contraria realmente no se defiende nada, excepto los intereses de uno mismo.

A lo largo de estos años hemos visto a los dirigentes de los dos partidos mayoritarios, inmóviles en sus sedes y sus coches oficiales, defender una cosa y su contraria, siempre la mirada puesta en ese falso indicador que son las encuestas, es decir, los trampolines al poder. En la primera legislatura de Zapatero, el Gobierno optó por hacer como que lograban la paz entablando negociaciones con terroristas, y por hacer como que lograban la concordia en España mediante donaciones de competencias a las autonomías con virreyes más radicales. Todo humo y cosmética, una política gestual, pues no se solucionó ningún problema, sino que se agravaron; y no sirvió más que para repetir en el poder de mano de esas comunidades con gula de competencias, y de espaldas al resto. Ganaron las elecciones, y ahora parece que el mundo funciona de otra manera. El terrorismo ahora se combate con la persecución policial y judicial, la prisión, y el no dar un palmo al asesino, que es lo que se decía hace año y medio que agravaba el problema, y que no conduciría a la paz.

La Oposición es si cabe más contradictoria. Rajoy, que había dirigido el barco popular durante cuatro años desde la defensa, tímida, de los principios liberales, se dio de bruces con la minoría electoral. Y emprendió el cambio, como Obama. Excepto por la diferencia de que Obama es un político de nueva hornada que se ha rodeado de los mejores, de gente con experiencia, expertos e intelectuales; y Rajoy es un político profesional, de los de siempre, que ha jubilado a los que podían aportar experiencia y ha apostado por la llaneza y el perfil bajo. El cambio de Rajoy es en realidad un cambio de look, porque el fondo sigue siendo el mismo: el poder a toda costa.

Ahora ha llegado una dura crisis económica, y los políticos se ofrecen para salvarnos. El problema es muy complejo, porque se junta un colapso financiero con una crisis energética e inmobiliaria, una renta disponible acribillada de impuestos y una deuda familiar, empresarial y pública por las nubes. Resolver el problema exige tiempo, valentía y riesgo. Pero el Gobierno dice que no nos preocupemos, porque ellos están al frente. Yo siempre me he preguntado cómo van a sacarnos de la crisis unos políticos que han sido incapaces de detectarla, que no comprenden cómo funcionan las cosas, que no han tenido valor para admitir los problemas, y que rechazan tomar cualquier medida impopular o arriesgada para su felicidad electoral.

En realidad, la cuestión es sencilla: van a dejar que pase el tiempo. Cuando el Gobierno vea que hemos tocado fondo, echarán mano a uno de sus más importantes activos, que es Solbes, y le utilizarán como fusible. Le van a echar la culpa, le van a sacrificar por el bien común del partido, y van a adjudicarse a sí mismos la remontada que estará protagonizando en realidad la gente de a pie, con mucho esfuerzo y sacrificio, y que habrá padecido para entonces un coste terrible.

El PP ni siquiera se ha arriesgado, no ya a hacer algo que conlleve cierto riesgo, sino a decirlo. Rajoy opinaba el otro día, por ejemplo, que «no había que flexibilizar el mercado laboral», mientras esa inacción cómplice va engrosando las filas de ciudadanos que pasan sus lunes al sol. El barbado opositor al poder critica al Gobierno por algunos flecos de cosas que hace, señala con acierto algunos de los riesgos que corre la sociedad, y propone alguna que otra cosa razonable en una amalgama de confusión y errores. Pero a la hora de la verdad vota a favor de las ocurrencias de Zapatero, en contra de muchos que le dimos la confianza en marzo.

Las disputas del Pepesoe versan sobre gestos y sobre maquillaje mientras el fondo de los asuntos se enquista. A la hora de la verdad, lo que tratan es adormecer a la ciudadanía mientras capitanean las encuestas, y así llegar a las próximas elecciones para mantener o heredar el poder mediante el voto al mal menor. Esto no es sino una apuesta segura en favor de la comodidad de los políticos, y a la vez en contra de los ciudadanos.

Lampedusa (y II): El futuro próximo del PP

Pues nada. Ya tenemos a Feijóo de presidente del PP. La pregunta incómoda, por supuesto, la ha formulado uno de los lares, manes o penates del PP, José María Aznar (tal vez con razón en este caso): «Oigo decir que hay que ganar para que llegue no sé quién a La Moncloa, pero la pregunta es para hacer qué». Aunque la pregunta se hace en el contexto del PP, vale para cualquier partido, especialmente si tiene posibilidades de llegar.

Digamos que esa pregunta tiene fácil respuesta en la izquierda: destrozar España hasta en sus símbolos (no digamos su historia y su esperanza). La siguiente pregunta podría ser ésta: ¿lo hacen motu proprio o porque se lo han ordenado? ¿Acaso George Soros tiene comprados a todos los cargos clave en todos los partidos (y especialmente en los «dos mayores»)? ¿O es cosa de la Logia, de la que ni siquiera los presuntamente más «valientes» (mode ironic on) se atreven a hablar?

