Cómo se convirtió España en paraíso de los okupas

Por su interés, compartimos una (larga) explicación razonable de la génesis y desarrollo del fenómeno de la okupación. Es de 2020, pero creemos que la explicación sigue valiendo. Este fenómeno, hay que matizar bien, no sólo consiste en jóvenes maleducados, guarros y que usan la declaración política como excusa para su comportamiento delictivo. Afecta también a familias que por la crisis perdieron su hogar y okuparon una vivienda como último y desesperado recurso. Original aquí.

Desde el estallido de la descontrolada burbuja inmobiliaria en 2009, la okupación (la ocupación ilegal de viviendas vacías o de tierras sin utilizar) se convertido en un problema importante. En 2019, tras un aumento del 58% de los casos en cinco años, se okuparon cerca de 100.000 viviendas por los okupas, según las estimaciones del Institut Cerdá. La cifra no incluye las viviendas ocupadas por inquilinos que simplemente dejaron de pagar la renta, dado que eso no se considera okupación.

Pero el problema de la okupación en España podría estar a punto de estallar en la medida en que un número cada vez mayor de inquilinos deja de pagar el alquiler y se lanza a la okupación. Durante los últimos seis meses, los inquilinos de pisos propiedad de grandes propietarios privados o empresas públicas han sido protegidos del desahucio por una moratoria gubernamental; pero está previsto que esa moratoria expire a finales de septiembre.

Una vez ocurra eso, es probable que los desahucios aumenten. Al igual que en muchos otros países, no se sabe cuántos inquilinos no están pagando el alquiler, pues no hay fuentes fiables. Pero los datos que existen sugieren que a finales de mayo cerca del 17% de los inquilinos no pagaban su alquiler. Si esa cifra es exacta, aunque sea a medias, eso significa que España verá pronto un «alarmante pico en los desahucios», como ha advertido la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Muchos de los desahuciados acaban okupando alguna vivienda.

España se ha convertido en un paraíso para los okupas principalmente por cinco razones:

1. Su enorme stock de propiedades vacías. España tiene un número disparatado de viviendas vacías (en su mayor parte un legado de la última burbuja inmobiliaria). En el último censo, de 2011, el Gobierno registró un total de 3,4 millones de residencias vacías ¾equivalente a casi un tercio del parque de viviendas en toda Europa¾. Desde entonces la cifra ha bajado, pero nadie sabe en qué medida.

Muchas de esas viviendas vacías pertenecen a la rama inmobiliaria de los bancos, a fondos de capital riesgo o a inversores ricos, muchos de los cuales no están interesados en alquilaras; se limitan a conservarlas para ganar dinero con las plusvalías; o, al menos, así lo hacían mientras los precios iban al alza en general, algo que dejó de ocurrir con el confinamiento.

Aproximadamente el 70% de las propiedades ilegalmente ocupadas en 2017 pertenecían a Bancos u otras entidades financieras, conforme al Institut Cerdá. Se incluyen docenas de bloques de edificios totalmente abandonados que fueron «reocupados» por la PAH, para dar cabida al creciente número de familias sin hogar.

Para muchos, la okupación es un último recurso desesperado, mientras que para otros es un modo de vida o una declaración de intenciones políticas. Barcelona, en el epicentro del fenómeno de la okupación en España, atrae okupas de toda Europa. En los últimos años, cada vez más jóvenes de la ciudad (incluso muchos que trabajan) que se han quedado fuera del mercado del alquiler o que simplemente no quieren pagar unos alquileres exorbitados, han recurrido a la okupación.

Como me dijo un agente de policía en Barcelona especializado en desalojar okupas, expulsar a los okupas de viviendas pertenecientes a fondos de capital privado es un proceso lento y arduo, debido a la dificultad de identificar al verdadero propietario de la vivienda (Blackstone, por ejemplo, opera en España a través de docenas de entidades subsidiarias) y luego localizar un representante con el cual entendérselas. «Esto es una gran parte de nuestro trabajo diario», dice

2. Jugosas oportunidades de ganar dinero para delincuentes empresarios. En los últimos años, las bandas de delincuentes empresarios han empezado a especializarse en localizar y entrar en apartamentos vacíos. Una vez encuentran un lugar, rápidamente cambian las cerraduras y lo conectan a los suministros de agua, gas y luz de los vecinos. Luego «venden» el apartamento a un okupa o grupo de okupas, por un precio que oscila entre los 1.000 y 2.000 euros.

De esta manera ha surgido un floreciente mercado negro. En el barrio del Raval de Barcelona el mercado es controlado por una banda de la República Dominicana; cobran cerca de1.500 euros por cada «venta» de propiedad. Los okupas consiguen así vivir en un piso con todos los servicios sin tener que pagar alquiler ni servicios durante un período de seis meses. Si el apartamento en cuestión es propiedad de un fondo, los okupas no llaman excesivamente la atención y los vecinos no se dan cuenta de que están subvencionando su consumo de servicios, a menudo pueden permanecer durante mucho más tiempo.

3. Las leyes españolas sobre la propiedad tienden a proteger más a los okupas que a los propietarios, especialmente si la propiedad ocupada no es una residencia principal. Si un okupa ocupa la residencia principal de una persona, puede ser acusado de allanamiento de morada, castigado habitualmente con una pena de prisión que va de los seis meses a los dos años. Sin embargo, gracias a una modificación legislativa en el Código Penal, si un okupa usurpa una propiedad que no se usa como vivienda principal, incluyendo a veces las segundas residencias, es muy probable que sean acusados del delito de ocupación, castigado con una pena mucho menor, que va desde unos pocos cientos de euros de multa hasta seis meses de cárcel.

4. Procesos judiciales lentos. Si se ocupa ilegalmente una propiedad que no es primera residencia, el propietario puede tomar dos caminos. Puede acudir a los tribunales civiles para intentar recuperar la propiedad, lo que significa contratar a un abogado, pagar tasas judiciales y a menudo esperar mucho tiempo. Al menos el propietario puede estar seguro de que recuperará la propiedad.

La alternativa es ir por la vía penal, que es gratuita y puede a veces ser más rápida; pero el resultado dependerá en gran medida de la eficacia de los agentes de policía implicados. La única posibilidad que tienen de desalojar rápidamente a los okupas es que puedan demostrar inmediatamente que la propiedad acaba de ser ocupada. Pero eso es más fácil de decir que de hacer, especialmente si no se tiene acceso a la propiedad. La mayoría de las veces la investigación no llega a ninguna parte, por lo que al propietario no le queda más remedio que acudir a la vía civil.

En 2018 el Gobierno intentó agilizar los procesos civiles de desahucio introduciendo el procedimiento de «desahucio exprés», que permite al propietario afectado solicitar a los Tribunales la devolución del inmueble, y al mismo tiempo que adopte cautelarmente el desalojo con carácter previo a la sentencia. Si los Tribunales lo conceden, en teoría los okupas tienen sólo unos pocos días para presentar «título suficiente» para permanecer en la vivienda o abandonarla. En realidad, puede tardar mucho más tiempo, especialmente si los okupas en cuestión son familias con niños pequeños. Además, los grandes propietarios privados no pueden acudir a este proceso.