En el PP la respuesta es más complicada, pero quisiera recordar la advertencia del obispo Reig Pla. Es de 2014, pero probablemente siga estando de actualidad:

Ha llegado el momento de decir, con voz sosegada pero clara, que el Partido Popular es liberal, informado ideológicamente por el feminismo radical y la ideología de género, e «infectado», como el resto de los partidos políticos y sindicatos mayoritarios, por el lobby LGBTQ; siervos todos, a su vez, de instituciones internacionales (públicas y privadas) para la promoción de la llamada «gobernanza global» al servicio del imperialismo transnacional neocapitalista, que ha presionado fuerte para que España no sea ejemplo para Iberoamérica y para Europa de lo que ellos consideran un «retroceso» inadmisible en materia abortista.

Hoy difícilmente encontraremos una voz en el seno del PP que se oponga frontalmente a esta dirección de sus actuaciones. Tal vez en privado haya alguien, pero ya se sabe: «yo te lo cuento, pero tú ni me menciones». Aún es posible recordar cómo Rajoy, de luctuosa memoria para ese partido, expulsó (en puridad, les eliminó de los puestos de salir en las listas electorales de 2015) sin despeinarse a cinco diputados provida por romper la disciplina de voto en una reforma cosmética de la ley del aborto.

Dicho lo anterior, sigue en pie la pregunta: ¿para qué quiere llegar Feijóo a la Moncloa: para mandar o para gobernar?

Los antecedentes no son muy buenos, la verdad. Antes de ser líder nacional del PP, tenemos a Feijóo presidiendo a Xunta de Galicia en una especie de marcha triunfal, encadenando mayoría absoluta tras mayoría absoluta. Al igual que ocurría en Valencia en la época de Rita Barberá, los candidatos de los demás partidos eran los elegidos para estrellarse contra el del PP, ya se tratara de Fernández Albor, Fraga o quien nos ocupa (con los intervalos de González Laxe y Pérez Touriño y su bipartito).

Aquí hemos de matizar un poco. Antes de dar el visto bueno a Feijóo, hemos de recordar una cosa: este señor es un nacionalista pujolista. Trayendo causa de la política que impuso Fraga en materia lingüística, copiada hasta en las comas de la Llei de Normalització Lingüística catalana de 1983 (y todo porque el «clan de Valladolid» le retiró a Perbes forzosamente, para que no pudiera ejercer «ni tutelas ni tu-tías»: el rencor en política es cosa grande), Feijóo se aplicó a la tarea al modo Pujol: en Santiago falamos galego porque somos da terra e patria galega. Y en Madrid hablamos castellano «para que nos entiendan».

Esto tiene su por qué. Entregada la educación a los nacionalistas gallegos (los del BNG o bloqueiros, como se les conoce allí), la fabricación de votantes nacionalistas ha crecido como la espuma. Si quieren más referencias y más exactas, podrán encontrarlas en el blog de Elentir, que ha denunciado la mayoría (si no todas) las cacicadas de los gobiernos de Feijóo no tanto en favor de la lengua gallega cuanto en contra de la castellana.

El hecho es que el desgaste amenazaba a un partido con tantos años de gobierno. Por eso Feijóo (bueno, por eso y para que no le salpicara la marcha al infierno del PP nacional, que ahora dirige) alzó su mirada al cielo y clamó: «¡Eu son máis nacionalista que ninguén!», adelantando a los bloqueiros por la izquierda. Y se dedicó a profundizar en la política lingüística nacionalista. No invita a queimada, ni a polbo a feira, ni pronuncia conxuros, que eso es caro (ríanse de los rácanos de los catalanes). Pero sí promulga días en galego, de la misma manera que en otras partes se promulgan «días sin humo». Aclaremos el matiz: «días en galego» quiere decir «días sin castellano».

Lo cual ha cogido un cierto vuelo, pues no hace muchos días Elías Bendodo, a la sazón consejero de Presidencia, AA.PP. e Interior de la Hunta d’Andalucía, ha definido a España como un «Estado plurinacional». Supongo que el alma progre del PP, la que está dispuesta siempre a rendirse a la pesoe, habrá aplaudido con las orejas. La votancia del PP se habrá quedado sorprendida y la militancia, probablemente en no pocos casos, avergonzada.

Repetimos la pregunta a Feijóo, pero esta vez con el estribillo de Burning: «¿Qué hace un chico como tú en un cargo como éste?». Si va a seguir la política de sus predecesores de pactar y repartir con la pesoe, que a su vez pacta y reparte con los enemigos jurados, bien subvencionados, confesos (y en algunos casos condenados judicialmente) de España, mejor olvidarle y seguir esperando a alguien que «she ocupe de lo que de verdad interesha a losh eshpañolesh» (sí, Mariano: nos acordamos de lo mucho que prometiste «bajar impuestos» en campaña y luego, una de las primeras cosas que hiciste al llegar a Moncloa fue subirlos, con las aclaraciones de Soraya Simpson). Lo mismo se diga de las políticas con las que, de acuerdo con la pesoe o motu proprio, trate de debilitar los lazos entre los distintos territorios de España.

Porque si es para eso, el título de esta doble entrada está plenamente justificado: «cambiar todo para que nada cambie». Y, de verdad: dicho en castellano viejo, Alberto, «para este viaje no hacían falta alforjas».

* * *

Ayuso, por fin, ha celebrado su congreso en que ha sido elegida presidenta del PP madrileño por aclamación y no ha tardado en pasar el bieldo: parece que se ha cargado al 80% del organigrama anterior (a unos por tibios, indiferentes o enemigos emboscados y a otros por enemigos declarados y acérrimos) y ha rellenado los puestos vacantes con caras nuevas. Vamos a ver en qué para esa renovación casi total y no mero lavado de cara.

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Quizá dediquemos una entrada al affaire Olona, pero déjenme adelantar una cosa. La impresión que a mí me da en este asunto es que a Macarena Olona le han hecho un promoveatur ut amoveatur. Me explico. Parece ser que Macarena estaba cogiendo gravedad y peso específico en Madrid: sale en los medios, éstos se pelean con ella, ella se faja contra todos sin arrugarse un mohín porque no es una acomplejada… y, parafraseando a Santiago Abascal, «se le estaba poniendo cara de Vicepresidenta… del Gobierno». Pueden encontrarle ustedes todo el parecido que quieran con Soraya Sáenz de Santamaría, también mujer y Abogada del Estado. En suma: se estaba convirtiendo en un árbol frondoso cuya sombra tapaba a otros árboles más pequeños.

Así que en VOX alguien ha decido «promoverla para apartarla» (que es lo que significa el latinajo que citamos al principio de este «trozo»), costumbre en la Iglesia cuando alguien molesta o hay que apartarle con suavidad. O se le da la patada… pero hacia arriba. La cuestión era conseguir que fuera Vicepresidenta… pero no en Moncloa, porque al parecer hay personas que aspiran a ocupar ese cargo, con lo que el arreón de Olona perjudicaría sus «aspiraciones». Por no hablar de los nervios que Olona provocaba en el sector rojo (y dentro de él, el subsector feminazi) dada su falta de complejos y capacidad de contraataque. Así que entre todos han decidido mandarla más abajo de Despeñaperros, para que moleste un poquito menos y deje de poner en evidencia la inanidad (y/o enanidad) de sus detractores y enemigos (dentro y fuera de su partido). El tiempo dirá si un servidor de ustedes tiene razón o no.

LamPPedusa I: El legado de Casado

Como hace muchos días que no hablamos del tema, hoy toca hablar de las nuevas que han ocurrido en Génova, 13 y de algunas otras cosas raras que han sucedido después de las importantes. Cosas que, tal vez, hayan retrasado la publicación del esperado libro de Federico nada menos que hasta fin de año.

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Monos envidiosos (II)

De la relación anterior se desprenden dos cosas: primera, que las mujeres son tan capaces de dirigir una Comunidad de Madrid como los hombres, con lo cual queda vedada la posibilidad de llamar cerdo machista a quien dirija la Comunidad de Madrid. Y aunque, nuevamente, algunos comunicadores han jugado esa carta contra los ocupantes de la planta innoble de Génova, 13, un servidor de ustedes no cree que la cosa vaya por ahí. Tengo mi teoría, que ahora mismo les presento.
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La prueba del algodón

Hoy nos enteramos de una sandez que profirió Javier Maroto, el del amoto. El portavoz en el Senado del Partido Campesino Polaco, sección española, vino a comparar la «violencia de género» con los asesinatos terroristas. Vino a decir que «las mujeres asesinadas lo eran sólo por ser mujeres», de igual manera que «los guardias civiles eran asesinados por ETA por el solo hecho de ser guardias civiles». Se conoce que la sena le sentó mal. En todo caso, lo que hay que lamentar es que ni siquiera Deusto, «probablemente, la mejor universidad del mundo», pudiera hacer nada por este espécimen. Como dice el dicho, «él entró en la universidad, pero la universidad no entró en él».

Parece mentira que siendo vasco y en principio no nacionalista hable de esa manera de la ETA. Y que con sus palabras, se cisque y reviente en sus compañeros asesinados por esa colección de pistoleros aplaudidos por el PNV («Nosotros recogemos las nueces que ellos hacen caer sacudiendo el árbol de la puta España»). Claro que escuchando a otro de sus camaradas, Borja Sémper (a éste no creo que le hubieran aceptado en los Marines), uno se hace a la idea. Otro como Basagoiti, al final: portazo y a la empresa privada, donde uno cobra buen dinerito y no necesita dar cuenta de sus opiniones políticas cada cinco pasos.