5. España no es país para inquilinos. Durante décadas España ha sido un país de viviendas en propiedad. Antes de la crisis tenía una de las tasas más altas de vivienda en propiedad en Europa, de más del 80%. En el punto más álgido de la burbuja inmobiliaria, en 2003-2005, se construían alrededor de 700.000 viviendas al año, más de las que se construían en toda Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido juntas. Cuando la burbuja inmobiliaria estalló, en 2009, más de medio millón de familias perdieron sus hogares. Muchas de las casas recién construidas no llegaron a ocuparse.

Desde entonces, el mercado de alquiler ha jugado un papel mucho más importante, pero las condiciones del mercado no son exactamente favorables al consumidor. Muchos apartamentos apenas son aptos para su uso y, sin embargo, alcanzan precios elevados de alquiler. En algunas ciudades (Madrid, Barcelona, Málaga…) los alquileres se han disparado más del 50% desde 2013, mientras que los salarios no han crecido a la par. No es sólo que los alquileres sean prohibitivos; también lo son las cuotas iniciales y los depósitos que los inquilinos tienen que pagar.

Tras la crisis, muchos proyectos de vivienda social se vendieron a fondos internacionales pertenecientes a gigantes de Wall Street, como Goldman Sachs y Blackstone. Como resultado, las viviendas sociales de alquiler, que normalmente ofrecen unos precios asequibles, representan ahora tan sólo el 2% de la propiedad residencia de España, frente al 3,5% de 2005. En comparación, es el 30% en Holanda, el 24% en Austria, el 21% en Dinamarca y el 17% en Gran Bretaña.

Irónicamente, el derecho de todo ciudadano a una vivienda digna y adecuada se consagra en el artículo 47 de la Constitución de 1978. Sin embargo, en las grandes ciudades como Barcelona, Madrid, Málaga y Palma de Mallorca, cada vez más residentes descubren que tal derecho ya no existe en la ciudad que los vio nacer. A menos que esta tendencia se revierta y si el sistema legal español siga protegiendo a los okupas como no se hace en ningún otro país, cada vez más gente optará por okupar.

Dasvidania, Gorby (I)

Se nos fue anteayer Mijaíl Sergeievich Gorbachov, con 91 años y «después de una larga enfermedad». Entiendo que es uno de los personajes más prominentes del último cuarto del siglo XX; y por esa razón mucha gente ha tenido algo que decir sobre él ahora que se ha muerto. En esta entrada me limitaré a glosar algunos momentos importantes de su trayectoria pública.

Si no voy equivocado, la primera vez que oímos hablar de Gorbachov, es decir, fuera de los círculos políticos más o menos reservados de la política soviética, fue a cuenta de la catástrofe de Chernóbil, como se relata en la miniserie homónima y sobre la que ya escribimos aquí. Para muchos, ése fue el primer síntoma externo (es decir, que no se pudo ocultar al mundo) de descomposición del comunismo. Hoy los ecolojetas hablan mucho del «cambio climático»; pero cuando hacen un poco de historia se les olvida mencionar (entre otras cosas) los veinte años de lluvia ácida padecidos por toda Europa (su alcance llegó por lo menos a Berlín) y cuyo origen estuvo precisamente en esa catástrofe.

Seguimos oyendo hablar de él dos años después, en 1986, cuando accede a la Secretaría General del PCUS. Se hacen famosas dos palabras: perestroika (que podríamos traducir muy libremente como «reforma política» y glasnost («transparencia», de nuevo libremente), que se convertirán en los ejes de la política rusa del momento. Imagino que a los comunistas chic bien instalados en Occidente no les debió gustar nada el cambio: ¿para qué tocar algo que, según la opinión consagrada, «funcionaba bien»? Gorbachov tuvo que cumplir el penoso deber de decirles que no, que nada funcionaba bien y que había que desmantelarlo todo para empezar de nuevo. Y gracias a la perestroika y a la glasnost, en Occidente se conoció la miseria, la mentira y el horror que padecieron los países de la órbita comunista. Ya no quedaba lugar para la propaganda comunista del «paraíso de los trabajadores». Vean, si no, estos dos párrafos extraídos del libro Historia criminal del comunismo, del profesor Fernando Díaz Villanueva, en el capítulo dedicado a ese desastre llamado Magnitogorsk:

La ciudad quedó oficialmente terminada en 1931, pero sólo la parte industrial. A la residencial le faltaba aún mucho, pero no había dinero para terminar las casas, así que se hacinó a sus 100.000 habitantes en barracones que, muchas veces, estaban junto a las humeantes plantas donde se fundía el acero a 1.500 grados. Los niños correteaban de aquí para allá en un ambiente algo más que tóxico. Correteaban porque, con las prisas y las restricciones presupuestarias, no se habían terminado las escuelas. Sus padres tenían que soportar condiciones aún peores dentro de las fábricas, sin más derecho que trabajar de sol a sol y sometidos a brutales capataces que alargaban las jornadas para hacer méritos delante de sus jefes.

[…] Hoy Magnitogorsk, el infierno metálico de Stalin, sigue existiendo. Los extranjeros pueden visitarla desde la época de Gorbachov, aunque son pocos los que se dejan caer por un lugar tan deprimente en el que, a pesar de todo, viven aún 400.000 almas en pena. La montaña de hierro que dio nombre a la ciudad se agotó hace tiempo y hoy tiene que importarse el mineral. La ciudad presenta un aspecto decadente y es fea de solemnidad. A su alrededor ya no reina la estepa sino un desierto tóxico. El medio natural ha quedado devastado hasta tal punto que el Gobierno ruso lo declaró hace unos años como «zona de desastre ecológico».

Éste y otros desastres son el motivo por el que los comunistas occidentales de salón odiarán eternamente a Gorbachov: no tanto porque se produjesen (a los comunistas, tanto de un lado del Telón de Acero como del otro, les importaba muy poco el pueblo al que sojuzgaban), sino porque permitió que se conociesen más allá del Telón de Acero. Gorbachov les privó de «patria» (a la que sus mejores propagandistas nunca se fueron a vivir) y de «argumentario» acerca de las bondades del comunismo y su «eficiente funcionamiento como sistema político y económico», convirtiéndolos en una patulea de apátridas irredentos. Bien decía Paco Frutos, penúltimo secretario general del PCE, que «no tenía nada que celebrar» el 9 de noviembre. A estos apátridas irredentos sólo les queda berrear incansablemente «¡Mentira, mentira!», mientras los hechos se van conociendo e imponiendo sobre esos berreos.

PEPESOE y poder

Por su interés, colgamos una entrada de un blog con fecha de 2008, cuyo autor es el economista (así consta en su perfil de Linkedin) Ignacio Moncada. Cambien los nombres y vean si, a catorce años vista, ha cambiado mucho la relación entre ambos partidos. Se puede argumentar que «ahora existe VOX»; pero mucho me temo que, aun con el partido verde limón, las cosas seguirían igual. Original aquí.

El Pepesoe no deja de ser una unión corporativista, una casta atrincherada tras los muros de la oficialidad que defiende sus propios intereses. Su objetivo es el poder: el poder ante todo; y después ya vendrán otros objetivos. Cuando nuestros políticos deben optar entre el bien de los ciudadanos o el poder, es decir, ganar las elecciones, siempre elegirán lo segundo. Es lo que provoca que les veamos constantemente defendiendo una cosa y la contraria, según convenga a sus aspiraciones de poder. Porque si se defiende una cosa y su contraria realmente no se defiende nada, excepto los intereses de uno mismo.