La mayor virtud del PP-de-Casado es una ofensiva capacidad para el olvido veloz. Del «jefe» ya no vamos a hablar: ha guardado en un cajón y muy al fondo eso de la «España de los balcones». Ahora trata de hacerse bienquisto del poder, llevado de la manita por el campeón de lanzamiento de hueso de aceituna, laminando a los molestos y colocándose en la misma situación que Marruecos respecto del Islam «radical»: ejerce de tapón frente a la «derecha extrema» (hoy decir que te sientes orgulloso de formar parte de España y defender la vida y la familia desde una postura católica es ser de «derecha extrema». Alabat sigui Déu).

Al PP-de-Casado lo único que le importa es seguir en la pomada: es decir, que le sigan teniendo en cuenta allí donde se reparta algo de importancia, ya sean entradas en cargos políticos o administrativos, o salidas a través de las consabidas «puertas giratorias». Parece que hoy en día, en política, si no tienes poder para colocar a alguien en la Administración o en una gran empresa no eres nadie. Y bueno, también en la TeleSecta (hoy, todas las cadenas generalistas). Que si mandan a alguien, le dejen decir por lo menos «Hola, soy Fulano de Tal y soy del PP» antes de darle leña hasta que hable inglés en vez de «Te queremos, Fulano».

Por todo eso Maroto puede decir lo que dice y quedarse tan pancho. También él quiere hacerse bienquisto del poder, dentro y fuera de su partido: ya tiene algún punto por ser homosexual y no esconderse; pero naturalmente hace falta más. Eso es, para un estudiante de postgrado, como tener la carrera monda y lironda. Luego, hay que coleccionar másteres como un miembro de la SS o de la NKVD coleccionaba cadáveres: es decir, muchos y muy deprisa. Supongo que eso significa ser ecologista a lo Greta Zumbada (por cierto: qué buena noticia que esa niñata haya desaparecido de los titulares). Naturalmente, implica también tragarse en pepitoria el pollo de la «mitología del género», con huesos y todo. El aborto es un derecho y la adopción homosexual una obligación, ¡faltaría más! También implica aceptar sin chistar la religión de la Pachamama, porque «lo de ser católico ya está desfasao y además no aceptan a los gays». Se llevarían él y algunos indocumentados una sorpresa de la cantidad de gays que hay metida en la Curia. Pero eso, como diría mi viejo profesor de Economía Política, en Pere Mir (nada que ver con El señor de los anillos), «són figues d’un altre paner».

¿Y la famosa prueba del algodón? Como dirían en las películas, «no se preocupe su Señoría, que ya llegamos». Lo que ha dicho Maroto, él, que exige la prueba del algodón a los demás, es la prueba del algodón de las cotas de indignidad a que está llegando la cúpula del PP mientras mendiga que le tengan en cuenta para «lo que sea». Lo lamento por los que creían de verdad en el PP; pero tras esta operación grouchomarxista, ya no hay por dónde agarrarlo.

Para los nostálgicos, dejo aquí la verdadera prueba del algodón. Si no me equivoco, el mayordomo que siempre quedará en nuestra retina fue interpretado por dos personas: por un lado, quien ponía el físico, el actor y escritor inglés Peter Bland; y por el otro, quien le ponía la voz en español, el excelente actor de doblaje barcelonés Joaquín Díaz. Seguramente los cinéfilos ya sepan que fue la voz habitual nada menos que de Jack Lemmon, así que ahí lo dejamos.

Es una pena que no podamos contar con él para un remake imposible: el de La extraña pareja, que Mr. Lemmon interpretó junto a Walter Matthau y que hoy podría contar en su elenco con Pedro Picapiedra y Pablo Mármol, cómo no…

Adiós, Cayetana

Para centrar la cuestión, permítanme iniciar esta entrada con estas palabras:

Ha llegado el momento de decir, con voz sosegada pero clara, que el Partido Popular es liberal, informado ideológicamente por el feminismo radical y la ideología de género, e «infectado», como el resto de los partidos políticos y sindicatos mayoritarios, por el lobby LGBTQ; siervos todos, a su vez, de instituciones internacionales (públicas y privadas) para la promoción de la llamada «gobernanza global» al servicio del imperialismo transnacional neocapitalista, que ha presionado fuerte para que España no sea ejemplo para Iberoamérica y para Europa de lo que ellos consideran un «retroceso» inadmisible en materia abortista.

Estas palabras no son mías, sino de un obispo, (sabido es que los obispos saben latín): concretamente, de Mons. Reig Pla, que se atrevió a levantar la voz ante el camino de degradación moral y putrefacción que en aquellos tiempos estaba siguiendo la política española. Y que, por ello mismo, le costó una campaña de acoso de tal calibre que no hemos vuelto a saber prácticamente nada de él… y de paso, de la Iglesia, que, según la frase consagrada, ni está ni se la espera.

Sentado esto, podemos ya empezar con lo que reza el título de la entrada. Y empezando por el final, resulta que hace pocas fechas nos enteramos de que fulminan a Cayetana Álvarez de Toledo como «portavoza» del PP en el Congreso. La ocasión fue, como casi siempre en estos casos, una trivialidad: la propuesta de la portavoz de un «gobierno de concentración nacional entre el PP y el PSOE». A nadie se le escapa que ésta era una idea de bombero, con tres matices:

  1. No sabemos si hubiera funcionado con Felipe y Aznar, las vacas sagradas de los dos respectivos partidos (probablemente no).
  2. Desde luego, no funcionaría con Sánchez y Casado (y menos con un comunista interpuesto entre ambos).
  3. De hecho, PP y PSOE se alternan en el poder como Cánovas y Sagasta (gran maestre masón, por cierto), en el contexto de lo que probablemente fuera uno de los verdaderos pactos de la Transición.

Al margen, pues, de esta propuesta, ¿qué es lo que hay detrás de todo esto? Que, al parecer, Cayetana era un estorbo para lo que Joan Fuster denominaría «merdeta política vigent»: gracias a sus discursos y su actuación ha acabado molestando a todos: a los hunos, porque dada la enanidad intelectual y moral de éstos, cualquier persona de estatura normal podía darles un revolcón; y a los hotros porque, debido precisamente a esos revolcones, estaban acollonados de que les acusaran de «crispar» (acusación terrible y de la cual era merecedora siempre «la derecha», sea cual sea lo que esa expresión signifique).

Sea como fuere, Cayetana era un cuerpo extraño en el PP. De lo que se conoce, teníamos a alguien que no estaba nada dispuesta a pactar con la izquierda y cuyo discurso guerrero encendía a las bases y aburría/inquietaba a partes iguales a las cúpulas. Porque ésa es otra: el PP, a partir de Mariano, es un partido divorciado de su militancia. Quizá sus bases formen «el PP»; pero la cúpula directiva, que al parecer es la mano que mece la cuna de Pablo Cansado, va de otra cosa. Se me figura que esa cúpula, tan proclive a pactar con la izquierda siempre en perjuicio de España y los españoles, se parece, más que al PP, al Partido Campesino Polaco, ése que ayudaba a Gomulka a «ganar las elecciones» amañadas en Polonia durante la etapa comunista.

Quizá también pesó en el ánimo del Presidente del PP —a pesar de que Cayetana era una «apuesta personal»— las críticas que le llegaron de la bancada roja, por decir unas cuantas verdades y poner en evidencia/ridículo a los diversos que intentaron taparle la boca. Tanto fue así que incluso Pelofrito Batet, a la sazón Presidenta del Congreso, indicó que las palabras de Cayetana dirigidas al Vicepresidente segundo, hoy El Moños, se borrarían del Diario de Sesiones… a pesar de ser absolutamente verdad. Cosa inaudita; pues si no se borraron aquellas famosas del otro Pablo Iglesias siendo una amenaza directa («[…] antes que S. S. suba al Poder, debemos llegar hasta el atentado personal»), menos aún deben borrarse las de Cayetana, siendo simplemente la verdad. A no ser, claro, que uno haya sido pasado por el túrmix de la educación actual y haya acabado creyendo que el FRAP era una ONG de carácter cultural. Quizá hubo mensajes al Presidente actual del PP, viniéndole a decir: «Como no me quites de delante a ésa, que siempre me hace quedar mal, olvídate del reparto de los sillones en el CGPJ y de otros pactos y prebendas que podéis recibir». «Ay no, ay no, ay no» podría haber sido la respuesta quejumbrosa desde Génova, 13.

El hecho es que el PP, sin Cayetana, vuelve otra vez al «centro», que en España fue siempre la nada. Vuelve a la tibieza de Ap 3,15-16 y se acabaron totalmente los discursos «vibrantes» y de «la España de los balcones». Y, sobre todo, está allí donde el PSOE vendido, mundialista, masónico, informado por la ideología de género e infectado por el lobby LGTBIQ, quiere al PP: en su papel ancilar, que dicen los pedantes. Y sin moverse ni un milímetro de ese papel, faltaría más. Al servicio no hay que pasarle ni una. Atrás quedaron ya las bofetadas marianescas al sector conservador católico de su partido; que si alguna vez estuvimos con Génova, 13, unos nos hemos ido a casa y los otros se han mudado a VOX.

Si el tan denostado «régimen del 78» era sencillamente una Restauración 2.0… bueno, para este viaje no hacían falta alforjas. Y recemos para que a Felipe VI, que es lo único «bueno» que queda en pie de todo el armatoste, no le obliguen a hacer las maletas.

Prueba de liderazgo

Pablo Casado tiene un panorama interesante ante sus ojos. Digamos que, al margen de esa ventana de oportunidad que algunos le conceden, está todavía en situación de decidir si hace las cosas bien o mal. Todo está en cómo va a gestionar la pesadísima herencia que le han dejado Mariano, ya felizmente retirado en Santa Pola, Alicante, y Soraya, que creíamos escondida en Valladolid y resulta que ahora, por servicios prestados (¿a quién?), ha sido designada como consejera en mal Estado, donde la ha recibido con alborozo la Fashioniaria (ya no más Voguemomia, desde que se alisó el careto a costa de nuestros bolsillos). Claro que es natural que no quiera volver a Valladolid: con la de amigos que se ha creado en todas partes cuando era la Vicetodo, lo suyo es que hiciera las maletas permanentemente y se buscara un cargo bien remunerado y, por supuesto, al abrigo del ojo público.