A lo largo de estos años hemos visto a los dirigentes de los dos partidos mayoritarios, inmóviles en sus sedes y sus coches oficiales, defender una cosa y su contraria, siempre la mirada puesta en ese falso indicador que son las encuestas, es decir, los trampolines al poder. En la primera legislatura de Zapatero, el Gobierno optó por hacer como que lograban la paz entablando negociaciones con terroristas, y por hacer como que lograban la concordia en España mediante donaciones de competencias a las autonomías con virreyes más radicales. Todo humo y cosmética, una política gestual, pues no se solucionó ningún problema, sino que se agravaron; y no sirvió más que para repetir en el poder de mano de esas comunidades con gula de competencias, y de espaldas al resto. Ganaron las elecciones, y ahora parece que el mundo funciona de otra manera. El terrorismo ahora se combate con la persecución policial y judicial, la prisión, y el no dar un palmo al asesino, que es lo que se decía hace año y medio que agravaba el problema, y que no conduciría a la paz.

La Oposición es si cabe más contradictoria. Rajoy, que había dirigido el barco popular durante cuatro años desde la defensa, tímida, de los principios liberales, se dio de bruces con la minoría electoral. Y emprendió el cambio, como Obama. Excepto por la diferencia de que Obama es un político de nueva hornada que se ha rodeado de los mejores, de gente con experiencia, expertos e intelectuales; y Rajoy es un político profesional, de los de siempre, que ha jubilado a los que podían aportar experiencia y ha apostado por la llaneza y el perfil bajo. El cambio de Rajoy es en realidad un cambio de look, porque el fondo sigue siendo el mismo: el poder a toda costa.

Ahora ha llegado una dura crisis económica, y los políticos se ofrecen para salvarnos. El problema es muy complejo, porque se junta un colapso financiero con una crisis energética e inmobiliaria, una renta disponible acribillada de impuestos y una deuda familiar, empresarial y pública por las nubes. Resolver el problema exige tiempo, valentía y riesgo. Pero el Gobierno dice que no nos preocupemos, porque ellos están al frente. Yo siempre me he preguntado cómo van a sacarnos de la crisis unos políticos que han sido incapaces de detectarla, que no comprenden cómo funcionan las cosas, que no han tenido valor para admitir los problemas, y que rechazan tomar cualquier medida impopular o arriesgada para su felicidad electoral.

En realidad, la cuestión es sencilla: van a dejar que pase el tiempo. Cuando el Gobierno vea que hemos tocado fondo, echarán mano a uno de sus más importantes activos, que es Solbes, y le utilizarán como fusible. Le van a echar la culpa, le van a sacrificar por el bien común del partido, y van a adjudicarse a sí mismos la remontada que estará protagonizando en realidad la gente de a pie, con mucho esfuerzo y sacrificio, y que habrá padecido para entonces un coste terrible.

El PP ni siquiera se ha arriesgado, no ya a hacer algo que conlleve cierto riesgo, sino a decirlo. Rajoy opinaba el otro día, por ejemplo, que «no había que flexibilizar el mercado laboral», mientras esa inacción cómplice va engrosando las filas de ciudadanos que pasan sus lunes al sol. El barbado opositor al poder critica al Gobierno por algunos flecos de cosas que hace, señala con acierto algunos de los riesgos que corre la sociedad, y propone alguna que otra cosa razonable en una amalgama de confusión y errores. Pero a la hora de la verdad vota a favor de las ocurrencias de Zapatero, en contra de muchos que le dimos la confianza en marzo.

Las disputas del Pepesoe versan sobre gestos y sobre maquillaje mientras el fondo de los asuntos se enquista. A la hora de la verdad, lo que tratan es adormecer a la ciudadanía mientras capitanean las encuestas, y así llegar a las próximas elecciones para mantener o heredar el poder mediante el voto al mal menor. Esto no es sino una apuesta segura en favor de la comodidad de los políticos, y a la vez en contra de los ciudadanos.

10 motivos por los que repensar la Ley de Violencia.

Avatar de almudenanegroEs war einmal...

Estos días ha sucedido lo impensable hasta hace poco: el proscrito debate en torno a la IDEOLOGÍA de género (que es eso, ideología y no feminismo) se ha abierto con toda su crudeza de la mano de VOX. Dejando aparte el debate del Estado Moral que define qué es debatible y objetable y qué no, lo cierto es que estamos ante una de esas cuestiones que alejan a la élite política y mediática del común de los mortales, que tiene hermanos, padres, primos, tíos y amigos y está hasta el moño del politiqués.

Desde VOX se quiere derogar la Ley Andaluza de Violencia de Género, una aberración histérica que obliga a los hombres a someterse a la voluntad de los servicios sociales SIN autorización judicial, denuncia, ni nada. Y es que en Andalucía se presume que TODO hombre, por el mero hecho de serlo, es violento. Y no…

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Hacia el fin del pensamiento propio


Por su interés, compartimos este artículo de Javier Torres en Gaceta.es.

Cuando al que manda sólo le queda la censura para defenderse del enemigo es que su derrota es cuestión de tiempo. Es una forma optimista de verlo, aunque la realidad es que nadie entrega el poder por las buenas y son pocos casos en la historia (España, 1975) en los que así ha sucedido. El horizonte más próximo, en cualquier caso, parece que traerá un recrudecimiento de la situación.

Hay quien lo vio venir hace décadas. En 1970 el doctor en Ciencias Políticas por la universidad de Harvard, Zbigniew Brzezinski, y posterior consejero de Seguridad Nacional del Gobierno de Carter, predijo la deriva asfixiante que entonces comenzaba a imponerse en Occidente. «En las próximas décadas va a resultar prácticamente imposible la existencia de un pensamiento propio«. Brzezinski creía -el tiempo le ha dado la razón- que esa sociedad sería controlada por una élite ajena a los valores tradicionales.

La multiplicación de los medios y la irrupción de las redes sociales no se han traducido en más libertad de expresión

Medio siglo después, su obra «Between Two Ages: America’s Role in the Technetronic Era» resulta premonitoria, pues hoy vemos que ese proyecto de ingeniería social global se impone gracias al uso de la tecnología. Por ello, erraban quienes pensaban que la tecnología aumentaría la pluralidad. Y sería así si los canales fueran neutrales, pero no es el caso.

En la práctica, la multiplicación de los medios y la irrupción de las redes sociales no se han traducido en más libertad de expresión. Los grandes medios y las ‘big tech‘ están en pocas manos (oligopolio) de magnates (Zuckerberg, Bill Gates, Bezos…) que no planean abrir el abanico. Es verdad que todo el mundo puede participar en las redes sociales, sí, pero no todos los mensajes valen igual. Sigue habiendo unos discursos predominantes sobre otros, aunque éstos últimos sean defendidos por más usuarios. No es cuestión de cantidad, sino de quién decide qué se puede decir.