En nuestra opinión, gestionar bien esa herencia significa no aceptarla ni a beneficio de inventario. Le ha tocado a Casado deshacer el camino andado por sus predecesores para que el PP se convirtiera en una mala copia del PCP (Partido Campesino Polaco), al que graciosamente dejaban presentarse a las elecciones comunistas polacas… y que siempre ganaba Wladyslaw Gomulka, ¡faltaría más!


Por de pronto y como ya dijimos en alguna otra entrada, tiene, cual cirujano, que extirpar el osteoscarcoma Soraya-Rajoy del cuerpo del PP y barrer a personajes como éstos de arriba de la foto. Eso estaría bien para empezar.

En segundo lugar, también debería coger la escoba y barrer a la nulidad de Moreno Bonilla, bajo cuyo mando el PP andaluz es una mala copia del «Partido Campesino Polaco». Cómo será el poderío del Palacio de San Telmo que hasta le dicen al PP qué candidato deben poner para que las cosas sigan igual que siempre. Es como ese combate de boxeo amañado entre un boxeador malo contra uno bueno, pero drogado-. O uno que se deje ganar a cambio de unas migajas. Sin duda alguna, los sufridos militantes del PP andaluz merecen algo mejor, más allá de componendas territoriales de las cúpulas de los partidos en Madrid, que siempre queda muy lejos. No es posible que en una región como Andalucía, con ocho provincias, no haya nadie que pueda sustituir al experto en el ars umbelaria et incedaria. Y Andalucía merece que gobierne un partido cuyo lema no sea «qué hay de lo mío». La suerte que ahora ha tenido Moreno Bonilla es que las elecciones son prácticamente dentro de un mes y en ese brevísimo lapso no se puede construir un candidato sólido, máxime cuando se acaba de salir de una renovación en la cúpula. Pero si yo estuviera en el lugar de Casado, daría por despedido al experto en protocolo una vez pasadas esas elecciones.

Y finalmente, lo más importante: Galicia. Casado y su equipo deben entrar a matar a ese miura que es Núñez Feijóo, que cuando va a Madrid es Núñez y cuando está en Santiago es Feijóo. Debería pedirle cuentas de la galleguización a marchas forzadas aplicando la infame Llei de Normalització Lingüística de Pujol de 1983 (la inició incomprensiblemente Fraga, «el de los tirantes nacionales»: «Vou ser mais galego que ninguén», diría el prócer con su ore rotundo). Que ahora ya ni hablamos de «galleguización»: Núñez Feijóo ha dado el paso a la más delirante lusificación. O quizá habría que decir rusificación, habida cuenta de quien da el paso en realidad son las mareas podemitas con las que tanto gusta de pactar Núñez Feijóo. Aljubarrota ampliada y Portugal, pared atlántica de la de Península del uno al otro confín. Por ahora a los portugueses el tema no les hace mucha gracia… pero veremos.

Pues eso: que Casado debería pedirle cuentas a Núñez Feijóo de tantos enredos. Porque sólo de esa manera Casado puede tener alguna auctoritas para pegar un puñetazo en la mesa al hablar de la imposición catalana, que no es solamente lingüística, y decirle a Alejandro Fernández que sea más agrresivo –aunque de vuelta le pintarrajeen o le rompan los cristales de las sedes–. O de la euskaldunización de Navarra o la valencianización del mal llamado País Valencià (acelerada con el PSOE pero iniciada en tiempos del PP, que entonces no le daba importancia). O de la catalanización directa de Baleares, contra la que el PP no movió dedo alguno. Tal vez Bauzá hiciera algo, pero llegaba tarde y era a todas luces insuficiente, debido también a la falta de respaldo del PP ¿nacional? sorayo-rajoyesco. Todo sea porque Casado recupere en esas regiones a un partido capaz de plantar cara a las imposiciones totalitarias de los orcos separatistas.

Si quiere hacerlo, Casado tiene mucho trabajo por delante. Si no, da lo mismo y seguiremos en lo de siempre: cada vez una mayor desafección ciudadana por los políticos tradicionales, con lo peligroso que es eso. La Historia lo demuestra una y otra vez.

¿Un “nuevo” PP? (I)

Después de toda la atención mediática que se ha dispensado a las primarias del PP, parece que ha cumplido las expectativas, aunque no las de todo el mundo, claro está. Estaba muy claro que el PP necesitaba un cambio; y ese cambio no iba a ser liderado por los de siempre. Así lo entendieron los compromisarios en ese sistema democrático de segundo grado (primera vuelta con militantes y segunda con compromisarios, esa especie de sufragio censitario de tres al cuarto); y aunque no con una victoria rotunda (57 a 42), sí suficiente para forzar ese cambio.