A este principio es al que las élites se aferran ahora para acabar con el sufragio universal, o sea, el derecho al voto de todos los ciudadanos. Una de las reglas masivamente aceptadas en el mundo occidental no está garantizada a medio plazo. Esto valía cuando el poder ganaba siempre o casi siempre, pero las tres derrotas de 2016 tambalearon al establishment que reacciona cuestionando las reglas del juego.

A la espera de que el futuro nos depare más sorpresas, de momento, 2016 es el annus horribilis del globalismo. Tres acontecimientos sin aparente nexo entre sí cambiaron la relación del poder con las redes sociales y la democracia: la victoria de Trump, el Brexit y el rechazo a los acuerdos de paz del Gobierno colombiano de Juan Manuel Santos con las FARC. Una grieta en la línea de flotación del globalismo (curiosamente, como los entusiastas de la ideología de género, niegan que exista tal término) que aún escuece.

Un gigantesco rodillo ideológico está pasando por encima de quienes disienten en las redes sociales, los medios o cualquier foro público. Se aprueban leyes contra el pensamiento (…) y también se plantea la ilegalización de partidos alejados de los dogmas imperantes

¿Cómo es posible perder tres batallas tan importantes si el grueso de medios de comunicación, los dueños de las redes sociales, la educación, la cultura, Hollywood y multinacionales reman en la misma dirección? David venció a Goliat y no puede repetirse.

El establishment se parapeta de muchas formas y una de ellas es el «discurso de odio», coartada con la que elimina cualquier atisbo de disidencia

Para ello, un gigantesco rodillo ideológico está pasando por encima de quienes disienten en las redes sociales, los medios o cualquier foro público. Se aprueban leyes contra el pensamiento (en España, la de memoria democrática) que sancionan con severas multas económicas y el cierre de asociaciones y medios a quienes cuestionen el discurso oficial. También se plantea la ilegalización de partidos alejados de los dogmas imperantes para que su discurso vuelva a estar extramuros del sistema, es decir, fuera de lo admisible.

El establishment se parapeta de muchas formas y una de ellas es el «discurso de odio», coartada con la que elimina cualquier atisbo de disidencia. Es tan descarada esta herramienta de censura moderna que ni siquiera uno de los que lo aplican con entusiasmo, Mark Zuckerberg, sabe definir el término. Al dueño de Facebook se lo preguntó el senador republicano Ben Sasse durante su comparecencia ante la cámara en 2018, pero no respondió con claridad.

Estas grandes empresas tecnológicas son uno de los escudos del poder y han censurado hasta al mismísimo presidente del país más poderoso del mundo. Twitter, Facebook y YouTube eliminaron mensajes y vídeos de Donald Trump en momentos decisivos. Uno de ellos se produjo durante el escrutinio de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre de 2020. El candidato republicano denunció irregularidades en el recuento de votos en el estado de Pensilvania: «Están tratando de robar las elecciones, nunca les permitiremos que lo hagan. Los votos no se pueden emitir después de que las urnas están cerradas». El tuit apenas duró unos segundos. El CEO y cofundador de Twitter, Jack Dorsey, reaccionó suprimiendo el contenido e impidiendo compartir la publicación. El mensaje que aparecía en lugar del original decía así: «Alguna parte o todo el contenido compartido en este tuit ha sido objetado y puede ser engañoso sobre cómo participar en una elección u otro proceso cívico».

Aquilino Duque sostenía en «La era argentina» que la democracia puede amordazar a sus desafectos incluso con mayor crudeza que otros regímenes

Este aplastamiento de la libertad de expresión tiene una especie de bula si se practica en las redes sociales. Pero, ¿cómo es posible que un régimen democrático aplique la censura de un modo tan implacable? Aquilino Duque sostenía en «La era argentina» que la democracia puede amordazar a sus desafectos incluso con mayor crudeza que otros regímenes, pues la coartada de la superioridad moral (discurso de odio) justifica la represión de la libertad.

Hoy vemos que esta deriva podría desembocar en una nueva dictadura en la que una minoría (élites) aplasta a la mayoría (pueblo) sin importar lo que éstos opinen, pues las reglas del juego han cambiado.

Olor a muerto

Quería yo seguir comentando los resultados de las elecciones andaluzas; pero como siempre en estos casos, manda la actualidad. Así que lo que vamos a hacer es proyectarnos hacia el año que viene, el super-año electoral. El año en que los batuecos decidiremos si cambiamos de alcalde o no a lo largo y a lo ancho de la geografía española. Además, el año en que decidiremos si largamos a Pedro Sánchez Pérez-Castejón al planeta Marte o más allá de Neptuno.

Tengo pocas dudas de que el color del Gobierno cambiará el año próximo. O para ser más exactos, en 2024: teniendo en cuenta que los cuatro años de legislatura se cumplen el 10 de noviembre, ese día se disolverán las Cortes. Con el rollo de la campaña electoral nos podemos tirar otro mes, contando que hay vacaciones de Navidad (solsticio de invierno para rojelios, masones y ateos en general). Así las cosas, el nuevo presidente (previsiblemente Feijóo) no se sentará en la poltrona hasta mediados de febrero de 2024.

El primer aviso de este cambio (mené, mené) lo dio Ayuso, que arrasó en Madrid con una aplastante mayoría absoluta y un incomprensible disgusto de la planta innoble de Génova, 13, ya suficientemente explicado. El segundo aviso (tekel) lo dio Castilla-León, con la ayuda de Vox y a pesar de la aparición de partidos como Soria Ya u otros de la mal llamada «España vaciada», alineados con el pobre Tudanca. Todos ellos juntos no consiguieron desalojar a Mañueco del sillón de la Junta. Tudanca se desgañita ahora chillando poco menos que «¡Gobernáis con los franquistas!», sin que nadie le haga caso. Y ahora ha sido Moreno Bonilla el que ha escrito la palabra uparsin en los muros de Moncloa con una sorprendente mayoría absoluta, tan aplastante esta vez que ni siquiera necesita a los verde limón.

Con todos estos anuncios y avisos, algunos barones socialistas se han puesto muy nerviosos, sabedores de que se la juegan en un tiempo relativamente breve. Pero, curiosamente, no hay ruido de sables en la casa Harkonnen. Emiliano García Page susurra apenas audiblemente «Este tío nos va a llevar al hoyo»; pero nadie más se atreve a decir nada, por miedo a que le apliquen la regla Arfonzo («Er que ze muee no zale en la afoto»). ¿Y Pedro Sánchez? Feliz como una lombriz, porque ya tiene su plan B de escape y huida. Plan que, naturalmente, siendo como es él, sólo le incluye a él y a su señora, Begoña-la-de-coña.

Que sí, que luego está intentando acabar con la independencia de las instituciones, empezando por el Tribunal de Cuentas, luego el CNI, luego Indra (recuerden: la que cuenta los votos) y ahora, últimamente, se empeña en doblegar al CGPJ. Va intentando colocar a los suyos para que:

a) la Administración se siga moviendo en los parámetros socialcomunistas, haciendo de paso favores a los enemigos de la nación; o bien

b) esos bien colocados pongan palos en las ruedas a quien quiera desandar ese camino.

Si lo consigue, tarea le mando al próximo ocupante de Moncloa en cuanto a desenredar la madeja tejida por este presidente que ya se sabe saliente. Pero lo importante es él, que si fuera más humilde le bastarían los 80.000 del ala que cobrará cada año como expresidente del Gobierno: si Carmen Calvo, esa inútil y sectaria que tuvimos de vicepresidenta con PS y de menestra de Al-Kurturah con ZP, cobra su «pensión» después de haber berreado «qué hay de lo mío», con mayor razón la cobraría PS. Ya me imagino a este individuo engolando la voz y poniéndose ridículo solemne: «Ana (Pastor, periodista bayadera de PS), es de toda justicia y razón que yo cobre una cantidad por mis servicios a la nación». Claro que allí donde dice «servicios» debería decir «sevicias», lo que quedaría bastante más exacto.

Es sabido que, en España, el mes de agosto es el de las fechorías. Mientras Juan Español está de vacaciones (o, siendo caritativos, el que pueda estarlo), la casta gobernante se dedica a preparar los palos que van a llegar en septiembre. Aunque sea ya un clásico, recordemos que la fechoría de 1985 fue la «nueva LOPJ», con cuya promulgación se ufanaba entonces Alfonso Guerra de que «jemo enterrao a Montehquié». La de este año van a ser probablemente de tipo fiscal, de «captación» (atraco) de rentas. ¿Lo peor? Que vendrá Feijóo y no lo va a derogar, pues al PP todo lo que hace la pesoe le parece bien. A veces se resiste un poco, por aquello de la «diferenciación de la marca»; pero son volutas de humo rápidamente desaparecidas.

Y así, mientras se desata una ola de calor y se queman miles de hectáreas de bosque sin que nadie nos explique por qué ocurre (olvídense de las peregrinas alusiones al «calentamiento global», «cambio climático» y sandeces similares) y mucho menos acepte ningún tipo de responsabilidad sobre el particular, España sigue su camino hacia la ruina «al paso alegre del socialismo». Que, como dijeran en La vida de Brian: «¿La paz? ¡Que te folle un pez!».

Las leyes sobre incendios forestales que PSOE y Podemos aparcaron: tenían otras prioridades

Por su interés, colgamos aquí esta entrada del blog de Elentir, que muestra bien a las claras lo que ha preocupado a Sánchez, con independencia de las otras causas que provocan la quema de miles y miles de hectáreas de bosque cada año. Y luego dirán que «son ecologistas» y que «les preocupa el cambio climático». Cabrones y mentirosos.

La ola de incendios forestales ha vuelto a dar una bofetada de realidad a un ¿Gobierno? instalado en una agenda ideológica surrealista y extremista.

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Uno de los hechos que ha vuelto a poner de relieve esta ola de incendios es la necesidad de mejorar las condiciones de trabajo de los bomberos forestales y las dotaciones de los mismos. En mayo de 2018 los bomberos forestales se manifestaron en Madrid para pedir la profesionalización del sector y un estatuto básico que defina su profesión a nivel nacional.

Por aquellas fechas, y recogiendo las propuestas de los sindicatos, Podemos presentó una Proposición de Ley del Estatuto Básico de Bomberos Forestales que recogía las propuestas del sector. La propuesta caducó en marzo de 2019. En mayo de 2018, Podemos afirmó que la ley había sido vetada por el gobierno de Pedro Sánchez, seguramente para no incomodar a sus socios nacionalistas (pues esa ley crearía un marco legal nacional sobre una cuestión que actualmente compete a las autonomías). Podemos no volvió a presentar esa iniciativa.

En septiembre de 2020, ya en el gobierno, Podemos presentó una nueva iniciativa, la Proposición de Ley de coordinación de los servicios de prevención, extinción de incendios y salvamento en el marco del Sistema Nacional de Protección Civil. El plazo de presentación de enmiendas se abrió el 18 de noviembre de 2020, un plazo que se amplió ¡40 veces! en el Congreso a lo largo de un año, hasta el 17 de noviembre de 2021. Esas constantes ampliaciones de los plazos de presentación de enmiendas son una forma de bloquear una iniciativa en su trámite parlamentario. Ayer el diputado de Podemos Pablo Echenique pidió a Sánchez desbloquear esa ley. Hay que recordar que Podemos está en el gobierno, ¿y se acuerda ahora de que tiene esa ley bloqueada desde 2020?

Anteayer, en plena ola de incendios forestales, la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF) pidió a Sánchez que presente ya el Estatuto Básico de Bomberos Forestales. El sindicato de funcionarios señaló al respecto: «Han pasado tres años desde que el presidente del Ejecutivo se comprometió a sacar adelante esta ley, el tiempo va pasando y la norma ni siquiera ha sido tramitada por el Consejo de Ministros«. El CSIF señaló una de las causas del problema que afecta al sector: las autonomías (que es la causa también de la pereza del gobierno para sacar adelante esa ley: no incomodar a sus socios nacionalistas). «Hay tantos modelos y protocolos como comunidades autónomas, lo que dificulta enormemente la extinción de los incendios forestales«, señaló el CSIF.

Entre tanto, en estos dos años y medio que llevan en el gobierno, el PSOE y Podemos han demostrado tener otras prioridades:

Y después de dar prioridad a todo esto y de dejar abandonados nuestros montes y a nuestros bomberos forestales, lo único que se le ocurre a Sánchez es ir a hacerse una foto al lugar del incendio, como si eso ya resolviera lo que durante cuatro años no ha querido resolver, porque prefirió aparcar las necesidades reales de los españoles para dedicarse a desarrollar una agenda ideológica extremista, que lesiona derechos fundamentales y que permite al PSOE y a Podemos adueñarse de cada vez más instituciones. Luego, si se queman nuestros bosques y mueren un bombero forestal y un pastor, Sánchez le echa la culpa al cambio climático y se queda tan ancho.

Capitalismo cultural

Por su interés, colgamos este editorial de D. Javier Torres en La Gaceta de la Iberosfera. Editorial que intenta arrojar luz sobre estos tiempos en que la dictadura comunista china ha adoptado en parte el capitalismo y los antaño capitalistas se han acercado más que nunca al socialcomunismo, al grito de:

«¡Hoy la universidad es nuestra!
¡Mañana el mundo entero lo será!».

Aunque no es nuevo. Ya lo predijo Orwell en el final de su Rebelión en la granja.

La familia, un obstáculo para el modelo de las multinacionales: Amazon o Apple pagarán abortos a sus empleadas

Logo de Apple. Europa Press

Multinacionales como Amazon, Apple, Disney, Facebook, Microsoft o Starbucks han ofrecido a sus empleadas pagarles un aborto en caso de que el estado en que vivan lo prohíba. Así están las cosas después de que el Tribunal Supremo de EEUU revocase la histórica sentencia Roe vs. Wade de 1973 y el aborto haya dejado de ser un derecho. Ahora será cada estado quien decida mantenerlo o prohibirlo.

La rapidísima reacción de distintos colosos del capitalismo entrando en la batalla ideológica demuestra dos cosas. La primera es que llamar «marxismo cultural» a que los gigantes de Wall Street promuevan el aborto o la ideología de género no es que sea inexacto, sino una malintencionada forma de generar confusión y embarrar el debate. Cuando el diagnóstico es erróneo es imposible encontrar el remedio adecuado.