Y ahora viene la hora de la verdad. En mi opinión y tomando la idea del párrafo anterior, lo primero que debe hacer el flamante nuevo presidente del PP es soltar lastre, empezando por jubilar a los eternamente jóvenes, como Arenas (con amplia experiencia en derrotas electorales), Villalobos («¡Manolooooooo!») y Oyarzábal, que tildó de «ultras» a VCT, entre otros. Y en segundo lugar, debe quitarse de encima a los sorayos, cuya líder homónima ha mostrado un mal-perder-que-te-cagas, en proporción directa al poder que ostentaba cuando era la Vicetodo. También debería quitarse a los paladines del liberalismo simpático, que no es otra cosa que hacerse perdonar por la izquierda el no ser bastante de izquierdas (signifique lo que signifique hoy «ser de izquierdas»). De los arribistas y chaqueteros es más difícil librarse, pero eso lo da el tiempo. Que se vayan a su casa o a la pesoe. Por cierto: nos preguntamos qué tal le habrá sentado a Lassalle que su ex sea la ministra que él nunca pudo ser… Justicia poética.

Quizá el secreto del éxito de Pablo Casado (entre los suyos) reside a partes iguales en tres cosas:

a) Que intenta «volver a los orígenes» de lo que era el PP en su momento fundacional, es decir, a un partido «liberal-conservador» (igualmente, signifique lo que signifique eso hoy en día. Yo no lo tengo muy claro aún). Quizá vuelvan a caminar por la senda que Aznar transitó durante seis años y que ésa sea la senda del triunfo para ellos. Luego habrá que ver si ese triunfo final de Casado resulta ser bueno para el conjunto de los españoles.

b) Que ha aprovechado bien los errores de su competidora Soraya. Bien decía Lord Acton que «el poder absoluto corrompe absolutamente»; y Soraya, que ya no es «una muchachita de Valladolid», los cometió todos. Empezando por creer que «su» 42% le daba derecho a quedarse proporcionalmente con casi media Ejecutiva. De ahí, para atrás. Aunque al parecer, el primero de todos fue creer que podía jubilar a Mariano con la sola ayuda de sus fieles en todas las televisiones. El segundo, creer que su nefasta gestión en Cataluña no le iba a pasar factura. Quizá García Albiol, al que no dejaron respirar en esa etapa a pesar de ser el jefe en Cataluña del PP, no vuelva a ser otra cosa que alcalde de Badalona; pero respirará aliviado de que cayese quien tanta sombra le hizo, por sí o por persona interpuesta. Otro entre muchos, creer que porque manejaba la picadora de carne no acabaría cayendo ella misma dentro.

c) Aprovecha sobre todo su desenvoltura y su juventud. En su contra, que no tiene aún cuarenta años y tampoco tiene currículum empresarial o laboral, que curte mucho, mucho más que la vida interna en un partido, por muchos cadáveres que vaya dejando por el camino. Bien está que tenga las ideas claras. Vamos a ver si consigue llevar esas ideas a la práctica y transmitir el entusiasmo que dice sentir por ellas más allá de los límites de su partido.

Rectificaciones

Pues he aquí que estábamos equivocados y es justo reconocerlo. Resulta que Génova, 13 no era la House of Blue Leaves ni iba a sonar la música de Hotei Tomoyasu. La pelea a cara de perro —aunque públicamente «están abiertos al diálogo»— tendrá lugar entre Soraya, la chica de los recados del Bilderberg, y Pablo, el Renovaó. Cospedal, contrariamente a lo que creíamos, se ha quedado para vestir al santo (o santa, en su caso): con los votos de sus compromisarios puede, al parecer, inclinar la balanza. Quizá por eso Soraya —pues no me imagino que pudiera ser otra persona, con la cantidad de información que manejaba y maneja—, habiéndole salido bien la jugada con Cifuentes (y con Floridablanca, aunque eso no se mencione), intentara otro ataque preventivo contra quien preveía iba a ser su futuro rival, Pablo Casado. Sólo que esta vez no parece haberle salido tan bien.

Dejando de lado el interés real del asunto (inversamente proporcional al interés mediático que despierta), lo cierto es que el PP es un partido muerto, por más que traten de vestirlo para la ocasión. La prueba de ello es que la presunta renovación tras el incendio marianista la quieren dirigir gentes que deberían estar en una Unidad de Quemados. Soraya es la principal culpable —junto con el capitán Pescanova, ya huido hacia Santa Pola— de una política que ningún votante medio del PP aceptaría: la del fracaso catalán, que llegó hasta el punto de no ayudar a Inés Arrimadas a ser presidenta de Cataluña por el peligro que eso suponía para SSS en Madrid. Lo de C’s merece una entrada aparte.

Volviendo a Génova, 13, la verdad es que no me interesa personalmente ninguno de los candidatos. Ni Soraya, por ser la candidata del establishment (que además controla en una gran parte porque a muchos de sus miembros los ha nombrado ella o partidarios de ella), ni los otros dos, que han demostrado pensar en términos de poder y no de España, por mucho que se desgañiten. Como están en campaña (¡de primarias!), no parecen estar obligados a nada y prometen la Luna y lo que haga falta para llegar donde quieren llegar. Luego, al modo del viejo profesor, tiempo habrá de desdecirse de las promesas que se hicieron al calor de los mítines. Son guerritas internas de partido, de consumo interno, como su propio nombre indica. A los demás, que nunca pinchamos ni cortamos nada (ni nos dejaron hacerlo), nos importan poco.

Lo peor para el PP ahora mismo son dos cosas: que el respetable se ha enterado de que es un partido ful de Estambul (que diría el Jonan de Baraka), pues de «800.000 militantes» nada de nada: 60.000 y gracias, que son los que estaban realmente al corriente de pago. Pareciera que la primera de las cifras está gafada desde que la usó Felipe González para prometer los puestos de trabajo que iba a crear si le votaban en 1982.

Y lo segundo es que los muertos pretenden liderar la renovación de los todavía vivos. No es de extrañar que, cuando empezó a sonar el nombre de Feijóo como posible delfín de Rajoy, el hombre bajó a los Madriles cachazudamente… vio brevemente el panorama… habló un ratito en castellano para que le entendieran… y se volvió corriendo a Santiago de Compostela, mucho más fresquito. Puedo imaginar lo que pensaba Feijóo de vuelta a Galicia (y mira que es difícil saber qué piensa un gallego en ejercicio como él es): «Os mortos falan polos vivos! Mesmo parescía a Santa Compaña!»

Liquidación y cierre (IV)

Dejemos por un momento las cosas en casa PSOE y volvamos a Génova, 13. La debacle es total y el sentimiento de que el marianismo se ha cargado al PP, una plaga. No hace falta que nadie le diga a Mariano la de Boabdil, porque Mariano nunca tuvo intención de defender nada que no fuera su propio culo. Sus amos, se trate de quienes se trate, han de estar muy contentos: la destrucción del centro derecha español es un hecho. Sobre todo, del sector conservador católico, que era el que más resistencia opondría a las reformas mundiales y europeas sobre el aborto y la eutanasia, que ahora el partido en el Gobierno quiere impulsar a través de un proyecto de ley presentado antes de la moción de censura.

Ahora las espadas están en alto. Feijóo se ha retirado a Galicia, mucho más fresca que las calientes arenas madrileñas. Aparece Casado, al que quisieron tumbar (fuego amigo, que no sé por qué lo llaman «amigo» cuando proviene de tus propios compañeros de partido) por un quítame allá ese máster; pero la pelea de verdad está entre las niñas asesinas, con un regusto muy Kill Bill (volumen 1, naturalmente). Cospedal sería La Novia y Soraya, O-Ren Ishii. Estarán de acuerdo conmigo en que el fondo musical de esta película sería Battle Without Honor or Humanity. Quizá los 88 locos podrían ser el ejército que tiene Soraya dentro del Partido y de las cadenas de televisión que controlaba cuando era la Vicetodo y, que a pesar de lo que diga Federico, no se han pasado totalmente al enemigo; algunos fieles le quedarán aún.


No obstante, parece que Casado va ganando puntos. Cospedal no tiene gran cosa —no hay tras ella una gran gestión ni de partido ni de ministerio— aparte de palmito y ganas de dirigir el Partido. Y en cuanto a Soraya, todo lo más que tiene son dossieres de todos aquellos a los que dio cargo, que se llevó de Moncloa tan pronto supo que los iban a echar a todos. El problema es que Soraya puso en funcionamiento la máquina de picar carne demasiado tarde, por lo que «sólo» pudo llevarse por delante a Cifuentes. Casado ha resultado ser más correoso y por ahora resiste el embate de los másteres. Con eso, al parecer, Soraya no contaba. Y es que el juego sucio, incluso dentro de los partidos, tiene su límite.

Permítanme un aparte respecto de la expresidenta. Tiene su aquél llevarse por delante a toda una Presidenta de Comunidad Autónoma por un quítame allá ese máster y un vídeo guardado como oro en paño durante siete años para que salga a la luz en el momento apropiado en el que Cifuentes sale actuando de una forma cuestionable. En cualquier caso, lo que entonces no se planteó ni se va a plantear ahora es la reforma de la financiación de las Universidades a través de másteres y otras filfas destinadas a políticos en ciernes al efecto de ganárselos para la causa. Tampoco creo que nuestro hombre en la Luna, Pedro Duque, consiga hacer nada. Creo también que si intentara hacer algo en la buena dirección se lo cargarían. No tomaron en su momento la Universidad al asalto para que venga ahora un pipiolo y les diga lo que pueden gastar y cómo, ¡no faltaba más!

El caso es que, los unos por los otros, .la casa sin barrer. Y a nadie —de la casta, se entiende— le importa. Volveremos sobre ese particular en la próxima entrada.

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