De este modo ·marxismo cultural» se ha convertido en el cajón de sastre donde agrupar toda la mercancía averiada exportada desde los campus de las universidades estadounidenses: ideología de género, aborto, LGTBI, medioambientalismo, feminismo, control de la población, inmigración masiva… Todas las grandes transformaciones sociales e ideológicas de las últimas décadas serían impulsadas por una especie de mutación del marxismo.

El movimiento provida ha demostrado que los gigantes se pueden derribar, que las inercias no son para siempre y que no hay causa perdida

Sin embargo, esta tesis es insostenible. A estas alturas de siglo meter a Karl Marx en la ecuación es sencillamente una estafa intelectual más grande que llamar «memoria» a la ley que reescribe la historia al dictado de ETA. A menos que Marx se haya reencarnado en Jeff Bezos, Mark Zuckerberg o Bill Gates, o El Capital sea de repente la política de empresa que aceptan los usuarios de Facebook, nada nos mueve a pensar que el marxismo esté detrás de todos estos cambios.

La segunda conclusión que suscita la histérica respuesta de las élites es que el movimiento provida ha demostrado que los gigantes se pueden derribar, que las inercias no son para siempre y que no hay causa perdida. Décadas de batalla cultural han propiciado una gran victoria -no la definitiva- frente a la subvencionadísima cultura de la muerte y han cuestionado una de esas «conquistas» que el progresismo creía inalterable, «un debate superado» en palabras de los progres a este lado del charco. A la formidable maquinaria propagandística -Hollywood, Wall Street y Casa Blanca- sólo le queda la censura y cuando al poder sólo le queda la represión su derrota es cuestión de tiempo.

Quien ya ha sufrido en sus carnes el acoso y señalamiento es el juez del Supremo, Brett Kavanaugh, increpado por partidarios del aborto en un restaurante hace unos días. EEUU exportó el aborto a todo Occidente y ahora importa el escrache, tradición más hispana (Argentina), que defiende y justifica la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, una joven racializada que bien podría ser portavoz de Black Lives Matter: «Esto es democracia».

En España también se han justificado los escraches y aún queda tiempo para que las cosas mejoren, pues estamos muy lejos de ver a todo un presidente del Gobierno acudir a una marcha provida, como hizo Trump en la explanada del Mall de Washington en 2020, y proclamar sin complejos que «los niños no nacidos nunca han tenido un defensor mayor en la Casa Blanca». Naturalmente las élites económicas, culturales y mediáticas se echaron encima.

La familia es un obstáculo para el modelo de las multinacionales. Tener hijos exige sueldos más altos y tiempo que dedicar en casa

La cuestión esencial, volviendo al fondo del asunto, es por qué las grandes multinacionales prefieren financiar un aborto a sus empleadas en lugar de animarles a tener hijos. Claro, es más barato pagar un aborto que una baja por maternidad: la trabajadora estará casi medio año de baja y cuando se reincorpore ya no será la misma, necesitará tiempo para llevar al niño al médico, colegios, etc.

De ahí que el ideal de estas grandes empresas sean sociedades de individuos atomizados, pues la familia -tener hijos- es un obstáculo para el modelo de las multinacionales. Tener hijos exige sueldos más altos y tiempo que dedicar en casa. Por otro lado, el que no tenga cargas familiares (así lo llaman ahora) siempre podrá entregarse en cuerpo y alma a la empresa (verdaderos matrimonios modernos) que, en generosa contraprestación, rara vez devuelve el sacrificio de su trabajador pagando las horas extras.

Pero además del ahorro económico estos gigantes tienen su propia agenda. No sólo es cuestión de dinero. Es mucho más que eso. Estas empresas no son neutrales en la promoción de según qué ideas. Ahí está la página de inicio de Google, que muta a diario para conmemorar diversas efemérides políticas o días internacionales sin importar que tomar posición le haga perder dinero. Se equivoca, por tanto, quien piense que todo lo explica una tabla de Excel. ¿Acaso Starbucks vende más cafés cuando sus tiendas y empleados se tiñen con la bandera arcoíris del orgullo gay?

Es frecuente que estas compañías apadrinen causas como el cambio climático, el feminismo, el multiculturalismo o el antirracismo. Durante la campaña «Black Lives Matter» promovida en EEUU por el homicidio de George Floyd a manos de un policía en mayo de 2020, Google y Apple desarrollaron ajustes para apoyar al movimiento. Así, el asistente de voz de Google introdujo una respuesta para la frase «todas las vidas importan» utilizada, en teoría, por personas que niegan el racismo. Google respondía: «Las vidas negras importan. Las personas negras merecen las mismas libertades que todos los habitantes de este país, y reconocer la injusticia que enfrentan es el paso para superarlo».

La realidad es que el verdaderamente desprotegido en la ecuación es el niño, cuyos derechos son literalmente triturados

Llegados a este punto conviene detenerse en el papel de la izquierda en las democracias liberales a ambos lados del charco. ¿Son los partidos de izquierda un obstáculo para el avance de las ideas promocionadas por el gran capital? Nadie que tenga un mínimo de honestidad intelectual podría responder que sí, a menos que en su cabeza sigan rigiendo los códigos bipolares del Muro de Berlín. Pero el mundo ha cambiado desde 1989 y el capitalismo (progresismo) está muriendo de éxito.

Esta confusión generalizada es la que permite que la izquierda (históricamente con el débil frente al poderoso) defienda el aborto con el argumento de que se trata de los derechos de la mujer. La realidad, sin embargo, es que el verdaderamente desprotegido en la ecuación es el niño, cuyos derechos son literalmente triturados.

Hace tiempo que la izquierda en todas sus tonalidades (socialdemócrata, comunista, bolivariana…) es el felpudo del gran capital, pues no hay causa que salga de la ONU, Wall Street, Bruselas o Hollywood que no apadrine con entusiasmo. Aborto, ideología de género, fanatismo climático, multiculturalismo e inmigración ilegal masiva son banderas que defienden desde los partidos liberales o liberal-conservadores hasta la extrema izquierda. Hay un consenso capitalista que impostores de todo pelaje disfrazan con las siglas más variadas peleándose en cuestiones menores para disimular que están de acuerdo en las mayores.

Claro que habrá quien refute todo ello y siga llamando «marxismo cultural» (quizá por mala conciencia) a esta agenda globalista que disuelve los vínculos que caracterizan a las sociedades fuertes.

Frente a los impostores, llamémoslo capitalismo cultural. Ahí están casi todos de acuerdo.

 

Comentario a las elecciones andaluzas

Ahora él era el amo del mundo, y no estaba del todo seguro sobre lo que hacer a continuación. Mas ya pensaría en algo.

Arthur C. Clarke,

2001, una odisea del espacio

Las elecciones andaluzas han arrojado un resultado que no se preveía: mayoría absoluta del PP en Andalucía. Esto, hace unos años, era inimaginable. Pero creo entender lo que ha ocurrido. Después de estar 37 años en la poltrona y de no dedicarse a otra cosa que a sangrar y robar a los andaluces engañándoles, éstos se han hartado. Ha llegado Moreno Bonilla y les ha dado un respiro. Y los andaluces, temerosos aún del cambio radical que proponía VOX, se han echado en brazos del PP. Se ha acabado (por ahora) el cortijo socialista y comienza una etapa nueva, al menos en apariencia.

Sin embargo, acabada la fiesta de la noche electoral y limpios de confetis los ojos, la pregunta que le hizo Aznar a Feijóo sin nombrarle sigue en pie: ¿Llegar al poder para hacer qué? ¿Qué es lo que quiere hacer Moreno Bonilla, ahora que «es el amo del mundo (andaluz)»? Tiene mucha tela que cortar si quiere empezar. Tiene que conseguir transformar Andalucía de territorio subsidiado (y por ello cautivo e improductivo, siempre a remolque de los deseos de otros) a territorio productivo y vibrante. La Junta debe ser una fuente de estímulo a los andaluces, en vez de ponerles palos en las ruedas y zancadillas en los pies. Tiene que dejar de mirar a la burguesía catalana gobernante, que siempre quiso a Andalucía de rodillas, temerosa de que creciera más que su Cataluña. Aquí ¾y perdóneseme la digresión¾ no hay sino recordar estas palabras de Pujol y ligarlas al hecho de que se educó en el Colegio Alemán de Barcelona, en los tiempos en que su dirección y profesorado eran designados por Herr Bernhard Rust, ministro de Educación del Reich en el gobierno del Führer bienamado Adolf Hitler:

«El hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido (…) es, generalmente, un hombre poco hecho, un hombre que hace cientos de años que pasa hambre y vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido poco amplio de comunidad. A menudo da pruebas de una excelente madera humana, pero de entrada constituye la muestra de menor valor social y espiritual de España. Ya lo he dicho antes: es un hombre destruido y anárquico. Si por la fuerza del número llegase a dominar, sin haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña. E introduciría su mentalidad anárquica y pobrísima, es decir, su falta de mentalidad».

Y para remachar el clavo, resulta que Pujol ni siquiera inventó nada. Estas palabras, que pueden sonarnos repugnantes, las escribió casi letra por letra el intelectual e historiador Ernst Nolte como definición de «judío» cuando Marcel Reich-Ranicki dirigía el Frankfurter Allgemeine Zeitung, allá por 1986. Naturalmente, Reich-Ranicki, judío polaco, se negó a publicar el artículo, lo que se saldó con dos consecuencias: la dimisión fulminante de Marcel Reich-Ranicki de la dirección del FAZ y la abrupta terminación de la amistad mantenida hasta entonces con Ernst Nolte y Joachim Fest, que sí lo publicó como su sucesor.

Curiosamente, eso que dijo Pujol de los andaluces ¾de citada raíz nacionalsocialista, pues lo que dice Ernst Nolte de los judíos lo aplica Pujol a los andaluces y es lo que piensan no pocos dirigentes separatistas catalanes como marco mental¾ empieza a cuadrar demasiado bien a la Cataluña actual. Pero dejémoslo aquí, pues con la victoria todo el mundo proyecta sus sueños y esperanzas… hasta que viene la realidad y los recorta a la baja. Vamos a ver cómo se desarrolla el proyecto de Moreno Bonilla.

Al tiempo que hay que hablar de la victoria del PP, hemos de hablar de la curiosa situación en que ha quedado VOX. Ha aumentado, pero muy poquito. Ya dijimos en su momento que a nosotros nos parecía que a Macarena Olona, candidata válida donde las haya, alguien se la había quitado de en medio por el eclesiástico procedimiento del promoveatur ut amoveatur. Y la han mandado a Andalucía, donde la cuestión no era si iba a perder votos (que no, por el hartazgo del respetable con la izquierda), sino cuántos iba a ganar. Y si envuelves a una candidata válida con un equipo medianamente inepto, la imagen que queda es la proverbial del brioso corcel uncido a una yunta de bueyes. Resultado: VOX aumenta su representación, pero sólo en dos escaños. O sea, no lo bastante como para molestar a/influir en Moreno Bonilla, sean cuales sean sus planes.

Y del otro asunto que hay que hablar es del descalabro absoluto de eso que hoy todavía llaman «las izquierdas». Contra lo que se pudiera pensar, no era un descalabro imprevisible. Dejemos aparte que el discurso socialista sea la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia y la prédica a la envidia y que su virtud inherente sea la distribución igualitaria de la miseria. Pensemos en que Juan Espadas era ya un candidato tocado por «cositas» de su señora, es decir, tan inidóneo como la ínclita Fiscal General del Gobierno, Dolores Delgado. De nada sirve que en el PSOE andaluz digan ahora que «en realidad, Juan Espadas era una máscara de Pedro Sánchez»: tenía las mismas posibilidades de ganar las elecciones que El Fary de jugar en la NBA. Del resto mejor ni hablemos, que no tienen ni media torta, ni ideológica ni de las otras. Como dijo Escohotado, «la extrema derecha es un invento de la extrema izquierda»; y el aferrarse a la consigna de «que viene la extrema derecha» les ha costado los comicios tanto a Teresita la Maestra como a sus correligionarias, desperdigadas en toda la galaxia izquierdista. La única esperanza que les queda es esperar a que Moreno Bonilla cometa algún fallo de planeamiento o de ejecución, que no es probable en lo inmediato.

Pero, por otro lado, si el proyecto de Moreno Bonilla consiste sólo en rellenar la despensa sin derogar las leyes ideológicas con las que las izquierdas han gobernado Andalucía casi tanto tiempo como Franco y que, desde luego, no son fuente de progreso de una comunidad, sino origen de su atraso y de decisiones erróneas que lastran dicho progreso, apaga y vámonos. Eso que todavía se llama «izquierdas» puede respirar tranquilo, aunque no les guste no poder administrar el dinero. Esas mismas leyes, con el tiempo, propiciarán la vuelta del socialismo a San Telmo. Y esta vez, con la despensa llena (Mt 12:43-45).

Del desplome total de Ciudadanos en Andalucía hay que hablar; pero si hay que buscar culpables, no hay que hacerlo sólo en Andalucía, sino que hay que tirar por elevación. Pero de eso hablaremos en una entrada próxima.

Lampedusa (y II): El futuro próximo del PP

Pues nada. Ya tenemos a Feijóo de presidente del PP. La pregunta incómoda, por supuesto, la ha formulado uno de los lares, manes o penates del PP, José María Aznar (tal vez con razón en este caso): «Oigo decir que hay que ganar para que llegue no sé quién a La Moncloa, pero la pregunta es para hacer qué». Aunque la pregunta se hace en el contexto del PP, vale para cualquier partido, especialmente si tiene posibilidades de llegar.

Digamos que esa pregunta tiene fácil respuesta en la izquierda: destrozar España hasta en sus símbolos (no digamos su historia y su esperanza). La siguiente pregunta podría ser ésta: ¿lo hacen motu proprio o porque se lo han ordenado? ¿Acaso George Soros tiene comprados a todos los cargos clave en todos los partidos (y especialmente en los «dos mayores»)? ¿O es cosa de la Logia, de la que ni siquiera los presuntamente más «valientes» (mode ironic on) se atreven a hablar?

En el PP la respuesta es más complicada, pero quisiera recordar la advertencia del obispo Reig Pla. Es de 2014, pero probablemente siga estando de actualidad:

Ha llegado el momento de decir, con voz sosegada pero clara, que el Partido Popular es liberal, informado ideológicamente por el feminismo radical y la ideología de género, e «infectado», como el resto de los partidos políticos y sindicatos mayoritarios, por el lobby LGBTQ; siervos todos, a su vez, de instituciones internacionales (públicas y privadas) para la promoción de la llamada «gobernanza global» al servicio del imperialismo transnacional neocapitalista, que ha presionado fuerte para que España no sea ejemplo para Iberoamérica y para Europa de lo que ellos consideran un «retroceso» inadmisible en materia abortista.

Hoy difícilmente encontraremos una voz en el seno del PP que se oponga frontalmente a esta dirección de sus actuaciones. Tal vez en privado haya alguien, pero ya se sabe: «yo te lo cuento, pero tú ni me menciones». Aún es posible recordar cómo Rajoy, de luctuosa memoria para ese partido, expulsó (en puridad, les eliminó de los puestos de salir en las listas electorales de 2015) sin despeinarse a cinco diputados provida por romper la disciplina de voto en una reforma cosmética de la ley del aborto.

Dicho lo anterior, sigue en pie la pregunta: ¿para qué quiere llegar Feijóo a la Moncloa: para mandar o para gobernar?

Los antecedentes no son muy buenos, la verdad. Antes de ser líder nacional del PP, tenemos a Feijóo presidiendo a Xunta de Galicia en una especie de marcha triunfal, encadenando mayoría absoluta tras mayoría absoluta. Al igual que ocurría en Valencia en la época de Rita Barberá, los candidatos de los demás partidos eran los elegidos para estrellarse contra el del PP, ya se tratara de Fernández Albor, Fraga o quien nos ocupa (con los intervalos de González Laxe y Pérez Touriño y su bipartito).

Aquí hemos de matizar un poco. Antes de dar el visto bueno a Feijóo, hemos de recordar una cosa: este señor es un nacionalista pujolista. Trayendo causa de la política que impuso Fraga en materia lingüística, copiada hasta en las comas de la Llei de Normalització Lingüística catalana de 1983 (y todo porque el «clan de Valladolid» le retiró a Perbes forzosamente, para que no pudiera ejercer «ni tutelas ni tu-tías»: el rencor en política es cosa grande), Feijóo se aplicó a la tarea al modo Pujol: en Santiago falamos galego porque somos da terra e patria galega. Y en Madrid hablamos castellano «para que nos entiendan».

Esto tiene su por qué. Entregada la educación a los nacionalistas gallegos (los del BNG o bloqueiros, como se les conoce allí), la fabricación de votantes nacionalistas ha crecido como la espuma. Si quieren más referencias y más exactas, podrán encontrarlas en el blog de Elentir, que ha denunciado la mayoría (si no todas) las cacicadas de los gobiernos de Feijóo no tanto en favor de la lengua gallega cuanto en contra de la castellana.

El hecho es que el desgaste amenazaba a un partido con tantos años de gobierno. Por eso Feijóo (bueno, por eso y para que no le salpicara la marcha al infierno del PP nacional, que ahora dirige) alzó su mirada al cielo y clamó: «¡Eu son máis nacionalista que ninguén!», adelantando a los bloqueiros por la izquierda. Y se dedicó a profundizar en la política lingüística nacionalista. No invita a queimada, ni a polbo a feira, ni pronuncia conxuros, que eso es caro (ríanse de los rácanos de los catalanes). Pero sí promulga días en galego, de la misma manera que en otras partes se promulgan «días sin humo». Aclaremos el matiz: «días en galego» quiere decir «días sin castellano».

Lo cual ha cogido un cierto vuelo, pues no hace muchos días Elías Bendodo, a la sazón consejero de Presidencia, AA.PP. e Interior de la Hunta d’Andalucía, ha definido a España como un «Estado plurinacional». Supongo que el alma progre del PP, la que está dispuesta siempre a rendirse a la pesoe, habrá aplaudido con las orejas. La votancia del PP se habrá quedado sorprendida y la militancia, probablemente en no pocos casos, avergonzada.

Repetimos la pregunta a Feijóo, pero esta vez con el estribillo de Burning: «¿Qué hace un chico como tú en un cargo como éste?». Si va a seguir la política de sus predecesores de pactar y repartir con la pesoe, que a su vez pacta y reparte con los enemigos jurados, bien subvencionados, confesos (y en algunos casos condenados judicialmente) de España, mejor olvidarle y seguir esperando a alguien que «she ocupe de lo que de verdad interesha a losh eshpañolesh» (sí, Mariano: nos acordamos de lo mucho que prometiste «bajar impuestos» en campaña y luego, una de las primeras cosas que hiciste al llegar a Moncloa fue subirlos, con las aclaraciones de Soraya Simpson). Lo mismo se diga de las políticas con las que, de acuerdo con la pesoe o motu proprio, trate de debilitar los lazos entre los distintos territorios de España.

Porque si es para eso, el título de esta doble entrada está plenamente justificado: «cambiar todo para que nada cambie». Y, de verdad: dicho en castellano viejo, Alberto, «para este viaje no hacían falta alforjas».

* * *

Ayuso, por fin, ha celebrado su congreso en que ha sido elegida presidenta del PP madrileño por aclamación y no ha tardado en pasar el bieldo: parece que se ha cargado al 80% del organigrama anterior (a unos por tibios, indiferentes o enemigos emboscados y a otros por enemigos declarados y acérrimos) y ha rellenado los puestos vacantes con caras nuevas. Vamos a ver en qué para esa renovación casi total y no mero lavado de cara.

* * *

Quizá dediquemos una entrada al affaire Olona, pero déjenme adelantar una cosa. La impresión que a mí me da en este asunto es que a Macarena Olona le han hecho un promoveatur ut amoveatur. Me explico. Parece ser que Macarena estaba cogiendo gravedad y peso específico en Madrid: sale en los medios, éstos se pelean con ella, ella se faja contra todos sin arrugarse un mohín porque no es una acomplejada… y, parafraseando a Santiago Abascal, «se le estaba poniendo cara de Vicepresidenta… del Gobierno». Pueden encontrarle ustedes todo el parecido que quieran con Soraya Sáenz de Santamaría, también mujer y Abogada del Estado. En suma: se estaba convirtiendo en un árbol frondoso cuya sombra tapaba a otros árboles más pequeños.

Así que en VOX alguien ha decido «promoverla para apartarla» (que es lo que significa el latinajo que citamos al principio de este «trozo»), costumbre en la Iglesia cuando alguien molesta o hay que apartarle con suavidad. O se le da la patada… pero hacia arriba. La cuestión era conseguir que fuera Vicepresidenta… pero no en Moncloa, porque al parecer hay personas que aspiran a ocupar ese cargo, con lo que el arreón de Olona perjudicaría sus «aspiraciones». Por no hablar de los nervios que Olona provocaba en el sector rojo (y dentro de él, el subsector feminazi) dada su falta de complejos y capacidad de contraataque. Así que entre todos han decidido mandarla más abajo de Despeñaperros, para que moleste un poquito menos y deje de poner en evidencia la inanidad (y/o enanidad) de sus detractores y enemigos (dentro y fuera de su partido). El tiempo dirá si un servidor de ustedes tiene razón o no.

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